26/7/25

Poema de Leopoldo Castilla

 


SOBRE EL AMOR

 

No creas que tu amor

depende de ti o de ella

de lo que sienten o ven o sueñan

hay metales, movimientos

campos de fuerza

cuya acción no empieza nunca

actos virtuales

que te despedazarían

 

en algún lugar

esas materias

esos instantes que contienen lo inverso

libran una batalla

 

los que se aman

han sobrevivido.

 

© Leopoldo Castilla

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Poema de Roberto Daniel Malatesta

 


UN HOMBRE ESCRIBE LA PALABRA GRAMILLA

 

La sabe una palabra a punto de extinción,

una palabra  dulce, “i” entre dos “a”:  sonora.

Pero el mundo es punzante, eléctrico y opaco,

expulsa los vocablos de escaso pragmatismo.

En un mundo que apuesta al cemento y al plástico,

a la asepsia del césped, al espacio virtual,

quién dejará crecer esta palabra inútil,

desnudará su pie en su mullida especie.

Un hombre escribe y a sí mismo se consuela,

reúne la mañana en su palabra agreste,

consciente de que nace y muere en su cuaderno.

Sabe que cuida un mínimo jardín significante.

En el centro de un orbe que avanza y se devora,

cultiva los catorce versos de su palabra.

 

© Roberto Daniel Malatesta

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Poema de Catalina Boccardo

 


te daré esta noche

las estrellas no existen arriba ni abajo

 

esta ciega noche

manta habitable  de la luna

ningún gesto permite abandonarme

a los signos que cruzan

 

poemas de pájaro

te daré

 

y el disloque

las diminutas garras 

engullen la distancia

 

© Catalina Boccardo

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Poema de Gustavo Borga

  


                 a Fabián Clementi

 

hoy apareció

en el patio

Kurt Cobain

 

creí que estabas

muerto

le dije

 

me miró

como diciendo

 

el muerto

sos vos

 

© Gustavo Borga

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Poema de César Bisso

  

El molino                                                                                                                                     

El alto girasol

almacena la bondad del aire

entre ciegas telarañas de silencio.

 

Con los pies en el agua

reanima la potencia dormida,

sujeta con firmeza párpados de cielo.

 

A puro fuego, músculo

que tensa el deseo,

la energía del vientre generoso.

 

Desde lo hondo de la tierra

sostiene la vida,

la despoja de cobardía y olvido.

 

© César Bisso

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Poema de Eugenia Straccali

 

Revelaciones

 

Dicen que vivo despreocupada

no quiero mi salvación

es verdad

abandonada a los demonios, íncubos y súcubos, a los encantamientos, hechizos, conjuros

 

a otros execrables embrujos y artificios, he sufrido horrendas ofensas

 

escribir

alquimizar el dolor

 

en esta procesión sólo llorar es posible ellos están enterrándome

asidos a sus coronas se apresuran

se aferran a las ramas

 

la letra queda al descubierto

llevo un manojo de lilas a los altares.

 

Dicen que he matado niños dentro de los vientres de sus madres dicen pero no

 

ellas no querían tenerlos no deseaban nada no madres-niñas-madre-niña-no.

 

Dicen que soy el hambre del dragón difícil de saciar dicen también que desangré a las crías de los ganados dicen dicen que arruiné los productos de la tierra, enfermé a hombres, mujeres, animales de carga y de otras clases dicen me dicen que apesté rebaños, viñedos, huertos, praderas, campos de pastoreo, trigo, cebada y otros cereales.

 

Dicen

que contaminé a los muchachos buenos

a tiernas adolescentes

con terribles dolores y penosas dolencias, que impido a los machos coger

a las hembras concebir

los esposos no pueden preñar a sus mujeres ni éstas recibir a aquéllos

con sus vulvas sanas.

 

Dicen

que en forma blasfema

por mi culpa

los matrimonios renuncian a la fe del sacramento no hay bautismo.

 

Dicen dijeron dirán hubieran dicho decían que soy bruja

rompo familias

instigo al crimen

por mi gran culpa

las mujeres cometen espantosas abominaciones asquerosos excesos

 

con peligro moral para su alma por mi grandísima culpa.

 

Dicen

que aparezco cuando el bosque congela su floresta tormenta de nieve que acosa

huele a jazmín el aire en las habitaciones

perfume virginal que inunda los establos

 

los hombres viciosos

se arrastran en sus bajos instintos

y acaban

pierden su naturaleza humana. Semen up

 

¿La única salvación es volver a la madre, que redime los pecados con pureza?

 

Cuidado con mi lengua y sus venenos

 

sólo en la muerte abro los ojos,

el vuelo del halcón brilla en este precipicio.

 

¿Te dijeron que la belleza de la bruja atraviesa los cristales

y te desespera?

 

© Eugenia Straccali

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Poema de Teresa Gerez

 


 

La lluvia despierta

los fluidos de la tinta

Me invita un café

y me da la mano

hacia un viaje interior

 

Veo mis múltiples yo

que caen como las gotas

todas diferentes

en cada segundo

de mi inspiración

 

© Teresa Gerez

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Poema de Úrsula O. Morales

 


ESPEJO 

 

Me veo... desnuda

En un espejo sucio

                                [mi cuerpo]

 

        Quiere mostrar su verdadera forma.

 

Desearía tener -por un instante-,

El espejo cristalino...

 

                                   Muy brevemente...

La piel está natural y el espejo lo refleja.

 

© Úrsula O. Morales

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25/7/25

Poema de Sonia Rabinovich

 


 “No es nada, solo la marea que sube”                                                  

(Remedio para melancólicos  Ray Bradbury) 

 

Cada noche sube la marea,

cuando ella cierra los párpados

y lentamente se barre

lo que escribió en la arena ese día;

una luz pequeña, el trinar de los pájaros del patio,

el abrazo del padre, las manos de la madre,

olor de almendras tostadas y una pizca de sal.

 

Cierra los párpados y la marea alta

cubre los saltos de la niña, las palabras de los hijos,

el cuerpo cálido del hombre.

Dibujos  en la arena.

 

© Sonia Rabinovich

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Poema de Mónica Rosenblum

 


El Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda,

pero no miró a Caín ni su ofrenda.

Gn 4:4. 

 

¿qué grado de mirada

te hubiera alcanzado?   

¿cuánta?

¿fuiste tejiendo las secuencias

con punto irreversible?

¿de qué fuente lo enhebraste?

¿pensaste qué hilo

después, más tarde

qué hilo

para los retazos?

¿qué punto después?

 

todavía  hay quienes

cosen y tejen

pedazos imposibles

¿sabías?

 

siempre hay alguien

zurciendo

un estrago

singular o masivo

intentando

un remiendo

emparchando

un fragmento

 

los vas a encontrar

regando una planta

ofreciendo comida

acostándose últimos

empezando de nuevo

bordando los hijos

que dan hasta vos

 

¿estás triste, Caín?

 

© Mónica Rosenblum

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Poema de Alejandro Méndez Casariego

 


Si hubiera podido retener el poema

que me llegó en el sueño

no estaría ahora

hurgando entre las sobras

buscando en la materia sin vida,

en palabras lavadas,

lo que se revelaba claro,

veloz y fugitivo

como una aparición entre relámpagos.

Vino del sueño

tal como el sueño lo dictaba:

resplandor multiplicado, hundido

alejado de toda comprensión,

huella fugaz trazada entre la hora

de alejarse- la hora impura

de no reconocernos-

y el despertar.

 

© Alejandro Méndez Casariego

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Poema de Alejandra Boero Serra

 


El tiempo sostiene un horizonte lejano.

Veo la casa ahogarse en la llanura.

El aire es celaje de perfumes ausentes

 y distancia.

El oráculo solo dice la pena.

 

© Alejandra Boero Serra

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Poema de Alejandro Cesario

 


Historia 

 

Pozo que asciende al cielo.

Sombra que desaparece en el árbol.

 

Mirada desvaída.

 

Cicuta que gravita

en los bojes del tiempo.

 

La nena llora a su padre

desaparecido

 

sin verla nacer.

 

© Alejandro Cesario

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Poema de Andrea Farchetto

 


    A veces

me despojo del pelo

que en otra hora

trencé

también del intento

del mercader

de colocar trapos

en mi cuerpo

tejidos

a costa de insomnes

me desvisto

y cuando lo hago

me desvisto de todo:

de lo vano

de lo mediocre

de lo injusto

de la culpa

y la tragedia

que intentan heredarme

 

© Andrea Farchetto

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23/7/25

Poema de Hugo Francisco Rivella

 


Escuché las canciones que cantaba mi madre cuando estaba en su vientre

y escuché a las mujeres tejer con retazos la manta de mi cuna

esta flor el arabesco la guirnalda de seda

cada una tejía algodones y sueños en esa ronda inmensa del patio de mi casa

la oreja fue el dibujo de un camino que viajaba hacia mí

al adentro a un túnel de melaza al fantasma extraño de la noche

el yunque y un martillo sonoro en equilibrio con los primeros pasos      

las orejas de oír a la distancia los ayes sin final del torturado el que reza o murmura palabras porque sabe que la horca se cierra en su garganta lo asfixia

y sin siquiera darse cuenta se lo traga

la oreja del baqueano contra el suelo escuchando galopar hasta la niebla

los caballos del muerto que regresa a temblar en la piel de Garabombo

la oreja que descifra la señal del corazón toc toc y da resguardo a la música

que silba el presidiario

la oreja de escuchar como en silencio la palabra va urdiendo mi destino

 

© Hugo Francisco Rivella

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Poema de Marisa Godoy

 


Mudar de piel 


Comienza el día

el vecino viene por unos mates.

Me habla del tiempo.

Cierra sus puños y me habla del tiempo.

No me alcanza, dice

el tiempo corre más rápido

algo pasó

apenas si puedo llegar a la noche a darle de comer

a la gata, dice.

Le alcanzo un mate, remueve la bombilla

acomoda la yerba, bebe el último sorbo y

respira hondo.


Sobre la repisa descansa el reloj. 

Descansar es una manera de decir.

Sombras matinales tiñen de ritmo las agujas.

Punzan 

cada rincón de la casa.

Punzan

cada mueca de otoño que asoma en la

ventana. 


Ayer nomás era verano

dice mi vecino.

Ayer nomás nacían los corderos

en el campo, dice.

Y salimos al jardín

y vemos abedules mudando de piel

y somos un mate frío en mitad de la mañana 

somos ramas vacías mirando al cielo.


© Marisa Godoy


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Poema de Marisa Martínez Pérsico

 


UNDÉCIMA ELEGÍA 

 

Frente a la torre

del castillo de Duino dos turistas

hablan en alemán

mientras la hiedra antigua cubre

la piedra estremecida de calor y silencio.

Van con viseras de tela y las mejillas

mojadas y encendidas.

 

Miro el paisaje

y pienso en los ángeles de Rilke.

Las almenas que miran al Adriático

son reptiles atribulados por un dios inclemente.

Cada gaviota tiene su cetro en una cúpula

de asientos previsibles (pero no numerados) 

y el agave,

que tarda una vida en florecer,

parece una criatura lunar.

 

A lo lejos las islas

son damas que quieren estar solas.

 

Piedras y árboles

irradian una sabiduría secular

pero no han oído nada

de nosotros:

las instrucciones para domesticar un caracol,

las migas que arrojamos de los barcos para alimentar a las sirenas,

una hija que se llamaría Svetlana,

las cosas que dijimos mientras caminábamos

como esos alemanes que comparten

la botella de agua mineral.  

 

Por entonces mis viajes

solían coincidir con el presente

y los mirlos cantaban como oráculos

mostrándonos la única

dirección del suceder.

 

¿Sabías que los mirlos

desarrollan su propia melodía

y, al acabar, repiten

esa misma canción hasta morir?

 

Quizás un día vuelva a creer en lo que dura.

Pero aún me distrae

la belleza.

 

© Marisa Martínez Pérsico

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Poema de Rolando Revagliatti

 


Multi

 

No, mirá, no

No, mirá

No, no

 

Yo sólo deseaba que nos desnudáramos

Pero te desenfrenaste, no sé qué te pasó

Deseaba, y sigo deseando

pero no, mirá, no

 

No... no...

¡Me mareo, me voy, mordeme acá

Don Juan Quijote, Tenorio de la Mancha!

Yo sola, no; vos, conmigo

¡Mordé, mordé!

 

Ay, no quiero, me da bronca

Vos seguís y ya está, se produce

Ay, no; fue el último.

 

© Rolando Revagliatti

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Poema de Mirta Venezia

 


los clavos del miedo

aherrojan la sangre

no abre la flor del mundo hoy

el agua espesa su candil de humo

 

lloverá a cántaros

dice el pronóstico

aún así

no alcanza este diluvio

es infinita la inmundicia

de los amos de la tierra.

 

© Mirta Venezia

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Poema de Jorge Medrano

 


Margaritas y rosas

 

I


me enseñaste a construir un altar

como una premonición

o una advertencia

de que un día mis manos

cargarían el fuego

para iluminar tu visita

 

en silencio cubrías la mesa

un mantel blanco

de finos hilos

como tus cabellos

llenabas los vasos

de agua

en un pasillo oscuro

 

el anhelo

la nostalgia que dejan

los cuerpos

 

por una noche

podemos mirarnos a los ojos

en el fuego que calienta

 

tu silencio

todavía me acompaña

me desborda

desde la traquea

 

© Jorge Medrano

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Poema de Josefina Kackielo

 

 

¿Será este pecho

como ese hoyo en la tierra?

 

Ese hueco cavado por mi

plantando el árbol joven

sin sueño de árbol

ni de frutos

 

Quizá

no sueñen los árboles viejos

enterrarse en algún pecho

 

En otro lugar nació de semilla

y aquí crecido

pelea un cielo

compite el aire su lugar de hoja

y un pecho que respira

por debajo del árbol su lugar de pecho

 

Mientras cicatriza el hoyo

donde todo cae

 

© Josefina Kackielo

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Texto de Daniel Gayoso

 


SAXO O CASI SOLO

 

El aire que respiras es voluntad; quién lo creería siendo tan libre. Volutas invisibles del deseo, que declina renuncias.

Hace mucho atardeces: errores y pecados te fueron legando ese rincón. Pero también aquí, donde inhalas o exhalas, puedes soplar y echar el resto.

Mírate acunando un bebé dorado, plegado de luz última. Él te rogará sin compasión, más de lo que guardas. Y tú se lo darías (la astucia juega al bien cuando es preciso).

De nuevo mírate: eres el público...Y empiezas a vibrar si desafinas, para no defraudarte.

 

© Daniel Gayoso

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Poema de Anahí Duzevich Bezoz

 


INCRÉDULA 

 

Incrédula

 detengo las memorias

 de lo absurdo.

Desangro el grito

en mi garganta

encadenado en racional defensa.

Hay un argumento inconfeso

en versos de otro extremo

con irascibles destellos que abarcan

 todos los ecos.

Detrás de cada poema

mi furia se disgrega

 irisa la estrella

que sostiene mis fragmentos.

 

© Anahí Duzevich Bezoz

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21/7/25

Poema de Carlos Norberto Carbone

 


IDENTIDAD PERPETUA

 

Canto mi poema sobre la mesa de este mundo desolado.

Largo el trote enloquecido de mis caballos con pétalos de fuego

No siempre hablo en serio a veces también rio en serio

En este descampado de ilusiones crece el Jazmín eterno de mi trova.

Soy pecador de todos los pecados, soy inocente

No provoqué con mi canto las gélidas mañanas

Ni los ojos vacíos, ni las manos desnutridas

Ni los puentes colgantes de hombres

Este poema muerde talones de nubes

De tormentas en cabezas vencidas

De ausencias en inhallables nadas.

Canto mi identidad

Yo soy ese fuego perpetuo

Yo soy este poema que vive entre arenas movedizas

Que inventa ventanas y pájaros y sobrevuela azules calles.

Canto en un coro de sobrevivientes

Canto como un animal violento

Canto arriba de la mesa

Canto para algunas orejas rescatables

Canto para los que están detrás de la puerta y espían por la boca.

Canto para las pequeñas manos de mis hijos

Que dibujan soles invencibles

Canto y establezco territorio

Un país para no morir de mudez

Un paisaje de corazón a corazón

Canto para esos corazones

Tocados por alas de mariposas.

Canto mi poema a pesar del silencio de metralla

Canto mi poema sobre la mesa de este mundo desolado.

 

© Carlos Norberto Carbone

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Poema de Paola Reta

 


Hablar en lengua            

Que la poesía mueva mi boca

 y ventrílocua, me haga decir por fin

lo que se traba  en la garganta

o en el pecho se cierra y desconozco.

Como llamada de tambores,

nos vaya reuniendo

a todos los que estamos sin resguardo

ante la muerte  

y abiertos a su aridez

nos encontremos en el abrazo.

Si, que la poesía mueva las bocas,

emparche mis zapatillas y pueda

subir al Hornocal

a buscar los colores que me faltan

para escribir estos versos

y nombrar quién soy.

 

© Paola Reta

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Poema de Pilar Sanjurjo

 


Te derrumbás sobre la cama

y tu fluir se funde con el colchón.

Me acerco agazapada

híbrida felina y víbora

inhalo de tu piel erizada

retengo su aroma como humo dulce.

Sin soltar el aire

respiro aún más profundo

para que te quedes

dentro mío.

 

© Pilar Sanjurjo

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Poema de Washington Atencio

  


En clase de piano 

 

Lo miro como

se oye una melodía

 

como se pulsan

las teclas del piano

 

no se presionan no

 

las yemas se posan

con suavidad.

 

Dibuja mi dedo

un acorde imposible

el contorno fugaz

de su pecho

 

un borde filoso en marfil

un la sostenido de negro.

 

Saboreo el aire en su mano

flor de ceibo encendida

que viene y va.

 

La tarde

se vuelve música

 

cortina de seda

ritmo en la espalda

perfumado vaivén.

 

© Washington Atencio

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