29/9/12
Poema de Miguel Oyarzábal
POR LA NAVIDAD DE
1975
Está toda la familia reunida y sentada a la mesa con mantel blanco de plástico
todos hablan alto y se ríen y narran cuentos con agresión implícita
y en la mesa hay muchas manos
y castañas de cajú
y nueces chilenas
y turrones bolivianos
y almendras de no sé dónde
y la sidra y el pan dulce
el reloj tañe su duodécima campanada
y se llenan las copas por enésima vez para brindar por
y tenemos el hábito de cuando llega ese momento brindar
y desearnos feliz navidad dando vueltas a la mesa sin soltar las copas
entonces quiero brindar por
porque duele en el mundo
porque hay muchos que no vuelven
porque se le cambian los hijos a las madres
porque hay publicidad y en las películas siempre ganan los buenos
porque la magia de los tres reyes sólo está en los bolsillos de los padres que
y porque existen los que piden y los que dan
y la generación joven y corrupta y la otra que pudo ser la que pero no
y la casa cuna y los chicos sin cuna ni casa
y yo brindo por
y los demás brindan por
y ahora vienen los regalos
Está toda la familia reunida y sentada a la mesa con mantel blanco de plástico
todos hablan alto y se ríen y narran cuentos con agresión implícita
y en la mesa hay muchas manos
y castañas de cajú
y nueces chilenas
y turrones bolivianos
y almendras de no sé dónde
y la sidra y el pan dulce
el reloj tañe su duodécima campanada
y se llenan las copas por enésima vez para brindar por
y tenemos el hábito de cuando llega ese momento brindar
y desearnos feliz navidad dando vueltas a la mesa sin soltar las copas
entonces quiero brindar por
porque duele en el mundo
porque hay muchos que no vuelven
porque se le cambian los hijos a las madres
porque hay publicidad y en las películas siempre ganan los buenos
porque la magia de los tres reyes sólo está en los bolsillos de los padres que
y porque existen los que piden y los que dan
y la generación joven y corrupta y la otra que pudo ser la que pero no
y la casa cuna y los chicos sin cuna ni casa
y yo brindo por
y los demás brindan por
y ahora vienen los regalos
Poema de Paulina Vinderman
El
pasado es un país extranjero, donde no sé nombrar
mi
desajuste con el mundo ni los árboles frondosos
de
las riberas de los ríos secretos (secretos-ríos),
que
corren hacia la eternidad llamada mar.
No,
no hablaré del porvenir: es un cuarto oscuro
donde
sólo puedo votar por la muerte. Sus afiches
son
bellos, pero irritantes de tan verosímiles.
“¿Y
el presente?”
Ah,
María, el presente es una piedra azul, opaca, libre,
cubierta
de polvo, que me recuerda al poema
balbuceado
anoche en mi libreta, que deshilaché después,
sin
fìebre y sin compasión.
Poema de Paulina Juszko
Ahí
está
EL DÍA
para
ser tragado junto con la levotiroxina
prolongación
del absurdo de los sueños cada movimiento
persecución
de fantasmas cada intento de fijación
asfixia
en el vacío
doloroso
automatismo
tapadera sobre tapadera sobre tapadera
para negar lo subliminal
lo
atroz
lo
que acecha y asecha
y
YO
fatalmente
Danaide
caníbal
vegetariana por causa de colesterol
mil
veces relapsa y confesa.
© Paulina
Juszko
Poema de Roberto Reséndiz Carmona
CON LA
MORDIDA DE LA
MUERTE
Frío de ausencia
llanto de niebla
trozo de piedra en el lugar de siempre.
Verbo desgastado con la mordida de la muerte
libro de locos
espejo
adopción de nadie.
Muere
sin abandonar la identidad
el mes de junio
la inclemencia de noches de segunda.
Cuatro hilos detienen la vida y cuatro purgatorios
destierra a Pablo al territorio prometido
con la certeza que regresará desnudo.
Un barco de vela soporta el mascarón oscuro
fuerza la sal
el mar de adentro
la torre de babel
la punta de coral incandescente.
Escribe a veces la historia equivocada
en medio del frío de las escamas.
Con ojo helado
vigila la ciudad de los fantasmas
el aro
sin punto de partida.
© Roberto
Reséndiz Carmona
Poema de Raquel Fernández
JUEVES DE CENIZA
A Patricia
La muerta,
la muertita,
tenía una brújula de sal entre los labios.
El norte de
la tierra severa.
La promesa de
arcilla fría.
La muerta,
la muertita,
tan verde
como la
clorofila sin objeto
de un trébol
amputado,
tan sola
en la
trinchera de los dientes.
Le lavaron
los pies en silencio
(para que no
la rasparan las palabras).
Le midieron
el sudor y el asco
(le
olfatearon la ausencia).
La cubrieron
de flores,
de polvo,
de insectos
ambiciosos
(no más
sangre para ella, pobrecita,
no más
corazón bombeando peces rojos
no más
promesas rojas a la altura del pubis).
La muerta,
la muertita,
se durmió en
sus laureles.
Muchos años
después,
un Jueves de
Ceniza,
yo me acordé
de ella.
Me acordé de
lo linda que era
cuando se
reía.
© Raquel Fernández
Poema de Norma Segades
Miriam
Alzaba al cielo mi lealtad
desnuda.
Elogiaba tus obras.
Celebraba el acto medular de tu
doctrina.
Bendecía el contorno de ese nombre
que no puede ajustarse a la palabra.
Danzaba sobre el polvo de la
ausencia al ritmo de sonajas y panderos
exaltando promesas ancestrales
con la misma alegría,
el mismo fuego,
las mismas contundentes
esperanzas.
Pero tu amor fue siempre
antojadizo.
Escogiste la ofrenda de mi
hermano.
Te complacía el humo de la hoguera
con que Aarón pronunciaba
en el ocaso
el adusto ritual de su alabanza.
Al pie del monte Horeb,
junto a las zarzas y las enormes
moles de granito
cuando andaban las tribus
traicionando preceptos de rabinos y levitas
desde el ceremonial de las
infamias,
castigaste mis celos con la lepra
que socava la carne,
que segrega,
que consume con lenguas de ceniza,
que prohibe habitar entre los
puros a los mortificados con las llagas.
Éscupiste en mi rostro tu
desprecio sólo por murmurar contra mi hermano
y la pena no ha sido razonable.
Siete veces multiplicaste
infiernos con andrajos de pieles putrefactas.
Fustigar a las hembras,
humillarlas,
disciplinar su espíritu atrevido,
recluir sus voces,
ocultar sus rostros,
proscribirle alfabetos,
dignidades,
con vigilias de hombría
empalizada,
¿te hará mejor que el resto de los
dioses?
Yo he sido el instrumento de tu
gloria,
protectora del niño que elegiste
como liberador de los hebreos.
Yo soy Miriam, custodia de la
alianza.
¿Qué más quieres de mí?
¿Qué es lo que quieres?
¿Cuándo serán amadas las mujeres
por la nobleza de sus intenciones
y no por la observancia de los códigos
que las expulsan
siempre
de tu gracia?
© Norma Segades
Poema de Luis Benítez
Séptimo Piso: Leonard Barryman
Vine de Minnesota con mi título y mis libros
A conquistar las universidades del Este,
A imponerme a los deseos del mundo
Demostrando que en un mismo tiempo
Viven Epicuro y Alcestes, Jorge Washington y Lincoln.
Creí que todo era posible en base a una férrea voluntad,
Como me enseñaron la iglesia metodista,
Mis otras lecturas y mi abuelo que era capaz,
A sus ochenta y un años, de doblar una herradura
Con la fuerza de sus dedos vueltos rojos y blancos.
Agonizo en una burocracia que ya tenía otros gustos,
Y mi clase está compuesta por muchachos burlones,
Que no saben ni estiman lo que representó Napoleón.
Cada noche, temo a los drogadictos al bajar del autobús
Y me escurro entre las sombras, una sombra yo mismo,
Creyendo que en mi oscuro centro aún brilla
Algún canon, que soy esa leve luz complacida de sí misma,
Aunque todo demuestre que la nieve la cubrió
Y el calor la derritió. Soy el que soy, repito
Al dejar el ascensor y desde el fondo de la penumbra
Que envuelve los pasillos mi vida entera se ríe
Y me arroja cada palabra que dije como un escupitajo.
Cuando cierro la puerta, esa risa persiste.
© Luis Benítez
Etiquetas: Luis Benítez
Poema de Marta Ortiz
cuento
de invierno II
III
río abajo la sombra
el confín del lucro
festivo
soñé retablos y retablos
vi
pero rancios
huele a lumpen
a delta podrido
flotan detritus, mosquitas
muertas
la postal segrega vidrio
molido
como el fakir
el hombre-caracol duerme
no sobre púas ni plumas
sobre la laja rasa
pieza master del Museo Indigente
la talla hiperrealista
recuesta su cabeza
-no de mármol-
en doméstica hermandad
su boca lame otra
boca
pero de
calabaza
al calor corrugado en la
almohada de cartón
cierran el collage
un torso y las piernas
replegadas
-no de peltre, no origami-
al abrigo del aire
violeta
volátil membrana
que
se supo desde temprano
alcanzará esta noche
una temperatura por
debajo de cero
la cifra exacta hiela
mis dendritas
y es un árbol fósil mi
memoria
© Marta Ortiz
Texto de Raúl Feroglio
-Padre ¿Qué es aquella sombra
tremenda, que todo lo anochece y duerme
silenciosa la voluntad del campo y las
ciudades
y que no parece provenir de cuerpo alguno?
¿Qué es esta sombra, padre,
donde tantos se cobijan y ven liso lo
áspero
y romo lo afilado?
-Hijo, es la idea de dios.
-Padre, ¿A nosotros no nos guarda?
-No
© Raúl Feroglio
Poema de María Luisa Márquez
El cofre de marfil se abrió
ante el palacio
había conciliación de colores
perfume azul.
La pupila se dilató de
asombro.
Tañido de cristales
esmerilaban la escena
Atentos al llamado
caminamos en ceremonia
desde la calleja del
silencio.
El ungüento verde
resbaló en el hambre
y todo el mármol
se convirtió en pan.
© María Luisa Márquez