31/8/16

Poema de Marta Ortiz


Espera

Acechábamos incrédulas
una señal un atisbo
en la noche serena.
Helaba.

Yo seguía la cinta de luz
en la cadena de automóviles
ella moderaba el sesgo desbocado
en las piruetas del cachorro
olfateaba como yo
oteaba el aire intenso
se cargaba de partos.

Yo tildaba las ramas
rapadas dos o tres hojitas
tardías
como pelos fatuos.
Auscultaba
por encima del árbol
y más alto aún
fuera del entorno deshilado
de las luces de neón
y un cierto resplandor nevaba
añicos copos
cristalizaron mi cuerpo.

Aterida,
palpó en la piedra
la paloma el tibio simulacro,

nidos de ceniza tocaron tierra.

No quedan dudas:
el invierno coagula entre nosotros.


© Marta Ortiz

Poema de Claudio Simiz


Paisaje de Lucía cruzando el puente del Reconquista

No  está el Santo Patrono.
Ni el Santo Padre.
Ni el padre.
No está la blanca seda.
Ni la estrella celeste.
Va encendiendo la tarde
           Lucía
con su vientre.


© Claudio Simiz

Poema de Marta Cwielong


Se fue el día
en forma lenta.

Sólo me senté en la roca

El río murmulla.

No hace falta cerrar los ojos
todo tiene una misma letanía.
Siempre el agua en este codo
chocará contra la piedra
más gastada cada vez.

Una tarde olvidaré la senda
que me trae su quietud
a tanto desasosiego.



© Marta Cwielong

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Poema de Rubén Vedovaldi


PARA DECIR ALGO 

no sirve para el arte 
tener una idea del amor 
sirve esa mordedura de tu falta en mi carne 

no vale para el verso 
tener una idea de la Libertad 
vale lo que perdimos para ganar un poco 
valen los hematomas más que un dibujo con alas 

no la palabra muerte 
no la idea o el tema de la muerte 

la dentellada fría 
la falta de alguien 
tiene nombre 
tiene rostro fantasma en mi memoria 

no digo nada si digo 
seis millones de judíos en la shoa 
treinta mil el Proceso 
si no me estoy muriendo aquí y ahora 
si no se está muriendo mi hijo 
o mi madre 

si no atravieso la muerte en mi muerte 
no digo nada 

mejor dicho 
nada que quiera decir 
le hará sentir nada a nadie 
si viene de mi mente y no de mi cuerpo 



© Rubén Vedovaldi

Poema de Darío Oliva


Cuando muera

Cuando muera
no habrá otro interrogante que el silencio,
para este olvido que imagino.
Mirta Tosoroni

Cuando muera
mis ojos olerán
a húmeda tierra cosechada
por el viento y la sombra,
volverán mis pasos a la casa
que deshabitaron
los dolores de la infancia.

Interrogaré con mi boca vacía,
y, tras la puerta,
cerrará el olvido la silente
caja de mi sepultura.

No sabré si he sido un nombre
o el Poema que habitaba
el Hombre.-



© Darío Oliva

Poema de Patricia Corrales


A qué precio?
Que desdicha elegida  para levar suave
los tulipanes blancos de mi alma pesada
de tanta humanidad?
En esta luna que recorre mi Venus, en esta maqueta que fui esculpiendo a la medida de mi pequeñez,
un corazón sangra porque quiere ser vida


© Patricia Corrales

Poema de Javier Galarza



TUS ENVÍOS

Releo cada día las cartas que no nos escribimos. 
Hoy sé que no podías leerme. 
Que te hablaba siempre en otro idioma. 
Sellos postales con la niebla de tus días. 
¡Ande yo solo y perdido y sin tiempo para creerte!



© Javier Galarza

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Poema de Estela Barrenechea


Nosotros mismos 

I

Me haces de nuevo al apretar mi mano
y volar con el viento de la idea
nuestro mar de deseos. 
Mientras tanto solo son sueños, palabras.

En las aguas revueltas de nuestro tiempo
la osadía de pensar,
de convocar al arpa de la vida
(amor y pan caliente de la tierra)
son quereres a contramano.  



© Estela Barrenechea

Poema de Marizel Estonllo


eros 

Pasó rápido
Con su arcabuz repleto de flechas
Y una precisa, certera ,me hirió.
Estoy recostada sobre una de mis alas
que sangra



© Marizel Estonllo

Poema de Miguel Ángel Ferreira

  

DUENDES

En la hondura de un pocillo de café
Las palabras del duende de cabellos canos
Garganta de cigarrillos y ojos avizores
De novelas de amantes
Esta mañana encontré la oportunidad
De un poema
Al rato un señor gesticulante y voz de actor
Se sienta a la mesa y convida con sus anécdotas
Esta mañana encontré en ese pocillo de café con duendes
La oportunidad del poema que contara algo
De esto en la ciudad en la mañana de sábado gris
Como en letra de tango.-

© Miguel Ángel Ferreira

27/8/16

Poema de Paulina Vinderman



El mundo se escribe en manuscrito,
dice el monje señalando mi cuaderno y se mueve
en la tiniebla como un bailarín, buscando
una lámpara.
No pregunta quién soy, no le importan
mis mapas pegados con scotch ni mi sonrisa mustia.
Me dará un té oscuro para la oscura fiebre
(¿cuánto tarda en curarse un corazón quemado)
y un mosquitero.

Dulce tafetán verde,
el cielo es una tajada de río que
sólo pone distancia a la comprensión.
         Sólo entiendo a la lluvia
cuando cae sobre el calor como una mano flaca,
como témpera sobre el papel, arrugándolo
todo en la vigilia.
        Sólo entiendo a la soledad
como un lenguaje que habla por su cuenta,
así mi piel enamorada una vez,
así la prehistoria de un sueño.

Caigo en el fondo de la noche y
se disuelve lo que escribo
(una vez me dijeron te quiero en el fondo
de un taxi).

¿Qué recordaré cuando regrese? 
          
El chillido de los insectos.                         
La música irremediable del dolor.                        
 La suavidad del mosquitero,                         
la suavidad de las reglas de vida.                         
La vanidad oculta de mi lágrima.


© Paulina Vinderman

Poema de Osiris Mosquea


Tras el cristal

Detrás del cristal, todo se diluye, antagoniza y se hace sombra: el parpadeo de los faroles en las calles, la lluvia que cae, la marca de un transeúnte arrojada sobre el asfalto, los quietísimos momentos añiles y casi nulos de unos ojos tras la ventana. Todo lo engullen las alcantarillas al caer la lluvia, hasta la caricia niña que navega en algún cuerpo sembrando una semilla.
Una neblina gris me asedia
detrás del cristal de la ventana
Un acre olor flota en los rincones de la casa
La piel de la cebolla
extrae su lengua y lame las paredes
que esconden malversadas palabras
las dichas, las no dichas
las horas derrotadas en el círculo de la alfombra
Un chubasco golpea en la esquina
el rancio escote de la calle
La luz se inclina sobre la oscura visión de un transeúnte
que remoja sus lágrimas con la lluvia
como si fueran las últimas
El reloj continúa dando las horas
sin importarle el chubasco,
la mirada indiscreta de la lámpara
o las transitadas calles de New York
Las alcantarillas engullen
los secretos de la noche
todo lo que abrazan en su vientre bajo la lluvia
y con fugaz resentimiento
el ojo del farol me espía.


© Osiris Mosquea

Poema de Ricardo Gutiérrez



Se quitó los anteojos
los zapatos
la ropa
las palabras
y el miedo
Se quitó la piel
la carne
los huesos
y el dolor
Se quitó la historia
el tiempo
el origen
y el misterio
Se quitó la vida
la existencia
y a los otros
maquillajes
Pero no pudo
quitarse el amor


© Ricardo Gutiérrez

Poema de María Silvia Paschetta


Afuera está  la luz
                    el aire
                    los caminos

(nacer es peligroso y necesario)

Nacer es la verdad de lo prohibido
la palabra más llena
el respiro tenaz que te respira
el canto que revienta liberado



© María Silvia Paschetta

Poema de Sonia Rabinovich

  

¿Qué busca para atrás?
Hay otra vida
donde solamente le cortaban el flequillo
a la altura de su tristeza
y le tomaban la foto
en el umbral sepia
con nadie al lado.

Lo dobla prolijamente,
lo guarda en el estante más alto,
detrás de todo,
y no pretende buscarlo por la madrugada.
Ahora bien, ese silencio late.


© Sonia Rabinovich

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Poema de Pablo Albornoz


crecen de noche
y no nos damos cuenta
bellos cipreses


© Pablo Albornoz

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Poema de Marina Centeno



INTROSPECCIÓN 

Yo soy yo y mis circunstancias.
Alberto Batania 

No sé cuántos "tequiero" se acumulan
hasta ser la prudencia del paisaje
donde tanto oropel se precipita
para hacerme la vida en confusiones
entre blanco-azul-verde-ciruela
donde pongo el ascua y la derrota
invirtiendo espinas de tragedia
porque debo doblar todos los bordes
y cruzar el violeta de la uva
al romper con las reglas de la trenza
debatiendo caballos de utopía
en mi vientre de hembra que caduca
por la falta de cactus en el monte
entre locas migrañas de quimera
compartiendo el agua y la inocencia
soy un golpe de furia en sus cabales
con los gatos y perros por testigo
calculando caricias en la tarde
(Ninguna mancha me cubre el espejismo
cuando dejo que el tiempo se acomode)



© Marina Centeno

Poema de Victoria Asís


Bitácora

Agenda incompleta mi corazón;
su nombre se ha borrado en esas hojas,
entre penumbras su voz atemperaba los silencios. . . 

La aldaba de mi puerta preserva,
la blancura de sus manos.
Ella me contaba de su presencia en esas tardes
de sus heladas caricias quemando mi piel. 

Su voz,
su aliento,
su risa.

Se han esfumado en la verticalidad
del tiempo. . .



© Victoria Asís

Poema de Silvia Gómez


Clandestina

Anestesiada en esta cabellera oscura
Que pinta mi falda de rojo
Y entrañas ingrávidas, estériles
Me desangro. Clandestina

Me ahogo en los rellanos oscuros
Intromisiones mortales segmentan de a poco
 Y me parto. Evaporo
Me asfixian. Clandestina

Los gritos malolientes de esta ciudad sombría
Que esconde sus hartazgos más violentos
Y  conducen esta noche a otros  desvelos
Que sujetan el cuerpo, mientras tanta agonía
Y enmudezco.
Silenciosa.  Clandestina.

Mi voz no existe aunque grite las palabras mas frias
Mientras se empaña la noche de pecados,
de roñas , de inmundicias
Y una hipocresía que se cuelga en las sotanas
Que a lo lejos bendice  los feligreses en  misa.

Y yo muerta.
Silenciosamente
Clandestina


© Silvia Gómez

Poema de Oscar Perdigón


Inauguremos la catástrofe
de sentirnos despiertos

Brindaré por los sepias del atardecer
beberé este presente
hasta el fondo blanco de la vida


© Oscar Perdigón

26/8/16

Poema de María Teresa Andruetto



Una vez con mi madre
en la feria...

una vez con mi madre,
en el último foco de una ruta,
frente a la casa de un tío....

una vez con mi madre...


¿qué sabía yo entonces de la muerte?

¿qué sabía,
madrecita mía?



© María Teresa Andruetto

Poema de Diego Roel

  
Alfabeto 

Compongo palabras nuevas para nombrar
un collar, una pulsera,
el último anillo del cielo.

Digo pez, madera, árbol,
describo un mundo sublunar.

Hablo del bendito vientre de las cosas.

Digo ángel, santo, salvador



© Diego Roel

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Poema de Eugenia Cabral




LA NIÑA TIENE MIEDO DE SU PADRE
que está de espaldas a ella.

El padre anhelaría volver la cabeza
hacia el rostro
de los que susurran su destino.

La anciana separa los granos buenos
de los muy buenos
y deja los malos para la vecina.

El cielo se desplaza de derecha a izquierda
como un film tras una ventana de utilería;
al fondo del cielo se ven –disminuidos
por la perspectiva –los altos picos de los Andes.


© Eugenia Cabral

Poema de Carlos Carbone



YA NO ERA FUGAZ

Ella vestía todos los olvidos
y
una profunda tormenta
habitaba su ojo
algunas palabras de ciudad
inquietaban su boca.

Ella
Ya no era fugaz
Ahora
Vivía en mí.


© Carlos Carbone

Texto de Edda Sartori

 

Planos

Michel Foucault, Las Meninas: ¿Vemos o nos ven?

¿Dónde estamos?  ¿Fuera o dentro?  ¿Somos él o nosotros, apartando allá al fondo una cortina, seguramente próximos a entrar, o salir quizá, en el titubeo de la media luz, prendidos al secreto de una imagen no develada?
¿Cruzamos ese ojo múltiple entonces,  incorporados como personajes oscilantes, al gran cuarto abierto, a lo bello inconcluso, al espacio anochecido del Gran Espejo? ¿No hay ya demasiadas figuras que refractan su color anochecido en el doblez de la luz, representaciones ilusorias que el ojo a la vez fragmenta? ¿Y ese  hombre casi elíptico, en lo profundo del cuarto, que remonta la noche del color en una levísima explosión de sol? ¿No  es  el mismo personaje vestido de oscuro que se duplica en primer plano y sosteniendo paleta y pincel, nos oberva, nos captura, nos libera? ¿Desde dónde fluye la luz que nos entrama y absorbe en un  parpadeo de sombra huida de nosotros y a la vez recuperada? El enigma pálido y púrpura nos ha atrapado. Somos ya lo inasible sumido en el espejo. Ahí  detrás de esa  pasividad claroscura, silenciosa, un ajetreo singular ocurre a nuestra vista: ese desplazamiento, imprevisto, de claros movimientos, se ejerce en la vida superpuesta de presencias y reflejos, en facetas, en revoloteos, azuzando la línea invisible de nuestro ojo pleno de olvido e inhóspito de memoria.
El tiempo de la infanta transcurre en un desplazamiento circular:
 envuelve y devuelve al ojo la mirada.
Mientras tanto los huecos sombríos del cuadro texturan  nuestra visión que enrojece los planos, infinitos, del espejo.


© Edda Sartori

Poema de Marcos Wertheimer


DANZA DEL POETA

Bendigo esta danza que me habita,
esta vida que me danza.

El cielo está abierto,
un gran ojo de porcelana
de cara a la eternidad.

Oh danza de poetas desnudos,
ritual de vientos cálidos del otoño.

Lágrima, manantial,
donde se refleja mi rostro de cristal.

¡Descansen sobre mí todas las tristezas!

Ya no tiembles, pequeño.

Ya no tiembles,
poeta.

Tiembla.

Tiembla hasta que tu temblor tenga el ritmo de la luz
o indomable se transforme en el vuelo de los cisnes,
en la carcajada de Dios.

Descansen sobre mí todos los fuegos
hasta que sólo el Sol resplandezca en esta piel

Descanso sobre mí
¡descanso y danzo!

hasta deshacerme

hasta renacer

en la canción que el silencio descubre.



© Marcos Wertheimer

Poema de Cecilia González Gerardi


Lazarillo

En el sepulcral contorno del ir en andas
           de la más estúpida y fútil visión,
encontrarás mi alma,
que desprendida de mí,
lejana,
se hace cargo de la nada que la guía,
cual ciego trastornado hacia el muro contra el que se despedazará.


© Cecilia González Gerardi

Poema de Gladys Cepeda


LAS LLUVIAS DE GOTAS QUIMICAMENTE IMPURAS

el semblante baja desde la ventanilla del sol
 estallido en la mano
 y no encontró la puerta
pero sus pies bajan
el calor no es sentir la quemadura sobre la quemadura
pasos detienen a los que suben
 hacia el fin de la escalera



© Gladys Cepeda

Poema de Cecilia Glanzmann


PROFANANTE  VANO

El hombre nace y anda, anda y profana,
     profana para nacer y para la muerte,
y el hombre sigue andando. 
Es el elegido y el miserable.
El hombre es el que llega con el universo nuevo y entero
     -el agua canta y juega mientras fluye en llanto,
      el agua siempre llora el universo entero-.
El hombre es el que llega con la posibilidad de abrir
                                    / la puerta con la llave justa
     -el agua corre divertida y herrumbra el cerrojo
      el hombre no logra abrir la puerta
      todos lo miran
      todos esperan
      el agua tose las preguntas y sigue.
El hombre es el elegido y el miserable,
y se muere con el universo nuevo y entero
     -el agua sabe y ríe
      el agua ríe y sigue-.

© Cecilia Glanzmann

24/8/16

Poema de María Lyda Canoso


SIEMPRE NUNCA 

Siempre nunca habrá un primer plano de chicos jugando a construir un castillo 

Mar con viento y la arena sal amarga tan a contraluz como la maledicencia 

Ella empieza el cuaderno azul intimidada por los debe y los haberes 
Encuentra en lo escrito razones para creer que se es feliz ¿alguien puede asegurarlo? no tanto ahora que lo abre para que salgan los moluscos que se le incrustan cuando de noche el mar se mueve 

Batido del agua motor oceánico a tres tiempos que no para de latir
Corazón sobreactuado por quien le adjudica víscera al milagro de la vida     pero no 

Los mecanismos del amor     pero no 

Motor que bombea el agua que alisa las pisadas y borra heridas del alma te imaginarás que no todas    ella se extiende y espera ola sin esperanza 

Estuvo aquí exactamente

en esta arena otra en este mar otro que va y que va    recuerdo de lejano infierno de playas idénticas eneros cargados de aceite de coco y esas lonjitas de la piel 

Por el temor de dios se bate el agua a punto de merengue maquinaria incesante nunca jamás el mismo sol crece dos veces 


La cuña del viento se clava y filtra zumbidos hipnóticos por rendijas y grietas dactilares del caparazón soleado 

pájaro que sangra

ojo que castiga 


Miles de puñalcitos uno al lado del otro clavados con total prolijidad 


Así es el mar 

guarda la memoria y deja que uno sea siempre  

Atravesar macizos hormigonados y luego un pastizal al ras y no encontrar las cavernas no no encontrar las cavernas de la infancia sí ver olas desconocidas arena en disposiciones caprichosas y un cartel oxidado cocacola -¿será idea mía, madre? -nadie puede contestar    el hotel majestuoso enorme ahora se muestra afantasmado la fiebre hace ver los corredores vacíos con puertas alineadas sin falleba 

El resplandor del resplandor del brillo del brillo     pero no



© María Lyda Canoso

Poema de David Rosales


Madurar

Pasa la gente,
las aves, los días,
el dolor madura en la playa
se repiten las olas.

Mueren las rocas,
el silencio pasa de prisa
tras la bruma
roída en sus entrañas.



© David Rosales

Poema de Paulina Juszko

  
Al acecho en la sombra jugosa de la selva
                          el león
                       el leopardo 
                       la serpiente
     contemplan la milagrosa aparición:
   reclinada negligentemente en su diván
               impúdica y soñadora
dríade de las nieves floreciendo en el trópico
amante de la matanza y los grandes carnívoros
            la Yadwiga de ojos claros
               la novia de Rousseau.
                         Todo calla
   pero nítidamente se oyen las gotas de sangre
  cayendo una a una de las grandes mordeduras.


© Paulina Juszko

Poema de David Sorbille



JOSÉ MARTÍ       

Hombre generoso de La Habana
de  horizonte claro y justo
luchador sin descanso
en las trincheras de papel
viajero de lunas
cuidador de liras íntimas
ejemplo en el tiempo
de los sueños imposibles
adalid de pueblos olvidados
sombra imperecedera
a la que evoco desde el alma
para recitar a viva voz:
“con los pobres de la tierra
quiero yo mi suerte echar”


© David Sorbille

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