11/2/14

Recordando a René Villar


CERTEZA

Mi glándula
de la inmortalidad no
segrega ningún
sueño, excepto
una alucinación
abrigada
de mujer.

© René Villar 



DEL INFIERNO 

De las nieves
Del infierno
Ya os traigo
Vuestros cuerpos
Próximos
Conservados en
Cenizas
De lejanos
Besos.

(Aunque no
me oigan ni
me lean)


© René Villar

Recordando a Carlos Adalberto Fernández



DE TANGO Y MUERTE

Y la miran pasar, cadencia oscura.
Los corazones baten dos por cuatro.
Qué paso, qué minón, flor del hembraje,
Aquí va a correr sangre y doler tango.

Un fueye que se estira al infinito,
anunciando la entrada de la Parca.
Ella mira, midiendo el horizonte.
perdida en un vacío de pestañas.

La rubia viuda negra tensa el hilo
que recorren dos guapos, ya atrapados.
Caderas y violín ondulan notas
de sensual ebriedad, de muerte en vilo.

Las dagas se acarician, y sus filos
palpitan el desborde de la herida
que manará despecho, olvido y muerte.
Y la rubia sonriendo al de la suerte.

Y en un tango final, melanco y hosco.
Rubia y tango, unidos como hermanos
en el ritual que un guapo oficia y mata,
y otro muere, en eterno dos por cuatro.

© Carlos Adalberto Fernández



Corrientes sola

Es alta noche. Corrientes está sola.
Me mira. Me acompaña, yo pateando restos.

La luna deambula tras las almenas
De torres que otean inciertos horizontes.
Los pasos suenan con ecos tristes.
Corrientes está sola. Yo voy solo.
Recordamos...

¿Cuantas cosas, Corrientes?
Cuantos sueños, en patrulla utópica,
o en cortejo quebrado
o en columna de rencores.
Luego solos de nuevo, vos y yo,
Recogiendo llantos, remendando heridas,
Rehaciendo promesas.

Caminando.
Vos mirando.


© Carlos Adalberto Fernández 

Recordando a Victoria Pueyrredón

  
SOLEDAD 

Es cansancio de la vida y hartazgo
de las frases, los gestos, y de todo,
es evocar un rostro, rasgo a rasgo,
recordando un momento de algún modo...

Sentir que lo que duele a nadie importa,
reír y de reír estar cansada,
gemir en voz muy baja estando sola,
querer entretenerse.... y no hacer nada....

Es llevar un amor en el recuerdo,
revivirlo en amarga lejanía,
pasar las horas largas frente a un muerto
y sentir que no acaba nunca el día...

Ver llegar con terror las horas largas
y sentir el silencio de un vacío,
temerle a la caída de la tarde,
cerrar los ojos y temblar de frío.

© Victoria Pueyrredón



Mis muertes

Llevo mis muertes guardadas
como monedas sin uso,
las llevo siempre conmigo
y en mis horas desoladas
las cuento mas de una vez.
En un rincón de mi vida
yacen ya casi olvidadas
y aunque parezca mentira
es por ellas que yo vivo.
Mis muertes son parte mía
son el dolor de una herida,
son algo que yo tenia
que ya desapareció
y ellas entan en mi vida
aunque no lo quiera yo.


© Victoria Pueyrredon

Recordando a Martín Andrade



 LA ÚLTIMA PUERTA 

muros transparentes esos ojos abiertos
definitivamente suspendidos en el tiempo
inmóvil ese cuerpo deshabitado
las manos marchitas los senos apagados

prolongación de antiguas soledades la soledad final
aquella ausencia de sol sobre los labios de luna en la mirada
subterránea
de la joven suicida

© Martín Andrade



SOMOS

somos
la eterna pesadilla de un ser
que enloqueció
soñándonos


© Martín Andrade

Recordando a Víctor Hugo Tissera



SABRÁ LA SOMBRA

Estoy de pie
del otro lado de la sombra,
donde la luna
arrasa las colinas de mi sangre.
Aunque no encuentre
la atadura de la ausencia,
y me derrame
en esta arcilla modelada,
siempre tendré
el atardecer de mi fogata
ardiendo en los inviernos
de mis ojos.
Cuando amanezca
el último mordisco de mi llama,
y aún de pie
estalle en llamaradas,
sabrá la sombra
que todo se repite,
como vuelve la sed
después de ser saciada.

© Víctor Hugo Tissera



VERTIGO FINAL

La estatura de la noche
es como una piel desierta
detenida en el sexo erecto
del poema.
Mujer, al fin,
descansa entre sus piernas
un bosque de estrellas
húmedo y palpitante.
En su vientre,
victorioso hasta el fin de los días
tiene un ardor
descolgado de luz
en la prominencia de sus pechos cósmicos.
Noche mágica, iluminada de sombras,
de ella me alimento, me construyo,
y me hago eco
de su voraz incendio.
En su boca enorme de universo,
Yo, rústico juguete, arlequín sin andamiaje,
me abandono consagrado a la locura
y me entrego al vértigo final
del pesado vacío de sus labios.

© Víctor Hugo Tissera




Recordando a Aníbal Jorge Sciorra

  
VEREDAS QUE YO PISÉ

Se perfuma de menta
y sale a la calle
a embriagarse de noche
recorre veredas azuladas de luna
se topa con un traje oscuro
clavel en el ojal
y regresa acompañada
hasta que el sol penetra sus poros
el perfume ya es nube
luego lloverá la ausencia implacable

© Aníbal Jorge Sciorra





DE LA NOCHE A LA MAÑANA

Esas noches sin tiempo
de relojes descogotados
de papeles sueltos en la mesa
y tu pelo en mi tinta
y tu cuerpo en mi letra y tu saliva en tantas hojas
y vos que dormís sin saberlo
Ya no hay fósforos
en la fría noche que se pianta
se agotó gota a gota la pirada
y es tiempo de mates
Acuesto la estufa en el piso
y sobre su calor
apoyo la pava,
agua caliente,
vos hecha poesía,
mates amargos.
Junio de no sé qué día.

© Aníbal Jorge Sciorra

Recordando a Ana María Hernáez


Cicatrices del Ayer

Y aún preguntas,
¿qué hacer ahora conmigo
en tu gris sed de escarchas?
Alexander Alvardo

Tiempo sin tiempo suspendido en reflejos
Aromas desprendidos entre riscos
Cristales fulgurantes de eternidad
entre sombras ocultas de toda mirada
Al filo de un otoño gris
     desapacible de heladas
Brisas huracanadas
donde la vida se deshoja
con un dolor diario en orfandad
      por un pasado que no fue.

© Ana María Hernáez






Ángeles de Piedra

encontraras mi nombre en las piedras.
GUILLERMINA COVARRUBIAS

 Hay piedras que escuchan el silencio
y lentamente descorren el almanaque
No hay nadie ni nada al otro lado del muro
         a pesar de ello lo oyen
                    ¡Qué o quiénes serán?
Lenguas de fuego librado mil batallas
en campos estériles y entrañas agotadas
 se beben el lenguaje para pernoctar en el olvido
        morir en “la estación del miedo”
            bajo un rumor de aguas turbias.


© Ana María Hernáez

Recordando a Ernesto Goldar


POETA NATURAL

La mano, la mano enferma,
la mano enferma escribe.

Imposición ineludible de decir,
o de ocultarlo, que viene a ser lo mismo,
para inventar otra vez un espacio
en la línea de papeles,
de todo olvidar en el descenso.

Afuera el mundo tiembla,
y no puedo detener la mano mortal y maniática
que dibuja palabras, frases y finales,
como si se tratase de una extraña.

No es de mi cuerpo, para nada,
tampoco de mi alma,
generadora de almas.

©  Ernesto Goldar




ESCUCHAR ACONTECE

El poeta no es en nada un escribiente,
quiero decir,
no usa de las palabras que hablan y se escriben,
y las palabras gastan.

Nombra el poeta, y el sentimiento escucha
que dentro de sí mismo se devela,
no es dueño de palabras,
y menos las dispone para poner la voluntad.

El poeta origina, vuelvo a decir,
obedece,
a la palabra oye,
la dice con la boca cerrada
y le devuelve la retenida dulzura de su corazón.


© Ernesto Goldar


9/2/14

Recordando a Miguel Madrid


PLENILUNIO

Alimenta la hojarasca
la pira de los miedos.
Epitafio final.

Las cenizas que abonan
el suelo marchito,
no podrán detener
el humus de la tierra.

Reverdecerán los brotes,
el aliento regará alboradas.

Ofreceré mi materia
a la alquimia
de nuevas creaciones.

El alma volará los cielos,
mi corazón será de todos.

Sin eclipses,
sólo plenilunios.

© Miguel Madrid




ELEGIDA

Tus manos impacientes,
tiemblan en las venas
de mi libro.

El apremio de tu piel
sobre los signos,
quiere hacer tuyos
cada uno de los versos.

Escritos sin conocer su hado,
ascienden la escalera de cristal
mirando la realidad sin retenerla.

Desnudas, impresas,
las huellas del creador
transitan la vida
por constantes utopías.

Apartarás en silencio
la página elegida,
la contendrá tu pecho,
resonará mi canto.

© Miguel Madrid

Recordando a Élida Manselli


EL SAUCE

El aire del sauce
           savia de libertad,
la lengua del aire
sin cerrojos que amenacen
los reflejos del paisaje,
liviandad abriéndose en el cielo,
como un todo o una nada,
que acalla el tropezar del siglo.
Mi mano cerrada aún en un coliseo de aves,
donde los nidos del amanecer están guardados
dentro del dolor,
mis árboles aún guardado dentro de espejismos.
Mi espejo cincelado a medias
y este aire que alza mi planta,
que filtra mis deseos y las flores lejanas,
aire que clava el aguaribay de mi conciencia.

© Élida Manselli



BATALLA VERDE

En tanto te acercas batalla verde cortante.
Impulsas la orden de los mitos,
campaña lejana de aullidos dulces,
de caos suspendidos y de silencio...

¡ Desesperada misión tu pata en llamas!
Todo me impulsa
y vuelvo la cabeza a la caballería distante,
a los frentes sin sombras ni luces en la luna,
donde la materia era un trago perdido.
El hemisferio quebraba la membrana mejor,
la sangre se coagulaba
en las manchas violentas del siglo,

¡ Desesperada misión tu pata en llamas!
Desesperado galope de hierbas, matices y espejos
rasgando los latidos en el manantial reinante.
Yo tenía miedo en la paciencia.
Ascendía el agua mezclada de olores e infinito,
ojos, ojos para volcarse en llamas
como una serpiente desplazada cada día.


© Élida Manselli

Recordando a Reynaldo Uribe


Tiendo los brazos

tiendo los brazos
y tu imagen
se desvanece...

mis manos se cierran
vacías
      huecas

tal vez sea un niño
que sueña
un caballito de cartón

¿eres de verdad o no?

cuando llegue la muerte
no voy a despertar

seguiré buscando mi sueño

seguiré viviendo
en mi sueño

© Reynaldo Uribe




Celebración

sol,
privilegio del paisaje

olor
a condimentos exóticos
en carnes rojas

sabor de un vino
acunado en roble de Nancy

el gesto
de ella
acariciando mi espalda

la vida plena

la vida


© Reynaldo Uribe

Recordando a Nina Thürler



Las claves del delirio

yo conozco las claves del delirio
sé que de alguna forma
van cayendo racimos y amapolas
en el vértice oscuro del olvido

yo sé que aunque proponga tejer nuevas historias
y prepare los hilos y elabore las tramas
nunca serán mejores
               que las que ya perdimos

/ya se borran   /   quedan pocas señales

hay duendes fugitivos

         hay ángeles huyentes que cubren la memoria

nos han dejado solos de este lado del tiempo
con unas pocas sombras que se ocultan

           imágenes furtivas
                portadoras de sueños incumplidos

vienen a recordarnos
                   que sólo es este instante

fugaz    /  irrepetido

                      que no nos pertenece

                      pero nos corresponde

© Nina Thürler  




los días del verano

entonces
eran los días del verano
y no había lluvias de granizos
............... ni nieblas
ni se avizoraban las tormentas

los días transcurrían como monedas de sol
sobre la piel
y amontonábamos azucenas y lirios
en los rincones de los cuartos
trenzados con nomeolvides y siemprevivas

el sol se reflejaba en los cristales
y nos volvía la sangre hirviente y espesa
en las arterias desprevenidas

todo ocurría del otro lado del asombro
/nadie jugaba entre nosotros con cartas señaladas/
llevábamos el pelo suelto y el rostro al descubierto
extendíamos las manos solidarias y pródigas
y en los ojos se derramaba un cántaro de luz
con señales de bienvenida

sabíamos del dolor de las ausencias
pero también conocíamos el valor de nosotros mismos
y teníamos la sonrisa ancha

habíamos establecido definitivamente
                /esto es    para siempre/
                  un compromiso con la vida

teníamos las manos llenas de racimos
que ofrecíamos a los pájaros
que sobrevolaban nuestro entorno sólo para oírnos reír

nadie supo nunca
qué fue de las palomas que anidaban
en los rincones de nuestros cuartos
y que abrevaban en nuestras manos
el agua de los encantamientos

-se despojaron de su plumaje con el vendaval de los inviernos-

ahora
en las noches de viento y lluvia
suele escucharse el aleteo tras los cristales clausurados
tal vez pidiendo entrar en la memoria
antes de volar hacia los arrabales
donde un coro de magos las convoca


© Nina Thürler

Recordando a David Rosario Sorbille




Desde mi refugio entrañable

Desde mi refugio entrañable
te invoco mujer mía
de todas las horas.
Mi fe tiene su razón
en tu memoria.
Tu Dios es mi Dios, y ruego
por la resignación frente a tu partida.
Sin embargo, todo me resulta extraño,
ajeno, distante, y sólo me interesa
detenerme en la luz de tu imagen.

© David Rosario Sorbille



UN MODO DE VIVIR

Tengo tanto que decir
que el tiempo no me alcanza,
porque el horizonte de mi vida
es una cumbre sin final.

Contar es mi modo de vivir
pero escribir es un placer,
cuando describo el paisaje
que alegra mi corazón.


© David Rosario Sorbille

Recordando a Ángel Rizzano




concentrarse
en la serena pasión
de la belleza
aprender los oficios,
con la bondad
en el gesto y en las manos
alfareras reinas
de amalgamas
Ellas que entienden
el sencillo lenguaje de las cosas
tejen hilan
alquimistas del tiempo
en hogar en caricia
esas manos que atesoran
belleza como raíces
que resisten los vientos.
Y que la muerte no te distraiga
NUNCA.

© Ángel Rizzano



QUERIDOS COMPAÑEROS DE VIAJE
Somos alguno de ustedes,
que perdió la chaveta.
Te pedimos solamente
la caricia de tu oído.

Buscamos por las calles
pequeñas palabras en almíbar
para que nunca más
llore un niño en la pobreza.

A veces le peleamos
un granito de azúcar
a los gorriones,
y esta mal!
Pero viene de malas,
y hace rato que nos tienen cortos.

Evitaremos
nos roben la alegría también.
Y será entre todos,
los que no queremos mas,
pagar sus fiestas con tristezas.

Tomemos Nuestros 5 minutos
de Hoy,
de pie y de cara al SOL
en cualquier calle.

Recobremos las dulzuras
de las casas bajas.
Que nos fueron robadas
por las noches,
con el moderno camión
de la basura.

Y volaran otra vez
los sueños,
de los que ya se fueron,
dejará de ser asi la muerte inútil.


© Ángel Rizzano

8/2/14

Recordando a Graciela Wencelblat



Retumban los tambores
el fuego   apagado
las lombrices bailan alrededor.

Le sacaron el corazón
y sigue viva
el sufrimiento es un escándalo
y no puede ir       quedarse.

Hay malvones en su tinta
olor a azufre en su cuerpo
quieta la esperanza.

Y sin embargo
Y pese a todo
los trigales suaves dorados se mecen sobre el cajón.

© Graciela Wencelblat




Quiere decir más
entre las huellas
de aquél beso
pero es sólo recuerdo
y en la lejanía
se detiene la voz
claudica el instante.
Mediodía irrepetible
de un beso
que sonaba como
caireles
oloroso como el amanecer
y frágil tan frágil
como el desamparo.

Un silbido suave llama
pero no acude nadie.

© Graciela Wencelblat

Recordando a Daniel Chirom


Puentes

Puentes,
encendidos y ocultos puentes
que median por sorpresa
entre nuestras intenciones e incertidumbres.
De ellos
nada dicen los libros,
a tientas los buscamos
guiados por nuestras sospechas.
Cuando los encontramos
ya los hemos cruzado.

© Daniel Chirom




A LA MEMORIA DE RAÚL GUSTAVO AGUIRRE

Estoy de este lado
no sé cómo llegar a tu muerte
enamorarte los ojos
prenderle fuego a tus palabras.
En tu voz
veo barcos calcinándose de neblinas
y un rumor de sirenas
enlutando las anclas que buscan una pregunta
en las costillas del océano.
Tu oficio es un naufragio,
la claridad exánime del que no responde.
Bebe
has visto la luna rigiendo el leprosario
baila
el cielo vacía su blanca taza sobre el Hades
sueña
una canción es una trampa
canta
una sinfonía enloquece en tus manos
muere
pues es necesario renacer donde el corazón yace.
El silencio ruge una plegaria
y el alba abre su resplandeciente página
sobre la momia de un tiempo que no existió
y sin embargo hemos vivido.

© Daniel Chirom


Recordando a Rosa María Sobrón


Como por ancho río

             A Carlos Fuentealba

Como por ancho río desvelado
corre tu sangre habitada de alma
Eras un alma, lirio regalado
a la niñez en plenitud y calma

Hombre de fe en sacrificada vida
tu ternura hoy yace clausurada.
La infancia se rebela, acongojada.
Ojos adolescentes en tu herida.

Cómo entender maldad y desventura
si en cada mano erguías blanca tiza.
El corazón latía en la segura

esperanza de amar siempre, sin prisa.
Se fugó tu fervor. Ya no hay sonrisa.
Flota en el cielo una estrella pura.

© Rosa María Sobrón




Intento
Mantener la pluma de los días
la caricia íntima,
las sábanas almidonadas del verano
el arrullo inquieto de los mosquiteros misteriosos,
disolver los cielorrasos con miradas últimas
hasta que el sueño bajara como un ángel, luz prendida a medias,
lecturas descomedidamente largas, pero lindas, todo,
hasta el sueño de disfraces
o el íntimo calor de las frazadas en invierno.
Volver al ángel,
recuperar la estrella en las rodillas,
entreabrir las celosías rígidas
como linones blandos
para espiar ese cielo
aterrizado hasta el corazón
Infinitivos y más infinitivos
recogen la memoria .
Y se conjugan solos.
Una antigua sala de recuerdos
es capaz de pronunciar el ángel.
E intentar otra vez, mirar el cielo.
Aunque sea sólo eso.
Para conformarse.


© Rosa María Sobrón