22/11/12
Poema de Paulina Juszko
Nada
de nadie, nadie de ninguno pidió nada,[1]
dijiste.
Y yo digo:
Todo de todos, alguien de cualquiera
pidió cualquier cosa.
Diversos modos de
matar el tiempo
que no queremos matar.
Atarse.
Desatarse.
Así se vive, se permanece, se vegeta, se
está, se es, se transcurre
(O como quiera llamarse a
este trabajo ).
Hacemos los deberes como
podemos.
Algunos necesitamos cola
para no perdernos en el
espacio,
para remontarnos lindo.
Pedimos vientos propicios,
reclamamos un cielo azul,
las correspondientes
nubecitas viajeras.
Que alguien o algo recoja el hilo
cuando hace falta. Ya no todos los chiches, nos conformamos con algunos:
Ritos.
Anclas.
Contrapesos.
(1) Jorge García Sabal, Sutura.
© Paulina Juszko
Poema de María Del Mar Estrella
SOLO DE VIOLIN
Yo nací endecasílabo, mi padre
me bautizó en la lírica precisa
de su credo ritual, y fue mi madre
quien me enseñó –vital sacerdotisa-
a escanciar el fervor de ese compadre
que es música ritual, pero sumisa.
A ellos le debo este plural desmadre
de uncir con
gracia la palabra airosa.
Natural como el aire, fiel testigo
como la identidad, como el deseo
irrumpe de mi ser. Es lo que digo.
Génesis de juglar y camafeo
que enjoya la verdad que más persigo:
reflejar esa luz en la que creo.
© María del Mar Estrella
Poema de Marta Ortiz
hundirme dócil en la vida
diaria
al fin y al cabo es vida
conocida.
No porque más allá del
umbral
no encuentre el mar azul
sino mareas de herrumbre
o porque no quiera abandonar
mi depósito de libros
este mundo de objetos
entrañables
crecidos entre mis papeles y
yo:
fotografías, cajitas de
hojalata:
esa de pastillas
“Violet” de Flavigny
o la de té:
“Alice ’s adventures in wonderland”, según
Tenniel
en las caras laterales;
o la caja de cartón
acanalado donde guardo pétalos
y hojas de roble y otros
árboles
que enrojecen los otoños.
Por ninguno de esos motivos
es que no me ausento de mi
casa
ni siquiera
por las páginas que leo:
Celan y Chéjov
poemas y cuentos:
“Vania”, por ejemplo.
No por tan antiguo vasallaje
sostengo mi domesticidad,
no salgo por otra razón:
afuera está oscuro
garúa, hace frío.
© MARTA ORTIZ
Poema de Liliana Rega
Adentro
Vidala urbana
En el deseo circular de las totoras habitan los
instantes previos a la raíz del canto
Cuando se aproxima agosto las mujeres comienzan la
espera de los jazminesLos jazmines serán más tarde, pero las mujeres los esperan en los patios los domingos por la tarde al sol
A las tres o a las cuatro de la tarde
Y rezan en los patios
Por entre las junturas resquebrajadas de las
baldosas cantan reunidas y en silencio
Desprevenidamente juntas cuando quizás no se vean
jamás
Cantan solas
Cantan sin conocerse
No se conocen
Cantan
Sus destino único de ser deshabitadas
Acaso un azar las detiene
Las voces
de los hombres rústicos reunidos
Adentro está el desasociego de unas cobijas por
donde se escapa en vocablos la historia de los otros
Que también engendran
Entonces hay el tiempo la instancia que vuelve
El amor se realizaba primero desde las suavidades
de unas canoas transpirantes de sol
Se oye la voz revolviendo el polvo seco de las
macetas
Las mujeres piden perdón y marcan su único límite
verdadero
Su sonido decidido enteramente voz
Muerden las
últimas dádivas de la tierra que antes alimentó a los hombres
La tierra que prontamente se convertirá en bocado
En danza amorosa
En los sudores narrados en catarros y esperas
En hijos que también engendren
Ay, muchacho
El libro que te sustenta en tus deseos y trabajos
El libro encantador de las palabras prodigiosas
Antes fue un menjunje de barros y jazmines
Complaciente a los tallos biselados
Secado al sol
© Liliana Rega
Poema de María Eugenia Caseiro
De cabeza a mis pies tendido el gato
Sobre qué viento de espejos
se derrama el concierto de tus brazos.
En qué bandeja de labios descoyuntas
pájaros de besos y la voz
cala la espesura de la mnésis en tu diente.
En qué puerta estalla el nudillo
de tu lejanía y sobre qué pared
tu sombra se detiene
a vestir los agujeros de la fuga.
Bajo qué ardorosa palmera
se desliza fugaz la esperma de tu aliento
ribeteando con su aroma
el cielo húmedo de tus almohadas.
Hoy alumbro con el cono de tu ausencia
los ojos ambarinos de mi sueño.
Poema de Silvana Merlo
La hechicera viaja a su ocaso
Quizás estalle en
pedazos anárquicos
quizá descubra esta máscara
miserable disfraz que golpea
todos los contornos del
inframundo
Quizá describa fatídica preservando
reminiscencias
por debajo de telarañas
tejidas en mi templo
Quizá debería poner en remojo mis
alas
para embelesar un vuelo inanimado
y lanzarme a un último otoño.
© Silvana Merlo
Poema de Maximiliano Costa Martínez
VENTANA
EN LA NOCHE
Luna pirata usted me asalta
mengua mis ansias,
afloja mi conciencia,
me señala tras el lago
con su mástil fantasma,
se hace mi cómplice de luz.
Usted Luna de lata, cáliz
lleno de leche materna,
eleva su brindis angelical
eleva su brindis angelical
huidizo de mí; la espero.
Anheloso por llegar a La Guía:
hallar su amor justo,
dejar éste.
Cuarzo blanco, cometa puro,
Diosa Heroica,
medalla de los cielos.
Calme mi sed,
alivie mi pesar, despójeme.
Envuelto en mi pena
me enluta una capa liviana.
Veo sobre mi hombro y la dejo
flotar,
temeroso de que robe mi
semblante.
Castigo es lo que imprime
mi mano en el atajo.
Es lo que elijo, Dama Heroica,
mi mueca pesada.
Lléveme a La que nos guía
© Maximiliano Costa Martínez
21/11/12
Poema de Leandro Calle
Busco a
dios en tus ojos
no lo
encuentro
tampoco
está en la tarde de domingo
descielado
bajo
lentamente por tus piernas
y la
zarza arde todavía
© Leandro Calle
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Poema de Leonor Mauvecin
Lejos como en
la muerte
Siento arder una vida vuelta siempre hacia mí.
De
Rosario de Eros. Delmira Agustini
Hay un último libro
ese que no alcanzan las manos de la niña.
Hay murciélagos en los ojos
y un collar de cristales y cenizas.
Late el corazón en medio de la pena.
Vuelan los pájaros y el búho.
Nadie oye el rumor del verso entre las hojas
sin embargo desde el último anaquel el ojo mira.
Susurra Alfonsina [1]
entre las páginas, en otoño
Un pez de papel hunde su silueta
en un mar ilusorio.
Lee la niña y canta
Canta con Gabriela[2]
“ A la ronda / ronda
de papel / tijera
a la ronda / redonda
de la luna nueva”
y muere Delmira[3]
en un hotel de paso
mientras se enhebran
irreverentes
las cuentas del rosario.
© Leonor Mauvecin
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Poema de Laura Massolo
EL PIE
Cuando baja de la cama,
el pie,
deshinchado, laxo,
ejerce el acto de fundar el día
y da origen al impulso.
Cierta neurosis, cierta cábala, cierta estadística punzante,
revelan procesiones de fracasos,
y el pie, y su vena azul,
asoman una cuota de confianza para evitar los pasos mutilados, el
equívoco, el tropiezo,
y líbranos de todo mal en el momento de pisar la alfombra.
Si en lugar de cinco dedos tuviera cinco ojos
informaría del sol y del correo, y de que estás durmiendo aquí;
cinco orificios para oler delatarían
sexo entre las sábanas, playa y pinos,
o este Buenos Aires vértigo;
cinco canales para oír anunciarían la temperatura o el paro de
transportes;
cinco lenguas servirían para lamer el aire y el vinagre de la gente
antes de arrancar a las costumbres.
Pero es un pie inconsciente,
sordo, ciego,
sin más sentidos que un tacto que se moja con la ducha y anuncia los
dolores a la vuelta.
Por otro lado,
con este pie que sabe poco,
me levanto ingenuamente de la cama a presenciar mis desventuras y mi
tedio;
con este pie me armo de coraje, estés o no conmigo, y puedo ir a
buscarte.
Por eso, cuando lo saco de la cama,
apoyo tantas cosas en mi pie,
tanto delirio y tanta vida,
que parece injusto encerrarlo en el zapato.
Algún día
voy a ir
descalza
por la calle.
© Laura Massolo