30/4/22

Poema de Leopoldo Teuco Castilla

 


PAISAJE MARINO 

 

Cuatro piedras

lentas

casi mentales

son el límite entre el mar y la tierra

 

ambos en la misma energía

hicieron estas rocas

para euforia de pequeñas plenitudes:

el oído el tacto la visión

 

                            o el cerebro

que es cuatro piedras lentas

que miran desde fuera

al hombre

 

esa metáfora de la materia

que cree en la piedra

                        que cree en el agua.

 

© Leopoldo Teuco Castilla

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Poema de Loreley El Jaber

 


RAIZ

 

No me digas

que rompa, que deshaga, que quiebre

la raíz primera

 

No se renace de la tierra sola

 

© Loreley El Jaber

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Poema de Blanca Lema

 


Mientras esperaba un pasaporte falso,

viví una semana con una araña. 

 

Soledad 

 

Miro a la araña que me mira

en esta casa que no tiene dirección.

 

Las voces de sus patas deletrean cien nombres.

Quieren encontrar el mío de verdad.

 

La dejo jugar al “quién es”,

como si fuese una niña en un trapecio.

 

Disfruto de su ternura, sin darme cuenta

que también es la mía.

 

—¿Ana?, ¿María?, ¿Juana?

 

El tiempo se ha bajado de su silla de ruedas

y avanza sobre mí con el estómago vacío.

 

La araña detiene su silabeo.

Sabe que tengo en mi mano

el picaporte del universo que se aleja.

 

¡Cómo calla!, la niña.

Cómo sabe.

 

© Blanca Lema

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Poema de Luis Pabón

 


DESPOJOS

 

Voy a arrancarme el corazón, 

lo desprenderé despacio,

lo partiré en pedazos, le prenderé fuego

hasta cauterizar cada parte.

 

Voy a pulverizarlo, que sus cenizas

bailen con la música fría de la calle

hasta deshacerme de los espíritus

inmundos que me habitan.

 

Voy a oscurecer las voces,

a partir uno a uno los recuerdos,

a sepultarme vivo para que se explote

en la claustrofobia la sexta vida.

 

Voy a extirpar los miedos

y tomar el control sobre los restos

que han dejado tras asesinar

las otras vidas inocentes.

Voy a suicidar el alma liberando el cuerpo.

 

© Luis Pabón

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Poema de Ernestina Elorriaga

  


Devorado el niño que fuimos no hay regreso el 

cielo es una rosa desnuda

la sangre se va yendo

la mirada se enturbia

se emponzoña

sin embargo lluvia y árboles no cesan de brillar 

 

devorado el niño

los barcos no parecen secretos emergiendo del vientre de una ballena si 

no vientos perdidos

y el sol una pepita de oro atrapada en el zumbido de la noche 

 

en la vigilia 

la mañana es una ventana despedazada

 

© Ernestina Elorriaga

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Poema de Ana Lafferranderie

 


Fue tan simple ese día, saltabas por la casa.

Llegó con la forma de un lugar ansiado,

era tu misma sorpresa desbocándote.

La conocés más íntima,

resurge algunas noches cuando todo

parece detenerse.

Es el triunfo de una pequeña euforia.

Te conduce liviana, abiertos los sentidos

hasta que una puntada muy fina te atraviesa

 

y con ella  o por ella te hundís en ese aire,

en tu forma más blanda, para que dure.

 

© Ana Lafferranderie

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Poema de Eleonora Requena

 


no tiene ya sentido

la alabanza

ahora que la taza

cayó al piso

de la grieta

que esplendía

su fragilidad

ponderar aquella ruina

que salvó el capricho

 

© Eleonora Requena

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Poema de Aníbal Costilla

 


 

GRIETA

 

Hay una grieta

en el recuerdo de mi infancia.

 

Por ella se abre

la visión inofensiva

 

de lo que se fue.

Sus fauces de fuga

 

dejaron una estela

ondulando como un remolino

 

intermitente

o como un relámpago

sombrío de nostalgia.

 

© Aníbal Costilla

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Poema de Ariel Ovando

 


 

B.E.E

 

Asfódelo, máscara de la batalla,

del verano que huele a guerra

máscara que gira iluminada en el polvo;

ahora las dalias están temblando

                                          sobre la piedra

las dalias profetizan

sin saber si son carne de emperador

                                            o de mariposa.

crecen las dalias,

                             se multiplican dentro

de un cuento de aguas que suben

 para que las alimañas

                        salgan de la tierra

 

                crecen en la frente de los caballos,

                en la boca serpientes emplumadas

 

crecen en la carne, y se iluminan

en la médula de los monos

                 durmiendo en el vacío

                         

           y es la tierra otra vez,

           y un águila le engulle las tripas

                                     en la casa del sol

y un lenguaje de camaleones

le sale de su boca

      cansado de bailar con dioses de maíz

 

de repetir las mismas palabras,

                 en un idioma de telarañas

luego de los cuerpos,

luego de las dalias,

                  

de esas, las temblorosas en la piedra negra,

las que quizás echen a andar

        la máquina del cosmos

la lengua de reptiles

de pronto

               meridianos.

 

© Ariel Ovando

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Poema de Belkys Sorbellini

 


Andando 

 

Mi piel se eriza tanto como antes,

antes de que oscureciera

y el signo se llevara  el apego.

 

Aspiro a un hálito de sosiego

que mi cuerpo aún no registra,

y primavera en cada estación.

 

La calma no  se amolda a mis  etapas,

es que siempre la insurgencia me adjetiva

y eludo con argucia cualquier advertencia.

 

No me asusta el estigma

me provoca.

Y ando con mi piel y sus sensores

a pura primavera.

 

© Belkys Sorbellini

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29/4/22

Poema de Susana Giraudo

 


BESO

 

Sentir

la herida boca

tormento

de pleamar en fuego

cuerpo desleído

rebosando

arena ardiente

grano de sal

                    beso.

 

© Susana Giraudo

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Poema de Mariel Monente

 

 

Mariposas azules en la languidez de su voz

como un aleteo

de sostenida ansiedad

vibra esquiva

soltando de a poco

los acordes de un adiós.

Azul es

su misericordia.

 

© Mariel Monente

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Poema de Marilyn Zumbo

 


"Así,

recostado,

el sol se fugó.

Y voló a otro encuentro.

Donde las flores murmuran tu nombre.

Los colores se alzan sonriendo,

y las melodías

bailan en secreto"

 

© Marilyn Zumbo

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Poema de Marina Cavalletti

  


VOZ


                       A Roberto Yacomuzzi


Canto una milonga en Do menor

y casi que me arrullo a mí misma

y casi

 luciérnagas de poema

me reviven la boca

Canto en Do menor

 fugaz 

o sentenciosa

una milonga y mudo

y ya no soy mujer

ya soy guitarra

Todas las palabras resuenan

en el eco azul

hoy no gritan los perros

en madrugada.

canto

una milonga

en Do menor

y casi que me arrullo a mí misma

invento la noche como un párpado al aire

y no hay frío que importe

el fogón

va conmigo.

 

© Marina Cavalletti 

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Poema de Juan Pablo Bagnarol

 


 

Debajo de la cruz de metal

de la iglesia de Luján

está durmiendo

una persona.

 

Son las siete y veinticuatro

y ya es de noche y ya es otoño

y esta persona

tirada a los pies de la cruz.

 

Detrás de ella

un ángel de madera tallada

permanece inmóvil.

 

¡Qué bella estampa qué fotografiable!

¡Cuánto arte en la escena!

 

Cerca

una niña pequeña

da vueltas.

Su madre la ayuda.

 

Los pasos débiles

no llaman la atención de

la persona.

 

Me concentro en las zapatillas:

Las que esta persona puso

de manera tan delicada

al costado de su cuerpo

antes de descansar.

Las de la niña

que hace poco que

camina

 

y no puedo

evitar pensar

en la venida de los reyes

en el pastito

en la ilusión de la infancia

tan lejos

tan lejos.

 

© Juan Pablo Bagnarol

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Texto de Gladys Cepeda

 


La piel hecha jirones, los huesos ardían, eras la destrucción dibujando tu paisaje

sobre nosotros nos construíamos de retratos con tonos primarios

 

© Gladys Cepeda

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Poema de Daniel Arias

 


Hoy necesito un cielo en esta dura noche,

se derrite el alma en la cantera del tiempo

y mi voluntad no es más que una letra desprolija.

 

Ya no recuerdo cuando murió mi padre,

cuando dejó de flotar mi hermano

o cuanto miedo tuvo mi madre,

todas las gaviotas se arrastran por el aire

y solo necesitan los recuerdos,

una respiración galvanizada

y la delgada brújula bien decidida.

 

Solo una lámpara basta

para que un hijo se levante radiante,

encuentre la puerta y salga.

 

© Daniel Arias

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Poema de Anahí Duzevich Bezoz

 


Recuerdo…

                             

¿Qué inútilmente tibios dedos                             

bajarán mis fríos párpados la última vez?  R.VEDOVALDI


Recuerdo…

aquél amor blanco

nacido del misterio.

Las locuras de mis ríos

inventando huecos

allí donde la noche se sumerge

con sobredosis de cenizas en los ojos.

Ah! El amor puede llevar

encendida la risa en deseos y esplendores

amanecer en las penumbras

desaparecer entre la multitud

nacer en el hielo

y albergar  ceremonias del  fuego

 

en las mejillas del recuerdo.

 

© Anahí Duzevich Bezoz

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Poema de Adriana Maggio

 


Espejismo


A lo lejos

la palmera erguida de un oasis

mece su cabellera.

 

En el ardor de la arena se percibe

el olor del agua

la mujer lo aspira

cautelosa

cierra los ojos para gozarlo.

 

Con el último aliento

llega

al brillo falaz de ese desierto

y se inclina

para saciar su sed.

 

Cuando está por beber

el amor desaparece.

 

© Adriana Maggio

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Poema de Carlos Salinas

 


(...La guerrilla de los solos...)

 

Se encontraron los solos en la calle

De los dejados.

Estiraron las manos y se encontraron.

Se miraron a las caras y se entrevieron.

Se camuflaron con las escaramuzas

Dejadas por los felices activistas

Del amor,

Pero se terminaron convenciendo

De que “esos” no eran ellos.

Se empecinaron en comprar flores

Para adornar corazones en espera,

Pero las esperas sólo consiguen oler

A flores marchitas

Y nunca compradas por solitarios.

Teorizaron a ultranza teorías sobre

“la inserción a los amores duraderos”

pero sus aulas estaban vacías

y tuvieron que cancelar la cátedra

Por falta de alumnos.

Organizaron entonces cuadrillas

Para embestir a la felicidad

En la calle de los sueños,

Pero la realidad terminó

Con la guerrilla de los solos

Y sus cabecillas fueron condenados

A patear latitas que nunca

Se dejaban patear,

Para luego ser torturados hasta el hartazgo

Con fotos de novias que nunca tuvieron.

Y así las cosas volvieron a ser

Lo que son:

Los solos asumieron la humillación

De tirarse siempre a menos,

Y la felicidad siguió echando panza

En los corazones hermosos,

Y la guerrilla fue la utopía

Con la que se alimentan los dejados.

 

© Carlos Salinas

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27/4/22

Poema de Susana Szwarc

 


 

Abril

 

Cae el hilván

en tierra

una abre tanto

la mirada

qué desea

 

Si supiera

decir

sus medias agua rápida

deshechas

desnuda desnuda

Yo casta

 

© Susana Szwarc

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Poema de Marx Bauzá

  


Schrödinger.

 

Te miro y quiero acariciar tu alma.

Hacerte sonreír a diario

y filmarte haciendo ollies y flips

en la plaza,

mientras andás en skate.

Tus tatuajes son tan hermosos

como tus ideas

y ganas de cambiar el mundo.

Filosofás

y me siento cerca / lejos

tuyo

en un indecidible cuántico,

como la paradoja de Schrödinger.

 

© Marx Bauzá

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Poema de Viviana Ayilef

  


Yo no tuve una abuela

fogón de relatos

ollitas humeantes

telar que congregue.

 

No vi perderse en el horizonte la piel del caballo.

Nunca me bañé en la aguada.

Y no corrí a la intemperie, descalza.

He vivido presa.

 

Pero no puedo mentir esa historia.

 

No puedo decir “en mi recuerdo de infancia los mayores…”, algo.

Porque no había mayores.

 

Tampoco había infancia.

Trato de reconstruirla.

 

Junto elementos pequeños para pensar una imagen.

Una hamaca, una niña, una tortuguita.

Se pierden.

 

Trato de ficcionar un relato mapuche a la usanza

para llenar el inciso

 

pero vi a mi abuelo delirar las chivas en una pieza de barrio. En Esquel. En el Barrio Roca.

Cuando no pudo más habitar su tapera camino a La Zeta.

Lo vi regando con vino el cerámico limpio. Era perfecto ese círculo.

Y vi a la tía correr a puteadas mientras torcía el trapo de piso

y con él nuestra historia

caían las gotas de vino como cayera la sangre

las lágrimas

como estas palabras caen.

 

Esos son mis recuerdos

Se teje ahí mi memoria.

 

Porque vi eso de niña y pensé “mirá qué loco el abuelo”

Y veo lo mismo al trasluz de la historia, y pienso: “cuánto dolor y ternura, mi abuelo, su ofrenda”

 

No sé cómo presentarme.

Abro la boca y se traba el tuwün, balbuceo el kupalme.

Tampoco puedo nombrar a mi madre, por miedo.

No puedo hacer pentukun.

Tengo, sin embargo, don de la palabra.

 

Yo soy Viviana Ayilef

Nací en Trelew

Sigo viva.

 

Esas son las líneas de mi corazón

aunque no tuve una abuela que me contara un relato.

 

© Viviana Ayilef

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