31/10/20

Texto de María Rosa Lojo

  


EL OLOR DEL CIELO 

Un día por año, durante una hora, es posible abrir la puerta del Cielo. El único requisito es estar atento para percibir el resplandor muy leve que dibuja en la pared de enfrente los contornos delicados y precisos de una puerta. 

Hay que empujarla con las dos manos y apoyar después todo el cuerpo, suavemente. Se sabe que uno ha entrado sólo por el olor del Cielo, que es peculiar e inolvidable y no se parece a ninguno de los olores de la Tierra, ni siquiera al jazmín del Cabo o a la algalia, o al clavel suntuoso o a las rosas de Cádiz, o al almizcle.

No es posible recordar nada más porque el olor del Cielo marea y desmaya, confunde y oblitera todos los otros sentidos. Nadie puede relatar, por tanto, su visita al Cielo porque su único recuerdo es un olor, y éste es indescriptible, e imperceptible para todos los demás seres humanos. Pero sí puede presentar la prueba, porque detrás del visitante se alinean los gatos y olfatean con adoración al que regresa del Cielo y maúllan, despechados, a la Luna que nunca baja, que siempre está demasiado lejos para olerla.

 

© María Rosa Lojo

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Poema de Nicolás Antonioli

 


 

Marosa Olga Alejandra Silvina

Susana Victoria Alfonsina

Juana Diana

Virginia

TODAS HABITARON EL SILENCIO

Y SOPORTARON LAS LACERACIONES

En qué momento perdimos el CORAJE

y ganamos el espanto?

Y qué hacer con la poesía ahora?

Ahora que sabemos que el encuentro de dos palabras

puede aniquilar el mundo

 

© Nicolás Antonioli

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Poema de Raquel Fernández

 


PAMELA Y JIM

 

JIM

 

Él podía hacer que la Tierra

se parara en seco.

Podía gritar, podía llorar,

podía cantar e invocar a los espíritus.

Podía alterar el curso de los ríos,

de las lunas,

obligar a la naturaleza a hacer su voluntad.

Podía ser la aguja que pinchara su cabeza globo

y hacer que sus ideas estallaran

y los pajaritos muertos de su corazón

abrieran los ojos

como pequeños Frankesteins devueltos a la vida

por un milagro eléctrico.

 

Él deseaba que ella viviera

o muriera

con una sonrisa infantil en los labios

(no una sonrisa de Orange County,

una sonrisa de pezón y leche,

una sonrisa de muerte satisfecha).

Él escribía poesía

y cuando la nombraba

(cuando la tocaba con las palabras)

los lobos temblaban,

se les hacía agua la boca.

 

© Raquel Fernández

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Poema de Rodrigo Galarza

                             


                                     A Jorge Sánchez Aguilar

 

Vi surgir de los esteros un carruaje bordado en llamas

lo vi perderse entre mi pulso y las alas quietas de una garza:

                                         era Elías

timoneado por un gaucho arisco

con las espuelas resplandeciéndole las sienes.


* *


Quizá haya sido una flor.

Todavía su dentellada huele a sangre.

 

**

 

¡Pascua! pascua te decís y dinamitás los puentes.

 

**


Nada rige este abandono, salvo haber sido el Salieri de todos los mendigos del  mundo.

 

               **


Levántate y anda!

          que  Lázaro te espera para que con tu llanto humedezcas sus mortajas.

 

© Rodrigo Galarza

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Poema de Valeria Verona

 


reclusión indefinida

 

no hay eco de tristeza

inaudible en mis paredes

Beethoven me acaricia

como lana tibia en la piel

mientras lloro tras las rejas de mi ventana

y los dedos traducen

lo poco que queda de mí

en este dormitorio

—lo que mata

lo que realmente mata

es la indefinición—

 

© Valeria Verona

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Poema de Viviana Ayilef

 


 

Po(li)ética

 

Escribo

en el ojo abierto de la tormenta

ese que mira y ciega

ese que marca,

que cuando pestañea

                respira el mundo

                nacen las flores

                trinan los pájaros del día

 

Pero yo escribo en este hueco

en un tembladeral escribo

donde ya ni una gota

               ni el polvo de hada

               ni el canto de griegas sirenas

               podrán jamás perder a nadie.

 

               Porque yo escribo donde nadie

               cuando se fueron todos

               desde el ruido en la sombra

               contra el trueno y la niebla

                                     

                                  como si nunca

 

© Viviana Ayilef

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Poema de Sandra Escobar Ginés

 



Orión al Sur

 

Constelación de lunares

Orión en tu rostro

Y un cenit de besos

Y esa mirada ávida

El sol sobre el río

Tu mano en mi verbo

Cantos meridianos a esta Luna

Que se desviste entre tus manos

Orión guió mi noche

Tus manos mi deseo

Mi lengua se deshace

Prefijos en tu sexo

Quiero el camino estelar

Esa constelación que me desnuda

Los sentidos, las palabras, los silencios

Te quiero sobre mí derramando estrellas

Desnuda y cabalgante de blanco

Tu piel de astromelias

Respiración tubular

Caracoles sedientos

Y tu voz en mi verbo

 

© Sandra Escobar Ginés

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Poema de Santiago Morinigo

 


POEMARSE

 

Indócil 

     el alma y su aria 

Coplas de un viejo son 

           retumban 

 

Unísono de voces 

y violines hacen 

chirriar los dientes 

 

Hay heridas 

muy abiertas 

para creerse sanado 

 

En el pentagrama 

una nota sangra 

en clave de Sol 

 

Tras el espejo 

en Mi sostenido 

pájaros se escapan 

        del alma 

 

Se cielan.

 

© Santiago Morinigo

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Poema de Mary Coller

 


 

Lloran conmigo

y no duermen de noche,

estas brujas que desandan las estrellas.

                       

              Calientan el mate en cualquier casa

mientras dejan que el brebaje haga lo suyo.

Piensan modos, formas y maneras

de andar juntas cuidando la manada,

lamiendo las heridas

como lobas atentas en la selva.

 

Capaces de escuchar el sufrimiento

revueltas, como reinas desterradas

 

Descubro estas extrañas

mujeres mirando a otras mujeres,

que en medio de sus horas

levantan los abortos de estos días.

 

Otras locas,

         hijas pródigas del pañuelo blanco,

que tiñeron el pañuelo de verde,

 y de violeta.

 

© Mary Coller

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30/10/20

Poema de Leopoldo Teuco Castilla

 


DAR LA PALABRA

 

La palabra luna, árbol, río, caballo

tan reales

que verán mi muerte.

Y mi muerte tan irreal

que nunca nos veremos.

 

¿He visto sólo las palabras del mundo?

Pétalos que caen en la oscuridad

fallecidos

de luz mía

y no hombres, animales, objetos ni planeta,

sólo un lento deshielo de mis ojos.

 

La imagen

      manchándome de sangre

y el pensamiento

              de humo

                           humano.

 

Todo el silencio, en voz alta,

del hueco

             donde estaba dios.

 

© Leopoldo Teuco Castilla

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Poema de Alejandro Schmidt

 


Como si nada hubiera pasado

las garzas recaen en la laguna

 

Estoy despierto

los patios se abren

y los brazos

 

Todo lo que amo es el otro

 

No lo dudes

Es la patria

El después

 

Perón sopla eternidad

 

el tiempo mata sus perros

 

© Alejandro Schmidt

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Poema de Irene Scalabrelli

  


Dobla el frío en la esquina

sube por la calle su color de tierra helada

el aire tiene agujas

duele estar vivo

hace mucho que esto es todo

los veo pasar como si nada,

con la cabeza gacha

tenazmente andando por sus cosas

el trabajo, los hijos, el almacén, la rabia

pasamos la vida apretando los dientes,

empujando,

arrastrando el peso que nos toca

vivir sólo cuesta vida, dijo alguien

a mi hijo le gusta recordarlo,

los hijos con su propio invierno, pienso

y estas manos mías

que se han enfriado.

 

© Irene Scalabrelli

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Poema de Ana Guillot

 



un sol apocalíptico, de solsticio

de sólo querer comer

granadas irremediables

(su diamantina luz)

 

solsticio en los pies

que ella va descalzando

adentro de la fuente

(abluciones del cuerpo)

los pies, las pantorrillas mojadas y deseosas

 

ella muerde

y el agua de la fuente de humedad

responde en sus rodillas

mientras ella se hunde

blanquísima en el agua

en esta ceremonia plebeya

 

ella muerde granadas

y está

en la fuente desnuda

los hilos de sol transparentando

ninguna suspicacia en el mentón

 

© Ana Guillot

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Poema de Elisa Dejistani

 


 

Reunidos en la bruma

en una intemperie de palabras

sin resonancia

Bajo un cielo furtivo

que nos incita

se crea un destino

¿De quién es aquella sombra

esa voz

que susurra mientras duermo?

Sin tierra debajo  me traslado

con un paso

que se adelanta

como una música “in crescendo”

Transbordo la nave

de otros cielos

navego en el vértigo 

de universos tatuados

en la piel de una raíz incierta

Estoy  

sin estar

sin embargo  soy la misma

Desaparecer

nos vuelve   contundentes

 

© Elisa Dejistani

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28/10/20

Poema de Gabriel Chávez Casazola

 


Los patios son para la lluvia

 

Los patios son para la lluvia

cuando ella cae despiertan sus baldosas,

abren los ojos del tiempo sus aljibes.

 

Y entonces los patios cantan.

 

Un canto hondo,

en un idioma arcano

que hemos olvidado pero que comprendemos

cuando cae la lluvia sobre los patios

y volvemos a ser niños que oyen llover.

 

Bajo la lluvia todas las cosas son renovadas en los patios

y cuando escampa el mundo huele a recién hecho, a sábado de Dios, a primavera.

 

El canto de los patios en la lluvia borra el dolor del universo y susurra el dolor del

universo

por las lluvias perdidas, por los patios perdidos, por los cantos perdidos,

por ti y por mí que bailamos

bajo la lluvia de Bizancio

arcanas danzas

con movimientos hondos

en los patios de la memoria.

 

Por ti y por mí que bailamos

que llovemos

que despertamos las estaciones mientras el patio canta

 

porque la lluvia es para los patios,

esos indescifrables.

 

© Gabriel Chávez Casazola

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Poema de Camila Charry Noriega

 


 

Cuando caiga la última palabra

bajo el puente y entre los animales muertos

puertos que hemos olvidado,

aun existirá el recuerdo de la juventud

para constatar que se ha dejado la piel ante el templo.

 

El amor como el más fiero de los mares

nos devolverá a los pies el esqueleto tibio

de lo que la vida reclamó

para que la felicidad o el tedio

hicieran de nosotros.

 

© Camila Charry Noriega

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Poema de Ana Lafferranderie

  


Vuelve  mi  voz,  ¿qué persigue?

¿develar  la  inabarcable  suma,

lo que trajina el cuerpo,  la raíz

de lo que digo,  el sabor

de otras uvas en las uvas

y  el ánimo de esa

pequeñísima  hoja  del  árbol  que  cambia?

¿Qué es esta urgencia por  decir, querer decir?

¿qué  marcas  de  la memoria  empujan

detrás  de lo que creo saber de mí?

Esta  palabra  vuelve  a surgir  en algún sitio

¿en qué agua?

y ese temor a quedar en silencio, continuar distraída

¿será el impulso que cada vez  dispara

la insistencia de hablarme?

 

© Ana Lafferranderie

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Poema de Amadeo Gravino

 


En los años 50,

            la Argentina de Perón

            nos privilegió

           con cuentos de final feliz.


Años después,

murió Evita (Hada de los pobres),

             apareció Elvis Presley,

             mataron a Kennedy

             y a Luther King,

            echaron a Nixon

            y después de Carter

           gobernó Reagan (un demente).


También murió Perón

           y tras la juventud maravillosa,

           y López Rega e Isabelita

           y la P 2, y la JP, y la CGT

           y la Triple A

           y el Rodrigazo

           y Luder,

          llegó Videla

(campos de concentración,

torturas,

30.000 desaparecidos),

           sufrimos a Martínez de Hoz,

          Galtieri,

          el Mundial de Fútbol,

          la Guerra de Malvinas.


Al fin,

    volvimos a la democracia.


A 40 años de la liberación de Cuba,

recuerdo a Batista, Trujillo y Somoza.


Recuerdo a Stroessner, Mao Tsé Tung,

Stalin y De Gaulle.


Recuerdo a Castro, Pinochet y Ford.


Recuerdo a Aramburu, a Onganía, a Lanusse.


Recuerdo a Viola, a Galimberti, a Santucho,

a Gorriarán Merlo, a Firmenich.


Recuerdo a Lastiri, Harguindeguy,

Cámpora y Camps.


Recuerdo al Comandante Ortega,

a Barrientos y Allende.


A 40 años de la liberación de Cuba,

recuerdo los muertos de Bolivia,

Chile y Perú.


Recuerdo los muertos de Uruguay,

Nicaragua y Haití.


Recuerdo los muertos de Colombia,

Méjico, Cuba y Brasil.


Recuerdo los muertos de Paraguay,

Santo Domingo y Argentina.


Recuerdo los muertos de El Salvador,

Honduras, Guatemala y Venezuela.


Recuerdo los muertos de mi generación,

                  la sangre que se derramó,

                  tanta vida frustrada.

 

© Amadeo Gravino

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Poema de Alicia Salinas

 


Milagro

A la abuela Eufrecina 

 

Tantas cuentas (para qué)

este rosario a los dedos toca                                    

con su teclado de nácar. Rezo                                                                               

y cálculo en las yemas de la noche.                                                                     

 

(Para qué) scrabel del dolor, ubicuo                                                                    

inquilino atesta la habitación.                                                                

Las palabras siempre ahogan. Pero                                                                      

es necesario llamar a Dios en su idioma.                                                                                                         

(Para eso) cuentan los ave maría, llagan                                                            

los dedos a sus uñas, las rodillas piden                                                               

permiso si se apoyan en la oración.                                                                                                                  

(Para eso) la letanía de la vigilia.                                                                                         

 

Y el milagro, quién sabe.

 

© Alicia Salinas

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Poema de Alejandra Schnorr

  


HIJA PRÓDIGA 

 

          yo te negué tres veces

no sabía del ramalazo profundo de tus aguas

de la sequedad que resta

cuando no se puede arrullar el viento

 

             yo te negué

no entendía el lenguaje de las manos

el sabor a madera quemada

 

quería cuentos mitológicos

historias de amor inconclusas

verbos inventados

 

               yo pensaba madre

que las emociones eran collares baratos

eslabones sin sentido

espejismo para los débiles

 

            yo no comprendía

el hierro caliente de cada palabra

el amor atravesando una puerta

 

tus abrazos madre

alejan la pena

 

© Alejandra Schorr

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