30/3/19
¿Hacia
dónde?
Ningún
nanómetro alcanzaría para cifrar la
distracción.
Árboles. La
caída de otro nido sobre la vereda. El fragmento
del nido
sobre una rama. La hija que fotografía el nido.
Un cuadro:
eso habrá de hacer, enmarcarse, enmarcarlo.
La madre
atrasa las escaleras. Se ha trepado y salta
hasta aquí: canta.
Canta una
melodía a su antojo. Me sigue me sigue,
la melodía
está en mis pies.
(Huyamos:
distraídas completamente saldremos
de ese
trazo).
Que venga
el tasador, que tase la distracción.
Sin
herramientas (dirá ) y el cielo es
celeste.
El cielo es
el techo, reclamo mi parte,
la parte
que tiraste, distraída no encuentro ni una sobra,
distraída
me alejo y me acerco. Es en la hamaca donde
se destina
el recorrido. No se agota, no se agota
ni más
ni menos
que vos en tu anemia, en tu ayuno.
© Susana Szwarc
Poema de Chary Gumeta
EN LA
FRONTERA. EL INFIERNO
Cavilante,
con las
manos sobre el rosto
ocupa una
silla en la estación de autobuses;
el
desamparo muerde temeroso a la soledad
y la mudez
acalla todo sonido del instante.
La Ciudad
de Tecún Umán la observa
como un
animalito extraño
que se ha
perdido en la maleza;
los
comerciantes con ojos titilantes
engullen su
juventud,
es difícil
pasar desapercibida
cuando eres
canche
en un
bosque de pieles humeantes
quemadas
por el sol.
Me acerco
despacio, con pasos lentos,
no quiero
asustarla;
me siento a
un lado de ella, junto a sus cosas,
las retira
y las pone debajo de sus pies.
hurgo en mi
bolsa y se me cae todo su contenido
amable me
ayuda a recoger
“Muchas
gracias, soy una bereca”
“No tenga
pena”
“¿De dónde
venís vos?”
“Vengo de
Cojutepeque, de El Salvador”
“¿A dónde
vas?”
“No sé,
salí de mi casa antier,
Un chero me
ayudo a huir de mi padrastro,
abusaba de
mí,
llegué a
San Salvador y fui a ver a mi tía
ella me
compro un pasaje
para viajar
hasta esta frontera;
como no
traigo papeles el Ticabus me bajó en “El Carmen”,
tenía la
esperanza de poder cruzar y subirme al tren,
no puedo
regresar, tal vez a Ciudad Guatemala
pero no
conozco a nadie.”
La mire con
agudeza
quería
saber si desnudaba con las palabras
la verdad
que se escondía en sus ojos,
es muy
joven, aún se atisban rasgos de niña
en su cara
pálida de virgen mancillada por el tiempo.
Su edad, no
le permite advertir los peligros de la aventura
mucho menos
ver el centellear de las cuencas lascivas y lumbrosas
de los
esbirros de Satanás que proliferan en esas tinieblas.
Escurro mi
vista sigilosa sobre el páramo adyacente
espero que
los cancerberos
ya no
tengan interés por la presa
y
sobrepasemos el quicio del riesgo
que nos
separa de la puerta.
Le digo que
me escuche atentamente
“estas en
peligro, a punto de ser arrojada
a un
infierno peor al que tenías en casa;
agarrá mi
bolsa y yo cargaré tu mochila,
te llevaré
a la Casa del Migrante
no voltiés,
solo caminá junto a mí”
Bajo una
tarde luminosa
salimos a
esa falsa ciudad
con rumbo
al refugio prometido;
atravesamos
no la Frontera
sino la
calle vestida de basura,
tiendas de
paca y cantinas,
donde la
lujuria camina desnuda
apoderándose
de cuerpos y de edades.
Llegamos a
su nuevo hogar
le hago
recomendaciones,
hablo de la
maldad de la gente
y de los
diablos que tienen infiernos lupanares
atestados
de niñas como ella.
La abrazo
efusiva
como si esa
patoja fuera mí familia,
empieza la
lluvia
¿qué putas
hago yo mojándome con esta tormenta?
Esas
tempestades jamás dejaran de caer.
© CHARY GUMETA
Poema de Marta Elena Guzmán
AGUJA DE
LUZ
Un agüero
de pájaros precede a la lluvia.
Un sollozo
se esconde tras la cruz de la noche.
La espera
se convierte
en una
máquina de hacer llorar.
La mujer de
tierra
aprieta los
dientes con nostalgia
y se
abandona a un olvido reparador.
El amor
cruza el mundo niño
sobre un
caballo azafrán.
Deja un
mensaje en el libro de los sueños.
La
escritura recluida
estalla un
fuego de tripas
se
desparrama en ceniza de huesos.
Él tiene
las alas silenciosas y los dedos azules.
Ella,
hundida en los ojos de lino del domingo
lo ve
pasar, aguja de luz
por la
calle memoriosa
hacia el
turbión humoso del crepúsculo
© Marta Elena Guzmán
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Poema de Marita Rodríguez-Cazaux
SUICIDIO
DEL ADIÓS
Arrugado
entre la
ropa,
Encogido,
más pequeño
que el
canto
de una
horquilla.
Supliciado
de andenes
y transbordos,
mareado de
calles,
de timbres,
de
zaguanes,
de
escolleras,
escaparse
de la vida
ha
decidido.
Y en el
zoko
de texturas
y colores,
se ahorcó
con la
cinta de un zapato,
en la
esquina triangular
de la
maleta.
© Marita Rodríguez-Cazaux
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Poema de Diego Bennett
Dasein (ser
ahí)
a Calu
Soledad
Ser un
hombre que cree como si fuera un niño
Ser ahí en
el océano del olvido un náufrago que nada sabiendo que no llega a destino
O tal vez
llegue a un sólo posible final
¿De qué me
sirve intentar explicar lo que me pasa
o lo que
nos pasa
si no tiene sentido entender?
Ser para
caer en el campo del veneno arremangarse las mangas del último intento.
Ahí y ahora.
Arrojarse
embarcarse
en la caravana del que nada tiene que decir.
Finitos
Vamos a
crispar a los que creen que lo manejan todo
Ser ahí en
ese preciso intento de ser
entre el
cielo y la tierra
entre la
noche y la madrugada.
Ser ahí
Para
escribir las únicas verdades que hace falta escuchar
Vivir.
Ahí es donde el tiempo se disfraza de mi.
© Diego Bennett
Poema de María Laura Coppié
Amarras
Ahora que
ya no nos sé muertos
asomo al
sol y armo mi balance:
de tus
manos me quedan tres astillas de sándalo,
un mapa con
indicaciones en letra redonda,
kilómetros
atragantados
y una
campera verde que abrazo como un náufrago.
Deshidratada
la emoción,
los pies
casi sumergidos casi raíz
y esa voz
que no se ahuyenta
con la
llamada del bote pesquero.
Se me
amigan los pájaros
carancheando
unos huesos de queso,
también
ellos equivocan el mensaje
de
semejante tenuidad.
Con todo lo
por decir
olvidé
contarte que buscando posibles puentes
guardaba en
el bolsillo
unos
caramelos de café de doble temperatura
-ésos que
nos acompañaban en los viajes-
y que éste
será el último poema de despedida.
Que tanto
extraño nuestros sabores en tour,
nuestro
sexo, nuestra risa
y todo lo
que tu boca
-tu boca
boca
trinchera y guerra
boca propia
mía de vos
portal y
abismo
invasión
regalo invasión
boca boceto
del después
boca al
borde
a la
frontera
al
alimento-
y a todo lo
que por hoy
no juntos
nos
mantiene desterrados.
© María Laura Coppié
Poema de Jorgelina Soulet
Te repito,
luz de mis ojos, que la cacería ha terminado.
Vuélvete a
donde están los tuyos.
R. Kipling
Cuando te
dije que era el fin
y elegiste
con destreza
mi libro
favorito
para
desmembrarlo
ante mis
ojos
fue
como si
hubiera visto
a Mowgli
rodar
barranca abajo
y morir
despedazado
por una jauría hambrienta.
© Jorgelina Soulet
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Poema de Inés Legarreta
Todavía
canta un grillo en el patio/ se olvidó de la noche y
la
humedad/
de los
caracoles entre las plantas y las flores
de los
malvones viejos/
se olvidó
de la amenaza de los hombres (oh ese chirrido
de
monstruo)
canta (ya
no escondido vaya saber dónde)
a plena luz
con tanta
fuerza como para despertar la conciencia de estar vivo.
¿Es esto posible?
© Inés Legarreta
Poema de Santiago Morinigo
RESURRECTO
I
Se persigue
lo ingrávido
el
insondable sentimiento palpitante
el fuego
arderoso crepitante
en
bucólicas noches de julio
Se presume
culpable
al pétalo
que roza la piel inadvertida
ese llano
capricho de lo etéreo
ese llanto
en llama que cae
y no
© Santiago Morinigo
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Poema de Celina Feuerstein
Poemas en
Nueva York
IV
¿ustedes
también escuchan el ruido de los pasos
cuando
cruzamos
el puente
de Brooklyn?
¿oyen la
marcha el retumbar
de los
zapatos sobre el cemento
golpeando
clap repicando
como
campanas?
marchamos
bajo el sol del mediodía
más ágiles
o más pesados suspendidos
en el
puente inmenso
parecemos
hormigas o soldaditos de plomo
tan
pequeños y suena
como un
ejército
¿escuchan?
cientos de
pies avanzan sobre el río
debe sonar
más fuerte el eco si miran como yo
el espacio
vacío abajo nuestro
se abre el
azul miren cómo brilla
el agua
y más
adentro más abajo al otro lado
del espejo
el fondo
la
oscuridad
¿pero qué
digo?
marchemos
escuchen
los pasos como una música y una danza
de nuestras
piernas ansiosas por transitar
el mundo
crucemos el
puente
ya no voy a
inclinar la cabeza
ni a mirar
para abajo
sigamos
sigamos
© Celina Feuerstein
Poema de Carmen Amato
Emilio
Fuego, sembrador de encuentros.
Como el
fuego se extendió tu obra
para fecundar de poesía la sierra y el desierto,
de tu encuentro brotaron mil encuentros
y de cada uno de ellos tormentas de poetas
llevaron por el mundo el gusto fresco
de la palabra hermana, hermano, comunidad, planeta.
A mi me germinó el deseo muy dentro
de llevar a mi casa el calor de tu tierra, la hospitalidad
sin máscara, la casa abierta, la cama blanda, la sopa
humeante
en la generosa mesa. El corazón abierto de la comunidad
atenta que escuchaba amorosa en la escuela y la plaza.
Luego tú, Emilio Fuego, fuiste un día hasta mi pueblo
al ritual de la esperanza, a regar la semilla
que llevé desde tu casa, tu palabra
habló esa noche de ciervos y de iguanas
tu presencia poética, tu naturaleza fantástica
se arraigó entre los que ya te conocían de cerca
y entre los que ese día en Ciudad Juárez vislumbraron tu
esencia.
Ahora quiero decirte con emotivo acento
que has sido un sembrador de encuentros mágicos,
entrañables, perennes, humanos, poéticos.
Dios te dé larga vida y grabe con flores frescas
tu nombre en la Huasteca y que nubes hermosas
y blancas continúen llevando poemas
desde Oaxaca al
mundo
y del
mundo hasta tu casa.
Emilio, tu nombre como el fuego ha encendido
y diseminado la poesía de las mujeres poetas
desde el País de las Nubes hasta la vía láctea.
Con cariño
y gratitud a ti, sembrador de encuentros.
© Carmen Amato
Poema de Aníbal Silvero
LA CIUDAD Y
EL POETA
Me mira la
ciudad inmensurable
con ojo de
titán
con puentes
como lanzas
con caminos
de rutas en las espalda
con su
sombra de noche, con sus máquinas
impregnando
de anhídrido mis venas
busca tal
vez hacerme más pequeño
impresionablemente
microscópico
cabeza de
alfiler liliputiense
ameba en
decadencia
atómico
rebelde en disyuntiva
parásito
retórico
minúsculo
mórbido analítico
sujeto en
extinción lenta y pausada
con
sonriente amargura me reprime
me aprieta,
me amilana
me tedia la
emoción, me amputa, me disocia
en una
rueda sin eje, en un molino
donde la
carne se mezcla en amasijo
Me mira el
orbe frío de neones
con ojo de
medusa duplicada
con su
clonación de especies en la plaza
con su
catedral sin santos
justo a mí
al poeta
diminuto
al poeta
chiquito
al mínimo hacedor
de la utopía
al
reaccionario del tiempo
al creyente
indeciso
al homo
animals
desde una
esquina tétrica y obscura
al borde de
un baldío por entre la cloaca ciudadana
me mira la
hediondez cosmopolita
con su iris
robótico y punzante
con su
vista de asfalto
con su
estrujante euforia
me devora
se ensaña
con mi acento proletario
con mi
cerebro loco y discursivo
con mi
corazón enfermo
con mi
desatenta marcha
No puede
entender
la gran
ciudad de frías marionetas
que un
poema camina en sus entrañas.
© Aníbal Silvero
Poema de Anna Pinotti
Y por el
otro
En claro
Los
espacios necesarios donde sostener el aliento
Sin agitar
de más
Primero lo
primero después
Lo otro
Siguiendo
los pasos sin perderse
De la
mayoría
Que ha
resuelto no pensar en los detalles
Me pareció
escuchar
Esa letra
que sabía a otra
Cada vez
más grave
Hasta el
cuello
Hasta las
manos quedaron pegadas
Del
contexto
Dadas las
pretensiones
Del menú
Propia
De una
estrategia
Al menos
hasta ahora no reconocida
Por el
ímpetu del escriba o
La incómoda
realidad de encontrar
Menos
Que más
Acordes a
los acordes
Acorde
A los
reclamos de la orquesta
Que
resisten las proezas al borde del escenario
Conectados
Al mismo
transformador y sin embargo
No es la
razón
Lo que
confiere seriedad y formalidad a la cuestión sino
El tono
Cuanto
menos más
Escuché
Y me detuve
ante la oferta la
Negociación
del mismo lado prometía
Una
consecutiva relación de hechos
Por
descarte
O
redistribución
Y dejé de
inmediato ese lugar por otro
Para otro
momento en otro
Estante el
estandarte tembló y yo de pié
Haciendo fuerza
Contrapeso
contra
Natura
Como
dios
Desde la
raíz hasta las uñas
Fue
creciendo esa habilidad para revelar
Por no
faltar a un acuerdo
De partes
Sólo lo
necesario
Para crear
un clima
Dijo lo
dicho ha pedido
Y no
volverá
A repetirlo
por éste medio o mitad
Insignificante
Fuera del
marco de moda de la moda
Actual
Y mañana
Dijo
Es una
decisión apresurada hablar
Dadas las
condiciones
Me retiro
de la escena sin crimen
Sin haber podido.
© Anna Pinotti
Etiquetas: Anna Pinotti