16/8/25

Poema de Gabriel Crespo

 


Perros

 

No escribo para ser yo

quien libere sus perros tristes

angustias animales que lo pueblan,

ni para enumerar a sus viejos enemigos

o provocar incendios.

 

No escribo para inventariar duelos.

Siempre fui nocturno peón

y en los tableros vivo

buscando la claridad amada.

 

Si escribo es porque

ese que yo no soy

ladra con mis manos,

sacude su cuerpo

ensuciando las paredes

                     de mi casa,

gira sobre sí mismo

              hasta morderse.

 

© Gabriel Crespo

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Poema de Néstor Alonso

 

Se persigna

y se demora aún en lo ancestral

de exorcizar las sombras

quien busca encuentra

lo inflexible del ocultamiento

 en lo inhallable bajo toda luz

y por su ausencia en todos los espejos.

 

© Néstor Alonso

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Poema de Alejandra Boero Serra

 


MEZES

 

Me acerco a la mesa.

Veo los platos en ronda.

Recuerdo tus manos, madre.

Huelo las especias,

selecciono las hebras de té.

Espero.

Los dedos se rozan,

se tiñen del color de las granadas.

Untamos, con cada bocado,

los trozos de pan.

Cierro los ojos,

rezo.

Tu historia, madre,

los rostros de nuestra voracidad.

 

© Alejandra Boero Serra

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Poema de Diego Roel

 


GRIETA DEL TIEMPO 

 

Pero, ¿cómo vivíamos aquí,

en esta casa carcomida por el salitre de las olas,

en este suelo donde lo perdido

repite su nombre y se repliega?

 

¿Cómo podíamos vivir aquí?

 

Ahora sobre mi cara desova el tiempo:

mi vida se desgarra, pierde peso y consistencia.

 

El país es un animal que ya no encuentra su alimento.

 

¿Cómo podíamos vivir aquí?

 

© Diego Roel

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Poema de Andrea Farchetto

 


Y yo elegí

el aire

porque me deja

hacer fuego

y arder

 

© Andrea Farchetto

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15/8/25

Poema de Ohuanta Salazar

 

 

Mis padres teros

 

Mi abuelo me mostró unos teros

gritando, atacando embravecidos,

muy lejos de su nido.

Son padres raros, pero

no es que no quieran a sus hijos, me explica

es su instinto defender otro lugar,

confundir al peligro.

Mis padres se levantan temprano

trabajan todo el día y vuelven

por la noche, sin ganas

de ser mis padres ni saber

que pido ayuda en matemática.

También quieren a otros niños

que necesitan comida, ropa y envían

sus cartitas con dibujos y mis padres

dicen ¡Qué lindo! ¡Qué hermoso!

nunca como a mí:

¡Qué mal te salió! ¡Hacelo otra vez!

Mis padres, igual que los teros,

defienden niños,

lejos, lejos de mí.

 

© Ohuanta Salazar

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Texto de Karina Lerman

 


Veo al cuerpo relamer un poco de tierra ámbar y el arco de la luz: una llamarada casi intacta. La muda sustancia en los suburbios. No habías perdido, dije, tampoco la ilación de ser yo vos nosotros; sobre la palma de la mano la epopeya de la vida. Como si corresponder con el tacto a la propia voz fuera acaso invocarse: santa mujer de piel vencida en la tarde por instinto.

 

© Karina Lerman

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Poema de Leonardo Pez

 

Continuado

 

No bebí ni fumé anoche

y pago el precio

Al ritmo de una paja

“apoyadita”, diría un amigo

 

Me divierte

 

Leo lo que cuentan

ancianos que fueron

músicos de rock:

se empiezan a morir

 

Me asombra

Me entristece

 

El ventilador

empuja estas palabras

por si encajan

en lo que debo pronunciar

 

Los últimos días

requieren actos,

decisiones,

matar el aburrimiento

 

Me enoja

Me encanta

 

Estoy perdiendo imagen

a mi lado, va y viene mi mente

entripcartonea poesía

da vida real a los muertos

 

Me gusta

Me importa

 

Segrego clorofila sucia,

me desplazo sobre la cama

Creo que he cumplido,

si es que esperaban algo de mí

 

© Leonardo Pez


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Poema de Edda Sartori

 


ESE PEZ HUYENDO ROJO                                                

 

bella mole transparente

ciega resplandece

en fuga

gravísima ondina

intenta ser esa bestia

memoriosa

                     se inicia rojo

                     en agonía

 

ahora tensa deshace

su gorda nervadura y

estalla luz en

sus torsiones

ahora la líquida aleta

va devora imanta el vaivén del

inhóspito

 

ahí granate hilo morado

como pájaro

como nave

ahí apasionada astucia

milimetra su envión

mamario

                          su  boscaje oro

 

ahí la bárbara de

envolturas invisibles 

 

             quién la llama

 

             quién la aborda

 

             quién atroz junta despampanantes

             sus despojos

 

quién remonta abre

lenta púrpura

el ala que

enmudecida voraz

cubre su

último temblor

                                    en la hondura coda

                                    del océano

 

ah el cuerno de caza

amorata el sonido

 

ah  cuánto oscuro

me enronquece

 

ah el goce

mutante de

ese pez huyendo rojo

 

(Poema dedicado a los 44 marinos del ARA San Juan, 15 de noviembre de 2017)

 

© Edda Sartori

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Poema de David Sorbille

  


                 Al film “Zorba el griego”

                 de Michael Cacoyannis

 

                   A Juan Montenero

 

Cuando se nombra el Sirtaki

todos nos acordamos de Anthony Quinn

bailando en las playas de Creta

mientras un escritor lo mira

desde su rigidez quebrada

por los sentimientos sonoros

un clamor que destila ternura

hasta la última gota

vital espejo de los hombres

en donde “lo viejo no termina de morir

y lo nuevo no acaba de nacer”

dijo tu admirado Gramsci

y Zorba sigue bailando

siempre a tu lado.

 

© David Sorbille

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Poema de Daniel Arias

 


Del otro lado del mar

uno puede deslizarse en un glaciar,

extraviarse en una biblioteca,

aferrarse al exacto reloj y viajar

por sueños antiguos y cenar pan,

en un refugio de montaña

sacar dolores de la conversación

o entrar al atrio de las trincheras

y jurar con una mano alzada,

recoger fragmentos de campanas

en silenciosas alamedas,

abrir el sextante al campo del cielo

y entrar al sueño de los decapitados.

 

En algún lugar al norte

la tierra es arada con lluvias de acero,

las piernas y las alas se aturden bendecidas

por esqueletos de arco iris, los perros

mecánicos ladran en nuevas lenguas

y la charla nocturna asoma en umbrales

y nadie sabrá pronunciar tu nombre.

 

En ese lugar las manos se acuestan

entre la vida y el sueño, el deseo y las ideas,

como una piedra musical que canta

en un río de lágrimas

una canción de polvo y herrumbre

que nadie quiere escuchar.

 

© Daniel Arias

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14/8/25

Texto de Daniel Gayoso

 

CANCIÓN

Si no la voz escrita, su carnal metonimia. Ese fruto codicio. Robar la luna grave con que abres o cierras; y que calles y ruegues en silencio. Para después cederla, sólo porque alumbres mi vuelta a salvo. Mira: hemos sido buenos. Aguárdame en tu silla la próxima -y no es sarcasmo. La tentación es, de caer como una jarra frágil y preciosa. Caer afablemente, inclinándose más, un poco más aún. Que tales cosas son la desmesura.

Habrá niebla a mi vuelta, niebla azul que el viento disperse. Al fin, lo sabes, él nos llevará.

 

© Daniel Gayoso

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Poema de Sylvia Cirilho

 


NOCTURNA

 

Con la memoria de los jazmines y el ruido

de la noche,

tu mirada se mueve

videotape. Diseña el goce.

 

Esa música es

el alma de tus ojos, habibe

y los silencios los secretos

que desde el fondo suben

 

al punto de llorarte acuática.

 

Al mirar la Luna se sabe

qué ha sido y qué nos falta,

 

se piensa en que ella dibuja

cuerpos y tormentas,

lava fría volcán / humedad/

el amor

 

Tu mirada se enciende bajo el brillante techo del agua que atraviesa los poros, tus dedos,

 

los huesos largos,

el resplandor del cielo:

 

tu sexo.

 

© Sylvia Cirilho

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Poema de Cecilia Galeano

 


NACIDO

 

Donar el cuerpo

a la luz diurna        y a la boca del lobo

y en lo que asoma

                       selva   fruto   o rebelión

un  pequeño paraíso cae

 

se nos cae

 

en lo solo

               que permanece solo

 

en lo que existe: una rabiosa voluntad

y en lo que no,

nace el principio

      selva  fruto  rebelión

 

© Cecilia Galeano

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Poema de Gabriela Peirano

 


No claudiques

 

No claudiques mujer, aunque te sientas

acorralada y perdida entre tus sombras.

No claudiques,  ni aun cuando tormentas

devasten tu interior, y queden rotas

las vallas del valor y la conciencia.

 

No claudiques mujer,  y pide ayuda.

No te avergüences por mostrarte débil,

 porque sumando las fuerzas de otras manos

unidas cual un lazo que se anuda,

tu sacrificio ya no será estéril.

 

© Gabriela Peirano

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