Poema de Susana Cabuchi
Encierros
Ahora sé
porqué
Merini
dictaba sus
poemas por teléfono,
de aquella
Tierra Santa
no podía
salirse de otro modo.
Ella lo
hacía.
En noches
apagadas,
en veranos
violentos
lo hacía.
Esperaba
la hora más
esquiva
para
entregar su miedo,
traducir lo
callado, cantar.
Ahora
esta poeta
de provincia
que soy,
también
como ella
encerrada e
insomne,
dicta
poemas a distancia,
por correo
electrónico, por zoom,
al amigo, a
los desconocidos,
a quien
acepte.
Escribía en
el exilio como yo escribo,
confinadas
las dos, cercadas
por un mal
invisible.
Qué es esto
desconocido,
preguntamos,
que nos
retiene
en nuestra
Tierra Santa
tan cerca
de la muerte?
Ella lo
hacía.
No es
difícil.
Solamente
hacen falta
un
teléfono, un cuerpo
que dé
contra las piedras
sin
romperse,
temer la
enfermedad, acostumbrarse
a morder
tinieblas y naufragios,
poseer una
voz luminosa,
llamarse
Alda.
© Susana Cabuchi
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