29/8/20

Poema de Leopoldo Teuco Castilla



INDIA

XVIII

Vas a entrar al templo de Anuman,
el dios mono,
unge tu lengua con ceniza,
vas a ser innumerable

que tu cerebro ocupe
el sonido muerto de estas campanas
- él también es un eco
 de lo que está desapareciendo –
y cruza
bajo la lluvia de grasa
que desprende la demencia
de los que en esta habitación
rondaron
                 lejos de su cuerpo.

Este es el patio, aquí da el sol
pero no llega
     a la mujer que gira huyendo de sus cabellos
como un cometa
a la convulsa que se comió su sombra
y descubrió que es una grieta
                   lo que nos une al mundo

entra en la nave y únete al coro
mira
cómo nunca hay nadie en el canta
mira a los niños encadenados a la reja
despavoridos
en la telaraña
                   de su infancia
y a este hombre sin cielo
que intenta atravesar el muro.

Lleva tu ofrenda al fondo,
donde un anciano
con cuatro rocas sobre la cara
busca un centro de gravedad
pues lo mental
acumula a la piedra;
abre el lugar
para que esa mujer se pare boca abajo
y observa cómo no caen sus vestidos
clavada como está
en dirección al infierno.

Esta es la puerta y no tiene salida.
Pon aquí la huella de tu mano,
alguna vez sabrás
que eres tú
       el que dejaste dentro.

Y ahora vete por el barrial de Balaji
aturdido
por las radios que emiten la muerte,
las fornicaciones de los dioses
entre ex votos, humos y abalorios

y no intentas saber más.
             Has lavado un basural
                        con agua de tus ojos.


© Leopoldo Teuco Castilla

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Poema de Paura Rodríguez Leytón




Nombres
atados
en extraños nudos,
hijos de cuerda floja.
Y cae
el Verano
saturado
de abalorios.

Del antiguo mar
llega el impulso
de abrazar
una suave prenda en el recuerdo,
una calidez en peligro de extinción.

Y secretamente ruegas,
reclamas lo divino.
De un antiguo mar
nos queda la sal
que viene
a escribir
los nombres.

© Paura Rodríguez Leytón

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Poema de Alejo González Prandi





ARTIFICIO

toda esta soledad es una costumbre
una coraza donde los muertos
anuncian el artificio
de un animal
que todavía puede ser atravesado

© Alejo González Prandi

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Poema de Alejandra Oliver Gulle



EL FANTASMA                          A. O. Gulle

Soy sólo una mujer desnuda en el espejo
y sin embargo, no.
Estás
         como un fantasma en el cristal iluminado.
Estás. Te veo en el alma del reflejo.

Intento esfumarte, desarmar el hechizo.
Levanto mi brazo, me detengo,
                                                   y no.
Estás.  Estás.    Estás
                               y, “te amo”, digo.
Esa frase moribunda en los adioses,
antes de los trenes,
después de las regresos.
Esa frase gastada en la cama de los hombres.

Y mientras me miro desnuda en el espejo,
te veo mirarme
                        “te amo”, digo
                                 y es la razón que me sobra
                     para inventar el resto de la noche.
© Alejandra Oliver Gulle

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Poema de Adelina Lo Bue S.





Oscuro Talento

Me demora con palabras y caricias
La dueña del oscuro talento
lenta y ágil
corrige el mapa del destino

Sin embargo
me confunde
con penínsulas y corales

Una adolescente rema
hacia el borde de la noche

© Adelina Lo Bue S.

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28/8/20

Poema de María Casiraghi




ANOTACIONES MIENTRAS SUEÑO

Cruzo el pastizal
                         sonámbula
no me quejo ni pido agua
cruzo andando a deshora el mundo
en una orquesta voy
soy el oboe grave y sereno
y atravieso llanuras como almas idas.

Deambulo en la intemperie
y cae de mi una llovizna blanca
como las ropas de un triste
mi túnica es del diablo
él
que canta serenatas
a los balcones del fuego
¡ay qué indigna la fe!
la paz de los hombres,
qué esperanza.

Ya camino lentamente por el prado
es como en los sueños de espigas amarillas

y sonrío
sonrío perdonando
y me perdonan
por fin me perdonan

estoy lista
para irme

pero ya no puedo verme.

En los sueños

el que va a morir

               abre los ojos.

© María Casiraghi

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Poema de Paulina Vinderman



Cuando apagues la lámpara de noche en tu país
pero no te duermas.
Cuando antes miremos las estrellas, que existen
en otro tiempo como nuestros sueños, como
nuestros poemas.
Cuando llames Simoon a tu gato descalabrado
y él te mire con cierta piedad.
Cuando no encuentres el cinismo necesario
para escribir la crónica sobre los niños
de Ciruelo.
Cuando el recuerdo de la piel de mi espalda
sea la reserva lírica para tus tardes desangeladas.
Cuando yo encuentre al fin, la piedra cebra
y no pueda regalártela.
Cuando escriba cien veces la palabra ultramarino
en un cuaderno Rivadavia de tapas duras.

Cuando el océano.

Cuando las colinas.

© Paulina Vinderman

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Poema de Verónica M. Capellino





Narradora al rescoldo del día (I)

 “Una historia no necesita ser verdadera, sino hermosa, dijo 
   la alondra Alejandra”

       James Krüss- El cazador de estrellas y otras historias


Alta noche, rescoldo del día.
     El tiempo de las historias es otro, pero el tiempo
     siempre es otro:
     la vida del insecto es el instante
     de la inconmovible estrella
piensa ante el teclado, se estremece. 

Ahora escribe, duda, vuelve sobre lo escrito,
quita maleza, ripios, desadjetiva, vuelve a pensar:

    Al rescoldo de las hogueras, en la alta noche
    se escuchan las mejores historias,
    más bellas          
    que las compartidas cuando el fuego ardía,
    las historias magas, las mentirosas.
    ¿Qué vocación por lo tenue tienen
    las  historias?
    Quizá las conjure el silencio
    de los dormidos
    o la fatigada tristeza
    de los insomnes.

Late pausado el corazón.
Ella mide el tiempo por latido.
Escucha el seseante murmullo de las brasas
sus razones.

© Verónica M. Capellino

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Poema de Santiago Morinigo




DAR A LUZ 

La perpetuidad 
que se desborda 
de los dedos 
no es alabanza 
ni siquiera blasfemia 

Es el instante exacto 
en que  nace 
sin estridencia
un poema 
queriendo gritar 
la vida.


  © Santiago Morinigo

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Poema de Marta Rosa Brignolo



La Puerta

Esa, de madera deshilachada
y astillas de colores,
ésa, fue testigo
de soledades prometidas.
Esa, que mil veces,
dictaminó el llanto
al irse aquella madre
con olvido.
Esa que se cerraba
marcando traiciones
incomprensible para la niña,
ésa era la puerta del espanto!
Donde sangró la hortensia
del desamor planeado.
¡Esa era la puerta!
Por ella, cruzó la flecha
del abandono.

                              
© Marta Rosa Brignolo

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Poema de Yrene Santos




La mujer

Hoy he visto a una mujer llorándole los huesos
en ellos los recuerdos se aposentan
entretejen su sueño tan estropeado como sus pies
sus manos, sus senderos de carne
mientras cabizbaja, sus ojos cerrados se deslizan a la tierra
su espalda semi desnuda piensa rumores de los años vividos
las memorias se pierden con el hambre
el hambre catapulta cualquier gesto de alegría

Hoy he visto a una mujer envuelta en un rosado
hasta donde comienzan sus dos rumbos
con la cabeza cansada y su pelo de una pulgada
tocando su vientre ancho y las rodillas
en un escalón cualquiera de una estación del tren.

Muchos pies menos, a esta hora arrastran la fatiga de un día largo
menos y menos dedos afincan la ternura que instantes atrás
rozaron brazos, muslos    vientres o se geometrizaron
en algún sofá tibio     una cama caliente o un suelo fresco
Y a esa mujer, hoy en mi cartera me la he traído
para mantenerla viva    digna  plena,
en una habitación de mis libreros.   

© Yrene Santos

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26/8/20

Poema de Hugo Francisco Rivella





MUJERES, TERRITORIO LIBRE

                                    a las luchadoras sociales 

Machi Francisca Lincolao Huircapan está presa,
los menokos arrullan pájaros, manantiales,
el agua que zozobra entre los humedales quitan la sed del hombre,
del niño y del venado, de la mujer que cubre con su cuerpo la tierra.
Milagro Sala espera que el macriavélico sangre en su costado.
Emmeline Pankhurts suelta sus cabellos frente al Palacio de Buckinghan,
su sombra es seda envuelta en remolinos,
es blanco el pañuelo que lucen las Madres de la Plaza de Mayo,
las calles de Nueva Delhi tajeada en sus mujeres, Liberia, Afganistán.
Malala ha puesto a temblar Pakistán o en Kiev
los espejos se llevan el ritual del verdugo.
Las Mujeres de Negro son el eco de cada cosa que le pasa el mundo,
la guerra, los desmanes, la flor que se desguaza,
la luz pulverizada por el odio y el hambre,
 la oración silabeada del mendigo.
Respiran en Jerusalén, Palestina, Belgrado, Roma, Bogotá

El cuerpo de las mujeres es un territorio donde se libran las últimas batallas.
La derrota invisible de la muerte.

© Hugo Francisco Rivella

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Poema de Patricia Díaz Bialet





A LOS DOS

a mi hermano Juan Martín Díaz Bialet
in memoriam

Y después de esta larga noche tediosa
nos volveremos a encontrar.
Vendré de lejos gastado de muerte y recomendaciones,
cansado de lo cotidiano y de lo cósmico,
de las grandes preguntas y las grandes respuestas.
Héctor Yánover


me zambullí con la tropa del hospital nocturno
a lo largo de los roncos corredores que lindan con tu lienzo irreversible

pero no fui cándida hermana
apenas el apretón de la despedida
la morisqueta justa
o el compartir la taza y la soberbia


en ese conmemorar la suerte mezquina de poder ver apenas un mar turbulento
en esa contextura de aura que te encierra
ya serás todo lo cristalino

el mundo nos sostiene aún a los dos
sin embargo

© Patricia Díaz Bialet

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Poema de Norma Etcheverry





Una película muda

Pasaban como imágenes
fugaces e inalcanzables
de una película muda.
Pasaban y mientras pasaban
se nos iba pegando en la retina
una mezcla efímera y escasa
de colores
de muecas y de ojos,
un vértigo de luces y de sombras
detrás de las ventanillas.
El eco de los vagones
anidaba en nuestros oídos
largo rato,
un repiqueteo suspendido en el aire
que insistía
cuando ya la formación había desaparecido
más allá de la curva.

© Norma Etcheverry

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Poema de Karina Raponi



Crear un poema 

Lo más parecido a un pétalo
atravesando el rubor de la tarde,
de la lluvia y su caída,
la madurez de
una gloria
que busca otra caricia.

© Karina Raponi

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Poema de Adriana Maggio


              

             
          La sombra de mi madre / tiende la ropa
                                 Flora Levi
              

Cruza mi infancia
la sombra de mi madre.
La atraviesa.

¿Dónde estaría Madre
en ese entonces
que mandaba su sombra
a atravesarnos?

© Adriana Maggio

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25/8/20

Homenaje en el fallecimiento de RAFAEL VÁSQUEZ


 Me entero del fallecimiento del querido Rafael Vásquez, un poeta enorme, un gran tipo, amoroso, sensible, perfil bajo, de esos seres que alumbran siempre siempre...!!!!
Una tristeza su partida. Un abz enorme a sus familiares y amigos, Gus.
Publico los poemas que me envió hace muy poco y que no llegué a publicarle.


ITINERARIO

Antes estuvo la ciudad,
mis caminatas sin apuro,
algún balcón iluminado
que se asomaba en soledad.
Que era también la mía.
O aquellos parques sin sorpresas
recorridos de tarde
donde quedaba un banco entristecido
sin esperanza alguna. Solitario.
Y el tren también,
las estaciones ciudadanas
que preludiaban un adiós sin la distancia
porque no estaban lejos.
Después
Cada rincón de mis palabras
supo tener un nombre y una ausencia
y se aferró al amor.
                                Otra certeza.
Pero también la paz que nos quitaron
o la vida sin luces y el mundo sin justicia
nos tuvo por testigos.
La amistad acercaba trabajos y poemas,
separaciones, viajes,
otro tiempo distinto.
La mujer y los hijos; los nietos, esta vida               
supo ocupar espacios, motivos,
simples versos                                                              
para seguir contando
esa historia que acaso ya no tiene importancia.

© Rafael  Vásquez



GENERACIÓN  DEL  60

Uno busca la voz del semejante.
Así fue como vino:
grupos y soledades
cafés y relecturas.
La ciudad parecía tan grande y era chica.
Justo para encontrarnos,
para aprender a perseguir la noche.
Ese comienzo extraño que crecía
pero acababa pronto,
porque venía el trabajo al día siguiente.
Una voz que al final nos continuaba
la mano de escribir. Y era el momento
de adivinar la luz de la poesía.
Allá estuvo ese punto de partida
con la antigua inocencia
que la vida alumbró con la palabra.
Que nos dura y no pesa.
Merecieron ser nuestras aquellas librerías
o aquellos cines del refugio cierto,
todo lo que perdimos poco a poco.
Ahora
como no estoy pendiente del mañana
disfruto de los días.
Sólo hay algo que nubla lo futuro:                          
aquellos libros de mi biblioteca
que no alcancé a leer.

© Rafael  Vásquez        
  


DEDICATORIAS

De las mitades del amor
nacían las dedicatorias.
Casi nunca trataban de asentarse sobre cada poema.
Eran como una confidencia que ellas sabían
y yo con ellas también las conocía.
Pero ocurría sin decírnoslo.
La caricia o el beso
bajaban por las sombras oscuras de la tarde
o por los blancos de la piel y los papeles
sin destinar silencios, con un nombre sabido de antemano.
Vieja costumbre del amor
que allá se fue quedando
enmudecido y solo.

© Rafael  Vásquez          



EL  CEMENTERIO

A veces
acompañaba a mi madre al cementerio.
Cerca de la entrada
una bóveda velaba la muerte de mi abuela.
Mi adolescencia curioseaba
tanta caseta estrecha, tanta cruz, tanto ángel
fijo en las esculturas para la eternidad.
Luego venía aquel rito repetido:
vaciar los recipientes, cargar el agua fresca, poner las flores nuevas
que nadie entrevería.
Y alguna espera silenciosa.
Nunca supe, nunca le pregunté a mi madre
qué pensaba.
Después mis padres se sumaron
a ese yacer sin voz en este barrio de los muertos.
Un día
me convencí de que el recuerdo
filial se queda en uno,
no en un lugar donde se juntan huesos y cenizas.
Por eso
no volví más

© Rafael  Vásquez    

            

MI  ABUELA

Era pequeña, delgaducha, sonriente
detrás de sus anteojos
(como si siempre los hubiera usado).
Se me fue en la mitad de una infancia distante,
recuerdos de domingo y regalitos
y la muerte sin voz para ocultarla.
Todos los años previos se quedaron a oscuras
apenas recorridos en su casa de Flores,
un barrio como tantos
y una sombra perdida.

© Rafael  Vásquez              


RAFAEL ALBERTO VÁSQUEZ nació en Buenos Aires en 1930. Lector de poesía desde la infancia, poeta desde hace mucho tiempo. Publicó 8 libros de poemas: La verdad al viento (1962), Apuesta diaria (1964), La vida y los fantasmas (1968), La piel y la alegría (1973), Hay sol en Buenos Aires (1975), Cercos de la memoria (1992), Ese sitio sin paz de la memoria  (2007), Explicaciones y retratos (2011).La Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le editó un cuadernillo, Rafael Alberto Vásquez - Ciclo de Poetas del 60 (2003).     

En prosa,  Informe sobre Santoro (2003), aproximación bio-bibliográfica sobre el poeta desaparecido Roberto Jorge Santoro, con un apéndice documental y una selección de su poesía.

Algunas distinciones recibidas:Tercer Premio “Evaristo Carriego” del Consejo del Escritor (1962). Faja de  Honor de la SADE (1964). Mención en el Concurso Municipal de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires, poesía édita, bienio 1992/1993 (1998). Gran Premio de Honor 2014 de la Fundación Argentina para la Poesía
Fue incluido en nueve antologías editadas en el país y una en el Paraguay.




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Poema de Teresa Palazzo Conti





TARDE DE FIESTA

Vestida para la ocasión.

Zapatos altaneros
y el ventanal depredador
bajo los tacones.

Bolsillo apenas solo,
apenas nuevo,
casi lleno de culpas.

Tobogán abierto al sol
en el rumor de noviembre.

Algún desliz
en los pies alevosos
y la escalera de osadías
que hiende una brecha estupefacta.

La máscara afloja el último cordel
y la mirada huérfana
recoge pétalos de miedo
en la vereda.

© Teresa Palazzo Conti

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