Texto de María Rosa Lojo
EL OLOR DEL CIELO
Un día por año, durante una hora, es posible abrir la puerta del Cielo. El único requisito es estar atento para percibir el resplandor muy leve que dibuja en la pared de enfrente los contornos delicados y precisos de una puerta.
Hay que empujarla con las dos manos y
apoyar después todo el cuerpo, suavemente. Se sabe que uno ha entrado sólo por
el olor del Cielo, que es peculiar e inolvidable y no se parece a ninguno de
los olores de la Tierra, ni siquiera al jazmín del Cabo o a la algalia, o al
clavel suntuoso o a las rosas de Cádiz, o al almizcle.
No es posible recordar nada más porque el
olor del Cielo marea y desmaya, confunde y oblitera todos los otros sentidos.
Nadie puede relatar, por tanto, su visita al Cielo porque su único recuerdo es
un olor, y éste es indescriptible, e imperceptible para todos los demás seres
humanos. Pero sí puede presentar la prueba, porque detrás del visitante se
alinean los gatos y olfatean con adoración al que regresa del Cielo y maúllan,
despechados, a la Luna que nunca baja, que siempre está demasiado lejos para olerla.
© María Rosa Lojo
Etiquetas: María Rosa Lojo