28/1/23

Poema de Néstor Fenoglio

 


Cada cual tiene sus muertos,

algunos de antigua podredumbre,

otros apenas estrenados,

gorriones quietos

recién detenidos en el medio de su trino.

Yo tengo muertos orgullosos y vacíos,

claras muescas inauguradas para siempre,

tumbas anónimas

resecas de sol y de muerte verdadera.

A veces, en el óxido opaco de alguna

resurrección mis muertos cantan

convencidos.

Otras veces sollozan despacio

o gimen en lenguas extinguidas.

Cada cual tiene sus muertos

tendidos prolijamente, alineados

y con su número,

su rosa seca, su florero barato.

También mis muertos se derraman

se agujerean imprecisos

y me convocan

con gritos amargos,

algunas veces.

 

© Néstor Fenoglio

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Poema de Sandra Gudiño

 


Me dijeron

es ahora levantate corré

en el desierto

                  buscá la sed

movete médano en el viento

 

yo escuché

 

escalá esa montaña

hasta dar con el alimento para vos

no

para los tuyos

 

me dijeron

 

en la cueva

parí los hijos

como loba cuidá

los cachorros

desde el aliento

 

yo escuché

 

traé la caza entre los dientes

sin importar cómo ni por qué

la sangre

sin importar

cómo ni por qué cada herida

 

yo no hice caso

y volé

sobre la furia camalotal

a lomo del mediodía

volé

hacia el sur

 

recién entonces

sacudí barro mucho barro

y sangre de la huella

 

                        y lloré

 

© Sandra Gudiño

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Poema de Carlos J. Aldazábal

  


          Luna (Iwela)


Otra vez la palabra escupió en mis ojos

y entonces vi a la luna, ladrona de almas,

reteniendo la risa de los niños,

la pena de los niños,

los huesos de los niños

y también sus canciones.

 

 

Entonces le imploré:

“Luna, señora de luz blanca,

ese niño que lleva de la mano,

ese niño que lleva del pescuezo,

esa mujer llorona y desvalida,

ese anciano quejoso,

esas almas que pueblan sus praderas,

deben volver, Señora”.

 

 

Y todas las almas cantaron a la luna

para que la luna duerma,

y fue pesado el sueño de la luna,

y fue sutil la marcha de las almas.

 

Entonces viste el mundo,

pequeña bendición salvada de la luna.

En los brazos de tu madre pudieron verte todos,

y en mis ojos abiertos de palabra tu risa iluminó mi oscuridad.

 

© Carlos J. Aldazábal

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Poema de Gabriela Yocco

 


 

ahí va el que desconoce su origen

la esquina de bifurcación / el nombre del padre

un secreto oscuro de la sangre

 

ahí va él / el entenado

trata de acomodar su vida como bloques de madera

como un castillo de cartas junto al viento de la ventana

así de precario / pronto al derrumbe bajo la caricia enorme de la ráfaga

 

así va él

se cuenta historias hacia dentro / no recuerda nada de sí antes de

nada de sí

arma a pedacitos la historia jamás dicha

 

así va él / el entenado

con la palabra rota en el estómago

sin ninguna palabra

 

así va el entenado / mi hermano

el que saca punta a los lápices

y dibuja la ausencia

 

© Gabriela Yocco

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Texto de Verónica Ruscio

 


San Valentín

En las tarjetas que venden en la librería del barrio para San Valentín una pareja de cisnes forma un corazón con sus cuellos.

Dicen que los cisnes son fieles, tienen una sola pareja durante toda su vida (y un cisne puede vivir treinta y dos años). Amor infinito, dicen.

Hace poco en una ciudad de Inglaterra alguien estranguló a un cisne hasta la muerte. Lo dejó tirado sobre el cemento como un souvenir roto de boda. Toda su gracia, todo su garbo seguía allí, pero no hay ballet sin movimiento.

¿Qué clase de persona estrangula a un cisne, Alicia?

 

© Verónica Ruscio

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Poema de Marx Bauzá

 


La bala.

 

La bala no sabe de trayectorias.

No conoce su destino.

Ella no determina,

sólo hace.

Ella es apenas artilugio para la muerte.

Es eyectada por el gatillo.

Avanza firme

en dirección a un cuerpo.

Otro cuerpo reacciona.

Se mueve e intercepta el proyectil.

 

La bala huele a pólvora.

Ahí va.

Atraviesa el cañón.

Un parpadeo / Un latido

veloz / feroz.

 

La vida y la muerte giran en el tambor.

Golpean / Pulsan.

Estremecen.

 

Ella se mece a un ritmo finito y seductor.

Atraviesa la ropa.

Estallan las fibras de colores.

Ceden las capas de piel.

Ella perfora,

se incorpora / penetra.

Se adentra allí en la carne.

Se hospeda adentro en un suplicio.

¡Duele!

 

La bala no distingue ideologías,

no sabe de edad o de géneros.

Ella no interpreta.

No sabe de solidaridad.

Ella es una máquina

de destrucción y de luto.

Ella, funesto transporte

a donde no hay retorno.

Fin / Aniquilamiento / Defunción / Ruina.

Infinita tristeza y melancolía.

 

© Marx Bauzá

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Poema de Mario Alberto Manuel Vázquez



Todo restos

espacio en el espacio.

 

Toda la piel

inversa

las vísceras al sol

de la mañana.

 

Y yo

que cuento desde el último día

el primero

camino

hurgando en mi cadáver

camino

deshaciéndome

forastero.

 

Y hasta la soledad

me huelga.

 

© Mario Alberto Manuel Vázquez

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Poema de Miriam Alvarez

 


 El limpiavidrios

 

Me tienen miedo

 

nadie sabe quién esconde en el bolsillo

el borde filoso de la sangre

 

yo escupo unas gotas

sobre los vidrios estrellados

por los insectos del camino

y ellos solo ven

el bailoteo de mis dedos mugrientos

 

es la lluvia de mi botellita

-que larga espermatozoides como larvas

deslizando sus colitas en el vidrio-

lo que los hipnotiza

 

en unos segundos

la ventanilla respira

para tirarme unas monedas

 

la esquina respira aliviada

hasta el próximo guiño

 

© Miriam Alvarez

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Poema de Liliana Mainardi

 


Niño Sauce

 

Niño Sauce eres,

con tus ramas sosteniendo el nido

en ese río tan cerca tan lejos.

–lo tocas, se escapa–

Lo aprietas en los ojos.

Es tiempo:

de dejar correr el río,

de enraizar

      del otro lado.           

 

© Liliana Mainardi

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Poema de Fernando Raluy

 


Hagiografía

 

El recuerdo se cubre

de enmiendas

hongos ganando terreno

desde los márgenes

de mi retrato

 

ya es tarde para toda

arquitectura de excusas,

el blanco sentido de la mañana

está creciendo en mí,

              

las hojas muertas van

de turismo religioso

por las canaletas del techo

 

el patio se llenó

de pájaros negros esperando

entre la ropa tendida

 

cada palabra que diga

quedará suspendida

a la espera

de saber quién la dijo.

 

© Fernando Raluy

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Poema de Gloria Arcuschin

 


POEMAS PARA VÍCTOR DABOVE


"BASAVILBASO-2022


A la Biblioteca Popular Luz Obrera.

Atardece

en cielo transparente y turquesa,

con los lapachos cortando el aire. Ramas oscuras

y flores de un rosa tenue.

                Bárbara me toma una

foto en la Plaza del Centro.

                Sigue su paseo.

Veo caminar hacia mí

a papá en sus 17, de overol, con

un libro en la mano. Mirada verde,

reconcentrada y burlona. Atardece.

El regreso fue posible.

                Te traje en ésa foto

de overol y carpintería.

Ahora aquí los dos.

Tu Ciudad nos recibe con amor,

que no haya miedo, papá.

                                        

© Gloria Arcuschin

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27/1/23

Poema de Enzo Cárcano

 


 

ACANTILADOS

 

Cactus redondo apostado

en lo poco

            de la piedra

 

no quiso el fruto

                        quiso acantilados

 

surcar

en lenguas hermanas

            ajenas

estrías de la tierra

 

© Enzo Cárcano

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Poema de Leopoldo Teuco Castilla

 


TRAYECTORIA 

 

El espacio es alguien

 

ansía

               un hilo

                              una araña

 

son deseos personales

del espacio

los objetos.

 

© Leopoldo Teuco Castilla

Poema de Pola Gómez Codina

  


El Palacio de la Papa Frita

 

en algún momento de tu vida 

habías tenido plata, tu familia

era de esas que dejan a los pibes pupilos

tus hermanos de los que son capaces

de arañarte los ojos

por la herencia

 

te quedaste sin nada aunque en verdad

te quedó la manera de agarrar una taza

de comprar mermeladas y yogures

en envases de vidrio

de ponerte corbata los lunes

porque sí

 

un día fuimos

al Palacio de la Papa Frita

dijiste que ahí se hacían todas las formas

posibles de la papa, los mozos 

inclinaron el cuello como pavos reales 

y dijeron 

Soufflées

 

escuché la palabra y conjuré

la presencia como los alguaciles

cuando anuncian la lluvia 

hasta que aparecieron

globos dormidos creando un paisaje

estas papas

no son papas

comunes, repetías

 

yo cantaba suflé

suflé

suflé

 

© Pola Gómez Codina

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Poema de Mónica Angelino

 


Metamorfosis doméstica V


¡Esto ya se está volviendo de lo peor!

Acá, cualquiera hace lo que quiere, total yo soy

quien tiene que limpiar y lavar. ¿Mónica quiere

escribir un rato? ¡Pues no señor! ¡Ni pensarlo!

Ahora resulta que también hoy voy a tener que

lavar la vereda porque al señorcito árbol se le ha dado

por mear al pobre perro todos los días.

La verdad, no entiendo de donde saca esos malos ejemplos.

¿Cómo es que se ha vuelto tan maleducado?

 

© Mónica Angelino

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Poema de Marcelo J. Valenti

 


Desbordado por el síntoma:

el oro del otoño

palidece.


© Marcelo J. Valenti


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Poema de Marcela Meroni

 


 

De todas tus palabras

queda el sonido

más profundo

una cuerda rasgada

lateral al tiempo

lo del fondo

como la última estación

del vino

o el rincón debajo de mi blusa

 

no intento

llegar allí

no hay

palabras que nombren

 

© Marcela Meroni

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Poema de Beatriz Arias

 


 

Quedamos después

del cielo borroso

que deja la tormenta

como ángeles rotos

como lirios vencidos

como puertos desnudos

como casas desiertas

heridas de fantasmas,

como cuentos

que ya no se apuran

a dibujar geranios

ni jazmines de seda

que construyen nidos

que ya no hamacan

el lecho de los pájaros.

Pero lejos,  muy lejos,

un sol recién amanecido

intenta cruzarnos

el centro del pecho,

la isla de la frente

el jardín de las manos

para resucitarnos.

 

© Beatriz Arias

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Poema de Beto Elías

  

atardeceres 

 

Caeré en lo obvio,             desde el principio

sólo para poder             contarte que

me encanta mirar           los atardeceres,

desde mi ventana         todas las tardes

     veo como              se tornasola

todo en incontables rosarios

 de acuadesiertos naranjas

 sobre celestenues planos

¡Me encantan estas tardes!

de ocielo, desde la ventana

la tarde se ve tan mía

que quiero saltar

hacia la tarde

para que

me atraviese el rayo final del sol

y expandirme en la última luz junto con ella

y poder          montar en bolsas de          aire

naranja

reflejado

¿y por qué no?

Y salto de la ventana

para caer en la tan

 obvia gravedad

de mi final.

 

© Beto Elías

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Poema de María Faíni Adonnino

 


Quiero verte una

                vez más,

         aunque me digas…”

Llegaban hasta mí

los versos lacerados

              de un tango

en la voz de un caminante

                        de la noche.

         Quiero verte una

                    vez más      

 susurré mientras gemía

                         el alma.

Afuera, en lo alto, parpadeó

                       una estrella.

 

© María Faíni Adonnino

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26/1/23

Poema de Analía Rita Giordanino

 


El poema que se escribe

 

A veces creo fervientemente

que ni siquiera la literatura

es verdadera.

O sirve para algo.

Es una certeza deprimente.

Pero otras veces leo a otros poetas

y sé que la cosa es buena.

Preparar la cama para un amigo

también es algo bueno de hacer

o conversar en la mesa de un bar

o repasar los muebles y refrescar el piso

sobre todo en verano en esta ciudad.

Sobre todo en verano en esta ciudad

es bueno preparar algo fresco de beber

y salir al balcón a mirar.

Y preparar un verso o dos o más.

Y es bueno volver del balcón

y escribir esos versos o tratar de escribirlos

mientras se pregunta al amigo si se va a quedar

mientras se conversa

mientras se mira a los ojos

mientras se piensa en los muertos

mientras se prepara una clase o se prepara el bolso

mientras se duerme o se corta una cebolla

mientras se recuerda

(mientras se recuerda sobre todo)

o se prende un cigarrillo

o se está en la mesa de un bar

en la casa, en el patio para profesores

en el colectivo, en la terraza colgando ropa.

Mientras se hace todo eso

también se prepara un poema.

Escribirlo es otra cosa,

se hace o no se hace.

La vida no es literatura

y viceversa.

 

© Analía Rita Giordanino

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Poema de Susana Szwarc

 



Cacería

 

Inundara la casa

con su brillo

de pan

por todas partes

hasta la piel

del cuello

su visión

 

© Susana Szwarc

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