30/8/14
La niña en el columpio
En cada atardecer
el hombre baja las
escaleras de su casa
y se sienta en el parque
a esperar las estrellas
En el parque hay una niña
columpiándose
y en cada movimiento su
cuerpo de cinco años
cubierto con un vestido
blanco
traza rayas de luz en el
crepúsculo
El hombre ve el
resplandor
la finura exacta de la
luz
pero sus ojos detenidos
en la estrella más lejana
vislumbran la otra niña
la que en Oxipur o
Calibán
está balanceándose en un
columpio
con un vestido blanco
bordado de flores amarillas
Las niñas no se conocen
pero el hombre sabe que
el universo
es así de preciso y bello
e inútil
Quisiera quedarse en el
parque
escuchando el ruido del
columpio
pero trepa las escaleras
de su casa
donde lo esperan dioses
oscuros y pequeños
dioses con olor a pena y
a rocío
y a pan recién horneado
y a corazones rotos
© Edna Pozzi
Poema de Laura Yasan
preludio
si atrás del callejón no hay un jardín
de qué lado del muro hay que ponerse
si esa canción del paraíso es un taladro
repetido
en la desilusión
y refregás la noche entera
lo sucio en la medida de las cosas
si esa mentira que tragás cada mañana
te va enfermando el hígado
si lo terrible no es la muerte
sino la vida
su trágica pulsión
su ropero vacío
si lo terrible no es la nada
sino el preludio
esa noción de la conciencia
que se desprende como un témpano
un instante después
© Laura Yasan
Etiquetas: Laura Yasan
Poema de Graciela Perosio
no es para quedarnos en el amor que amamos*
sino para duda
para la mutación persistente
que atraviesa los hijos los proyectos las vidas
planetarias escaleras
remolinos no es
para
quedarnos amor puerto
partida parto parte
y no todo y no final
sino puerta infinita ama-
mos no para quedarnos sino para la angustia
escudo oscuro paso en el
amor que amamos
*verso de Juan Gelman
© Graciela Perosio
Etiquetas: Graciela Perosio
Poema de Norberto Barleand
Caminos
Caminé por el mundo
buscando un camino,
por huellas lejanas
de historias
y siglos.
Caminé por la lluvia,
deslumbrante ,
solemne,
con un tajo de espanto en el centro del miedo
Caminé por la gruta de los dioses ajenos,
por las calles moradas ,
las noches de barro.
Caminé con los potros
de la humana ceguera
el anhelo y el brillo
del
puñal ,
de la orquídea.
Caminé con los ruegos
de bizarras victorias,
con centauros y arpas.
con las garras del viento.
Camino este
tiempo
de
ausencias ,
un baúl desteñido,
una estrofa inconclusa,
una llama
encendida,
sin fuego,
un cincel de agonías,
tempestades ocultas
y esta furia
prepotente,
difusa,
en
la ojiva del canto
© Norberto Barleand
Poema de Olga Liliana Reinoso
DESTINO
Amapola
candor
viento del sur
acacia
pelo suelto
brillo labial
uñas sensuales
guitarras y canciones
un colirio malbec
una escapada.
La escalera mecánica va al cielo
los ojos sólo miran la utopía
una alondra
un cigarrillo
la champaña
la copa de cristal.
Cruzar descalza el parque
ser la fuente
Y un torrente de sol
entre los álamos.
Caballo de ajedrez
sombra salteada
un huracán de besos
en la aurora
coartada fatal
amores locos.
Un escote
un abismo
alguna reja
la opaca mansedumbre
del silencio
un paso más
las puertas entreabiertas
el olor a romero
y a jazmines
el piano
del mago Sebastián
o aquel violín de Enrique
en la cornisa
la cópula y el mar
la yerbabuena
las sábanas al viento
el perfume verdoso
de la albahaca
la muñequita vestida de azul
el primer beso
el amor de zaguán
-tiempo a hurtadillas-
Luis en el cielo del anochecer
mi vientre triple en flor
la cruz del sur
el chico en el andén
la palabra el poema
la caricia incesante
y el destino glorioso
que me quiso mujer.
© Olga Liliana Reinoso
Texto de Sonia Quevedo
LO QUE FUE
Resecos los labios al unirse sin presión entregan sin reparo
lo que fuera un beso; el suspiro lento y la caricia; lo vivido.
Lejanos los ojos sin mirar se han perdido en el cosmos,
fijando en él la última visión imaginada.
Inexpresivo el cuerpo suelto siente el sublime abrazo de la
nada; el roce de la niebla, el resbalar de la escarcha y la tristeza.
Caen en desorden los cabellos sueltos movidos por el viento,
recorriendo espalda y hombros a medida qué, se avanza por imaginarios caminos
entre llano, mar y páramo.
La vida sin remedio ha capturado a los recuerdos; ha
retomado los abrazos idos y los húmedos labios.
Por eso ahora, los resecos labios unidos sin presión ya nada
sienten, y los ojos fijos en el horizonte lejano, sin parpadear, se despiden
sin lágrimas renunciando al deseo.
Y como testigos mudos de un amor vivido intensamente y sin
palabras, con dolor y desgarros en el alma, han entregado cuerpo y alma el
postrer suspiro, las caricias y la última visión imaginada.
© Sonia Quevedo
Poema de Mariana Vacs
Mi amor crece
como un muerto abandonado,
como los cementerios,
crece
en los jardines de invierno,
desvergonzado,
crece
cansado
sudando sombras
como globo hinchado,
crece,
estalla
en escaleras pálidas,
como luna besando mares
explota
en las paredes,
me
ahoga,
me
condena,
en el incendio último del fuego.
© Mariana Vacs
Poema de Lidia Cristina Carrizo
El Sonido del Mundo
La música de vida, calla, se refugia de la caída.
Luces, alzándose en el temblor de los anuncios.
En ojos de anochecidas vidas, se encuentra la palabra,
que enciende el relámpago, desde su mágica guarida.
Piedras que caen al valle del dolor, al amor por la vida.
La orfandad, desplegando alas negras, en cada rincón.
Niños en el horror, abandonados, en desesperanzado cielo.
¿Han visto el espesor del miedo en tanta muerte?.
Ciegan las bombas y banderas, por sus certeros blancos.
Su música acalla no sólo a Irak, Gaza, Bagdad, Palestina,
Siria...
Después... ya todo es muerte. El sonido del mundo continúa.
©Lidia Cristina Carrizo
Poema de Gloria Oscares
EL RIO SE BUSCA EN EL FONDO DE LOS HOMBRES
Los brazos del hombre de la isla
se reflejan en un río de luna
en el agua de vertiente y humo
El río ardiente amenaza a los ojos
que se mueren de distancia
y muchas veces
se lleva la ranchada
del otoño
todas las raíces
Un torrente de hojas golpea
y unos brazos se aferran a las ramas
para buscar la vida de los otros
Tierra islera
que renace con el sol
vuelve a perpetuar la sangre que hierve
y después que deja de filtrarse su luz
entre los sauces
se oye un sonido solo
en el vientre de la noche
Es la voz del islero
que llama a la nutria
canoa que pasa
agua quieta de vino y silencio
mira el río y revive en su sangre
lucha en sus ojos
Por la orilla
anda un chico descalzo
y el río
sigue buscando en el fondo de los hombres
© Gloria Oscares
Texto de Ramiro Pelliza
Amor, dale, que se me cansó el salir de sol. Amor, te huelo
el corazón y huele a otro.
Que me enigmes, puede ser.
Que me sucedan.
Vos, que para llegar hasta mi pecho, tuviste que atravesar
mi espalda de punta a punta. Por la parte que era ciego, también era sensible,
libertadora de tu causa; dolida por quejoso; requerida por vengativo;
restauradora de ansias ajenas; Ay, cansadita de siempre lo mismo.
Te juro que la luna no tiene entradas, pero cada día somos
más los que no podemos salirle. Y es que los ojos multiplícanse cuando uno
sueña; que de sueño no cumplido no hay retorno. Vos, soñadora, vos, sueñito.
Te acaricio con esta mano de sentirse solo; te sostengo con
la fuerza de hombre para abrir tapitas duras; te respondo como iniciático.
Tengo camellos suspirando en la desidia. Ay, amor, cuánta algarabía en tomar
agua y seguir vivo.
¿Y este arnés que me sujeta por si me levanto? Ay, Dios, que
enojarme sea tan prolijo: eso no.
© Ramiro Pelliza
Poema de Patricia Díaz Bialet
UNAS HORAS DE LA TARDE
al hombre de flecha de imán húmedo
Y fueron otros los adioses
Los sudores
Los somníferos para el café de las novias furiosas
Fueron otras las piernas como clavos en la música de azúcar
El hervor de tu mano fue otro
Y otra la cumbre de tu muslo vuelto vanguardia resuelta
Suplantaron degradaron trocaron
Y ahora son otros los susurros con tonalidad de nylon
No hay transatlánticos
Ni filo de hélice aterida
No hay cuerpo de junio resucitando bajo el agua
No hay pulmón infalible
Patio diminuto en donde cabe la luna
No hay ofrenda
No hay cópula indeleble
Ni espuma verde sobre la almohada
Lo pasado se deforma en su propio peso transparente
Nos escupe su vicio de belleza
Acá anidan los faisanes –nos dice por lo bajo-
Vengan a saborear la comba irrefrenable
Acérquense a mi manso puercoespín
A mi frágil corso de papel maché
Pero siempre hay que ser astuta
Guardar en un bolsillo la profilaxis requerida
Penetrar -eso sí-
Sacarle el gusto al tiempo inaccesible
Extraerle su piedra
Su ajenjo somnoliento
Y luego reponerse
Los hombres anteriores saben a hierba fresca cuando vuelven
solamente por unas horas en la tarde
© Patricia Díaz Bialet
Poema de Daniel Martínez
MABEL
Mi prima Mabel vino a este mundo
como cualquier hijo de vecino
amó fue amada tuvo hijos
tuvimos en común el aroma a menta
de la siesta a la sombra de los álamos
y el sol del verano bañándose en el río
en una chacra llena de primos y cerezas
con ese paisaje ella
pintaba los cuadros más hermosos
mezclando los manzanos florecidos
de su infancia (que era la mía)
con un cielo de un color
que no cabría en ninguna bandera
porque en sus cuadros
no existía la muerte
tampoco
que llegó dolorosamente tan temprano
“haz lo que te plazca y paga por ello”
-decía mi prima Mabel y a mí me gustaba esa frase
que por lo visto a veces no tiene su eficacia
porque ella no merecía irse
cuando había tanto tiempo para amarla
yo no creo en el cielo y su justicia divina
que venden las iglesias de turno
creo en los pájaros de los manzanos florecidos
que pintaba mi prima Mabel
esos que siempre volarán en el cielo de mi infancia
© Daniel Martínez
Poema de María Alicia Gómez de Balbuena
A José María Arguedas
Hermano de los diamantes sin tallar de nuestra tierra
Los andes, en su silencio observador y expectante
Nos contemplan exigiendo la respuesta que buscaste
Esa unión en las
culturas de indígenas y europeos
Que no hablen más de misterios, de odios y rivalidades
Sino que muestren la historia, la que fue…¡ La que se calla!
Quechua es la lengua del pueblo que Europa puso en la mira
Y en el regazo
sumieron a la voluntad indígena
Que dio a luz en los mestizos
Siendo materia y espíritu de los que de ellos nacimos
Porque por gracia de Dios, es nuestra cuna divina
Y los Andes nos protegen
con su fortaleza andina
¿Cuál es la razón entonces, del atropello racista?
¿Qué sentido hay en la flecha que sólo un camino mira?
Arte indígena sagrado que tu sapiencia investiga
Inocente niño quechua que sin serlo te sentías
Sangre que entre las montañas, de caliente se hizo andina
Tu historia de niño criado y por accidente educado
No menguó el grito sagrado que los quechuas te inculcaron
Y ver morir a tu madre fue la marca que indeleble
A la muerte te empujó cuando el asombro ya huía
Hoy te canta aquella patria y te recuerda argentina
Los Tupac-Pampa te acunan y escuchan tu cancionero
“Aquí estoy,
fortalecido por tu sangre, no muerto, gritando todavía…”
Tu reclamo es voz audible en
ecos de Pachamama
Los Tupac pampa te acunan y tu ideal se hace alma
El río lo anuncia y canta, mientras llora la calandria
Pueblo por pueblo y unidos te llamamos Padrecito…
Las cuatro regiones juntas entonaremos los himnos
Y será santa la voz de todos los hombres limpios
“Estamos vivos ¡Todavía somos!”…
Ya tu madre buena arrulla tu conciencia entre las águilas
Que observan el devenir entre Wamanis montañas
Donde la nieve gotea y la esperanza se hace blanca
© María Alicia Góméz de Balbuena
Poema de Rita Kratsman
esos pinos, testigos del sol y de la lluvia, las mil caras
falsas
del relente, es así?
le podríamos pedir a las hojas caídas que vuelvan al árbol?
es así…muchas cosas tuvimos que saberlas por las ramas
y hasta por ahí nomás, no por tener lazos estamos más cerca
ni somos tan claros
en el dulce de ciruelas está todavía el árbol
está el dulce?
nadie pide claridad para los tréboles
y la transparencia se desespera como una madre
cuántas mandarinas contaste la última vez, cuántos limones
agriaron ese atardecer?
perdimos algo acaso
con los chaparrones imprevistos?
el rocío no saciaba la sed de la gramilla en la mañana, por
eso
la lluvia, esa delicia con que el agua festeja
es que el agua da también luz
© Rita Kratsman
29/8/14
Poema de Cecilia Ortiz
En mí
lo sé ...
aún en el silencio lo sé
en el sendero
en la mano de
una respuesta
en la hora
incierta
interrogante
piedad ante el caído en la batalla
a punta de
espada (frenar el impulso)
piedad ante el que llora
en el justo punto de la encrucijada
-el camino avanza sin piedad-
silencio quieto
que me lleva que te trae
en amapolas
rojo intenso
en el canto de la tierra
que habla por
mí
en mí
que habla
® Cecilia Ortiz
Poema de Daniel Arias
Los niños mueren sin sangre
mueren de muerte blanca
inmóviles sobre las piedras
negadas por las bombas de papel.
Las mujeres mueren invisibles
sobre cocinas y cacharros
y las comidas para los hijos
de las bombas transparentes.
Ahora todos pierden en el aire
del desierto quemado infinitas veces
por el fuego del odio y las bombas
que vuelan con las piedras
y los cuerpos sin sangre
que se pulverizan y vuelan
con el humo al espacio,
a la nada.
Toda la sangre y todas las lágrimas
se secan en soledad.
© Daniel Arias
Poema de Carmen Amato
Amurallada
antes,
ahora
desmurada,
con
libertad de cielo
sobre
la roca
que despierta
cada
vez que un nuevo pie
pone su
huella
sobre el pie del tiempo.
Amurallada
entonces,
ahora
desmurada,
desvelada
delante de los siglos
como un
dragón vigente
bajo el
cielo.
Amuralladas
antes,
ahora
desmuradas,
con los
ojos más limpios,
lavados
con las brumas del tiempo,
nos
miramos frente a frente
la Muralla China
y yo
© Carmen Amato
Poema de Bibi Albert
QUE NON CREDERES…
-¡Aceptaron tergopol y murciégalo!-,
gritan felices los disléxicos.
-Los lengualeyos hablan nuestro imodia.
En el registro civil se anota el piedra libre,
por lo que un bebé puede llamarse
Cacerola, ¿por qué no?:
Cacerola Metáfora Menéndez,
un nombre memorable.
Y los analfabetos imponen su dialecto,
porque también almóndiga es correcto.
Ahora sí que de verdad somos todos iguales,
sin que nadie tenga que enseñarle
nada a nadie.
Así están las cosas.
Las palabras mutan, y también matun.
Y cada vez nos entendemos menos,
lo cual parece ser la idea. Y la idae.
Para cebrelarlo, me voy a tomar un apetirivo
a la sombra de la arlobeda,
y allí me quedaré, crecuspular y pentasiva,
diciéndome ¡todo será más fácil!:
comprender por ejemplo que, al despiadado,
en vez del corazón, le late el rocazón,
y que es lo mismo hembra que hambre,
amar que arma y violá que voilá!
¡Grande la RAE! O la REA.
© Bibi Albert
Poema de Ariel Giacardi
INFUSIÓN DE NUBE
Hoy el ministro ha dicho que la vida,
amigos, que la vida
cuesta cada vez menos
y nosotros
que la vemos pasar cada mañana
con una cinta azul en su cabello
y una falda brevísima,
nosotros que la vemos desde el fondo
de nuestro corazón subarrendado
donde el amor también es un remiendo,
y no a través de un álgebra marchita
que repite sus pulcros logaritmos,
sus índices enfermos;
nosotros que la vemos despeinarse
hebra por hebra, lágrima por lágrima,
desde el ojo nutricio de los cuencos
y no desde la asepsia
de un vigésimo piso
donde todo sucede como un eco,
nosotros que entendemos su lenguaje
de pura maravilla derrumbada,
su número de piedra indivisible,
nosotros sí sabemos
en cuánto escaparate está la vida
y cuál es su valor
y cuál su precio;
la compras al anciano ambulatorio
que la diluye en llanto al dos por ciento;
la compras por monedas en la esquina
de un madrugón oscuro y sin escarchas
con rodajas de luna sobre el sexo,
o a tanto mercader como paloma
que volara celestes hospitales
con sus alas a sueldo;
o al niño que en sus manos de limosna
aprieta los conjuros vergonzosos
de un hambre combatiente,
de pesadillas largas,
sin trincheras
ni bastiones de pan amanecido
por las grietas del tiempo.
Entonces, no es noticia
que nos han devaluado la esperanza
y establecido turbias hipotecas
sobre cada fracción de nuestros sueños;
que a la vida le han puesto cuatro cifras
y un punto decimal
por lo que fuera,
nosotros sí sabemos,
porque, a veces, total y naufragada,
la encontramos inscripta en el cansancio,
adherida al reverso de la noche
con un nudo de sombras en el cuello
y le arrojamos agua milagrosa
sobre la curva leve de los párpados
y en la rosa febril de sus mejillas
concebimos un beso,
y le damos jarabe de luciérnagas
y una infusión de nube
y la arropamos…
Porque, a pesar de todo, algunas veces,
se nos muere de frío y de silencio.
Entonces, que el ministro no nos diga
cuánto vale la vida,
cuánto cuesta
ni en dónde se refugia cuando el mundo
establece su cólera de abismo,
que nosotros…
nosotros sí sabemos.
© Ariel Giacardi