Un ánimo concreto habita
la casa por un año abandonada
las fotos en sus marcos como flores de sal,
el alma suspendida, suponiendo.
Los álamos afuera cortajean el cielo
siguen su charla homófona
el vaivén de olas lentas
que los atolondrados leen como una negación.
Le pregunta a ese hombre que recoge unas ramas
y camina hasta el bar que abre apenas tres horas
porque ya no hay turistas.
Los pocos que quedamos sentimos la mirada cómplice,
un poco sobreactuada, del esfuerzo común.
Es otra temporada que arroja sus recuerdos
como restos de vida que las olas traen del fondo del mar.
Otra vez olvidar y prepararse.
Ya no hay olor a frito ni bocinas,
no hay chicas de la mano, parejas
discutiendo, pibes ensimismados en un plan.
Pasando una hondonada está la ventanita que chispea,
unos perros lo encuentran,
lo incluyen en el susto y en cuanto lo rodean
le dan a conocer unos dientes blanquísimos,
pero mueven la cola, sólo juegan con él.
Ella hubiese querido estar acá, volver a verlos.
Son sus perros –los de ella- y ya no lo recuerdan.
Ahora espera en la cresta de la duna finita
decidiendo si entrar -al fin de un corredor
de materiales el sol tensa unos hilos
y se pierde otra vez en el mar-.
© Mario Nosotti
Etiquetas: Mario Nosotti