20/6/17

Poema de Susana Cabuchi



OFICIO
                                                                                           
Hay horas bienaventuradas:
festejo
las figuras del polvo a contraluz,
el sabor de la lluvia.

Pero hay días oscuros
que aguardan entretanto
con nombres y con fechas.
Entonces
guardo mis muertos
en cajitas de fósforos,
de zapatos, de arroz.
Mis muertos
y mis muertes.


© Susana Cabuchi

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Poema de Gabriel Chávez Casazola


La Odisea, libro XVII

Ese mendigo que, estopa en crisma ves llegar,
ese despojo
que Atenea ha vestido
y a quien nadie conoce, ya cerca de casa,
al final del camino iniciado
veinte años ha,
es, sin embargo,
(lo has descubierto con un temblor de tus orejas)
el mismo apuesto doncel que te enseñara
a cazar ciervos y liebres por el monte
en aquellas tardes de libertad
cuando eras raudo y tu cuerpo elástico
y no esta
cosa      
que yace hoy sobre el estiércol
(estopa en pelo, despojo también tú).
Mas, sin embargo,
-con la certeza instintiva que da la amistad
que profesan los de tu especie, no los de la nuestra-
en este alto mediodía eres el solo capaz de reconocer
(ni Eumeo ni Filetio ni tan siquiera Telémaco)
al astroso que llega y menearle el rabo
en penúltima señal de alegría
(veinte años ha el camino)
justo antes de ser a tu vez reconocido,
esbelto galgo de ayer,
por Ulises que retorna a habitar lo que es suyo
y atravesar de parte a parte a los traidores
pretendientes
que te dejaban morir en el estiércol
porque les recordabas
al amigo incómodo que se llevaron
(pero no para siempre, lo intuías)
los mares,
y al que creían ya morador definitivo
de esotra orilla 
donde seguramente nos reencontraremos contigo,
Argos,
en alguna de tus formas y tus nombres
de invariable aunque múltiple
complicidad
con nosotros, pobres hombres,
que no te merecemos.


© Gabriel Chávez Casazola

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Poema de María Paula Alzugaray


“Sobre todo, no cometas esta falta:
no digas que tu oído te ha engañado
o aquello no era más que un sueño”.
Konstantinos Petrou Kavafis 

En eso que ahí fue claro

             a Mario Castells 

Recordas Mario
que te paseaba en una camioneta
por esas curvas de junio

que yo llevaba un sombrero gracioso para vos
y que nos reíamos, erizos de sol
trillando la ruta doce
y que avanzamos embobados
en esa instancia
que allí fue verdadera
y exageradamente revelada.

Recordas que me convenciste de cruzar desde Corrientes al Paraguay
que acepté cediendo mi terquedad.
Podes recordar Mario, el olor a aceite quemado
las masitas en la guantera
ese calor tolerable con Los Palmeras
los pomelos arracimados que robamos,
nuestra simetría en relación a las pieles, a la siesta?

Florecíamos en el bienestar de esa dimensión
sin comprenderla aun
pero seguramente.

¿O nada hay de lo que soñamos Mario?



© María Paula Alzugaray

Poema de Patricio Foglia


Nunca vi a mis padres darse un beso
ni tuve un hermano que me explicara
cómo eran las cosas. Cuando tenía ocho años,
ellos se separaron
y como parte de la división, mi madre
me llevó con ella al departamento de mis abuelos.
Era el departamento más chico del mundo
una pecera para hámsters,
rectangular y transparente, una cocina,
el living, un baño y el cuarto.



© Patricio Foglia

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Poema de Susana Rozas

  

Un silencio 
que golpea 
la concavidad 
de mis vísceras 

donde    ya 

no te encuentro. 

De tus huesos 
perfuma el aura púrpura 
con que gravitaste 
las 
manos 
que en ningún tiempo se fueron.




© Susana Rozas

Poema de Leonor Mauvecin

  

FRENTE  A LA PLAZA 

Frente  a la plaza, hay un lugar
donde la magia ha hecho  maravillas.
Allí soy Alicia en el país del asombro.
“La Juguetería” se llama, y don Garzón sonríe
¿Cuánto cuesta? -pregunto.
Y la muñeca me mira con sus ojos de vidrio
con su ropa de seda.
¿Cuánto cuesta?
Don Garzón sonríe y el bebote llora
su cara es de loza, su boquita  quieta.
¿Cuánto cuesta?
La Singer es  pequeña, colorada y deslumbra.
¿Cose? –pregunto- y bordo en el aire 
con  puntadas menudas, flores imposibles.
Detrás de la ventana  la tarde se oscurece
¿Cuánto cuesta?  -Pregunto
Hurgo en mis bolsillos y ofrezco
                      piedras de colores.


© Leonor Mauvecin

Poema de Silvia Loustau


SUCEDE

sucede que uno se despierta y pesa demasiado el dolor del mundo sin sonrisas
duele palpar lo cotidiano
y no hay amigos cerca ni desayuno compartido.
uno se viste se arregla el pelo sin apuro
se estrena un rostros
piensa
no sabe que hacer con tanto amor con tanta furia
cuesta tanto tacharse el corazón caminar el gris de las ciudades
con el miedo asido a los talones y el cansancio masticándome las venas
y uno juega al olvido en cada esquina.
cuando uno se levanta y no hay amigos cerca y cuesta mucho subir una escalera tacharse el corazón olvidar aquella primavera florecida de cerezas


© Silvia Loustau

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18/6/17

Poema de Susana Szwarc




La muerte atonta y hacemos como que olvidamos.
Hasta que un día nos sorprenden las hojas
en las ramas. De los recuerdos lloramos,
o comenzamos a vestir
el cuerpo. Crecen niñas altas
arrojadas hacia mí. ¿Ninguna explicación hay
para el desalme del que debiera ser árbol? Extraña
ciudad de un país ésta.
Algunos parecieran no saber nunca nada. Desmemoriados.
Desalmados. Muertos blandos.
¿Cambiar de estrategia?
Nos preguntamos con las niñas, y decimos no.
(Me arropan matacas siempre desde un patio. Ellas
avisaron: ahí son de hierro).
Niñas altas y bellas. Las abrazo como ese árbol que sí
ama a la madera. Hasta que digan basta.



© Susana Szwarc

Poema de Rolando Revagliatti


Todos me envidian en tus sueños 

En mis sueños
nunca es otro más que yo
el boludo
En los tuyos
siempre soy el más beneficiado

En mis sueños
pocas veces te tengo sólo para mí
En los tuyos
con frecuencia
estás conmigo

En mis sueños
caí como un chorlito
(como sea que los chorlitos caigan)
En los tuyos
soy un titán feliz, feliz, feliz.


© Rolando Revagliatti

Poema de Valeria Pariso




Giraban en el living de tu casa
las hojas de los fresnos,
el aire olía a morfina,
era otoño, recuerdo,
y el viento enloquecía al ras el piso.

Qué cosa rara esa tarde,
nuestra quietud callada en los sillones,
el polvo anticipado,
y vos, hermana, muriéndote
con las ventanas abiertas.


© Valeria Pariso

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Poema de Claudio Simiz

  

La piel (fragmento) 

Silenciosa la piel
apenas un rumor de desliz
pronto lo acalla
el tumulto escarlata del corazón
el quejido indecoroso de las tripas
el aire que enardece
   los pulmones
       los labios.
Silenciosa la piel
esta plegaria extendida
   sorda
entre el fragor del cosmos
y de nuestras entrañas
que nunca
            nunca
                 nunca
supieron escucharse.


© Claudio Simiz

Poema de Clelia Bercovich




Él IBA COMO UNA SEÑAL.

El cable del teléfono es una trampa
 Cae. Como si un látigo  la tirara al suelo.
Es que él  iba como una señal 
           con su campera inevitable de topo
 Iluminado
              por  la  luz artificial de su casa

Precipicio  en la fotografía.
 Vino áspero que se toma en soledad
y silencio.
Llora.
 Busca  sus remedios florales.
Es que él  iba como una señal

Y ella

 sin darse cuenta


© Clelia Bercovich

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17/6/17

Poema de Alicia Pastore

  
una paloma
muerta sobre el asfalto
también es símbolo de paz

su cuerpo destruído
deja ver
la huella de la rueda,
el rostro del conductor,
un negocio escurriéndose
por el manos libres
o bluetooth

un intento más y otro 

el golpe

y al fondo la paz,,,



© Alicia Pastore

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Poema de Ana Guillot



una raíz excede el contorno
se rebela se moja
desmenuza veranos
y el tiempo es una eternidad bajo los ojos
(como relámpagos que ardieran en la noche)
 
cuando sueña ella levanta
sus enaguas de encaje
un soplo de ámbar líquido
en su vientre
(como un blando narcótico
de hambre)


© Ana Guillot

Poema de Sandra “Tana” Pasquini

  

El tiempo/ bestia manca-amancebada
parvada de cuervos detenida
en la superficie de los campos
tiembla su vaivén acelerado
discurre bajo la engañosa fijeza de los astros
alarga su luz en múltiples hebras
sostenidas por pequeños destellos
como esferas que percuten
contra la luneta acristalada de tus ojos
y en tu nombre la hierba crece
a través de los huecos de mi cuerpo
trigal envenado que arde en todos los rescoldos
(el tiempo bestia manca-amancebada).


© Sandra “Tana” Pasquini

Poema de María Del Mar Estrella


PASAJEROS 

Uno a uno se van, trepan de pronto al tren 
algunos tienen tiempo de acomodar el  equipaje 
saludando detrás de la cerrada ventanilla, 
otros. tomados por  sorpresa,  no llevan otra cosa 
que una precaria ausencia, una  abrupta invisibilidad 
y por lo tanto no pueden despedirse. 
Siempre en cada vagón, en cada asiento 
va un amigo cargado de ilusiones, doctorado en sueños, 
y siempre hay menos gente en el andén. 
Hasta que un día nos subamos nosotros 
y no quede 
más que un pequeño interrogante 

quién cerrara la puerta? 

                      

© MARIA DEL MAR ESTRELLA

Poema de Víctor "Pajarito" Cuello


HUGO TABACHNIK VISITA NUESTRO BARRIO 

Hugo Tabachnik visita nuestro barrio "

¿no hay sombra en gonzález catán?" 

(pregunta hugo 
mientras una gota de poema 
cae/ desde su frente/ hasta las arrugas 
de su mejilla) "
no...

 (respondo) 

hoy no..." 

"todo está claro muy claro 
para que puedas ver y caminar 
tranquilo/ sin problemas..." 

(agrego) 

y hugo tabachnik camina 

y hugo tabachnik ve 

casas/ barro/ zanjas/ pájaros/ flores 
niños/ autos/ eucaliptus/ 
libélulas/ mujeres/ cartoneros... 

comienzan a ser parte de hugo

comienzan a adherirse a hugo 

y hugo sonríe/y deja que ocurra 

hugo tabachnik es el poeta de siempre
pero/ ahora/ se parece a nosotros


Hugo Tabachnik (poeta argentino) publicó su primero y único libro a los 77 años. Es una persona maravillosa. Viajó muchísimo por el mundo con su mochila al hombro. Conoció a Allen Ginsberg y a otros poetas de la generación Beat. Regresó (hace poco) a vivir a Bs As y por esta ciudad ya planea quedarse.



© Víctor “Pajarito” Cuello

Poema de Bibi Albert


Las arañas de espuma vienen hacia mis pies.
Retrocedo, nos las dejo treparme,
envolverme en sus trampas deliciosas.
La tentación es grande.
Pero siempre hay un pero
en la ciudad del arrepentimiento.
Hubiera preferido no aprender
eso de preservarme
para qué
si mañana no existe todavía
ni nunca.


© Bibi Albert

Poema de Alicia Corrado Mélin


                               

  “Te hablo de la  palabra que se enfanga 
     en el olor de lo inmediato”
              Paul Auster                                                                                                                                       

Despedida. 

Se aleja
Y van quedando en la bruma de la escollera sur
bocados estériles
lagrimeo ácido.

Y las manos todavía
agitando frente a la hoja en blanco

Se asusta
va surfeando imágenes de ayer
puñados escondidos en la palma izquierda
un secreto marino.

Y las manos todavía
revoloteándo un poema incomodo

Se hunde
bosteza adioses sumergidos
en otras latitudes
flores blancas para la despedida.


Y las manos todavía
danzando el último vaivén sin brújula.



© Alicia Corrado Mélin

Poema de Isabel Llorca Bosco


MANUSCRITO

Cayó sin callarse.
Su voz es de hoja seca,
página carcomida por las lluvias
salobres, vaya a saber por qué.
Sigo con los ojos la nervadura del poema.
A veces tengo que adivinar las letras
en el papel horadado.
Y  empieza mi creación, no de la nada,
de manchas superpuestas,
algunas azul lavable, transparentes;
otras noche cerrada con estrellas oscuras.
Me dicta el eco que porto en los oídos,
que apenas lo reconozco lo descarto.
El eco, no la presencia,
de un marco de lecturas que se van,
caen los vidrios y las letras que ya no regresan.
El sólido armazón  ante mis ojos para este y otros papeles.
Pendiente está la tela que envuelve los relojes,
el sutil pensamiento, el sueño y después sí, el teclado
que suena como late mi interior.
La hoja ya no cae, se completa.
Vuelvo a pulsar los tiempos simultáneos
como si hubiera pasado el estrecho confuso de la muerte
y estuviera viva otra vez.
                                                                       

© Isabel Llorca Bosco

Poema de Laura Elena Bermúdez Tesolín


Ausencia

El dia que se mudo el sol en mi vida
fue el tiempo justo,
 que reveló tu ausencia.
Que tu voz se apagó en la garganta
 y  tu mano  apretó la mía
 aferrándose  a la vida.
y yo ,
no pude iluminar desde tu oscuridad.
Tu ultimo aliento se fue con los dos.
Para qué el viento  la brisa, el aire si  ya no respiras?
si ya no es el mismo de los dos.
El día que se mudó el sol en mi vida,
llovió durante semanas
 meses diluviando mis ojos , sin poder encontrarte.
El día que se mudó el sol en mi vida
no pude hallarte,
solo en la penumbra de un sueño
logro alcanzarte,  tibieza de sol.
Una daga  filosa me  trae punzante a la realidad
y siento el frío.



© Laura Elena Bermúdez Tesolín

Texto de Norma Starke


ELLA SE PEINA  II

Mañana es lejano como la nube que se disipa despacio,  demasiado despacio y amenaza con tormenta. Quizás el malvón desteñido por el polvo ansíe más que ella la lluvia.  El malvón deshecho, la tierra agrietada, el patio empobrecido por baldosas secas saben de la necesidad del agua.
Una a una,  va sacando las matas enredadas, las toma entre los dedos de una mano y con lentitud hace bolitas. Mientras hace bolitas entre los dedos la mirada se pierde siguiendo una pequeña araña que aparece del rincón donde se unen techo y pared. Marrón y chiquita se descuelga en su telaraña, balanceándose llega más abajo y detiene el cuerpecito hinchado y blando,  extendiendo las patitas sin trabajo comienza a transitar por el muro que ya no es blanco. Con el peine intenta espantarla, no se atrevería a matarla, sigue el juego de las patitas apuradas que buscan, no sabe qué pero sabe que buscan.
Lejano es mañana como la nube que lenta se desplaza  La nube que se ensancha sin buscar transformándose en otra. Y otra.
- ¿Será verdad que lloverá? –


© Norma Starke

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Poema de Norberto Barleand




Los Huertos del Coraje

Un pan de siesta
en las orillas  donde esfumaron
el poema no escrito , los idilios. 

Cuando el amor golpeó
               los terraplenes.,
la pasión de un juego adolescente
                                        
Párpados sedientos
De amigos y de luchas,
De vértigo y jazmines.

Llevo a mi lado
los huertos  del coraje,
el futuro  de oscuras remembranzas.

Sucedió  lo impensado del camino,
la pradera que nunca imaginamos,
sus rejas
             de codicia y de  sollozos.

Los años, transcurridos entre hojas
de volcánicas cenizas
de impotencia acumulada,

Una luz de semilla
crepuscular,
violenta,
habita en   la vendimia de los hombres,
con  cuencos de guitarras
y
todas las estrofas de la lluvia.

Para que el Poeta.
Desnudo , 
solitario
Cante con su pluma,
          Hoy es Hoy
en  los racimos del horizonte

Aunque nunca amanezca



© Norberto Barleand

Poema de Marta Ortiz

  
rota la cinta elástica
partió en dos
–la persiana–
los dominios
el adentro y el afuera
el aire y el des-aire

como una muralla de paraguas
corta / la lluvia que persiste

ileso
a resguardo
el polvo del tiempo

inimputable


© Marta Ortiz

Poema de Nilda Barba


se mece en la hamaca al sol
una parte de sí yace muriendo
ajena a la quietud que perdió
mientras corría
sedienta de alma

(acaso necesite dejarse morir un poco)


© Nilda Barba

Poema de Graciela Barbero


Instantes

Hay un silencio que cuelga de las palabras
                         Diana Araujo Pereira

Sobre la cresta de la ola
una mariposa

 Espinas
en la punta de mis dedos

Hilo de seda
                  el aire que inhalo

Alas de gaviota
                 el sueño

Colores              
               luz
luces
              color

Mi cuerpo es viento
energía el instante

El agua disuelve horizontes
gota de sol en el borde de la boca

Reza  el sendero cuando amanece la flor

Plenitud de la palabra



© Graciela Barbero

Poema de Daniel Reyes

  
Despojos.

Este lenguaje de uñas
que florece como tinta de mar
a los costados de mis ojos
ojos sin párpados
párpados sin ojos.

Los dedos se mutilan de a uno
de a nueve
en un remolino de voces.

Mi ombligo dejó en la noche
un submundo oscuro de espejos dilatados
sobre las sabanas.

Todo me huele a otoño
y el agujero negro de mi boca
se traga todo mi ser
en un segundo de luna.


© Daniel Reyes

Poema de Mónica Angelino

  
vecina 

una podadora 
es esa lengua bífida 
a la hora
del té.



© Mónica Angelino

Poema de Beatriz Minichillo


Interregno

El viento de marzo
es una herida tibia
en el centro de la tarde.
Con su rictus remoto
vuela el ave migratoria
hacia desconocidos destinos
y el aire alienta
un ronroneo de estrellas
sobre el horizonte sin fin.
El día se parte en dos
con un silencio indescifrable
mientras la noche me devora
con dormidos fantasmas
que me hablan
con sonidos inciertos
mientras algo, muy dentro
me desgarra lentamente


© Beatriz Minichillo