30/7/14

Poema de Edna Pozzi


y todo esto es para que respires
en paz
a  mi lado

una aguja tenebrosa en el vientre
de un sapo
tres pequeños ídolos de barro
jadeando confusos
de tanta perversión
una idea fija temblando
en las ollas humeantes
hojas de tilo salvia y polvo
de amaranto

y yo
tu pobre triste bruja
reuniéndote de a poco
de a pedazo de sueños
de antiguos resplandores y miradas


© Edna Pozzi

Poema de Rubén Vedovaldi


OLOR A MENTA

Olor a menta;
con los ojos cerrados
salto a mi infancia.


© Rubén Vedovaldi

Poema de Paulina Vinderman




Esta habitación huele a pasado:
el diálogo, el tronco enorme del árbol enfermo
del otro lado de la ventana.

Un sueño llegará al anochecer
(ah, vieja coleccionista de crepúsculos de seda)
y cuando llegue, le abriré al viento sur
que empuja los cerrojos.

La huella que deja la melancolía
puede ser tan feroz como ella misma.

Un pozo de agua donde flotan las certezas
como aceite sucio.


© Paulina Vinderman

Poema de Irene Marks


Cómo serás en el espejo de la muerte
Cuánto hablará la luna de tus lágrimas
y el río que se pierde
en la caída de tu cuerpo
A solas
entrarás en el agua pensativa
Los monstruos que te acechan
proceden de tu propio corazón


© Irene Marks

Poema de Norberto Barleand



EL CORAJE DEL VIENTO

Rostro de frescura
deslizan 
la sombra de tus pasos
con racimos de nostalgia

  Poema   1

Cruza el perfume vegetal
                       en la intemperie
     uncida al coraje del viento.
Eres el vértigo en las coronas
                         del menguante,
la sencillez de una rosa empapada
                    
Himno azul 
que empuja
el abrigo de una estrella,
Y
una voz humedecida de jazmines
en los diluvios del futuro
                     con párpados de fuego



© Norberto Barleand

Poema de Paulina Juszko




Ignorantes de su esencia mortal
                                                    algunos
                                        los que pueden
surcan el espacio
vuelan en círculos hasta caer exhaustos
                                                             otros
amagan el vuelo
despliegan sus alas pero el aire se les niega
permanecen a-terrados
por todas partes presionados
como paisito en el mapa (Lichtenstein o Luxemburgo)
como con traje mal cortado que tira de sisa
viven a salto de mata avanzan a saltitos
relojeando horizontes siempre
repletos de rencor siempre de envidia
privados de esa elegancia
                                           única posibilidad
                                                      único bien


© Paulina Juszko

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Poema de Nora Coria



SILENCIOS

Violáceo. Violeta. Morado.

Silencio de asfixia.
Violáceo,
el grito cercado.

Violeta, retinas de ira
entre uñas de trapo.

Morado, el tiempo se apura.
Violeta, se vuelve salado. 

Silencio... 
y la vida se pierde.

Violáceo.
Violeta.
Morado.

© Nora Coria


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Poema de Sonia Del Papa Ferraro


Reposo del Diablo

                                             A Julia

Saboreo
los picantes rojos de Tilcara,
el quesillo, el ají de gallina,
y el color del maíz inolvidable.
Son tus manos jóvenes
que ofrecen Jujuy en sus platos,
la tierra en los sabores,
cuando la cordillera
descansa la noche y sus matices.
Un postre de Cayote
para no olvidar,
ni a tu Tierra mansa,
ni a este dócil reposo
del Diablo,
en la  montaña.


© Sonia Del Papa Ferraro

Poema de Olga Liliana Reinoso


GRITO DE LUZ

En esta dimensión superlativa
multiplicada en la memoria del abrazo
resurge el grito original.
Y va surcando la primitiva luz.
Todo es posible.
La humanidad emerge de los grises
en ese instante eterno
cuando la sangre inmaterial
no retrocede
y en un ruego carnal
se desintegra.
Es la fiebre indomable
reafirmando la esencia.
Nunca se extingue el fuego
y en una paz violenta
nos calcina.



© Olga Liliana Reinoso

Poema de Patricia Díaz Bialet


EL EXTENUADO 

Entonces en una bandeja oscura viene el sueño.
No tiene fuerza de dicha sino distinción de reclamo de lujo. 


En una bandeja oscura viene el sueño.
Con abrazo de prevención de riqueza.
Con pulseras recobradas de la rueda de la niebla.
Con cansancio de hallazgo suave.
Con cuerdas de profunda espalda tallándose en mis brazos. 


Después del amor
viene en una bandeja oscura el extenuado sueño sombrío apaciguándonos. 





© Patricia Díaz Bialet

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Poema de Sonia Rabinovich



Acaso no puedan vivir juntos
el sueño del otro en este mundo,
para este mundo.
Pasarán los años y no existirá
(nadie existe si no es mirado).

La mano extendida se cierra
en la moneda que cae
y la guarda en un poema
que es tomado como parte
del todo.
Las palabras llegan a veces
solas de la mirada que no dice
la palabra.
Se rompe la cadena de calor,
espíritu-boca-ojos
y todo queda en fragmentos
¿en que lugar se rompe la cadena?
¿en que tiempo?.

Ella extraña la que es,
la que se sabe ser otra.

Acaso no puedan vivirse juntos
en el sueño del otro.



© Sonia Rabinovich

Poema de Ramiro Pelliza



el alma

no hay resolución HD, ni cantidad de pixeles
que te dejen ver el alma;

el alma no es 3D:

es más, si la pudiéramos ver,
el alma se vería para la mierda.

porque el alma debe ser tan fea como tenerle claustrofobia a la caída de las hojas en otoño;

como cerrarle los ojos a la que pasa de Baudelaire.

tan horrible, ella:
el alma, tan
horrible como observar el despertador 5 minutos antes de la hora
a la que uno pensaba levantarse.

el alma,
Ay! ,qué vergüenza sería escrutarse el alma;
sería como cuando se le sostiene la cabeza a un amigo
que está quebrando.

pero el alma no es tecnológicamente anacrónica.
el alma no se ve ni se vio nunca.
pero jode,

jode tanto como estornudar cuando uno está manejando,
o cuando –siendo hombre– se desea mear tranquilo.

duele, aparte, a veces, el, que es un ella, y le dicen alma:
duele ser tan perseguido por algo
que tiene ojos únicamente
para sí mismo:

¿será que el alma solamente se ve llorando?
¿pero quién la ve?

¿no será, acaso, que nos queremos sacar el alma de encima en el llanto?

¿en el vómito?
¿en los mocos?

tanto que no se ve,
el alma, no tiene configuraciones.

pero todas esas imágenes, dirán, son comparaciones del alma. y sí. por supuesto:

el alma es un montón de cuerpitos
que brillan por su ausencia.


© Ramiro Pelliza

Poema de Xenia Mora




 HAMBRE II

Cuando aúllan los perros
en la ciudad hambrienta
las luces ciegan
la jungla de cemento
y las sombras se juegan la vida
por una noche de luz.

El Hambre vaga
con la mirada perdida
sin encontrar un hogar.

Con la dignidad en harapos
golpea puertas
exhala gritos de auxilio.
Nadie lo ve.
Lo pisan.


©  Xenia Mora Rucabado

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Poema de Néstor Cheb Terrab





síndrome apocalíptico
dimensional
la arena
en la garganta
flota sin sentido
atraviesa transparencias
por atesorar ocupa un espacio
adonde no existe
acumulación
serena la caída
un sonar
en el lago oculto
anclaje posmoderno
de la memoria


© Néstor Cheb Terrab

Poema de Rita Kratsman



lectura, discusión

oigo las voces que nunca terminan
¿cómo acordar?
si reventaran en el asfalto
como esas gotas de lluvia
el estilo sería
inexistente

el poeta
se disiparía como espuma
contra un acantilado
de esta orilla, por ejemplo
por ejemplo, ¿qué expían las olas
en la oquedad de su nervio?

en cualquier caso agoté las preguntas
o quizás sea mejor seguir con biografías, digo
por mencionar otra cosa

-sí señor, la belleza es difícil


© Rita Kratsman

Poema de María Elena Simoes


El vestido 

No parece el mismo 
despojado de volumen 

sin acorralar al cuerpo blando 
en la organizada medida 
que dispersa vanidad. 

apretada y torpe 
quedó su tela 
a mis pies
  
desolado, casi marchito 
parece insensato 
el vestido vacío.


   © María Elena Simoes

Poema de Oscar Perdigón


tengo vapor en la sangre
y esta locura de hombre hambriento
de hombre abierto a la tempestad
este torbellino lo abarca todo
la calma no es mi dios

© Oscar Perdigón

Poema de Silvana Merlo


Ausencia

Dejar que tu asombro de estrellas encendidas
vuelva fuego a mi alma
y lentamente celebre su muerte.
Con todo aquello
que se pierde y se envuelve en un mar tibio.
Mi alma:
pintar la oscuridad en un muro mutilado
donde sólo se escribe una ausencia.
Mi alma:
rescatar tu cuerpo del abismo
logrando bordear el mundo.
Y no querer despertar
al dolor nuevo.


© Silvana Merlo

29/7/14

Poema de Laura Yasan

 

unidad de medida

como te quise
en la derrota
en los charcos helados de tu hombría
sobre la mesa del comedor
perdida
detrás de tu actitud
equivocada
como te quise
contra la pared
como un tapiz de piel
partido en dos
te quise
me dolía
el reto de tu cuerpo
el ancho de tu espalda
se volvió la medida de mi necesidad
el tamaño preciso de tu ausencia
tan lejos de mi vida
como te quise



© Laura Yasan

Poema de María Ángeles Pérez López




Por las mañanas marcho a cazar el bisonte,
me cubro con la piel primera de mi mundo,
las flechas son del hombre que acompaña
su sueño y lo acompasa con el mío,
él marcha por su lado y su vereda
para escribir su parte de la historia.
En la mía estoy sola como siempre,
oliendo el miedo atroz y ese reguero
de huellas que conducen al combate.
Esas otras mujeres no cazaban
–las que miran desde antes y sonríen–,
alentaban el fuego y su videncia
ocultas en la sombra de su vientre,
maternas y cubiertas de maíz.
Pero ahora los tiempos son distintos,
la tribu no conoce la memoria,
he aprendido las marcas del venablo
y entonces hago mío el sufrimiento
de atrapar, de arrojar al animal
hasta su muerte escrita desde siempre
y llevarlo arrastrando, desollada,
también yo desteñida de su sangre.
Cuando vuelvo a la tarde me siento a llorar
porque advertí que el miedo es infinito,
y traigo roturadas sobre el rostro
las mías, las heridas de la lucha.
Soy responsable entonces de un pedazo
inmenso del dolor de la contienda,
de que cumplan su plazo algunas leyes
como la universal ferocidad,
de un trozo de la carne y de la lágrima
con que el bisonte sirve mi sustento.


© María Ángeles Pérez López

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Poema de Lidia Cristina Carrizo


LÍMITES 

El aire, girando, abierta la noche,
descienden las manos del Hombre.
Junto al ebrio y pendular deseo,
su simiente, espejada de placer.

Solloza inocencia, danza entre azares.
Se desploma en los ojos de la noche.

Celebra, piérdete en mi sangre anochecida
en mi horizonte en brote, el fervor de mi ternura.

En límites de mi desnudez, tu mirada me libera cielos.
Estremecernos en amor. Todas las cruces limiten plegarias.


© Lidia Cristina Carrizo

Poema de Teresa Gerez


Abrazo de fuego, 
ángel fatigado. 
Charcos de fiebre, 
sudario sin alas. 
Siempre pobres, 
siempre nadies 
Siempre,  
soledad. 
Siempre dormidos 
en esta ciudad-telaraña. 
Limosna-estiércol. 
Tan sólo los harapos de unos sueños 
en las ráfagas de las vías. 
Pero dentro de esos grandes ojos negros 
la esperanza. Sin verbos. 


© Teresa Gerez

Poema de Rubén Gómez



(filo)

filo del sol /
entre las barbas de aguas grises /
hay
una barricada de nubes /
la mirada del viejo escudriña las luces
parejitas de la noche /
mira de arriba /
y no se deja ver
el cielo /
entonces /
se parte
en dos


© Rubén Gómez

Poema de María Laura Coppié


Vade retro 

Espero sentada en el cantero
de mi vereda a la tormenta feroz y diminuta
que destroce el lugar común de enamorarse.
Pero me vuelvo débil en el momento
en que el vino afloja la risa,
sobra la palabra
y me regodeo en los rasgos conocidos.
Demasiado jóvenes algunos para el miedo
y yo tan lejos del tiempo de berrinches y reclamos.
En el cuello
algo no deja que olvidemos
el reloj desperdiciado.
Impostores,
mandamientos enjuagados,
los sobrevivientes durmiendo
entre los saquitos de té.
¿Cuántas veces miraste hoy el teléfono
pensando que era yo?
¿Se enamoran los grillos?
¿O sólo le cantan a la idea del amor?

Apenas tengo para dar
lo que ya fue dado
y algunos dientes que sobran
entre las pelusas del bolsillo.
Apago la luz del rincón,
entreno para el martirio,
mi gesto en una estampita de subte
y alrededor todos villanos arrepentidos.

Hubiera esperado
algo parecido a la reverencia,
pero no.
Ganó la efervescencia
de los pies cuadrados.

Las muertes que más me duelen
son las que no suceden.



© María Laura Coppié

Poema de María Julia Druille

  
Si acaso amaneciera 

¿Dónde nace la primera luz que enciende la discordia?
¿la raíz del árbol de la muerte que mira de soslayo a los hombres?
¿Los despojos de la desolación que interrogan al miedo?
Mundo de ojos de plomo
de miserables piernas tambaleantes. 

Si acaso amaneciera
y reinara la palabra 

¿Dónde la vida ajena que es la vida de todos los hombres?
Por los cielos cae un pájaro de plata
y se fragmentan los cuerpos
y se lloran las manos que tiemblan
pero se corren los ojos y se mide con otras marcas
los gritos se ahogan del otro lado del hielo
allá donde se congela el primer brote del invierno
un tiempo sin medida nos sumerge en el mutismo
deambulamos como astronautas en un espacio de fantasmas 

Si acaso amaneciera
y reinara la palabra 

Quizá podríamos de a uno
con la levedad de lo que empieza
levantar tímidos leños para frotar entre sí dos piedras
y poco a poco entibiar esta caverna.



© María Julia Druille

Poema de Daniel Chao

  
VERDADES DE BUENOS AIRES 

Ponete tu rostro de calle.
Así, fruncílo así
y salí a la calle a tiznar también vos
lo que de Buenos Aires te toca.
Salí al lleva y trae
al dame y te doy de estos grises.

Verás.
Esas plantitas que crecen
sobre los techos de los quioscos
de diarios, donde nadie limpia
ni limpió,
esa plantita es la verdad de Buenos Aires.

Esa paloma, plumífero efímero,
sin nombre ni número,
esa paloma en los zócalos
es la verdad de Buenos Aires.

Vos no sos la verdad de Buenos Aires.
Harán falta años, tantos pasillos angostos
llenos de puertas 

que duela el calzado o se pierda
y camines como paloma y crezcas
del herrumbre
como plantita de quiosco y digas
verdades dichas por radio
y calles
un secreto a voces porteñas
de Buenos Aires. 

Voces de pasillos angostos llenos de cámaras
y que aunque nadie vea las cintas
sepas que hay cámaras en todos los pasillos,
que hay oídos detrás de todas las puertas,
hay sirenas detrás de todas las ventanas
en todas las siestas,
hay vergüenzas detrás de cada vidriera,
hay villas miseria detrás de los aeropuertos,
de los estadios de futbol,
hay vidrio molido en todas las carnes
que mordés,
en todas las carnes que sos sin ser
la verdad de Buenos Aires.



© Daniel Chao

27/7/14

Poema de Flavio Crescenzi

  
Paisaje de lluvia y flânerie

La lluvia registra los días hasta el fondo de los ojos
que viajan a la velocidad de los ritmos conocidos 
 Juan Larrea 

fluye una saliva vertical un tiempo roto
tiempo o quejido quebrándose en dos ya por el aire
temblor seguro o mancha o pliego yerto
ojos rapaces en marcada actitud mesopotámica
sutiles ojos anteriores a la invención de la imprenta

la lluvia es una maltrecha realidad de bronce y humo
el día es un sopor ardiendo incluso más por sus costados
un giro gris un improbable y último drenaje
luctuoso rostro que le lame los labios al hastío
porque el hastío es ahora un saco de azúcar y hemorragias

no alcanza ya la música ni el labio demorado
el día irrumpe livianísimo con sus frailes y sirenas
las calles insisten en huir al sur por otras calles
como serpientes únicamente hambrientas de su espejo
ya que no hay más ventanas dispuestas al sólido beso de un ladrillo

fluye una saliva vertical un tiempo roto
una flauta dibuja la lluvia que las palomas inventan



© Flavio Crescenzi

Poema de Fabiana León

  
 Mujer del perro

No quiero ser esa mujer
que pasea su perro
lo mira desde lejos
sonríe cuando mueve la cola
y  en la fuente seca de la plaza
busca
           inútilmente
el gesto de su boca
la caricia
             limpia todavía
aquel vacío en el estómago
cuando lo esperaba
mientras
            el perro
rasca de la tierra
un hueso que lame y muerde
para enterrarlo luego
en el mismo sitio
donde lo buscará mañana.


© Fabiana León

Poema de Emmanuel Cassanese



         Pende en una hoja
         la llave atragantada
        
         el viento le sopla
         bombos y platillos
        
         con cerrojos salientes
         el pastizal
                         lagrimea
        
         la tarde        
                     pregunta.



© Emmanuel Cassanese

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