30/1/19

Poema de María Ángeles Pérez López



[Piedras]

Cuando comienza el día, la mujer
pinta una piedra blanca y otra negra
sobre sus dos pezones agrandados.
En su cuerpo que acaba de estrenarse
y es ágil y flexible intersección
entre el aire y la piel recién lavada,
se injerta las señales, cicatrices,
heridas resecadas por el tiempo
o abiertas flores frescas, extendidas
sobre el cuerpo sin fin de los demás.
El costurón de puntos en el vientre
de la cesárea que nunca tuvo,
las pecas que no tiene, los tejidos
que sueldan las lesiones subcutáneas
y pueblan territorios perturbados
por la erosión, la lengua del incendio,
el piercing azulado que no tiene,
la marca sonrosada en la rodilla
del hijo, que contempla con tristeza
por si algún día tuviera que buscar
el hueso muerto en el raíl del tren,
componen el grafiti de su cuerpo,
pespuntes de la piel que a otros importa
y ella escribe en la suya al levantarse.
Como un tatuaje rojo en arenisca
pinta un vítor con sangre de animal
sobre su piel elástica, versátil
y anota en su epidermis los antojos,
las manchas, los estigmas, los indicios
del paso del vivir sobre los cuerpos.
Cuando termine el día, quitará
con una goma grande de borrar
los signos, los oscuros hematomas
bajo los que la piel es hoja en blanco.
La misma sangre roja de la piedra,
pigmento negro y blanco de la piedra
que calentaba el rojo corazón
será arena invisible y diluida.
Pero por la mañana, cuando acuden
el día y sus promesas pesarosas,
la mujer se embadurna con palabras
que son miel resbalando densamente
como lengua de polen amarillo,
estría que es amor y que es destrozo.

© María Ángeles Pérez López

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Poema de Carlos Alberto Roldán



Hay detrás del desvelo un sueño 
Una mañana detrás de la mañana 
Mas vida cuando la vida 
Hace su aparatosa pérdida del lujo 
Otra sonrisa que no podrás/podrán borrar 
Sábados que aguardan en que como en una gatera 
Estés con ella al pie de las constelaciones 
Poesía detrás del insuficiente torpe balbuceo 
De un poema de ebrios o cobardes 

Si toda la vida he puesto 
Y no sé si partí o siempre fui de fraudes antepuestos 
Si esta bruma me sorprendió en altamar 
O fue borrasca sin más 
Escalofrìo 

¡Estoy al pie de todo 
Con el hambre dispuesto! 
Y una canción marinera 

Una canción marinera.


© Carlos Alberto Roldán

Poema de Nora Coria



EVA DESNUDA Y TRANSPARENTE

“Estaba desnuda en el ataúd y parecía una virgen. La piel se le había vuelto transparente.  Se veían las metástasis del cáncer…” Rodolfo Whalsh, Esa mujer

La creyeron ingenua niñita pueblerina. 
y resultó más que una advertencia mujer universal.
La deseaban frágil. Los perversos.
No intuyeron su coraje. Los cobardes.
Los insignificantes, la pensaron pequeña. 
Risa de farándula la prejuzgaron. Los imbéciles. 
Ignorante la hubiesen preferido. Los ineptos.    
No la vislumbraron generosa. Los avaros.  
La esperaban inútil, los inservibles de siempre.
No imaginaron la claridad de sus ideas. Los necios. 
Y es más que claridad es destello infinito y signo de justicia.   

Eva Duarte desnuda y transparente. 
Eva leal matriz del Edén popular.  
Maestra. Obrera de la vida. Evita linda.
Los desconcertó su inteligencia. 
Los desveló su genio. 
Ahora, siempre, su fuerza los revuelca.  
Porque Evita como el Túpac de la América profunda 
siempre está volviendo. 
Es el pueblo. Es millones.

© Nora Coria

Poema de Marta Elena Guzmán








NADA VUELVE

La canción se muere de soledad
el aire gira en un mugido de sombra
y la mirada es una muesca
que se pierde en la crucifixión de las cosechas.
Cómo poner señales a las horas 
si cada instante tiene el perfil de las manzanas
la lluvia, el sol y las palomas.
Nada vuelve
ni la pesadumbre de las horas muertas
ni el perfume del sexo.
El hueco de la mano no está en la palma
y la lágrima fundada en el prodigio
no es llena de gracia.
Cómo ver en el verbo las respuestas
si la palabra huyó tras la última golondrina.
Tiene que haber
      un corrillo de pájaros en la ronquera.
Tiene que existir una plegaria
                     que regrese con la copla.
© Marta Elena Guzmán

Poema de Marizel Estonllo



Piedra de alumbre

  Fue una profunda marca en los labios
  Un profundo rasguño en la piel allí donde el tiempo se graba  para siempre. 
                                                   Odysseas Elytis                


 Yo extendería mi piel sobre tu cuerpo.

 Pretendería envolver lo que ilumina
 Como  aquel manto
 Como el farol en las noches
 de las calles de un pueblo que envejece.

 Alumbraría los días con las promesas del fuego crepitando.
 Con los dedos sobre el surco de  tu herida tibia.
 Y propondría un juego elemental

 Recrearía la vida entera.

 Volvería a ordenar las estaciones y los trópicos a la conveniencia de las mareas.

 Dejaría la marca del vapor como un testimonio del agua herida por el fuego.

 Y confiaría en este tiempo verbal donde lo posible 
 queda suspendido en esa melancolía atravesada de vitalidad
 como albergando la promesa de otra historia.

 Con la sustancia ahí tan cerca.
 Tan  a la mano del alquimista que mezcla y purifica .
 Tan  en el umbral del espíritu cuando despliega
  y transporta

La luz que esparce la fusión de dos oscuridades ebrias.


© Marizel Estonllo

Poema de Javier Saleh



  “¿La margarita enamorada, qué deshoja?”

WILLIAM IRWING 
Solo frente a la partitura para cuatro manos

Todos los caminos conducen a Aristófanes

(Yo también)

¿Existirían o no Río Negro y Neuquén 
si en vez del árbol  
Adán y Eva hubieran visto el bosque?

¿vuelan los pájaros 
porque también se escapan de sus alas?

¿qué hace la noche para anochecer?

¿no hay paso a nivel de poesía?

¿los creyentes 
antes de morir  
ponen el cronómetro en cero?

¿no será, ser la botella,  
que envuelve al barquito?

¿cómo se saca, en caso de incendio,  
el martillito para romper la ventanilla del tren?

¿cada menstruación es una vez menos?

¿por qué hay estatuas que coinciden  
con cada cagada de paloma?

¿desaparece el poema si ponemos Videla?

¿a la izquierda del Che está la pared?

¿en qué barco británico  
se fue a qué país francés 
nuestro qué padre  
San Martín de la patria?

¿los ciegos, cuando mueren, no ven, la muerte venir?   

¿no está Dios ahora sintiendo los dolores de los clavos?

¿partir es no llegar a la otra orilla?

¿definen nena los agujeros en las orejas? 
¿y los agujeros en la pared, qué definen? 

¿cuánto marca el capitalismo  
en el velocímetro roto?

¿qué cuenta hizo Jesús con los panes?

¿la muerte tendrá tus ojos Borges?

¿cómo será, cuando yo no esté, 
el escudo de San Lorenzo?

Definitivamente,   

te amo

es una pregunta capciosa. 


© Javier Saleh

Poema de María Lanese



Bemol

Eso que empieza en la suela de los zapatos
y le pega a uno los pies.
Eso que aprieta, una vez que sube
angosta
comprime
lo reduce a un a un golpe seco
Eso que hace gritar
¡por qué!
Eso que gira, agota y perfora las palabras
Sin que pueda ninguna dar razón.
Eso que se nota en la cara
que convierte la voz
en un cascajo
y la espalda
en un despojo contra la pared.

Eso
                 ¿será el dolor?


© María Lanese

Poema de Adrián Terracciano





Escondías elfos en miniatura
en el bies de tu ombligo fértil
a cambio de girar la grieta
surcida de mis pantalones
con escamas de tu magia.
Te ví en la boquiabierta
sed de toda espera
hacer vudú con la llaga
de un reloj malparido
mientras que aparecía
alguna de mis sombras juguetonas
en algún eclipse de antes
mojada con mi jugo
de famélico ancestro empedernido
te ví colgada de un libro
que me enseñó a descifrar
el esqueleto de la fantasía
y en mi saber ambivalente
supe que eras el capítulo
turquesa de mi historia.
Desde un mapamundi alterno
venías viajando en un papelito alado
y esperar bañarte
con la cielicolor agüita
de un solsticio de humedad antigua
no es poca locura infantil
si sos pueblo de piel
para mi historia de morondanga
habitante de mi mayor
recórcholis festivo
me besas con tu labio incestuoso
mi Pulgarcita hermana
de pies elegantes
de escupidora valentía
y así necrosamos todo invierno
todo ejército de agonías
toda elegía de verbo fraudulento
ahora que nuestros eurekas
en unísono alborotado
arden como nunca.

© Adrián Terracciano

Poema de Inés Legarreta



En el patio
no se mueve el sol
las campanas de la iglesia sonaron
hace meses
sin ruidos del mediodía debieran pasar motos
o algún grito
pero también cubre mi boca
el espesor de un vidrio
que me aleja

© Inés Legarreta

Poema de Fabiana León




                                                      
 Filos  

19.

El miedo
el frío
el vidrio
cortan

tu silencio
amputa.

© Fabiana León

Poema de Dana Fernández Guisande




Todas las cosas tienen lado B
los vinilos,
las calles,
el semáforo,
la avenida.
Oyes un pájaro que recita sobre el árbol
el lado B de la esquina.
Los murales sobre las caras
de los subterráneos,
el lado B del ruido.
Un andén suplica
Bésame mucho
en el lado B
de
mi mi mi fa# sol si la
la la la si si si do° do° do°.
Soy el lado B del olvido,
seré el lado B de una historia.
Los nombres tienen lado B,
las nubes,
los cumpleaños.
Hoy es el lado B de un día

© Dana Fernández Guisande

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28/1/19

Poema de Lucía Carmona


  


Soy tan huesos y memoria
como aquella mujer de sembradíos
en leyenda
y ojos prendidos a su propia mirada.

Igual que la madre del fuego,
que la hija de tormentas,
que la última descendiente
de los primeros pueblos.

Soy huesos y memoria
habitante de extrañas latitudes
donde las marcas de los dedos
registran tan solamente ausencia.
Habitante de su propio destino
repetido mil veces
y vuelto a rebelarse.

Soy la misma y soy otra,
guerrera sin contiendas
y sin sangre.


© Lucía Carmona

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Poema de Gustavo Borga




Desde la noche
que interrumpieron
su sueño
la niña
comenzó a tejer

Tejió
veinte años

Terminé
dijo un día
y arrojó la red

sobre sus padres.

© Gustavo Borga

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Poema de Gabriela Yocco




dios
que es una chapita usada de gaseosa
o que viaja en la enorme bolsa de pan del hombre frente a mí
hoy se ríe de mi suerte me dice
vos  vos que no querías envejecer vos vos que enterraste cuanto vivo se pueda
y ves temblar a los vivos que perduran
vos

hoy
dios / ese cascarrabias desdentado
me mira / se levanta la sotana rasgada y sucia
y se burla de mi suerte
teje otras telarañas / para atraparme


© Gabriela Yocco

Poema de Beatriz Arias





Tengo lágrimas ancladas en el pecho
sin embargo respiro mariposas,
baja el cielo, lo acaricio y lo atrapo
con mis sedientas manos.
Sueño una historia,
ella también me sueña.
Soy un punto en el mar
y una gota que estalla
en la perpetua lluvia.
Contemplo la vida
como a una rosa pasajera
que lentamente se desangra.


© Beatriz Arias

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Poema de David Sorbille



Y más allá de todo:
de los hechos lamentables
los propósitos incorregibles
la realidad que nos golpea
rememora una vez más
los momentos felices
en el silencio cómplice
deslizándose tibiamente
por tu cuerpo y el mío


© David Sorbille

Poema de Gisela Galimi





Yo antes

Yo antes
me ponía de novia
los sábados
y como el tiempo
era eterno
los domingos todavía
tenían gusto a beso.

A veces los lunes
me arrepentía,
algunos martes
escribía poemas,
pero siempre
un nuevo sábado
asomaba
fénix y virgen.

¿Cómo es que ahora
todos los días son jueves?


© Gisela Galimi

27/1/19

Poema de Paura Rodríguez Leytón




Pez de piedra tres

Este es un intento
de caer al fondo de la soledad más pura:
el de no hablar.

La forma de los atardeceres me hiere,
me alegra su color tardío
cercano al vientre,
cercano a cada latido que comienza a encenderse
por las calles
extrañas y propias.

Sueños remotos me llaman,
esperan.

Tendrás tiempo para tomar el té,
vendrá el calor,
vendrá la lluvia,
vendrá el olor a tierra mojada.

Tus flores
se duermen
en pequeños sueños
                                                eternos.

Los días son como un pañuelo bien planchado
donde las moscas no se atreven.

Busco algo que ocultan mis manos:
una pequeña pieza de relojería
anterior a nuestros huesos
que ahora sólo existe en el paladar,
como alguna melodía,
como voz providencial.

Los musgosos tejados consumen la ventana.

Hablas sin repetir los miedos,
sin mencionar las treguas
que nos damos
cuando el río ya no llega,
cuando hay un montón de piedras para jugar,
para imaginar tormentas,
para esperar la hora del té
con trozos de pan
de las manos de un ciego.

Es el olor a libros,
(a polvo de antes)
el que ya no está,
el que ha desaparecido para siempre.

Amo los geranios,
las piedras,
la luz temprana que guarda los silencios.

Después de los rumores:
una hoja muerta,
unos pasos confusos por andar y desandar,
unos fuegos apagados,
una silenciosa partida.

Ahora, un miedo remoto cosquillea en mis oídos.

Y habrá poesía
para tenermos de nuevo en el fondo de un jardín
amarillo,
jugando al olvido,
a los viajes continuos.

Lo días retornan de un lugar intacto,
como frutas dulces que acarician tus ojos.

¿Qué será de estos huesos que ignoro,
que no veo,
que son como mi alma?

¿Qué será de mi alma que ignoro,
que no veo,
que es como mis huesos?

¿Acaso habrá una forma de llegar al agua,
de romper los muros sin estruendo?

Huye la palabra como un pájaro asustado,
desaparece,
como desaparecen sus huesecillos misteriosos.


© Paura Rodríguez Leytón

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Poema de Reyna Domínguez



INICIACIÓN

Bajo su manto vivo la enredadera
sol astillado la mañana
susurro de voces trepadas al viento
ojos de ver y oír a ojo cerrado
manto verde de verde nuevo
brilló la luz
filtro dorado
brizna solar soplido de mar
hojas danzarinas
bajo tejido de hojas vivas
me rozó la luz
y vino el poema.

© Reyna Domínguez

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Poema de Rolando Revagliatti





“Un buen polvo insignificante”*


Lo expresó
solicitándomelo
volcada hacia mí

Rehusar
no me caracterizaba
ni solía
dejarme confundir

Confundido rehusé, primero

De inmediato, repuesto
me abalancé

y la magistral insignificancia
concedí.


* El título de este texto se corresponde con un subtitulado de lo enunciado por la protagonista del filme “Transsiberian” de Brad Anderson.


© Rolando Revagliatti