LOCA DE ARENA
Me admira ver como construye
castillos en la playa.
Parece no importarle saber
que todo muere. Igual, ventura
y desventura se modifican
según las circunstancias.
Alfarera en vigilia ella no ignora
que sólo modela su cacharro.
Caricia, la de la mano experta.
Ojos fijos sobre el conjunto piensa
que es propicio perseverar
a cambio de extraviarse. No hacerlo
indicaría confundir arcilla
con diamante. Por eso es
que me hechizo ante los dedos
de esa vieja que humedecen
arena para moldearla.
Arma con la yema a golpecitos
simulacro de torre. Los pies
casi en el agua y sus manos
pacientes; me pregunto
¿puede otra vez alzar el mito
si a veces tarda medio siglo
en sólo delinear su imagen?
Y algo más aún me asombra: sabe
-porque de la playa conoce
todos los secretos; ni siquiera
siente desencanto- que a la larga
la primera ola del verano
destruirá efímera
su construcción en una tarde.
© María Cristina Santiago
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