27/4/19

Poema de Hugo Francisco Rivella



ESCONDITE

 En el ojo se esconde la fragua donde el acero fue una llama líquida,
la espada con la que el samurái abrió su corazón.
En el mar hay un abismo con barcos y galeones, con mástiles de sombra,
monedas acuñadas en las minas de Potosí,
huesos de golondrinas, crucifijos,
el libro de poemas que Percy Shelley musitaba entre dientes.
En la furia  un demonio indescifrable me posee.
La tecleo desgastado, con la boca en un rictus enfermo, enceguecido.
Me pesa el alma como un agua de hierro.
En el adiós se oculta la tristeza, el gesto cayendo malherido,
la partida del muerto en un carruaje negro.
En la sombra se esconde el perseguido.

Jhon Berger me susurra que el deseo es el escondite de los amantes.

© Hugo Francisco Rivella

Poema de Teresa Gómez


    


   GLENN

Glenn, importado alguna vez
de Surinami
atraviesa la puerta y sale a la intemperie
acaso feliz de la vereda.
Va empujando la silla
vacía de pasajero,
sin discapacidad alguna transportada.
Cuando sonríe
parece que lo hiciera
con toda la dimensión de su negrura,
con su calva coronada
por los grises encanecidos de su alma.
Luego, al sol cansino
de una mañana tibia
se acomoda
 en el hueco vacío de esa silla
que sólo estaba destinada a su nostalgia.
Saluda mostrando como propio
un rubio idioma holandés,
y entonces me pregunto
quién fue su ancestro,
de qué playa llegó,
cuál fue su tiempo…
Y en un tonto mezclar de la memoria
se me hace imaginarlo
en la clásica foto de migrante,
con su valija de cartón
y toda su esperanza
empuñada al costado de su miedo.
Pero es inútil. Fatiga mis oídos
un ruido de cadenas que me dice
que cuando Glenn recuesta
su tierna oscuridad sobre las sábanas,
aún pasados los siglos todavía 
la vieja esclavitud duerme en su almohada.

© Teresa Gómez

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Poema de Sandra Gudiño



Música disco

                   I

Reproducen el movimiento
esfera de espejos
las luces         aúllan en manada
ella observa
piensa la posible lógica
origen del desplazamiento
analiza repeticiones
                               especula
incandescencia disco
el calor sube

un tipo tirado en el río
es solo una imagen
de la que se desentienden

metros cúbicos de noche
mantienen despiertos pies y
manos
que cada uno beba
del amor que le hace falta.

© Sandra Gudiño

Poema de Reynaldo Farías



EL LIMONERO VECINO 

La mañana dejó sus lágrimas 
sobre un gredal mustio 
de imprevistos. 
No alcanzó la lluvia a contener 
el fuego de su estirpe 
de savia y nervadura. 
Sobre la hierba mansa 
su osamenta viste de silencio 
el grito desesperado de la muerte 
y un rumor de gorriones 
acompaña el luto desde la plaza. 
Hoy se instaló en el recuerdo
la generosa mirada frutal de su universo 
y el simétrico mandala de su pulpa. 
La raíz vencida en el viento 
Las ramas mutiladas de invierno 
último gesto digno en su follaje.


© Reynaldo Farías

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Texto de María Malusardi





nadie me vio caer dijeron a coro y recorrieron con intensa ceguera el derrame de mi aptitud


© María Malusardi

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Poema de Inés Legarreta


¿Te hice mal? ¿Cuándo empezó ese mal?

No es de ayer ni de anteayer. 
En medio del amor había 
ahora lo sé 
rabia sin espuma en la boca 
desdén 
nos mirábamos a veces 
igual que enemigos 
y lo éramos 
ahora lo sé 
y también fuimos aliados 
en la guerra 
para asaltar los muros del castillo, el lado oscuro de nosotros y hacerlo 
estallar 
en mil pedazos 
porque también hubo 
mil pedazos de amor 
andan todavía por el aire 
sin haber tocado la tierra 
y es ahí 
en donde 
dura 
algo parecido a una sonrisa.


© Inés Legarreta

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Poema de Felipa Castro



Ollita de barro

Cucharita i’ palo,
ollita de barro,
ardiendo el fueguero
con leñitas secas.

Allí está mi madre
de cabellos negros,
humeando su vida
y la vida mía.

Mientras la ollita
zapatea al fuego,
la cuchara i’palo
zarandea sola.

Al tiempo que cocina
va soñando sueños,
inscribiendo historias,
silencios de mi pueblo.

© Felipa Castro

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Poema de Elena Eyheremendy


 


HAY UN DIAMANTE OSCURO 

Hay un diamante oscuro en la sombra del día
¿Cómo podré captar su misterio persuasivo
y cómo preservarlo luego
para un siempre Niño, siempre Poeta?

Hoy me es casi imposible
cerrar esta ventana, cuando la voz resiste.
Renovemos el día y la tiniebla, Amigos,
al costado del Poeta iluminado:

En el Poema nacido en la curva del espanto
pero fiel a sí mismo,
la voz que nos persiste y nos resiste
nos pone entre los labios una Corola Azul:

Sólo ella sabe atisbar en lo secreto
como Animal que asoma su inédito hocico
para olfatear aquello
que sólo exhala su Perfume entre líneas.

© Elena Eyheremendy

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Poema de Carlos Carbone



A BERTA CACERES
(HONDURAS 1973/2016)

La poesía no le canta a los torturadores
La poesía solo le canta a la vida
A las heridas
A los que luchan por cambiarlo todo.

Pongo de pie el poema
Para nombrarte BERTA CACERES
Para seguir luchando
                Por los derechos de LOS LENCAS
Para que el agua de este rio
Calme la sed de nuestros pueblos
Alzo las manos para abrazarte
Enorme mujer.
Para ser uno más en la fila
De los que vienen llegando.
PARA NO OLVIDAR!
PARA NO PERDONAR!
PARA VENCER!
PARA SEGUIR CANTANDO!

© Carlos N. Carbone

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Poema de Belkys Sorbellini



ANDAR LAS CALLES

Oteo el subconsciente de una masa
singularmente compacta.
Me encuentro desolada
nadie detiene sus pasos
y extiende al menos la mirada.

A veces el silencio, no mirar, no saludar
no sentir que el otro no está no basta
porque el otro sí está.

Allí, debajo de la altura de mis ojos
entre cientos de pies presurosos
hacia el banco, tribunales, trámites…

Acaso no mirar sea un engaño
un intento de negación
de no saber.
Pero es sólo eso
un engaño.

Uno puede andar las calles sin sentir
pero finalmente la verdad se devela.

Y las manos extendidas siguen allí
esperando sólo un gesto
una mínima expresión
una mirada, una sonrisa
algo.

Algo que demuestre un rasgo de humanidad
porque las manos extendidas siguen allí.

© Belkys Sorbellini

Poema de Bibi Albert




LEONA RUGE

Leona ruge tan fuerte
que hace temblar al sol.
Dice, a quien la entienda: -Noooo se te ocurra.
Leona se pavonea
como si tuviera cola de abanico,
camina para acá, camina para allá.
Leona pone cara de gatita.
Leona se hace un traje de hojas, se camufla.
Leona empolla,
para convencer de gallinez al enemigo.
Leona se fabrica un cuchillo de espinas.
Leona
es su propia cueva.
Es su noche.
Es el infierno que inventa para asar
al que se cruce con malas intenciones,
y escupirlo.

Pero más le gusta comer crudo
y qué mejor que carne de peligro
viva, aullando todavía.

© Bibi Albert

Poema de Alicia Salinas





Elegía nocturna 

II

Pero es mezquina la noche. En un punto 
el manto que cubre e iguala las terrazas 
se deshila. Desnudo, el paisaje de los techos 
clausura la zozobra. 
No hay secreto ni duda, tampoco 
entonces esperanza. 

Luz insensata, indiscreta, asertiva,  
ilustra la falta propia y la abundancia 
ajena de las torres y las cúpulas. 
Ya ni el resentimiento acude: 
es el momento de la retirada. 

Extenuar en ceremonia el último cigarro, 
y a cada cosa presente o ida 
darle en cuentagotas una dosis de olvido 
como quien alimenta en secreto a un fantasma 
o a un ángel.

© Alicia Salinas

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26/4/19

Poema de Gabriel Chávez Casazola




La felicidad

Y acaso a veces
o casi siempre
la felicidad sea solo un arrebato:

un rapto

algo así como
la velocidad en un descapotable
o la sensación de la velocidad en un descapotable
o la maravillosa sensación de escuchar Chicago a toda mecha en un descapotable
que recorre un camino bordeado de sembríos verde y oro.

Sí, eso.

La cuestión es escuchar Chicago —o Pachelbel u ópera—
 y pensar que estamos corriendo por una carretera
larga y libre
muy larga y muy libre
y que somos ese descapotable
celeste y oro
que jamás tendremos.

Algo así.


© Gabriel Chávez Casazola

Poema de Silvia Castro





Timón 

VI 

la vista se pierde en el mar

a babor
el ojo sano

a estribor
la oscuridad

a babor
lo vivido

a estribor
lo que queda por vivir

un carajo

el castigo
por lo visto
es el presente


© Silvia Castro

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Texto de Marisa Negri



Aprendí a tejer cuando supe que venía mi primera hija y decidí hacer el ajuar. La hebra rosada de la sangre se ovillaba en la espera.

Cada mañana crecía mi vientre como una baya misteriosa.

Con una hebra negra cosí dos piedras en el ruedo de la manta, sombras que alumbran sobre la cuna los espíritus de la noche.

© Marisa Negri

Poema de Gabriela Yocco





mirá como es una caja de agua este día
una caja gris que se llueve y se llueve sobre sí misma
nosotros adentro nos abrigamos de cartón y de sombras
y somos a veces menos que nuestros cuerpos
un poco más que este instante en la lluvia 

pongamos las plantas al amparo de la gota insistente y pongamos
el verde entre los ojos
para recordar cuánto de brote aún nos guarda la mirada y expulsar así
todos los demonios
esos que dicen ausencia y dicen madera dura entre los dientes
justo cuando la lluvia y el domingo coinciden en su tristeza poderosa 

mirá como el día es una caja de agua /consistencia leve y papel
y se deshace con la constancia de los minutos del tiempo 

no dejemos amor de mirar el día
hasta lo más profundo de su lenguaje secreto
cuando parece decir agua o lluvia o el domingo y
sin embargo dice
por favor dice no me dejes
no dejes nunca de pronunciar mi nombre como
si yo fuera la lluvia el agua y el domingo
y te hablara

© Gabriela Yocco

Poema de Darío Oliva



Contingencia

¿Acaso piensa la hormiga 
cruzar el río 
y llegar a la orilla?

Abandona 
la idea de ahogo.

No concibe, 
ni por asomo, 
que sea plausible 
esa contingencia;

y se hunde 
en el agua 
como otra gota de lluvia.


© Darío Oliva

Poema de Celina Feuerstein



quizás te encuentre alguna vez
cruzando una calle o saliendo o entrando
en algún cine teatro librería
museo o parque
supermercado
y gire tu cuerpo y se estire tu espalda
y tu boca haga el gesto de las bocas
al hablar                                                                                                                                                                                                                                                    
quizás salten tus ojos y tu piel se erice
y muevas tus pies y tus manos
quizás
si eso ocurre en una plaza
haya rosas o malvones
lapachos amarillos o flores
del jacarandá

o cuadros y esculturas o muestras
de arte músicos poetas
libros y revistas frutas verduras
latas y congelados

quizás te encuentre y no me veas
o no te vea yo y entonces
nunca sabré
que estábamos ahí aquel día
o un poco antes
o después 


© Celina Feuerstein

Texto de Claudio Portiglia





Se repite un momento cada noche / ante el umbral del sueño / en que todas las cosas que en el día creímos importantes / parecen disolverse / y una única imagen se apodera / de nuestra intimidad / nos entibia la almohada / y nos lleva a un extraño territorio / donde todo es posible / hasta pensar que es dios quien nos visita  / porque nada hay más vivo que los sueños / más bello ni  más cierto /

Bueno / esa imagen en mí tiene tus formas / me duermo con las íes de tu nombre jugando entre mis labios / te acomodo el flequillo / y me dejo llevar hasta que el alba me regale otro día

© Claudio Portiglia

Poema de Beatriz Puertas



el pasado

hoy sufro de tendones regresivos
doblados de recuerdos
mis nudosos dedos
a lo que ya pasó
mi esqueleto quisiera
abandonar el laberinto
que me lleva de vuelta hacia el origen
llora mi desazón contra las cuerdas
una niña se quedó
enceguecida por los rayos del sol
quisiera tomarla de la mano
y andar hacia el futuro
aunque quede tan poco
atrás de los arpegios de los años
yo te espero.

© Beatriz Puertas

Poema de Beatriz Arias





Con las venas abiertas al milagro
regreso al jazmín y lo denuncio
por su efímero canto de belleza.
Y le digo
que hay una niña muerta
entre sus hojas,
que alguna vez jugó
con los diamantes del cielo
y el fugaz paseo de las mariposas.
La juventud herida de muerte
me baño las cansadas rodillas.
Perdí el sol,
entonces como un pájaro extraviado
anochecí.


© Beatriz Arias

Poema de Amelia Prieto



Sombra

Mariposa revolotea
la observo
me sonríe
árboles mecen
ramas y hojas
amarillean verdeces
sombra que recorre
cada espacio
me susurra
sueño
       vuelo
               amo
no regresa
mi alma, sola
descansa.

© Amelia Prieto