30/11/18
TO DO OR NOT TO DO
(that is the question)
El sol de la mañana cubre a los muertos de
la historia.
Inmemoriales
unas palomas viejas corroen la cabeza de
algún prócer.
Pronto, la maleza comenzará a invadir este
sueño de ruinas.
Para entonces, las palomas seguirán allí
y el mismo sol alumbrará la gloria de otros
muertos.
Si el yo es una anomalía, toda
grandilocuencia es patética.
Somos, antes que nada, lo que pudiéramos
haber hecho
mientras
nos empeñábamos en ser.
© Osvaldo Burgos
Texto de Marisa Negri
Nace el tejido como el mundo, con tres
hebras se forma el diseño redondo como el tacurú.
Día y noche la aguja y el lino cerca del
farol.
Las más jóvenes calzan el ojo en el ojo de
la aguja, pero Kuñakarai tiene el don de la vista en los dedos. Van luego al
mercado sonrientes a trocar el ñandutí, sus finísimas tramas perladas son caza
y alimento. Los hombres tocan el ala del sombrero en señal de saludo.
© Marisa Negri
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28/11/18
Poema de Susana Giraudo
HAMBRE
En sus manos
la sombra.
Un pájaro gris
tizna la densidad
del aire.
En los ojos
un perfil de mujer
talla el fanal
que lo ilumina siempre.
En la boca
sabor a migajas
temblor y
hambre.
© Susana Giraudo
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Poema de Patricio Foglia
ENGELS
La primera vez que lo vi, fue en París, en
1844.
Ya había leído su prosa, su furia
contra la miseria industrial de estos
tiempos.
Conocerlo fue como encontrarme con la Razón
en persona,
y que me cuestionase por esos estropajos
que dejaban su vida entre mis máquinas y el
hollín,
mientras yo disertaba sobre Hegel, en los
luminosos pasillos
de la Universidad de Humboldt.
Su amistad me deparó el rechazo
de mi padre, de mi madre,
de la ciudad de Londres,
pero ¿qué importancia tenía?
Yo lo veía quitarse de encima
al mundo y su opinión
como quién se limpia una tela de araña
y sigue su marcha inexorable, hacia la
Historia.
Ojalá hubiera podido darle más,
convertirme yo también en un mendigo,
dejar hasta el último céntimo en su
cuidado,
como un acto de amor, pero también de
justicia.
© Patricio Foglia
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Poema de Gisela Galimi
Frutillas
Dicen que mi madre
limpiaba frutillas
la tarde de octubre
en que quiso nacerme.
Se le vino al ánimo
un súbito cansancio de piernas
y anunció que no recibiría visitas
hasta después del parto.
Mi padre, siempre tan hombre,
protestó que ya había hecho convite
para el próximo sábado.
Entonces ella
comenzó a parirme
ahí mismo,
un mes antes de la víspera.
Cada vez que lavo frutillas
y las corto,
de una forma distinta
al modo de mi madre,
pienso que hay varias maneras
de resolver un problema.
O si las frutillas son muy rojas,
no pienso en nada.
© Gisela Galimi
Poema de Vanesa Almada Noguerón
séptimo C | PARTE I
repetir la maniobra y abrir la puerta
con la única intención / (con
la única nociva intención)
de probar una vez más el juego de llaves
nuevo y repulsivamente brillante
que se interna con una mueca cinética
perfecta
en la cerradura
como si de ese gesto inconmovible
dependiera
la resistencia y el desconsuelo más
dramático
de quien lo ejecuta
ahora que lo pienso
la afección desmedida
por aquello que en rigor nos es
y nos será siempre
ajeno
debería también ser
como un juego nuevo de llaves
algo esencial
e irreversiblemente definitivo podría
manifestársenos
si en lugar de obsesionarnos
con el deseo frenético
de esa apertura
proyectáramos la obcecación hacia el
lockout
de cualquier epifanía
que pudiera sobrevenirnos
© Vanesa Almada
Noguerón
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Poema de Jimena Arnolfi
HOY
Ordené la casa, encontré cosas
que no sabía que existían
y las tiré sin culpa.
Limpié durante horas,
fregué la superficie de todo,
dejé las sillas arriba de la mesa
para que luzca el piso.
Fue el pequeño triunfo del día
y cuando menos lo pensaba,
miré el trapo rejilla contaminado.
Es evidente que debe haber algo más.
También miré los potus y helechos,
plantas inmunizadas, que parecen
no necesitar nada ni nadie.
Creo que hay una confianza excesiva
en esa temporada llamada duelo.
© Jimena Arnolfi
Poema de Xenia Mora
PALABRAS OSCURAS
Hay palabras
que se miran con desdén.
Otras se engullen
se retuercen
se eructan
se vomitan.
Hay palabras con máscaras hipocresía
urbana, eclesiásticas, patrióticas, demagógicas.
De odio e indiferencia.
Se rompió el cristal
de tus palabras.
Las esquirlas se incrustaron en mis ojos.
El asombro en ti
ahora es hielo
y tu escarcha
acuchilló mi nido.
Te sacaste la careta.
Hoy vi tu calavera.
El espanto apuñaló
mi lluvia.
Mi cordura
cerró las ventanas.
El frío sangra.
Como siempre ,
no puedo consolar
mis cicatrices.
© Xenia Mora
Poema de Carolina Peleretegui
Sírvame una mentira, por favor
que no haya pájaros en sus manos ni sol en
la espalda cuando caminemos juntos
no
que el pasto no sea tan verde en nuestra
casa ni que
el cielo estalle cuando nos encontremos
una mentira, por favor
que las lágrimas que seque nunca salgan no
que todo sea mentira por favor
que su piel de azúcar que mi ego lame me nutra
y él
tan multicolor me llene
el vientre de colores
rojos o lilas depende el día
sírvame una mentira, por favor
que
la forma más audaz de desembarcar en su abrazo no sea buscar un puerto
y así ser parte yo de él
él de mí para siempre
que no
toque mi puerta en las noches y
esté ahí desnudo
desnudo de mí y no me conozca
pero
aún así hacer el amor o que el amor nos haga-
dijo el poeta-
y la amargura no nos encuentre ahí agazapados
en el recoveco más hostil de la casa
y llegue el día y él duermas en mi pecho
y
nos conozcamos
hará falta tanta luz
sin embargo sírvame una mentira por favor
ya que el cielo volvió a amanecer
© Carolina Peleretegui
26/11/18
Poema de Marizel Estonllo
Danza
Un gesto atraviesa el espacio, hace nacer
la forma.
La forma se entrama con el tiempo
Y lo extraño de nosotros nos danza.
Del temblor al estremecimiento los lugares
surgen del espacio.
Giros y piruetas para descentrar al
vértigo.
Inhalación del movimiento en el pliegue.
Espasmo del dolor vertebrado en el arco de
la angustia
en el latigazo del lamento.
Acariciar lo inefable.
Entrever en la extensión de la mano el roce
de la piel de Dios.
Elevar los pies con la elocuente amplitud
de la fe,
con el coraje del salto,
las diagonales del tedio que fuga,
las espirales del asombro y la pasión,
el desafío de la dicha en el vértigo del
infinito.
Planos y densidades en los torbellinos de
la furia y el pánico,
languidez que cae haciendo lluvia en la
tristeza...
Un cuerpo es el soporte... Un columpio
entre cielo y tierra.
La excitación de un vacío que gravita en el
crepúsculo.
© Marizel Estonllo
Poema de Beatriz Arias
Creo haber visto este escenario, la soledad
regresa como un inmóvil huésped. El hombre
vuela con el siglo que revela en el viaje
su
centenario naipe. Creo haber visitado estos
caminos, la memoria traza sus hilos
repetidos, el
hombre pasa por sus horas esféricas. Siempre la
duda eterna, siempre el dolor de nombre,
siempre la mano abierta dispuesta a una
cacería de
respuestas;
y la esperanza, como una apuesta al cielo.
© Beatriz Arias
Poema de Mariel Monente
MEDITERRÁNEA
Un sueño se astilla
en la noche más larga
cuando yace
sobre la arena
el pequeño cuerpo.
Si pudiera
un corazón aún no nacido mitigar el llanto
con sonrisas o pequeños dibujos en
carbón
sobre una pared blanqueada
e intentar cambiar amaneceres
que nunca nunca
serán los mismos.
Una madre se va
en el regazo de la tierra
y brotan tréboles con sus pequeñas flores
lila
nomeolvides sellan su voz
mar agitado en los ojos verdes
labios en calma.
Se va con el primer gemido
tres velas
y el ahogo.
© Mariel Monente
Poema de Estela Barrenechea
Luz de luna
¿Dónde estará mi café?
Callecita de la luna
y el vino del juramento.
Te alejaste para siempre
y perdimos el cantar
ternura del corazón
envenenando la vida
en el exilio traidor.
En esta ciudad preñada
de una fiebre misteriosa
una ilusión empañada
duerme la dolorosa.
Los trastornos del recuerdo
te palpitan en la esquina
junto al buzón colorado
sensible y con buena espina.
Entre traición y derrotas piensas,
por poco te condenaron.
Junto a las sombras porteñas
tristemente te mataron.
La maldad es cosa del tiempo
cuerpo fértil del presente
el infierno siempre insiste
aunque te creas valiente.
¿Dónde estará mi café?
Callecita de la luna
y el vino del juramento.
La vida se nos perdió,
te doblaste con la mía
y gastamos con dolor
la ilusión de la utopía
y pensamos el humor
en el pasado traidor.
Un claro, la poesía
guarida del tropezón.
© Estela Barrenechea
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Poema de Daniel Arias
Subimos y bajamos escaleras con el dolor
que nos acompaña
y estamos sentados uno junto al otro con el
labio invisible
y en el ojo conservamos el valor que otorga
el día
para subir y bajar escaleras y sentarnos
uno junto al otro
interminablemente sin llegar a ningún sitio
ni mirar a nadie
ni tocar con la palabra la sonrisa.
Arriba y abajo, flexiones que miran los
espejos
pequeños movimientos que espía la hora
huidiza
del que no llora ni pide perdón por el
calor perdido
y nos preguntamos si alguna vez estuvimos
allí
el abismo donde se arroja el aire y el
frío.
Vamos, aquí no hay limites, todo es
posible,
dejemos esta turbia serenidad
porque un día nos encontraremos indiferentes,
como un trámite, como si no hubiéramos
vivido,
opacos.
© Daniel Arias
24/11/18
Poema de Osvaldo Bossi
Como ese árbol
que agita su fronda
cuando un pájaro se le acerca
y gira (más que alado, tornasolado)
alrededor suyo, sin atreverse
a posar una sola de sus patas,
como si fuera un río congelado
y no un árbol
que la naturaleza ha puesto
delante de sí, o fuera a derrumbarse:
como si un pájaro
pudiera hacer que un árbol se derrumbe
o el árbol no quisiera, en el fondo
perder por un segundo su estabilidad,
como si no se oyera un silbido
entre las hojas, un largo llamado
de apareamiento, y el pájaro
que se conoce, pensara una vez más
que es su propio deseo de amor
girando entre las hojas,
como si el árbol
viviera en una jaula autosuficiente
y tronco y trino
no provinieran de una misma raíz,
como si un pájaro
pudiera ser un pájaro de verdad,
lejos de su árbol, y a la inversa…
© Osvaldo Bossi
Etiquetas: Osvaldo Bossi
Poema de Ernestina Elorriaga
De todo lo que tuvimos
qué fue verdaderamente nuestro?
los caballos partieron buscando las líneas
que dibujaban las estrellas en el cielo
el trigo que sembrabas en tierra ajena iba
en busca de su destino de harina
y yo pregunto ahora Padre mío
qué fue de nuestros árboles?
de los solitarios álamos que elevaban sus
ramas y se esfumaban en el cielo?
de los eucaliptus de cintura infinita?
mis bracitos en vano intentaron la aventura
de rodearlos
qué fue de la sombra del pino extendida
ofreciendo su regazo de frescor que los caballos
agradecían con relinchos fugaces?
qué fue de la lluvia de sol de las acacias?
qué fue?
quién los ha honrado en estos años?
Padre
quién nos expulsó del paraíso?
Padre digo tu nombre en un rezo
en mi corazón duermen los caballos
fantasmas de mi niñez
una lluvia de alabastros demora la eternidad sobre nosotros
y a mi
me duele el alma.
© Ernestina Elorriaga
Etiquetas: Ernestina Elorriaga
Poema de Rafael Vásquez
ENTRE
SUEÑOS
A veces me sorprendo dictándome entre
sueños
una carta de queja
por alguna injusticia, demora,
incumplimiento
que el sol de la mañana se llevará al
olvido.
No puedo hablar de insomnio pero hay algo
que interrumpe la noche. Y la redacto.
O comienzo a apilar mis argumentos
y demoro la búsqueda del sueño.
Si por lo menos fuera algún poema,
el principio de un verso, la palabra
que me guiara despacio a la otra orilla.
Sé que al final también la olvidaría
porque la noche esconde los sentidos.
Y al despertar, con el papel en blanco,
me volvería a decir:
¿cómo empezaba?
© Rafael Vásquez
Etiquetas: Rafael, Rafael Vásquez
Poema de Pablo Milani
Esa
vez
En la blanda acumulación
de los cuerpos
una inaceptable lengua
pidió socorro
La inutilidad de una noche
imprevisible del océano criminal
que adelantara el sueño espeso
La prohibición de la palabra invierno
acaso ningún consuelo dejó el olvido
Quise mancharme de nombres inútiles
sin remordimientos acaecidos
y olvidadas crueldades sin origen
Una sonrisa grande era una ciudad
y se debatía un lugar que no supo de
caminos
Aquella voz dividió mi mundo estrecho
hoy reclamé brillantes la esperanza de tus
ojos
© Pablo Milani