26/2/22

Poema de Blanca Lema

  


Durante un traslado, vio una ventana entreabierta que daba a una calle

 y se tiró desde un segundo piso.

Tenía 20 años y escapó corriendo. 

 

Escape 

 

Los vio respirar, también desear.

 

—Uno, dos…

Somos cuatro—contó.

 

El intuía más allá de su intuición.

Intuía con la intuición de las cosas.

 

Caminó encima del holograma que dejarían sus cuerpos,

y pensó en la fila ordenada que harían con sus zapatos.

 

Hay antes de morir,

una pequeña baja de tensión en el aire.

Un aviso sutil en el portal de las duchas.

 

Se vio saltar, también huir.

 

—Uno, dos, tres…—contó.

 

Él existía en lo improbable.

 

© Blanca Lema

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Poema de Ana Lafferranderie

 


Me fui tan lejos,

algo de lo que hablamos

lanzó mi mano hacia el árbol de nísperos,

ahora me muerdo despacio la pulpa amarilla.

 

¿Me ves sentada en el sillón?, voy

de la esquina del árbol a la casa.

Entro en la vieja bañera enlozada

me alargo con los pies en el agua

mido mi altura en los dibujos de la cortina

para ver si crecí.

 

© Ana Lafferranderie

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Poema de Ariel Ovando

 


 

“Danza duende divino/tal vez anuncies

nuevos retoños/o lluvia/ para

los sembrados”

                          (Girala Yampey)

 

mío/ por heredades/

el arenal que avanza sobre mis huesos

en la madrugada de hojas balbuceantes/

míos los ojos del pájaro/

al ras del agua de las revelaciones/

los invisibles círculos

donde se repite el canto/

mío el jardín delectable

del colibrí lanza-relámpagos

ante el espejo húmedo del alma

que fatiga las barrocas curvas de los huesos/

el laberinto de lapachos a tientas

que se balancea en labios del adornado/

mía la flauta del fauno hecha

con los huesos frescos del lagarto/

y mía la danza en puntas de pie

sobre la humedad del origen/

si  va agitando por la noche planetaria

una palabra de temblorosos maderos/

unos ojos abiertos detrás del olvido/

una mano peinando el sueño

de los despiertos  tras los espejos

con olor a humedad/

mía el alma del ave minúscula

que hace los duros entramados

de la penumbra/ siempre tenaz

desde el centro de un sueño

compartido con las plantas propicias/

y el fruto suspenso entre las manos

tiene la forma de esa noche

que se despoja de sus lenguas y sus adornos

para entrar/balbuceante

al jardín de las tormentas/

al giro insensato de sus máscaras/

“Danza duende divino/

y  que un hombre con los ojos

del pájaro entre las manos

suba el aire abrazador

de su martirio/

la enredadera amanecida

contra el color del cielo/

la inundada flor/ sus los labios cansados

al repetir la liviana órbita

que migra y vuelve para esconderse

bajo su lengua/ bajo su lengua

afiebrada

                por la nueva transparencia.

 

© Ariel Ovando

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Poema de César Cantoni

 


PIENSO EN UN POETA MUERTO

 

Pienso en un poeta muerto a los 25 años,

mientras leo un poema suyo en una revista

que tiene un nombre extravagante.

Probablemente, el poema

no logre sobrevivirlo mucho tiempo,

pero hoy es lo que respira todavía por él,

el único hueso que asoma de su tumba.

 

© César Cantoni

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Texto de Marisa Negri

 


Mandaron quitarles de los ojos todo aquello que fuera de sus dioses: ni animales terrestres ni volátiles ni marinos. No se teja el sol ni las estrellas

...que no falte el maíz en la yunga, que no falte la coca, la serpiente del cielo nos proteja del dios blanco.

El linaje se ocultó en la urdimbre de las guacas.Los charcas ya habían aprendido a esconder a Viracocha en el Sol y al Sol en el dios extranjero.

 

© Marisa Negri

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Poema de Nora Coria

 


Habitante del misterio

 

Bajo el cielo de Artemisa

en tierras del gran Alejandro

al final de la vía de mármol

flanqueada por rotas columnas

entre restos de templos y de casas

sin buscarnos

al pie de estatuas sin rostro

en la grandiosa biblioteca de Celso

nos hallamos.

Cavilamos -como en casa-

del sentido del origen de la vida

de la muerte de la muerte

de lo eterno del amor

de la risa de la nada.   

Bajo el colosal sol de Éfeso

con pasos sigilosos -como en casa-

se me acerca invitándome caricias

y me ofrece -como siempre-

esa la clave de milenios infinitos

encriptada

en las líneas verticales de su iris

y solamente a su silencio de felino

revelada. 

 

© Nora Coria

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Poema de María Sueldo Müller

 


un punto infinito

sostiene

la delicada estructura de lo cierto

 

es real

como el cuerpo de una piedra

 

hay veces

en que temo partirme

ante la material solidez

de su certeza

 

recuesto

mi más extrema humanidad

carne

en la piedra

 

y no se si sentirme a salvo           

                                                    

o llorar


 

© María Sueldo Müller

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25/2/22

Poema de Jorge Curinao

  


PACTOS 

 

La ciudad está vacía.

 

Esta angustia me obliga a escribir

me toca el alma

yo nunca hice daño

no maté a nadie

no aprendí a gritar la rabia de lo que nace

 

y aún soy un hombre

una criatura infeliz que sueña violentamente la esperanza.

 

© Jorge Curinao

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Poema de Carlos Battilana

 


Al día siguiente

 

                 (una conversación con Omar Chauvié) 

 

Cuando leí por primera vez a Vallejo

–a los 18 años–

fue un relámpago

algo que no podía comprender bien

 

…dije, esto era lo que había que hacer

 

recuerdo que lo leí

previamente

a una operación

 

yo estaba feliz en mi cama

en la soledad del hospital,

al día siguiente me pondrían anestesia general

pero yo ya había leído a Vallejo

por si acaso.

 

© Carlos Battilana

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Poema de Eugenia Cabral

 


Tantas veces has creído

que no volverías a ver la luz del día,

que no remontarías la punta de tu dedo

fuera del borde de la ventana

y, ahora, como si nadie te mirase,

encuentras –demorados en el patio-

la brevedad de la tarde, el cansancio

y la huella de salitre que ha calado las paredes.

Sin embargo, no es coherente,

¡si estás muy lejos del mar,

de los salitrales, de toda salina!

¿De qué manera el salobral

podría carcomer los revoques de tu casa,

las punteras de tus zapatos?

 

Mas, aunque dudes, ahí estás,

comprobando la improbable huella,

el salivazo despiadado

de una sal que no escogiste.

 

© Eugenia Cabral

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Poema de Estela Smania

 

 

VIAJE AL CAMPO

 

(Íbamos

las sombrillas bajo el sol del verano

y la alegría brincando).

-Respiren aire puro-

ordena mi madre

y abre los brazos

al portento de luz del mediodía.

Mi padre quiere saber

y fuma en el pescante.

El viejo Agustín

(los ojos lacios debajo del sombrero)

no encuentra las palabras.

-Doña Julia es finada.

-Está al caer la lluvia.

A lo lejos

la casa recostada en el límite

vertical de los pinos

la afilada techumbre de los granos

los perros olfateando recuerdos

en el aire

y el destino adelante

previsible

(una cinta de raso desplegada).

 

© Estela Smania

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Poema de Diego Rodríguez Reis

 


VEINTISIETE TEMPORADAS EN EL INFIERNO

 

Círculos círculos círculos

concéntricos y sin sentido

subiendo y bajando del mismo

sube y baja siempre

 

silbando un tango

soliloquio sabihondo

condenado a repetir

lugares gastados

 

ciclos ciclos ciclos

viajando sin mapas en este infierno

entrando y saliendo sin boleto

del tren fantasma

 

sísifo sermoneando entre tántalos

tántalo silabeando sísifos

aquiles todo talón ulises

anclando un barco en el desierto

 

arrodillarse a orillas

del agua del olvido

saciar la sed verdadera

y eterna del yo argonauta

 

quemar siglos siglos siglos

quedar limpio de lágrimas

y ayuno de ayeres

y entonces sí

salir a vivir

vivir así nuevo

y de nuevo

ciego

entre remolinos remolinos remolinos

 

© Diego Rodríguez Reis

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Poema de Edda Sartori

 


LAS GUARDIANAS DEL SOL


Y ellas se embadurnan con las ojivas del sol

de Las Hespérides (ES)

 

Las andariegas

Las ombligueras del sol

Las extraviadas de tu pensamiento

Las que te descastan

alguien perturba su voz

y te desnombran

esas

Las franjeras del destino

Las olvidadas del destiempo

Tanto grano degradándose

piensan las vespertinas

tanta sospecha quebrada en la piel

Pero ellas restituyen el brebaje oro

la espuma que desorbita el hastío

descarnado cáliz

el perplejo capullo del desaire

la bocanada del desdén

y abrazan su desazón de cristal

aunque la noche insista

propicie

el derrame del vacío

en el ronquido de los soles

 

© Edda Sartori

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Poema de Juan Botana

 


 

Muerte a crecer

 

El mar teje el tiempo dorado por el sol o las olas,

envolviendo azules en la orilla de playa.

Una niña jugaba

en el círculo de espuma que se abría

en dos.

Es el viento o la bruma que agitan

sus sueños de olas gigantescas,

de castillos de arena que vienen de Asia.

Un balde y una pala hacían de anzuelo.

Y el cielo o se esconde o se divierte.

Vertical, como el padre que estaba.

Y eso que está un poco encorvado,

sufre de mareos

y hasta peina canas.

Y no quiere crecer. Y moriría por eso.

¡Si no como se explica una hija tan linda!

Cómo le gustaría congelar el tiempo,

y hundirse de una con ella en la playa.

Detener el cielo.

Acercar el oído a un caracol y el caracol al agua.

Y escuchar océanos,

enjambres de peces,

ballenas gigantes

y por qué no canguros

y hasta incluso jirafas.

Como cuando éramos chicos y nos conformábamos con poco. O imaginábamos todo.

Cuando un pozo de playa nos llevaba hasta Australia.

 

© Juan Botana

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Poema de Marisa Martín

 


Hermosa duración de los milenios

figura cristal más que cristal

porción viviente

fervor en los orígenes

pacíficos del día   aquel

desgranando

botines en cinta

exudando poros

            vos

                   estivando

a pleno repudio

          tramos de luna

         nadan la noche.

 

© Marisa Martín

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Poema de Mary Guerreiro

 

 

Y NUNCA

 

Una mirada

Chispa sobre mi boca

Ojos anochecidos en el incendio

 

El beso que no fue

 

Hay sueños que guardan el encanto

cuando en el aire se interpone

lo imposible

y un perfume difumina la distancia

 

Inefable el siempre

que cabe en un solo momento

Pura sustancia         el deseo

Late

Como una llama

  sin apagar

                                                       y sin ceniza.

 

                                                                                             

© mary guerreiro

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Poema de Graciela Corrao

 


nunca

 

                              un permanente adiós

                                       Jorge García Sabal

 

puedo asegurar que de una semilla nacerá un pez

pero no puedo tejer una manta

con tus piedras

 

la vida y yo nos sentamos

en cada extremo de la mesa

yo es ahora

vos es nunca

nunca no es nunca más

es un permanente adiós

 

el corazón duele en cualquier parte del cuerpo

 

seguís vistiéndote de gala

como si no fuera verdad

 

te dejaron

y no sabes irte

 

© Graciela Corrao

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23/2/22

Poema de Leopoldo Teuco Castilla

  


SOBRE LA PERSPECTIVA

 

No ve, como antes, el enorme aguacate

bajo la noche pequeña

sino la falsificación de la luz

 

uno y el mismo es el cuerpo del árbol

y el de la luna

violentamente separados

por la cultura

que no admite

el ojo en la órbita de la luna

               la luna en el ciclo del fruto

el fruto en la órbita del ojo

 

así

no es extraño que esté la luna

en el cerebro del observador

 

lo sobrenatural

es haber imaginado que existe la distancia.

 

© Leopoldo Teuco Castilla

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Poema de María Gold

 


Gris

 

Imán.

Polaridad.

Estás en el medio.

Sos gris.

Inercia.

No te acerques.

Tengo miedo.

Miedo al durante.

Pero no hay peligro solo energía.

Solo energía.

Una guitarra atada a un atril.

Atadas.

La libertad es un límite.

Escucho música.

Música y arte.

Imagen completa.

No es el fin de nada.

Solo hay principios.

 

© María Gold

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Poema de Daniela Camozzi

 



Mujer dolorida a su televisor

 

Anunciás a través de tu experto 

que mi malestar se cura

con jugo de patatas 

tómelo nueve días.

Pero yo sé muy bien 

que no es cuestión de extractos. 

De nada valdrán 

ni tu dieta ni el viaje 

que ese retiro ofrece. 

La puntada persiste como el más 

idiota corazón.

El blíster del calmante 

me mira con los ojos 

fuera de sí.

Nunca vi una materia 

que brille tanto, 

como una diminuta 

pantalla de cristal.

 

© Daniela Camozzi

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Poema de Elisabet Cincotta

 


 

A veces hablan

otras el pensamiento

se llena de incertidumbre

saben que quizás no vuelvan

 

un madero de esperanza

les tiende la mano

ellos se aferran

 

a pesar de ser los desahuciados

siempre esperan

 

© Elisabet Cincotta

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Poema de Tomás Modesto Galán

  


Amor en bicicleta


El suplicio le venda ojos al condenado del placer,

los amantes proveen clavículas, migrañas, no administran el tiempo,

la noche felina desentierra un orfelinato y le incrimina la otra cara del vacío.

Diariamente caen alfileres sobre su claridad, bombas de humo,

incienso. Una bicicleta rueda sobre la tarde en busca del amor.

Se perdieron puertas, dura demasiado el sol, tardan lunas los cuadernos,

vuelven más estrellas a convocar el salto, la jornada de escondernos

acaricia una brújula descompuesta.

El empeño en destruirnos inaugura suplicios, alumbra sus cadenas,

un surgimiento de hogueras sordas devuelve un perro desnudo

y la mañana desenrosca bastones para caminar a la redonda,

rodar entre corredores ciegos o niños que bordean un río irrespirable.

A mitad de la razón alguien dinamita el silencio.

Desaparece devorando un piano, sorteados por una libertad absurda

y esa lucha con la luz que los vuelve harapientos, labiosamente inútiles.

Hoy perdieron los pies, más tarde el amor consumirá el hígado,

después masticarán los restos de un pulmón risible, pero no amedrantarán

los rayos taciturnos de esta bicicleta desventurada que ha perdido el rumbo.

 

© Tomás Modesto Galán

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