23/12/20

Poema de Alejandro Schmidt

 


Para desvivir he llegado acá 

nada me trajo o empujó

ni consejo o advertencias


por algo más profundo más sólido

que abandono o  miseria


más inconmensurable


a estas paredes estos cielos


donde el ángel besa las lágrimas

que nunca

jamás


denunciarán la derrota del amor.


© Alejandro Schmidt

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Poema de Susana Szwarc

 


 

Abril

 

Cae el hilván

en tierra

una abre tanto

la mirada

qué desea

 

Si supiera

decir

sus medias agua rápida

deshechas

desnuda desnuda

Yo casta

 

© Susana Szwarc

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Poema de Blanca Lema

 


De chicos no nos dejaban hablar con los locos 

que deambulaban por el barrio.


Loca


La encontré en la calle como una aviadora

perdida entre las dunas altas de la idiotez de la gente.


Su aterrizaje trajo la brújula de mi infancia.


—El este es el viento, él es tu padre.


Yo deseaba ser de grande, tan hermosa como ella:

la maestra prohibida.


Olía como huele el orín dulce de las flores.

Al angustiarse saltaban de su blusa

todos los botones.


—¡El futuro ya fue usado! 


Castigaron sus lecciones de alta voz 

como se castiga a las palomas.


Algunos recogieron los perdigones, 

yo me quedé con la caja negra de su ausencia.


© Blanca Lema


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Poema de Tin Roda

 


CEIBO


“Creo en lo político como expresión poética”

Silvia Bianchi 

 

I


De niño me sentaba

en la rama central de un ceibo

a contemplar el horizonte


Corría la siesta

y mis hermanas

hacían los ritos

para sostener el tiempo


Ahora soy grande

el ceibo está partido


¿se puede decir patria todavía?

 

© Tin Roda

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Poema de Viviana Ayilef

 


 

La poesía es la impunidad de un niño que salta

en un charco de agua

y salpica.

Tiene la estampa de un niño jugando contra una ventana

que riegan por fuera gotitas

de lluvia.

La poesía es la gente que sale de casa en auxilio

antes que arrecie el desastre.

La poesía es el rostro

de un niño

mojado.

Tiene el color de la piel bajo el agua.

Tiene su tacto.

Huele a su miel y carga el olor de la tierra fértil, sembrada.

 

Todo lo que humedece es poesía

porque en el agua se asoma el amor y se sana el espanto.

 

© Viviana Ayilef

Poema de Washington Atencio

  


Terrario

 

Arreglás el jardín

y te miro.

 

La naranja es un sol

       a la siesta

relámpago cítrico

estallido en mi lengua.

 

Mis manos

                       vuelven

al niño

que busca semillas

porotos

granos de maíz.

 

Resultaba fácil

la tarea de naturales

viviendo tan cerca del suelo.

 

El campo fue mi germinador.

 

Bebimos la luz con fauces abiertas

nombramos el cielo y el agua

quisimos brotar.

 

En tus manos

                       llenas de tierra

escupo una semilla

 

y espero.

 

© Washington Atencio

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Texto de Gladys Cepeda

 


 

Cada corazón tiene un jardín secreto  donde miles de pájaros se tatúan en el aire todos los nombres  que se cuelan en su impacto de alas ellas saben esto y muchas mas cosas  indescifrables pero  son discretas   solo se limitan a construir un nido y dejar que la inocencia  emprenda la fuga

alguien dejara sus lágrimas pariendo retratos

 

© Gladys Cepeda

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Poema de Norberto Barleand

 




Con un aluvión de estrellas y alaridos 

                            Oda a Buenos Aires


Buenos Aires regresa a cada instante,

por cornisas desiertas, con fueyes de nostalgia.

 Claveles de un pasado que palpita

acariciando niños sin juegos, habitados de hambre.

Un vendaval de palomas inocentes

surcan plazas con rejas y disturbios.

Buenos Aires

asemeja esa orquídea, la solapa del viento,

un río manso le da su espalda.

Madrugones de Tango cruzan la luna

para cantar con los grillos,

la desnudez, los miedos

Buenos Aires me crece

con el murmullo y el rocío de su melancolía.

La disfruto y la sufro con un amor incondicional,

 sin atajos

en ese café y sus veredas agitadas, sublimes.

Para que se apaguen todas las luces,

Y en la oscuridad nos encontremos

entre esa llama fugaz

desde la nube de algún lejano suburbio,

                         hasta que pronuncie tu nombre

 

© Norberto Barleand

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Poema de Susana Lobo Mayorga

 


Más allá

 

Más allá de la muerte y la tortura

los muñones sangrantes del planeta

los abismos sedosos de cada alienado

las agujas de hilo en el tiempo de las pérdidas

la lenta agonía de la culpa

o la sangre de tantos inocentes

Más allá...

               habitan los nombres

( sólo nombres que nos salvan)

aquellos que dibujan

aleteos de jilgueros en el pecho

               un olor a yerba buena junto al río

un temblor de verbenas que redime

 

y la luz del amor:

tu sonrisa en todos los espacios del recuerdo.  

 

© Susana Lobo Mayorga

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Poema de Cecilia Glanzmann

 


Plenitud


en el torrente y la calma

en nuestros cuerpos

con el alma en ellos


la entrega y el placer

sublimiza


–te amo

–te amo


perderse y encontrarse

ser uno y ser uno


este amar amando

nos redime y nos abraza.

 

© Cecilia Glanzmann

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Poema de Eugenia Cabral

 


           Mago dos veces 

 

Hijo y nieto de hechiceros 

                                 es el poeta.

Lee en el fuego muerto

la primera intensidad de la llama.

Y adivina su rostro

en el más oscuro espejo.

 

© Eugenia Cabral

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Poema de David Sorbille

  


Silvia

 

“Este breve racimo

de uvas rosadas pertenece

a otro reino”.

 Joaquín O. Giannuzi

 

Ella es como un sueño

abriéndose paso

en el azar de los años.

 

Ella es como una huella

entre las luces y sombras

del andar de la vida.

 

Ella es como una caricia

en un estrecho puente

entre su piel y mi cuerpo.

 

Ella es como el perfume

de una rosa en un sendero

que me llena de ternura.

 

Ella es mis hijos

las mascotas de siempre

los recuerdos amados.

 

Ella es el amor eterno

que hace de mi un templo

para cuidar su alma.

 

© David Sorbille

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21/12/20

Poema de Diego Roel

 


   El bufón

(Verano de 1400) 

 

¿Qué puedo decir acerca del amor?

 

Se va en la brisa, vuelve en la brisa.

 

Se parece a un manojito de mirra,

a un perfume que se difunde y crece.

 

Se parece al humo que sube del desierto.

 

¿Qué puedo decir?

 

 

© Diego Roel

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Poema de Silvina Vuckovic

 


aguas adentro, donde la bruma

copie las lágrimas retenidas,

donde el párrafo pendiente sea voz en los ojos

  y mirada en las palabras,

donde se comprima la fuerza

en los remos sumergidos

por los que nos sangra el silencio.

 

Te espero

aguas adentro.

 

© Silvina Vuckovic

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Poema de Carlos J. Aldazábal

 


Epitafio

 

¿Cómo resucita el carnaval después de la cuaresma?

¿Cómo se sostiene el alma en equilibrio?

¿Cómo se sacude los embates del miedo?

 

Contrapunto al tango:

miren el cartel que señala la ruta,

el camino al embrión, a lo oscuro, lo frío,

                                 a la misma placenta.

 

Otra vez a remar, ya sin corriente,

sin ningún empujón hacia la orilla,

puras manos perversas empujando hacia abajo.

 

¿Cuándo resucita el carnaval?

 

Fuimos felices en la casa del sueño,

todos reunidos nos pensamos posibles

y las horas pasaban tranquilas, complacientes.

 

Fuimos valientes en el sol de la siesta,

bajo un resplandor sutil, esperanzado,

que no tardó en opacarse.

 

Entonces fue la noche,

la certeza de un dios impiadoso

cumpliendo su venganza:

 

las sombras se agigantaron;

 

por el cielo, un jinete del apocalipsis

ataba un cadáver a su carro triunfal.

 

Todos lloramos, abrazados y frágiles,

                             en nuestro velatorio,

y al llegar al entierro ya no sentimos nada.

 

Así escribimos nuestro epitafio:

 

estamos esperando

el momento del átomo,

la revancha final,

el gran desquite.

 

© Carlos J. Aldazábal

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Poema de Amalia Clausts

 


 EL SILENCIO DE MI MADRE CUANDO REZA

 

Nunca fui mujer de ayuno

Ni promotora de alabanzas

Pero le rindo culto fiel al silencio

Que mi madre hace cuando reza

 

Aquel silencio al que ella mira como a un Dios

Es el mismo que yo clamo en la odisea

 

Aquel silencio postulado para ser

Escuchada en su plegaria

Es el mismo que yo oigo con rastros de marea

 

Esos silencios que persignan a mi madre

En su hibrida certeza

Son quizás más ágiles e indestructibles

Que la fe de todos los cristianos del planeta

 

Por eso

El silencio de mi madre cuando reza

Es mi Dios trashumante

Mi romanza

Y mi más intima promesa.

 

© Amalia Clausts

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Poema de Alejandra Bosch

 


 

Entonces

busco un lápiz

y dibujo un puntito

ahí está la línea

curva, que me devuelve

al fracaso de mi especie

una vez más

sigo marcando la hoja

y el poema aparece.

 

© Alejandra Bosch

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20/12/20

Poema de Gabriel Chávez Casazola

 


Elemental

 

Si yo fuera panteísta —me decías—

escogería venerar a los dioses domésticos,

los dioses del hogar, pequeños y sencillos,

que se esconden tras una planta del jardín,

en la corteza de un mueble de madera

o dentro de un jarrón de cerámica

que alguna vez una muchacha aborigen portó sobre su cabeza

—cómo ondeaba su cintura en equilibrio, su cabello negrísimo.

 

Los dioses diminutos y traviesos

de la lluvia en verano o del agua cayendo desde la regadera,

la diosa de la acequia en una vieja huerta

que aún frecuenta mi infancia,

las diosas del estanque o de la alberca

—siempre hay algo divino entre las aguas—,

el dios de la puerta, el dios de las almohadas, el dios de los jabones,

el dios de las ventanas,

la turbulenta deidad de la caldera que hierve,

el dios mayor del hogar, escondido (y revelado) en el fuego.

 

Si yo fuera panteísta, me decías, creería en todos esos dioses.

O en la porción secreta de Dios que hay en todos los elementos

—repuse.

 

 

Y mientras conversábamos, al caer de la tarde,

miraba yo con recelo y ternura, al mismo tiempo,

ensombrecidas pero aureoladas de luz nueva,

todas las cosas de la casa. 

 

© Gabriel Chávez Casazola

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Poema de Norma Starke

 


 

En el portal me hamaco

sin amarras comienza la travesía

barcos y  pájaros

abandono y  libertad

en la noche del mediodía cruel.

Del vacío en el desierto del vacío en lo poblado,

de andar

de recobrar sueños de soñar requiebres.

La ciudad agobia.

 

© Norma Starke

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Poema de Hugo Echagüe

 


EN UNA CASA DE LUTO,

en un desierto. En

un país en guerra,

ha sonado otra vez

la hora de los asesinos.

Emboscados a la luz del

día, con permiso de

muerte, volvieron.

No se fueron nunca.

Dejan un reguero

de sangre en el circo

de la tierra

que se avergüenza.

Huele a muerte

que será redimida,

con dolor y de pie.

Atrasa la hora. Ya

vienen. Ya estuvieron.

Se irán. Que no

se vaya nadie esta vez.

 

© Hugo Echagüe

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Poema de Catalina Boccardo

 


 

hemos amanecido

plantas de vidrio encendidas

                                        por un vendaval

 

manos a punto

nos socorrimos

nos prometimos salvación

 

medio muertos

la tierra nos tragara

 

es irremediable

una mujer y un hombre toman

sus cuerpos hasta el último sorbo

 

© Catalina Boccardo

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Poema de Eduardo Alberto Planas

  


No hay sosiego en la quietud

ni vértigo en el abismo.

Demasiado pretencioso

es el cuidado de los tiempos

cuando solo hay olvido,

a pesar del recuerdo de los que están,

la fotografía,

las palabras escritas

y el silencio.


Ahí está la cicatriz en medio del pecho,

cuando me desnudo la veo.

El cuerpo parece haberla olvidado

pero yo no.

 

© Eduardo Alberto Planas

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Poema de María Lanese

 


 

Sin mi

 

Entorno de armonías

que acompañan a vivir.

 

Seres y cosas cercanas

           refugios del amor.

 

Mi terruño lejos

               siempre lejos.

 

 

Fábula que insiste

raíces entreabriendo

lo que algún sueño accede

 

                                  a cercar.

 

© María Lanese

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19/12/20

Texto de María Rosa Lojo

 


TRANSPARENCIA 

   Todos los atardeceres la mujer se sienta en el patio de la casa. Si alguien la acompañara vería como su cuerpo se vuelve transparente al compás de la sombra. Primero surge un mapa encendido de venas y de vísceras, luego, más abajo, una población de huesos huecos por donde el viento corre como un golpe de música.

   La mujer sonríe y levanta un brazo en la noche incipiente. Unos minutos más y se apagará el resplandor del hueso iluminado por canciones remotas y ocultará la piel el color de la sangre.

   Cuando todo concluye, ella guarda la silla bajo el alero y vuelve a la cocina, llevándose el secreto de la transparencia del mundo.

 

© María Rosa Lojo

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Poema de Laura García Del Castaño

 


animales mansos sin apuro

 

¿Te acordás de la foto en que creí ver una escoba tirada en el patio

y era el caballito de tu hijo, puro encantamiento?

Primera vez que experimenté la presencia del hijo del otro

Era el juguete hundido en el pasto alto en plena tarde

Como un satélite multiplicándose:

la flecha inmóvil de una batalla, su término,

un remo perdido en las costas de tu mar, o el mástil caído

de una rendición.

Así tirado era nuestra línea de partida

una hilera de frutales nuevos,

la necesidad de envión que persiste y es así

como toda revelación comienza,

primero el escalofrío, algo que confunde y se deforma,

una transición de imágenes de distinta hospitalidad

una verdad que llega y asesta sus tentáculos

mientras ya pisamos lo inminente

Ahora hablamos por teléfono y el perro de la esquina ladra,

tus vecinos hacen ruidos que no descifras,

 caminan en un plano paralelo al nuestro

y nosotros buscamos el cómo, el de qué manera

así como ese desafío virtual que me enviaste:

encontrar un perro entre las vacas, un oso entre las pastillas,

la gallina entre las ovejas

Encontrar un rayo en el sin sentido,

un reguero de pólvora en un planeta de agua,

un amor que no hayas podido detener

Una luz tapada fuimos, el uno en el otro,

de la que solo acariciábamos su cáscara

como un disparo alojado bajo la piel

hasta encontrar ese caballito perdido en el jardín

un relincho bajito y luego

salir a galope,

despedirse

irrumpir

por primera vez, maravillados

 

© Laura García Del castaño

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