28/2/19

Poema de Gabriel Chávez Casazola



La equivocación

Escucho girar la Tierra en el museo de Ripley
No el silencio de los astros, no.
No la música de las esferas.
Un ruido atronador, como de miles de voces lanzadas al viento
a una velocidad terrible, inconmensurable.
La verdadera voz del mundo, su quejido sinfónico.
No el susurro de Júpiter, el silbido de Marte. 
Nuestras gargantas
                 —polifonía de soledades—
atraviesan el Universo
y dicen
de la estupenda equivocación de Dios
al crearnos.

© Gabriel Chávez Casazola

Texto de Ana Lafferranderie





Por el pasillo la madre vuelve con la manta, hecha de lanas gruesas.  Aunque la hija disponga de un
arsenal de abrigo, siempre estará desnuda, vulnerable a ese peso.

© Ana Lafferranderie

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Poema de Analía Pinto



Escarba, escarba donde más se duela en tu corazón 
olga orozco


donde más se duela 
donde su nombre quedó incrustado 
donde la imagen se grabó 
y el verso es una sentencia de muerte 
cada palabra una lápida que lo llama 
y endechadoras lo lloran 
negras y escondidas

donde mi nombre perdió su especie 
para transformarse 
en la ávida bestia 
imposibilitada de todo olvido

© Analía Pinto

Poema de Daniel Arias



Dijeron agua y ella trajo el mar,
un mar sin tregua
con una isla cálida de arenas blancas.

Alguien insinuó aire y ella abrió el cielo
con una mirada de aliento infinito,
con las manos trazó el mar y el viento
y un ala de gaviota.

Nombramos tierra y ella dejó caer
la neblina de la distancia
los caminos provisorios y los opuestos.

Luego dijimos fuego y ella rodeó con cintas
un ocaso que no termina de caer,
tierra y fuego, un dolor en la medida.

Después nombramos pan y ella brilló al sol,
con una lengua extranjera nos enseñó el sosiego,
arrojamos tiempo y sol,
y nos cubrió los pies con su propio vestido.

Al despertar,
nos encontramos perdidos arrastrando la palabra,
en medio de la noche y entre hojas amarillas,
piedad, piedad….

© Daniel Arias

Poema de Darío Oliva



Lo decisivo

No existe     
        contradicción     
        o sinsentido     
        cuando se afirma         
                        que el silencio                  
                                   nombra                        
                                   lo decisivo.

© Darío Oliva

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Poema de Carmen Amato



Sarita Montiel

Aquí dejo mi huella
con mis pasos me voy.

Dolores Castro

Saratísima, te has ido.
Queda tu imagen bella,
tu voz de seda,
tus ojos majos
                                pintando el aire,
tus flores perfumadas
en el ojal de los amantes
                del último cuplé
                                de tus zapatos.
Te llevas todo
y todo al mismo tiempo
dejas
empeñado en tu voz:
“siempre viva” germinando.

Llevas tu relicario,
tu pasión, tu garbo,
llevas también mi adolescencia ,
en este “lunes abrileño”
cuando me entero Sara
que ya te has ido.

Te llevas tus pasos,
Maja, pero tu huella
                          dejas.
               
Saratísima,
para ti
     un ramito
              de violetas.

© Carmen Amato

Texto de Diego Bennett


  

Mar verde montaña

A Alvaro Ernesto Sierra Eljach

Da vueltas en mi pecho este mar verde montaña. Ya encontrará sus papelitos donde aterrizar. Sacaré de mi sombrero una cadera que me enseñe a bailar como se baila acá / como se vive en este verde montaña mar
Ya volará por este cielo esta poesía / esta montaña verde mar con verano infinito se quedará en mi por siempre como Alvaro Ernesto, ángel paisa, pisaré este cielo más de mil veces atravesado por tu verde música.

(I) Mar

Bálsamo cálido que me cuida del mal del mundo. Bebe de mi este mar de caminos el verso hamacándome en sus brazos obsecuentes, bucólicamente condescendientes, interesadamente inspiradores de próximos viajes a mis noches / a mis ráfagas de humildad / a mis oscuros rincones florecidos por tu ritmo suave.

A vos te hablo mar / a vos profesional seductor sin esfuerzo alguno / mar de mis recuerdos lejanos en frías versiones suculentas / oleaginosos sabores necochenses / mar volado y fuegos a tu amanecer. Hoy sos mar madre que me cuida con algas termitentes en la almohada
Mar sos la noche.

(II) Verde

Tu camino paisa
sigo tu camino
piso tu suelo
Vuelo tu paisaje de almendros
me atraganto con tu bandeja de pasado servida con patacones de dulce hervor libre canción arrastrada allá / bien allá. Donde el verde es la prueba de la vida de la muerte que te cubre de recuerdos en tus hojas, en tus verdes almanaques asesinos.
Tu camino verde paisa de los cielos
cactus con verdes matices / infinitas notas de incoloro lustre / manglar absurdo con calor agazapado en hamacas atribuladas sacudidas por el viento verde extremadamente verde en tu ciénaga
te camino verde y te piso
te sigo
te vuelo

(III) Montaña

Subo pero también bajo
porque allá está lo profundo de tu origen
de tu pueblo
está la gota de rocío congelada por el viento
tu ancestral legado aborigen
Montaña verde al mar
catapultada en una flecha de verdad te hundís en olas de calma
paz trabajada paso a paso soy tu cerro tu ladera y abismo garrafal.
Montaña de placer pica y pica la piedra la roca que tal vez fue meteorito / peñón catedral
La sal que me da de beber de tu cadera montaña verde
bailo a lo lejos y me quedo para siempre.


© Diego Bennett

Poema de Diego E. Suárez



ESTO NO ES LO QUE PARECE 

Semeja un juego,
por eso no te fíes
de las palabras.

Te conocen más
de lo que dicen.


© Diego E. Suárez

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Poema de Eduardo Alberto Planas



La niebla destruye 
la fragilidad de los sentidos. 
Sólo puedes oír, a lo lejos, 
el canto de los pájaros 
y pasos de hombres que vuelven.              

© Eduardo Alberto Planas

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Poema de Estela Porta



desnudarse
despojarse hasta el hueso
donde susurra el tiempo 

memoria de la hoja

© Estela Porta

Poema de Mónica Angelino




es mi sombra por calles de humo
quien te busca entre sílabas inconexas.

© Mónica Angelino

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Poema de Javier Saleh



“Algunos se miran los pies
como imposibilidad de ir”

SEVERA SCHWAB
Cavar en la falta

(Sublimación de la banquisa)

No es ésta nuestra última poesía 
aunque se prediga la huída 
de la propia ventana

se nota 
en las correas de transmisión
en la búsqueda absurda
de dientes perdidos
en la forzada igualdad 
de los testículos puestos a plomo
en los escombros que le siguen
a la soledad deshecha 

se nota en el obrerito 
comparando su sueldo
con el del señor ministro 

pero también
en los ojos pulidos de mirar 
las estadísticas de hambre macizo
con esa especie de romance policial
en los párpados cerrándose 

en un yo en estado de frontera
aferrándose a la almohada social
y en todo lo que se parece al mejor alumno 
en postura de abanderado 

se nota en aquel nosotros 
que dibuja esa bonita pared 
de la que del otro lado 
no se escucha cómo se fusilan
otras terceras personas del plural
y la vergüenza ajena.

Entonces por ahí 
sí, sea ésta 
nuestra última poesía 

sin embargo 
ahí están los peces  
fuera del agua 
dándose respiración boca a boca

sin embargo, la rodilla 
con que arrastramos el regreso 
se acumula con el resto de luz 
como toda soledad al unísono

después
después claro
vendrán las razones para escribir
si vienen
y quizá sí 
serán eternos los laureles
dos puntos:

las  pestañas no caen
pidiendo justicia

todo pez cree que el mar es una ideología.

© Javier Saleh

Poema de Laura Ponce





Tengo en mi oído
el eco del trino de un pájaro.

El eco de un trino
que se apaga
el cadáver de un pájaro
que se pudre

¿Qué más puede esperarse
del eco del trino de un pájaro?


© Laura Ponce

Poema de Leonor Mauvecin



EL MONTE 

Molles
algarrobos
chañares y talas
cactus  y jumes
verdolaga salada
jumecillo, jume blanco
vinagrillo
cachiyuyo
espinillo
quebracho  y  mistol.

Es  el monte
que ofrece, aleteos de pájaros
laberintos de luz
sobre la hierba fresca, estrellas que juegan
con mis pies descalzos.
A lo lejos, entre churquis
                         los cardales violetas.

Juego a ocultarme en el follaje
                         agreste y hechizada.
En esa plenitud
mi soledad, desnuda, se enriquece.

 © Leonor Mauvecin




Poema de Marina Centeno



VUELO DE PALABRAS

Te observo desde el lado ecuánime 
donde la muchedumbre es páramo 
la  castidad del beso dado a destiempo 
y el chirrear de las horas en la mansedumbre 
cuando suelto tu mano de mi mano 
y se llena de oscuridad cada segundo 
sin saber si mañana te encontraré de nuevo 
parado a la distancia                
lejano en la cercanía 
con el poema en la mirada 
y esa dulce voz que te acompaña 
cuando se abren tus alas 
e imitas el volar de los insectos


© Marina Centeno

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Poema de Liliana Majic



sueño

tempestad en sus manos
lecturas de su piel
arquitectura de su fémur
laberintos de palabras
lenguas de abrazo
anhelo sus sentidos
la magia
que toca
que sabe
me llama
inacabable
ruega por morder mi carne
              quiero
su sed despegó mi cuerpo
huí

no puedo dejar
la única vida que tengo


© Liliana Majic

27/2/19

Poema de María Ángeles Pérez López



 [Ombligo]

De su ombligo pequeño, la mujer
saca un hilo invisible y despiadado
con el que fabricarse una peluca.
Tira de él, lo devana en un carrete
y teje una melena amarillenta
para tapar su calva, su pesar,
su cráneo endurecido por la quimio.
Cada porción minúscula de pelo
equivale al total exactamente,
en un píxel de la hebra rectilínea
es completa la masa celular,
resume lo heredado y lo futuro,
el tiempo en su promesa y su baúl.

Por su ombligo pequeño, la mujer
se levanta sin lágrimas, pasea
por el pasillo blanco de hospital
y mira sin rencor y sin pestañas.
Después pinta con yodo su peluca
y sonríe despacio ante el espejo
con su hermosura intacta y sin dolencia.
El yodo trae el mar y las gaviotas;
su perfume es salitre y condición
de isótopo soluble, hospitalario
que acaricia la calva, cicatriz.

De su ombligo no nace ningún loto,
no hay belleza redonda o proporción
áurea que mida el mundo y a los hombres,
sino solo el trajín deshilachado
del útero manchado de pobreza
que alberga, como un cuerpo en otro cuerpo,
la condición fibrosa del tumor.
Pero ella no se queja ni lamenta,
pinta un pez de agua dulce entre su pelo
y lo peina despacio y entregada.

© María Ángeles Pérez López

Texto de Luis Luna





Cesar palabra. /Dejar de ser y ser /en el silencio /de la llama. /Allí darse a la luz.
Reescribirse

© Luis Luna

Poema de Valeria Pariso





Ana tiene
un tatuaje sobre el hombro
por donde le sale una frontera.

El dibujo de un círculo de araña
recuerda la leyenda de Samimbi.

Por Samimbi fue creado el ñandutí.

La batalla era otra y sin embargo,
una tela de araña,
tejida a mano,
es un conjuro contra la desesperación.

Así lo aseguran las mujeres que saben.

Ana lleva tatuado
en su hombro izquierdo
un círculo de encaje de hilo finísimo.

La rama queda lejos.
El amor queda lejos.

Pero el viento
mueve las velas de las catedrales.

Y Ana no es mujer de poca fe.

© Valeria Pariso

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Poema de Mariana Finochietto





Separé
el pasto malo
de las hierbas buenas.
Até con lazos azules,
en manojos
las hebras verdes perfumadas
para sembrar jardines
en la casa,
y en fueguitos de sal
quemé
la dulce rabia de no aromar.

Y me tendí a dormir.

En sueños mansos
supe
que el verdor
crecerá sobre la tierra
libre de mí
y de todos los pecados.


© Mariana Finochietto

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Poema de Marizel Estonllo





Pausa 

Entre la inmanencia y la trascendencia:
la gran metáfora humana,
esa pausa abierta en el suspenso de la travesía.

Nos apoyamos en los símbolos,
nos rodeamos de imágenes
y soportamos el diario coloquio de lo cotidiano
en el escenario donde espía el más allá.

Cuerpos, fantasmas , sueños , recuerdos ...
Convivimos entre una y otra vida,
entre una y otra forma,
entre una y otra situación,
en el frágil albergue del momento,

en esa pausa donde late lo infinito.


© Marizel Estonllo

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Poema de Miguel Ángel Córdoba



Nunca escribo para mi  
pero estos versos me poseen  
Soy la absurda obsesión   
de mis palabras  
Solo el poema me conoce   
Sabe que soy su ínfimo lector   
de este lado de la luz

© Miguel Ángel Córdoba

Prosa de Mirta Venezia



Berthe, la hija de madame Bovary 

          Un animal socava el entrecejo de la noche. Gota de rocío verde sobre la verde hoja. El bosque en diafonía, el bosque, pubis inmaculado frío como mármol de Carrara. Un cuerpo de mujer evanescente, esperando  la llegada del hombre. Mujer arrebujada sobre la mecedora. Lámpara baja.
           El hombre que sería mi padre, sabe que tu vientre plano se  abre en dos como el Mar Rojo, casi una orquídea recién preñada. El hombre que sería mi padre disfruta el armiño de tu piel esplendorosa. Unos senos pequeños, desafiantes manzanas de nácar. Ojos fijos, nerudianos, mirando el techo cielorraso.
            Es difícil recordar el sonido de tu voz, madre, acuñando mi nombre –Berthe, Berthe-. Casi no registrabas mi existencia, envuelta en el confuso hervor de tus pasiones. Los cuartos contiguos deshabitados, salvo uno, enorme, grabado en mis pupilas. Me costaba descifrar esa vaga ceremonia de imágenes borrosas, absurdas. Tan lejana del amor. Visiones de humo espiadas a través de una abertura  oblicua. Barcarola de gemidos saturados de vapor oscuro.
            No puedo olvidar  la belleza innata, joya rodinada tu cuerpo a contraluz. Los puntos filigrana del velador, comprado a monsieur Lherheux. No puedo olvidar el aliento de  tu fastidio, el lujo refinado, la aplastante realidad, los frascos de pastillas. Ojos fijos, nerudianos, mirando el techo cielorraso. Modelo vivo de “El taller del pintor”, apetecible y carnosa. Un frasco de arsénico, Homais el boticario. Mientras  ¡Emma, Emma !  gira al diapasón de su desdicha.



Notas al pie
                       En telecomunicaciones, entre dos circuitos existe diafonía, cuando parte de las señales presentes en uno de ellos, considerado perturbador, aparece en el otro, considerado perturbado.
                        Madame Bovary es una novela escrita por Gustave Flaubert. Se publicó por entregas en La Revue de Paris desde el 1 de octubre de 1856 hasta el 15 de diciembre del mismo año; y en forma de libro, en 1857. 
             “El taller del pintor”, obra de Gustave Courbet fundador y máximo representante del realismo, comprometido activista republicano, cercano al socialismo revolucionario. 
             Homais: farmacéutico en Yonville. Es el indirecto responsable del suicidio de Emma, pues ella toma el veneno del "laboratorio" del boticario. Homais paradójicamente, es quien siempre da las ideas que llevan a Emma a los brazos de sus amantes.
             Lhereux: comerciante del pueblo. Un miserable pillo, embaucador y delincuente, responsable indirecto de la muerte de Emma, pues él la enredó en varios pagarés por los que ella finalmente no pudo responder.

© Mirta Venezia

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Poema de Mónica Aramendi



Paradoja de los mares.
Voces sin mutaciones
de rompientes y chasquidos.
Voces de dos
y dos somos la misma.
La misma que se mira
en el temor de la otra
y revisa en su equipaje
no haberla olvidado.

© Mónica Aramendi

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Poema de Mónica Palla/Daniel Marino



llora el naciente para mojar la tierra,
para ablandar la tierra para el próximo parto.

hogar del hombre, intemperie, abrazo.

llora la madre lágrimas blancas, rojas hormonas nutricias.
llora el naciente leche de madre, seminal llanto.

la tierra muta tierra; el desierto, vida; el barro, humano.


© Mónica Palla/Daniel Marino

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