REMOLINOS
Llueve lluvia gritada en copas,
en manteles terrosos,
entre la otra marea de labios y de puentes.
Lluevo, a veces, desde el caparazón
que lava culpas;
a gotas,
a nubes negras,
a chaparrones robados en diluvios primeros.
Me cielo en ese pedacito celeste que me
cubre,
en ese lago de lavanda,
en capullos que arremolinan
sobre la tierra del milagro.
A pasos de agua me tormento,
trueno y caigo llovida y luminosa,
ligera de relámpagos;
luciérnaga festiva.
Me briso
en otras posibilidades,
entre el ayer y la noche;
entre la tarde y el ascensor;
sobre la cama y los perfumes del toilette.
A flor de frío,
nievo,
acuosa;
al ras de la oscuridad me trombo en las
paredes de la casa.
Me aglomero
en un torrente;
me cataclismo en las curvaturas del ciclón,
en las ráfagas donde abundo
y ardo, y te refracto en el arcoíris
que inventa siete colores
en algún verano que no existe.
Chaparrones en las diagonales,
en la hoja en blanco,
en mi mente que perdió
el camino de la tinta.
Destello que reordena la palabra,
insólame.
© Teresa Palazzo Conti
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