31/7/19

Poema de Alejandra Bosch





Fui un nido roto y abandonado
un pájaro nuevo ocupando el nido, fui.
El viento que arrasa el nido
y deja sobre la vereda, un pájaro.
Una tabla con clavos, y un brote de ceibo
una pintura que se descascara, y deja ver
colores, matices, texturas.
Fui una mala hija, descuidada a veces
egoísta y altanera
una mujer que llora mares, sobre una lápida
muda
y sin remedio, la que dejó una nota
en esa lápida; allá vos
y yo parada acá.
Fui una señora gorda, discutiendo
cuestiones obvias
el calor, la humedad, el verano
la playa y la cerveza.
Una vez, pude ser feliz cuando niña
y después, me dediqué a deambular
de brazo en brazo
sin ningún amor, ni camino cierto.
Hoy pinté de verde, la pared del cuarto
fui alguien con destino y estrella
una pared nueva, una araña huyendo
basura escondida y nunca vista
alguien capaz de seguir y no pensar
en los residuos, y huele a lluvia.

© Alejandra Bosch

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Poema de Guillermo Bianchi




ACCIDENTES 

Tengo un modo tan triste de buscarte: 
abandonado, 
sin hacer preguntas 
de memoria volviendo 
a la escena del crimen 
harto de amor, 
empapado de celos. 

Un modo tan inútil de tentar el azar, 
que fumando 
que solo 
que abstraído 
vas a encontrarme vos 
accidentalmente, 
en el peor sentido del vocablo, 
vas a caerme encima 
lo presiento 
como el piano de cola 
de un dibujo animado.


© Guillermo Bianchi

Poema de Nora Alicia Perusin





Los objetos se ven como una línea de circunvalación. 
Se despeja la tarde ante mis ojos 
al paisaje se agrega una mujer caminado con su perro 
no me reconoce y la esquivo. 
Acomoda su ropa mustia 
cruza la calle con sus zapatitos de huérfana. 
Los desquiciados no tienen pudor  
pasan   invisibles  con su  áspero silencio    en el alboroto de la multitud. 
Con sus ojos ajenos se pierde en otro tiempo 
               la dulce  bailarina de pelo rubio.


© Nora Alicia Perusin

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Poema de David Sorbille



Maiacovski

“Yo no estoy –nunca estuve-
en la superficie engañosa de las cosas”
Carlos Santos

Apretó el gatillo
y el duelo de sus camaradas
lo acompañó  hasta la morada final
de un destino que se cumple 

Apretó el gatillo
y se acabó la historia
con el suicidio de su alma
sin sufrir la tiranía del tiempo 

Apretó el gatillo
y se iluminó el camino
porque su cuerpo fue el dolor
de una nube invertebrada


© David Sorbille

Poema de Gabriela Yocco



asilo I

una marca siniestra ineludible
debe situarse en la planta de las manos
cuando tu juego preferido comenzó en el  lugar blanco de los viejos

-viejos con bolsitas que cuelgan de la cintura
bolsitas ambarinas que cargan la vergüenza -

algo debe quedar incrustado para siempre
si montaste caballitos inventados con muletas
si una fuente de latón confortó los severos veranos de aquel tiempo
si los anfitriones de la puerta del paraíso
eran dos enanos siniestros y sonrientes como reyes

algo debe quedar adherido a la manera de un magma extraño
el imán descolocado en la brújula
el juego de los demonios y de los prismas

algo debe quedar adherido a los ojos
la pátina deslucida de los abuelos que no dieron chupetines ni calesitas
la legión oscura de esos abuelos paria
que escuchaban tus mentiras fabulosas de amigos que tocaban el laúd
y de gatos que morían en todas las tormentas

algo debe quedar para siempre
de esa tremenda versión del desamparo
cuando jugar era escaparse
a un edificio blanco poblado de viejos alejados de su estirpe
tan solos tan solos
como vos tan expulsados del reino de los vivos
como vos

© Gabriela Yocco

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Poema de Darío Oliva




APRENDIZAJE

La experiencia 
hace duradero   
             el viaje   
             en la memoria.

© Darío Oliva

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Poema de Claudia Vazquez




No es hora de tomar café.
¿Y hora de que es?
De dormir el sueño que llevo adentro
de abrir el silencio
negado a toda palabra.

Es hora de sacudir los vestidos
de arroparnos solo en lo desnudo
y cerrar los ojos.


© Claudia Vazquez

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Poema de Claudio Portiglia




Amor /
nunca empecé un poema de este modo / nunca creí que el amor mereciera escribirse / más que como dato ilustrativo / como adorno al pasar en ese vértigo del vivir en que anduve /
pero ahora que estás y te estás yendo / ahora que sé que para nunca o para siempre seremos / el uno para el otro una noticia / guardada en algún álbum / tengo ganas de atarme entre tus cosas / de filtrarme en las cajas que atesoran vida tuya vivida / y dejarme mudar con tus cacharros / con tu ropa tus aros tus apuntes / tu vocación recién inaugurada / hasta ese mundo nuevo de barrancas y río embravecido / que sellará en la isla de tu cuello / otro mojón no menos trascendente que el lema que nos une

© Claudio Portiglia

Poema de Mónica Aramendi



La vista anclada en un jardín de sueños,
en la brizna que se piensa tallo,
Cargas en tu espalda
un manantial de indiferencia
que signa tu destino.
Abandonada a tus pasos inocentes
catalogas nubes, pétalos y azules
en una comarca de rubí
sobre cabellos dormidos bajo el tul.
Tu mirada pronuncia un retoño de luz.
Cándida,
en el umbral de la vida esperas al sol
escondido en el silencio del amor.

© Mónica Aramendi

Poema de Mirta Venezia



Solitudinem

I

De esta casa sobreviven
desgarros sin sutura
y una ardilla en los vitrales.
Esta casa  
                  en silencio
                                        demorada.
Sus paredes, traiciones de aguaviva
y el recuerdo del fuego.
De esta casa sin cerrojo
abierta como fruto ya maduro
rescato un terremoto
de corceles y rostros que se han ido.

© Mirta Venezia

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29/7/19

Poema de Alfredo Luna




ordeno un cuerpo inútilmente 

inmenso vientre es esta ciudad de roquerías
brutal follaje de huesos y polvo
donde ruge un sol escandaloso

como una Circe demente y mal arrepentida
busco en el cementerio de todos los planetas
el agua impura que lave un poco de perdón
y la imposible esperanza del regreso

dime tú  excesiva mariposa perdida en la noche
                            en la bruma desgarrada
¿con qué palabras    con qué pedazos de voz
te llamaré hasta el Último día?

ah      mi querida     osados somos los cobardes!


                                                                a mi hermana


© Alfredo Luna

Poema de Mónica Palla/Daniel Marino





verde nace el bosque del incendio. 

hay el peligro y la fe que lo aniquila, 
la fe que enseña cauto al hombre, 
raíz paciente, paciente altura. 

hay la tristeza, la incuestionable tristeza, 
y la fe que le regala una sonrisa. 

pareces confundido. 
el espejo engaña y así obediente nada dices 
de incendios, de tormentas, de catástrofes. 

voraz es la ausencia que tus entrañas albergan, 
férrea es tu piel, su transparencia; y así la vida 
enseña compasiva el salvaje abrazo de la hembra, 
tu salvaje nacimiento, 
aquel latido, aquel origen, estallido. 

no cedes, sobrevives silencio, 
no cedes, 
mientras la mano fértil eleva bendiciones, 
mientras la lengua barro abraza hermanos.


© Mónica Palla/Daniel Marino

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Poema de Teresa Vaccaro



KRONOS

Así te descubrí, sin rendirte, 
en el borde de la copa, 
en el templado filo del día, 
compañero que habita los espejos 
con furia y eterno frenesí. 
Totalitario y liberal, 
inseguro y resuelto, 
pasado, presente y futuro 
del crepúsculo y la aurora. 
Así recibí tu vuelo diáfano, 
imprescindible plegaria en mi sangre, 
prisión luminosa.


© Teresa Vaccaro

Poema de Alfredo Lemon





Templo de Delfos, Marmaria

En los umbrales del cielo y el infierno
el visitante pregunta:
                             ¿de dónde llega la luz?
                             ¿en dónde reside la tiniebla?

Interrogan al oráculo.
Intentan conocerse.

Sócrates reconoció no saber nada
y acaso ni los dioses puedan saber.

El devenir de los siglos cabe en una nuez.
Es muda la eternidad.


© Alfredo Lemon

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Poema de Patricia Corrales



La hora del silencio 

Llevo la noche en la estaca de una hora, me desliza
sin condicionamientos
sin revelaciones.
Vendrá la hora del silencio

donde las almas se desprenden para volver a regarse de fe,
de levedad
porque las almas que me habitan, necesitan aislarse de mí

de vez en cuando
y yo, quién soy yo
para interponerme en su camino.
Todas las heridas me justifican
y el perdón vuelve a ser una canción que abriga.


© Patricia Corrales Marozzini

28/7/19

Poema de María Teresa Andruetto





Para que fluya 

Por el Monte de las Ánimas, va
una madre con sus hijas, llevando
las cenizas de su madre. La que ha muerto
amaba las cascadas, las flores amarillas,
las retamas. Hacia allá la llevan
las tres, hacia el nacimiento
del agua, la esparcen
para que fluya.

© María Teresa Andruetto

Poema de Ana Lafferranderie





Hablo sin dirección  y  de a ratitos callo
mientras  el aire  impacta  la  ventana.
Escucho  algo  deslizarse  en  la terraza,
mis pensamientos
asoman breves,  la inquietud  los  cohíbe

de  pronto sé
es una de esas tardes
una  espiral  volviendo  a  sus  inicios
la forma recelosa de saberse  perder,
nada
se  hará  concreto  excepto  recordar
que el más  pequeño movimiento  es  tiempo.


© Ana Lafferranderie

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Poema de Marita Rodríguez-Cazaux




PARIA 

Huérfana,
desnuda,
por la vigilia de mi mente
cruzo,
en puntas de pie
el frágil puente
del cristal de la locura
para encontrar tu abrazo.

Y en una estepa de papel
me dejo caer en un poema.


© Marita Rodríguez-Cazaux

Poema de Dardo Festino



El ruido y la furia
a William Faulkner (1897-1962)

Una mariposa anciana
pone pestañas en mis calas
fluye errática confusa
pierde polvo
se abandona a los pigmentos
en la boca del aire

humo de espíritu

El muchacho que vende pan casero
me ha dicho que su aleteo
origina huracanes a la vuelta del mundo
por supuesto le creo
de no ser así
el sol
no sería la consecuencia de esa luciérnaga
la que me acompañó el verano pasado
mientras cenaba

Fue solo un plato de arroz
en el borde
una gota de luz


© Dardo Festino

Poema de María Cristina Di Lernia





PALABRAS PARA EL HIJO 
                                                                
                   "... Si nos desintegramos  
                     es para asir mejor
                     la madera infinita"    Ana Emilia Lahitte  
                                                     
                     
Hombre de panes bajo el brazo, ángel del domingo,
la vida es un temblor,  delirios, una ciénaga.
Trenes de una sola vez. Preguntas. Fuego.
Faros que enceguecen. La muerte. Un beso.
Estrellas que huelen a milagro. Trampas.
Historias de abuelos habitando tus huesos.
Incendios en la piel. Huellas. Lunas infinitas.
Este infierno y  este paraíso.
El canto del hombre con sus llagas.
Es recoger  noche a noche tus pedazos
y  despertar entero...   fuerte como el roble.
Hombre de siembras y cosechas,
que tus pasos conozcan el idioma   del que sabe
y descubras que es esta misma vida
quien salvará  pájaros de luz en tu camino.-


© MARÍA CRISTINA DI LERNIA

Poema de Marta Elena Guzmán



Lo que no vuelve

Busco la sombra desde la cual pudiera
deletrear las señales guardadas en el barro.
Encontrar la simiente huera desde el polen
traficar esperanza y paz en las hornallas.
A veces con el gesto mordaz de las palomas
escarbo la sospecha de la tierra
y recaudo en la sangre inicial de la tarde
el linaje de albahaca que tienen mis muertos.
Desde qué tendón de la memoria
me llegará la copla con sus voces
espectros gorriones en la lluvia
caballos disgregados en la noche.
Los teros restauran la herida de la tarde
el otoño celebra uno que otro ocre
los recuerdos escapan tras uvitas del campo
y trazan procesiones de cirios por la casa.

© Marta Elena Guzmán

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Poema de Jorge L. Carranza



UNA NUBE

Una nube
llovió unos instantes
sobre un niño solo.
Era una columna de agua
bajo el sol.
Así como vino se fue.
El niño quedó empapado
a las carcajadas y feliz.
Ahora deberá
regresar a casa
y dar explicaciones.
Sus padres seguro
no le creerán la maravilla.
Su única defensa posible
él no lo sabe
son estos versos.
El niño tampoco sabe
que no está solo.
A los poetas
les pasa lo mismo.
Así
desde siempre.

© Jorge L. Carranza

Poema de Ivana Szac




A León Szac 

I
                                                                            
Con mi padre jugamos
 a que recuerda su infancia
acaricio sus canas
le leo poemas

 estábamos
en esa habitación blanca
esperando a irnos

 esa noche me fui sola
y al llegar a mi casa
me sentí chiquita

como cuando estaba

                                          entre sus brazos.


© Ivana Szac