Poema de Jorge Curinao
CALLE SARMIENTO
Hay puentes de silencio
por donde pasan tus besos,
extraviados del mundo,
y en el mundo
florece un manzano
que sólo tu boca
conoce.
© Jorge Curinao
Etiquetas: Jorge Curinao
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CALLE SARMIENTO
Hay puentes de silencio
por donde pasan tus besos,
extraviados del mundo,
y en el mundo
florece un manzano
que sólo tu boca
conoce.
© Jorge Curinao
Etiquetas: Jorge Curinao
Mis abuelas
Una de mis abuelas tiene
fotos de Evita y de La Difunta Correa,
me gusta mirarlas.
Ella les cuelga flores o medallitas
y dice que eran santas.
Mi otra abuela, no
porque no le gusta Evita
y dice que de santa no tenía nada
pero que yo soy muy chiquita
para escuchar por qué.
Ella tiene cuadros hermosos
de los que no cuelga nada
y ojos azules,
anda peinada y pintada
porque es maestra.
Mi otra abuela, ojos marrones,
usa ruleros y un pañuelo
por la mugre de la casa
y me hace mate cocido.
La otra, leche con chocolate.
Mis dos abuelas son igualitas
cuando se tapan con crema la cara
antes de dormir
y en la mesa, calladas siempre
que el abuelo habla.
© Ohuanta Salazar
Pintura: Carlos Gómez Centurión
Etiquetas: Ohuanta Salazar
SABIO
Sabio que habitas las laderas de la
conciencia
tu ego es indiferente y tu canto vibra con
en el universo
caminas sobre la pantomima de la existencia
toponimia del pensamiento ilusorio
Maestro, vacíame y déjame desnudo de
contemplación
como un cuenco profundo despojado de la
razón
ven a mí ficción de la nada
cállame, hasta hacer carne el silencio
Aguas celeste cielo, aquí y ahora te oigo
un murmullo casi accidental
el choque de la materia…
oídos virtuosos
Observo su caudal
visualizo la impermanencia
experimento la transformación.
soy líquido
Deslizo mi cuerpo entre las piedras
se pierde el alma brillando al sol
enciende el calor de tu fuego eterno,
pues me invoco y no me encuentro.
© Nahuel Martín
Contreras
Etiquetas: Nahuel Martín Contreras
Romper el muro para que escapen las
palabras
huir de la melancolía acantonada en el
corazón
burlar el pudor
penetrar el silencio y desollar su mutismo
abrir mi cáliz con dedos de niebla
agitarme
llegar a ser yo misma
volver a encontrarme y dejar de ser un
secreto
quiero romper las preguntas que trae la
noche que se sepa
soy de carne
soy una mujer
y escondo a una mujer salvaje entre mis
huesos
© Ernestina Elorriaga
Etiquetas: Ernestina Elorriaga
Por los márgenes
lo que se rompe y nace en el encuentro de
los elementos
la frágil transparencia que tracciona
nuestros cuerpos
el eco violento de la muerte
o del amor
la mudez de las casas abandonadas
el descarnado pulso del reloj
son los sitios habitados por la poesía
ese artefacto extraño de mecanismos
peligrosos
con el que algunos emprenden la
voluntariosa tarea
de nombrar aquellos márgenes del mundo
© Estefanía Ceballos
Etiquetas: Estefanía Ceballos
SECUENCIA
De la mano del hombre dormido
cae un libro al suelo
el ruido lo despierta
pero antes, en el sueño,
el hombre cierra
con el mismo golpe
una ventana
La catástrofe
es anterior a los cuerpos.
© Leopoldo Castilla
Etiquetas: Leopoldo Teuco Castilla
El sol, cerca del mediodía,
es su mejor circunstancia.
El cenit es pura luz
Y música
en el recodo del río.
El viento canta.
—Falta menos —dice.
Nadie mejor que él
para saberlo.
Las ondas que mueren en las márgenes
el eco
la sombra del eco
la luz que se hace más intensa
a medida que me acerco
brotan de su pecho
y me abrigan.
Una niña
que ya no soy
y yo
confundimos nuestras manos
excavamos el agua
la tierra de la huerta
o hundimos los dedos
en el pelo áspero de las cabras
ahí
donde podemos encontrarlo.
© Laura Moreno
Etiquetas: Laura Moreno
el niño se volvió niño
montado sobre aullidos
atraviesa ráfagas
países asolados
no es amable
con quien le regala en pequeñas dosis
odio amansado y retorcido
el niño se volvió niño
su voz le quedaba
lejos
y estaba cansado
ahora un niño es el adversario de la boca
del mundo
y en su gesta olvida casi todas las
palabras
todas menos las que abrasa el sol
y se van para arriba
rompiendo la sombra del árbol seco
© Dolores Etchecopar
Etiquetas: Dolores Etchecopar
Primera llama
La Tierra canta, Señor, puedo sentirla.
¿Por qué los juglares cantan al rey si la
Tierra está viva y es nuestra reina?
He entrado en las cavernas más hondas para
escucharla.
He aprendido, he olvidado.
He puesto mi oído en los barros más
espesos. Y algo se movía allí adentro, insistente, en lo profundo, junto a mí,
para que aprendiera a tocarlo, como se toca una distancia o una palabra de
amor.
Crecimos inclinados porque la Tierra nos
quiere de regreso.
Corre la Tierra en su loca plegaria de
amor. Corre por el cielo como corre un cuerpo tras otro, sin alcanzarse nunca,
porque desean conservar su ser, sin apoyarse en lecho transparente.
La Tierra canta, Señor, por qué nadie la
escucha.
He dormido profundamente sobre piedras
milenarias, he sentido su movimiento, las he escuchado crepitar cuando el sol
las abandona, llevándose su calor a otra parte. Y me he vuelto pesado y frío.
Así cruzó el olvido, como una palabra más
que las piedras se decían en la noche.
Yo crecía pesado y frío como una estrofa de
su canto.
La luna es una gran piedra. Es un
pensamiento de la Tierra que me lanza su palabra blanca, poniendo cielo en mi
corazón cansado.
Las piedras me han visto, Señor,
multiplicado y quieto en los distintos mundos.
Pesado porque la Tierra me quería para
ella.
Pesado y con las manos abiertas, Señor,
pude sentir el canto de la Tierra, porque ya tenía sus piedras adentro.
© Claudio Archubi
Etiquetas: Claudio Archubi
Una noche me dijo
que amó a otras mujeres.
Y entonces fue una noche triste.
Aunque era improbable
que un hombre de su edad
se hubiera salvado de otros amores,
confié en mi instinto, tal vez,
porque me hacía sentir única.
Él me llamaba temprano. Decía:
cúbrase del viento,
amor mío. Vidita, cielo inesperado,
cuídese por mí, que no estoy allá para
cuidarla.
Decía palabras enormes de una forma tan
lenta
que empequeñecía el mundo y de esa manera
yo me agiganté a su sombra.
Pero una noche, aunque lo amaba con locura,
me dijo: amé a otras mujeres.
No recuerdo la fecha exacta, sí me acuerdo
de la hora:
eran las once y media. Y me acuerdo
de que en ese instante se apagó el cielo
y que se apagó todo
y de tan empequeñecido el mundo
dejó también de importarme,
y esa noche, por primera vez,
lloré por una causa justa,
lloré por él.
© Cecilia Romana
Etiquetas: Cecilia Romana
Celebración
cuando una lluvia
de estrellas
en la noche
enmudece el instante
© Nélida Cañas
Etiquetas: Nélida Cañas
SIN DESPEDIDA
Mi padre partió sin despedirse
en madrugada, con el dolor del otoño,
un diez de julio,
entre el llanto de mi madre
y su cuerpo extendido en el suelo,
yo estrenaba veinte años
cuando acompañe a Laura luego del baile a
su casa en Banfield
con una camisa celeste y el saco azul de
mis primeras hojas.
Mi padre partió sin despedirse,
quedó grabado en mí con llamas de cielo.
y el sepia de los años que no han borrado
su recuerdo,
la sonrisa
amplia,
generosa, los silencios,
reflexiones que guardo en el cofre del tiempo
Lucha por ser libre y solidario
Suma más
vida a la vida, decía
Se ampliará tu universo,
la
alegría será más intensa
Albañil, astronauta, abogado o poeta,
el camino será el mismo.
Hacia adelante y sin atajos
Sigo esas
huellas, le diría,
pero mi padre partió sin despedirse
lo atrapó la muerte.
Súbita,
irreverente, absurda
en una vida plena de amor
y de coraje.
Hoy Tan lejos y tan cerca afirmo:
ha sido hermoso compartir la infancia
la adolescencia primera de un joven
presuroso e inquieto,
aventuras dispersas, ágoras perdidas,
el café en las tardes soberanas y nuestras,
el
tango y el fútbol
Mi padre partió sin despedirse
pasaron casi
sesenta años y la bruma del rocío
aun moja con sed de vida los últimos
rincones
Mi padre partió sin despedirse.
me dejó un sombrero, las corbatas en el
cajón
Su ejemplo
Y la infinita ternura de sus ojos
verdes.
© Norberto Barleand
Etiquetas: Norberto Barleand
Aves nocturnas
descarnan los ojos.
¿Quién habita
en
los cuerpos rapaces?
¿Qué pasaje han sacado
si
hay un solo infierno?
© Liliana Mainardi
Etiquetas: Liliana Mainardi
EN EL TANQUE AUSTRALIANO
(Escuela de Agricultura, 1955)
Abrazamos el agua verde
que huele a moho
como a una amante.
Respiramos entonces
hacia el costado
con cada movimiento
del brazo
agitando las piernas.
Hacemos lo mismo
hasta el momento
de emerger,
antes que el aire
se
convierta en burbujas
y nosotras,
pequeñas sirenas
del campo,
ondulemos nuestros cuerpos
junto al maizal
a la espera
del minuto exacto
para florecer
bajo el sol de verano.
© Lydia Helander
Etiquetas: Lydia Helander
Son bien conocidos los ardides de la noche
cuando arrinconada negocia sus deudas.
La última propuesta que me hizo
fue compartirme su colección
de carcazas de escarabajos, erosionadas
por las mínimas traficantes que surcan el
pasto
como hábiles fenicios.
-Podrías engarzarlas en un poema y venderlo
como un collar exótico, dijo.
Este es ahora el poema de los escarabajos,
un parque de pequeñas autopartes negras
valuado en pagarés y vales
intercambiables por horas de sueño.
© Fernando Raluy
Etiquetas: Fernando Raluy
Víspera
Se va la tarde. Decís, a este sitio
vendremos: escribirás, sembraré,
pasaremos los días de viejos.
Sobre la casa que nace, cruzó
una torcaza. Más allá hay un halcón
y unas loras. La luz moja la falda
del Mogote, aviva los manchones
amarillos. Todo es hermoso, digo,
y sin embargo, hay una nota
de tristeza sobre talas y espinillos.
Será porque es invierno, decís,
será porque es domingo.
© María Teresa
Andruetto
Etiquetas: María Teresa Andruetto
Líquidos
I
Una rama seca en la arena
hamacada por las olas.
Que llenes mi boca de espuma
y que acabes de una vez
con el mar
que no me deja respirar.
II
Somos película de agua
tratando de contener
más aire,
burbujas que se pierden
antes de estallar.
III
Un temblor de hoja
teme al agua que desnuda.
La lluvia amortigua
los latidos.
© Washington Atencio
Etiquetas: Washington Atencio
Tal vez por detrás de los cristales,
caireles en sus juegos de luz atardecida
aguarde alguna soledad.
O esa soledad habita en el pasado. Hoy hay
compañía.
Hijos. Charla en la Plaza sobre
amores-política-arte
y ésas cosas
Sus pequeños aleteando morisquetas
vocecitas, huellas que vamos dejando bajo
éste cielo.
Amores
es lo único que importa.
© Gloria Arcuschin
Etiquetas: Gloria Arcuschin
San Isidro
San Isidro es un perro
que si le arrojas un palito
se te queda mirando.
Si le das un hueso,
le hace una tumba.
Si le decís “a la cucha”
te empieza a saltar,
o si le pedís la patita,
te mueve la cola y empieza a
girar en círculos.
San Isidro es el mejor
amigo del hombre, (y hay que tener
bastante estómago para eso).
Es un perro rescatado de las calles;
sabe de amistades, de hambre y de peligros.
Es un perro que sabe solamente
las cosas que hay que
saber.
Pero hizo una cosa que me marcó para toda
la vida:
el día en que nos conocimos,
lo primero que hizo,
fue darme un refugio.
© Silvio Bilbao
Etiquetas: Silvio Bilbao
Lagartos
¿Qué de todo esto te contaré cuando
preguntes?
¿Los días larguísimos,
la voluptuosa resurrección de mis plantas,
los animales que pasean por el mundo,
los perros que clavan su ladrido en el
silencio,
los cuerpos desabrazados,
las caras a medio vetar,
los ojos que no quieren entregarse a la
oscuridad,
la luna más faro que nunca,
los días limbo, infierno y purgatorio?
¿Recordarás las palabras que arrojamos
al agua de los miedos?
¿Las ondas que rodearon nuestro llanto
cuando las paredes se nos volvieron tumbas?
¿Recordarás este tiempo lavandina
que decolora los besos?
¿Quedarán en tu memoria
los geriátricos llenos de finales,
este fractal de manos de Pilatos,
la distancia, los aplausos?
¿Te podré contar alguna vez
que, cuando tocabas el áspero encierro
con tu voz, tus ojos y tu infancia solares,
nos volvíamos lagartos con tu padre,
tuyos, sobre las piedras del cansancio,
sólidos en la espera paciente
reverdecidos al sol,
lagartos por vos, día tras día,
hasta que por fin abrimos la puerta?
© Verónica Ruscio
Etiquetas: Verónica Ruscio
Mujeres
Las mujeres de mi vida
exprimen el dolor
acarician el espacio,
decoran las ganas con bichitos de luz
y mariposas blancas.
Combaten la tristeza
que se incrusta en la garganta
con cosquillas de pestañas
y carcajadas de terciopelo.
Las mujeres de mi vida
han torcido destinos
y saltado las vallas,
desconocen el final
y sin embargo lo intentan.
Aguerridas
paren mundos.
Asesinadas
se levantan.
Manchadas de sangre
caminan.
Las mujeres de mi vida,
compañeras incansables
faro que alumbra
grito en la penumbra,
acomodan los estantes
de la soledad
para acunarte sin tiempo
e invitarte a bailar.
© Verónica González
Etiquetas: Verónica González
Lo acepto: supongamos
Lo acepto: supongamos
que yo soy mortal
y que moriría, por lo tanto
mi belleza
¿Y entonces?
¿Cómo articularle
algún remoto sentido
a esta inconcebible
atrocidad?
© Rolando Revagliatti
Etiquetas: Rolando Revagliatti
FLECHA
Al igual que una flecha
hiere sana y lastima
una melodía
Me pienso cuando niña
con un arco
y una flecha diminutos
apuntando
a los cowboys enemigos
Sigo igual
No tengo muchas flechas
No puedo dejarlas
enemigos abundan
Y yo sigo cayendo
herida
sin importar el idioma.
© Sara Mamani
Etiquetas: Sara Mamani