31/8/16
Espera
Acechábamos incrédulas
una señal un atisbo
en la noche serena.
Helaba.
Yo seguía la cinta de luz
en la cadena de automóviles
ella moderaba el sesgo desbocado
en las piruetas del cachorro
olfateaba como yo
oteaba el aire intenso
se cargaba de partos.
Yo tildaba las ramas
rapadas dos o tres hojitas
tardías
como pelos fatuos.
Auscultaba
por encima del árbol
y más alto aún
fuera del entorno deshilado
de las luces de neón
y un cierto resplandor nevaba
añicos copos
cristalizaron mi cuerpo.
Aterida,
palpó en la piedra
la paloma el tibio simulacro,
nidos de ceniza tocaron tierra.
No quedan dudas:
el invierno coagula entre nosotros.
© Marta Ortiz
Poema de Marta Cwielong
Se fue el día
en forma lenta.
Sólo me senté en la roca
El río murmulla.
No hace falta cerrar los ojos
todo tiene una misma letanía.
Siempre el agua en este codo
chocará contra la piedra
más gastada cada vez.
Una tarde olvidaré la senda
que me trae su quietud
a tanto desasosiego.
© Marta Cwielong
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Poema de Rubén Vedovaldi
PARA DECIR ALGO
no sirve para el arte
tener una idea del amor
sirve esa mordedura de tu falta en mi carne
no vale para el verso
tener una idea de la Libertad
vale lo que perdimos para ganar un poco
valen los hematomas más que un dibujo con alas
no la palabra muerte
no la idea o el tema de la muerte
la dentellada fría
la falta de alguien
tiene nombre
tiene rostro fantasma en mi memoria
no digo nada si digo
seis millones de judíos en la shoa
treinta mil el Proceso
si no me estoy muriendo aquí y ahora
si no se está muriendo mi hijo
o mi madre
si no atravieso la muerte en mi muerte
no digo nada
mejor dicho
nada que quiera decir
le hará sentir nada a nadie
si viene de mi mente y no de mi cuerpo
© Rubén Vedovaldi
Poema de Darío Oliva
Cuando muera
Cuando muera
no habrá otro interrogante que el silencio,
para este olvido que imagino.
Mirta Tosoroni
Cuando muera
mis ojos olerán
a húmeda tierra cosechada
por el viento y la sombra,
volverán mis pasos a la casa
que deshabitaron
los dolores de la infancia.
Interrogaré con mi boca vacía,
y, tras la puerta,
cerrará el olvido la silente
caja de mi sepultura.
No sabré si he sido un nombre
o el Poema que habitaba
el Hombre.-
© Darío Oliva
Poema de Javier Galarza
TUS ENVÍOS
Releo cada día las cartas que no nos escribimos.
Hoy sé que no podías leerme.
Que te hablaba siempre en otro idioma.
Sellos postales con la niebla de tus días.
¡Ande yo solo y perdido y sin tiempo para creerte!
© Javier Galarza
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Poema de Estela Barrenechea
Nosotros mismos
I
Me haces de nuevo al apretar mi mano
y volar con el viento de la idea
nuestro mar de deseos.
Mientras tanto solo son sueños, palabras.
En las aguas revueltas de nuestro tiempo
la osadía de pensar,
de convocar al arpa de la vida
(amor y pan caliente de la tierra)
son quereres a contramano.
© Estela Barrenechea
Poema de Miguel Ángel Ferreira
DUENDES
En la hondura de un pocillo de café
Las palabras del duende de cabellos canos
Garganta de cigarrillos y ojos avizores
De novelas de amantes
Esta mañana encontré la oportunidad
De un poema
Al rato un señor gesticulante y voz de actor
Se sienta a la mesa y convida con sus anécdotas
Esta mañana encontré en ese pocillo de café con duendes
La oportunidad del poema que contara algo
De esto en la ciudad en la mañana de sábado gris
Como en letra de tango.-
© Miguel Ángel Ferreira
27/8/16
Poema de Paulina Vinderman
El mundo se escribe en manuscrito,
dice el monje señalando mi cuaderno y se mueve
en la tiniebla como un bailarín, buscando
una lámpara.
No pregunta quién soy, no le importan
mis mapas pegados con scotch ni mi sonrisa mustia.
Me dará un té oscuro para la oscura fiebre
(¿cuánto tarda en curarse un corazón quemado)
y un mosquitero.
Dulce tafetán verde,
el cielo es una tajada de río que
sólo pone distancia a la comprensión.
Sólo entiendo
a la lluvia
cuando cae sobre el calor como una mano flaca,
como témpera sobre el papel, arrugándolo
todo en la vigilia.
Sólo entiendo
a la soledad
como un lenguaje que habla por su cuenta,
así mi piel enamorada una vez,
así la prehistoria de un sueño.
Caigo en el fondo de la noche y
se disuelve lo que escribo
(una vez me dijeron te quiero en el fondo
de un taxi).
¿Qué recordaré cuando regrese?
El chillido de los insectos.
La música irremediable del dolor.
La suavidad del
mosquitero,
la suavidad de las reglas de vida.
La vanidad oculta de mi lágrima.
© Paulina Vinderman
Poema de Osiris Mosquea
Tras el cristal
Detrás del cristal, todo se diluye, antagoniza y se hace
sombra: el parpadeo de los faroles en las calles, la lluvia que cae, la marca
de un transeúnte arrojada sobre el asfalto, los quietísimos momentos añiles y
casi nulos de unos ojos tras la ventana. Todo lo engullen las alcantarillas al
caer la lluvia, hasta la caricia niña que navega en algún cuerpo sembrando una
semilla.
Una neblina gris me asedia
detrás del cristal de la ventana
Un acre olor flota en los rincones de la casa
La piel de la cebolla
extrae su lengua y lame las paredes
que esconden malversadas palabras
las dichas, las no dichas
las horas derrotadas en el círculo de la alfombra
Un chubasco golpea en la esquina
el rancio escote de la calle
La luz se inclina sobre la oscura visión de un transeúnte
que remoja sus lágrimas con la lluvia
como si fueran las últimas
El reloj continúa dando las horas
sin importarle el chubasco,
la mirada indiscreta de la lámpara
o las transitadas calles de New York
Las alcantarillas engullen
los secretos de la noche
todo lo que abrazan en su vientre bajo la lluvia
y con fugaz resentimiento
el ojo del farol me espía.
© Osiris Mosquea
Poema de Sonia Rabinovich
¿Qué busca para atrás?
Hay otra vida
donde solamente le cortaban el flequillo
a la altura de su tristeza
y le tomaban la foto
en el umbral sepia
con nadie al lado.
Lo dobla prolijamente,
lo guarda en el estante más alto,
detrás de todo,
y no pretende buscarlo por la madrugada.
Ahora bien, ese silencio late.
© Sonia Rabinovich
Etiquetas: Sonia Rabinovich
Poema de Marina Centeno
INTROSPECCIÓN
Yo soy yo y mis circunstancias.
Alberto Batania
No sé cuántos "tequiero" se acumulan
hasta ser la prudencia del paisaje
donde tanto oropel se precipita
para hacerme la vida en confusiones
entre blanco-azul-verde-ciruela
donde pongo el ascua y la derrota
invirtiendo espinas de tragedia
porque debo doblar todos los bordes
y cruzar el violeta de la uva
al romper con las reglas de la trenza
debatiendo caballos de utopía
en mi vientre de hembra que caduca
por la falta de cactus en el monte
entre locas migrañas de quimera
compartiendo el agua y la inocencia
soy un golpe de furia en sus cabales
con los gatos y perros por testigo
calculando caricias en la tarde
(Ninguna mancha me cubre el espejismo
cuando dejo que el tiempo se acomode)
© Marina Centeno
Poema de Victoria Asís
Bitácora
Agenda incompleta mi corazón;
su nombre se ha borrado en esas hojas,
entre penumbras su voz atemperaba los silencios. . .
La aldaba de mi puerta preserva,
la blancura de sus manos.
Ella me contaba de su presencia en esas tardes
de sus heladas caricias quemando mi piel.
Su voz,
su aliento,
su risa.
Se han esfumado en la verticalidad
del tiempo. . .
© Victoria Asís
Poema de Silvia Gómez
Clandestina
Anestesiada en esta cabellera oscura
Que pinta mi falda de rojo
Y entrañas ingrávidas, estériles
Me desangro. Clandestina
Me ahogo en los rellanos oscuros
Intromisiones mortales segmentan de a poco
Y me parto. Evaporo
Me asfixian. Clandestina
Los gritos malolientes de esta ciudad sombría
Que esconde sus hartazgos más violentos
Y conducen esta noche
a otros desvelos
Que sujetan el cuerpo, mientras tanta agonía
Y enmudezco.
Silenciosa.
Clandestina.
Mi voz no existe aunque grite las palabras mas frias
Mientras se empaña la noche de pecados,
de roñas , de inmundicias
Y una hipocresía que se cuelga en las sotanas
Que a lo lejos bendice
los feligreses en misa.
Y yo muerta.
Silenciosamente
Clandestina
© Silvia Gómez
26/8/16
Poema de Diego Roel
Alfabeto
Compongo palabras nuevas para nombrar
un collar, una pulsera,
el último anillo del cielo.
Digo pez, madera, árbol,
describo un mundo sublunar.
Hablo del bendito vientre de las cosas.
Digo ángel, santo, salvador
© Diego Roel
Etiquetas: Diego Roel
Poema de Eugenia Cabral
LA NIÑA TIENE MIEDO DE SU PADRE
que está de espaldas a ella.
El padre anhelaría volver la cabeza
hacia el rostro
de los que susurran su destino.
La anciana separa los granos buenos
de los muy buenos
y deja los malos para la vecina.
El cielo se desplaza de derecha a izquierda
como un film tras una ventana de utilería;
al fondo del cielo se ven –disminuidos
por la perspectiva –los altos picos de los Andes.
© Eugenia Cabral
Texto de Edda Sartori
Planos
Michel Foucault, Las Meninas: ¿Vemos o nos ven?
¿Dónde estamos?
¿Fuera o dentro? ¿Somos él o
nosotros, apartando allá al fondo una cortina, seguramente próximos a entrar, o
salir quizá, en el titubeo de la media luz, prendidos al secreto de una imagen
no develada?
¿Cruzamos ese ojo múltiple entonces, incorporados como personajes oscilantes, al
gran cuarto abierto, a lo bello inconcluso, al espacio anochecido del Gran
Espejo? ¿No hay ya demasiadas figuras que refractan su color anochecido en el
doblez de la luz, representaciones ilusorias que el ojo a la vez fragmenta? ¿Y
ese hombre casi elíptico, en lo profundo
del cuarto, que remonta la noche del color en una levísima explosión de sol?
¿No es
el mismo personaje vestido de oscuro que se duplica en primer plano y
sosteniendo paleta y pincel, nos oberva, nos captura, nos libera? ¿Desde dónde
fluye la luz que nos entrama y absorbe en un
parpadeo de sombra huida de nosotros y a la vez recuperada? El enigma
pálido y púrpura nos ha atrapado. Somos ya lo inasible sumido en el espejo.
Ahí detrás de esa pasividad claroscura, silenciosa, un ajetreo
singular ocurre a nuestra vista: ese desplazamiento, imprevisto, de claros
movimientos, se ejerce en la vida superpuesta de presencias y reflejos, en
facetas, en revoloteos, azuzando la línea invisible de nuestro ojo pleno de
olvido e inhóspito de memoria.
El tiempo de la infanta transcurre en un desplazamiento
circular:
envuelve y devuelve
al ojo la mirada.
Mientras tanto los huecos sombríos del cuadro texturan nuestra visión que enrojece los planos,
infinitos, del espejo.
© Edda Sartori
Poema de Marcos Wertheimer
DANZA DEL POETA
Bendigo esta danza que me habita,
esta vida que me danza.
El cielo está abierto,
un gran ojo de porcelana
de cara a la eternidad.
Oh danza de poetas desnudos,
ritual de vientos cálidos del otoño.
Lágrima, manantial,
donde se refleja mi rostro de cristal.
¡Descansen sobre mí todas las tristezas!
Ya no tiembles, pequeño.
Ya no tiembles,
poeta.
Tiembla.
Tiembla hasta que tu temblor tenga el ritmo de la luz
o indomable se transforme en el vuelo de los cisnes,
en la carcajada de Dios.
Descansen sobre mí todos los fuegos
hasta que sólo el Sol resplandezca en esta piel
Descanso sobre mí
¡descanso y danzo!
hasta deshacerme
hasta renacer
en la canción que el silencio descubre.
© Marcos Wertheimer
Poema de Cecilia Glanzmann
PROFANANTE VANO
El hombre nace y anda, anda y profana,
profana para nacer y para la muerte,
y el hombre sigue andando.
Es el elegido y el miserable.
El hombre es el que llega con el universo nuevo y entero
-el agua canta y juega mientras fluye en llanto,
el agua siempre llora el universo entero-.
El hombre es el que llega con la posibilidad de abrir
/ la puerta con la llave justa
-el agua corre divertida y herrumbra el cerrojo
el hombre no logra abrir la puerta
todos lo miran
todos esperan
el agua tose las preguntas y sigue.
El hombre es el elegido y el miserable,
y se muere con el universo nuevo y entero
-el agua sabe y ríe
el agua ríe y sigue-.
© Cecilia Glanzmann
24/8/16
Poema de María Lyda Canoso
SIEMPRE NUNCA
Siempre nunca habrá un primer plano de chicos jugando a
construir un castillo
Mar con viento y la arena sal amarga tan a contraluz como la
maledicencia
Ella empieza el cuaderno azul intimidada por los debe y los
haberes
Encuentra en lo escrito razones para creer que se es feliz
¿alguien puede asegurarlo? no tanto ahora que lo abre para que salgan los
moluscos que se le incrustan cuando de noche el mar se mueve
Batido del agua motor oceánico a tres tiempos que no para de
latir
Corazón sobreactuado por quien le adjudica víscera al
milagro de la vida pero no
Los mecanismos del amor
pero no
Motor que bombea el agua que alisa las pisadas y borra
heridas del alma te imaginarás que no todas
ella se extiende y espera ola sin esperanza
Estuvo aquí exactamente
en esta arena otra en este mar otro que va y que va recuerdo de lejano infierno de playas
idénticas eneros cargados de aceite de coco y esas lonjitas de la piel
Por el temor de dios se bate el agua a punto de merengue
maquinaria incesante nunca jamás el mismo sol crece dos veces
La cuña del viento se clava y filtra zumbidos hipnóticos por
rendijas y grietas dactilares del caparazón soleado
pájaro que sangra
ojo que castiga
Miles de puñalcitos uno al lado del otro clavados con total
prolijidad
Así es el mar
guarda la memoria y deja que uno sea siempre
Atravesar macizos hormigonados y luego un pastizal al ras y
no encontrar las cavernas no no encontrar las cavernas de la infancia sí ver
olas desconocidas arena en disposiciones caprichosas y un cartel oxidado
cocacola -¿será idea mía, madre? -nadie puede contestar el hotel majestuoso enorme ahora se muestra
afantasmado la fiebre hace ver los corredores vacíos con puertas alineadas sin
falleba
El resplandor del resplandor del brillo del brillo pero no
© María Lyda Canoso
Poema de Paulina Juszko
Al
acecho en la sombra jugosa de la selva
el león
el leopardo
la serpiente
contemplan la milagrosa aparición:
reclinada negligentemente en su diván
impúdica y soñadora
dríade
de las nieves floreciendo en el trópico
amante
de la matanza y los grandes carnívoros
la Yadwiga de ojos claros
la novia de Rousseau.
Todo calla
pero nítidamente se oyen las gotas de sangre
cayendo una a una de las grandes mordeduras.
© Paulina
Juszko
Poema de David Sorbille
JOSÉ MARTÍ
Hombre
generoso de La Habana
de horizonte claro y justo
luchador
sin descanso
en las
trincheras de papel
viajero de
lunas
cuidador de
liras íntimas
ejemplo en
el tiempo
de los
sueños imposibles
adalid de
pueblos olvidados
sombra
imperecedera
a la que
evoco desde el alma
para
recitar a viva voz:
“con los
pobres de la tierra
quiero yo
mi suerte echar”
© David
Sorbille
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