25/6/19

Poema de María Teresa Andruetto





Sólo escucho a la niña 
               
Aprendí mucho de ellas, dice mi hija
por teléfono y comienza a nombrar
a abuelas, madres, tías… en la casa
que queda al pie del cerro, me enseñaron
a bordar, pirograbar, a hacer flores
de papel para los muertos. Me contaron
historias de mujeres, amores de ellas
mismas: alguien le decía mi tusquita,
otro entró a la historia del boxeo,
un cantor cantaba soy del treinta,
un gringo que pasaba por los campos,
una de ellas sedujo a un hombre joven,
otra se olvidó un día del marido,
y otra… las nombro como un mantra,
dice, Francisca, Cleofé, Petrona, Arcadia.
Laureana, Gregoria, Gioconda,
Juana, brotan sus nombres en el teléfono,
mientras la niña tapa con balbuceos
su voz de madre. Y entonces ya no escucho
sino a esa niña que habla con la fuerza
de lo que nace, como debe ser.

© María Teresa Andruetto

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Poema de Graciela Perosio





hay un momento
para destejer,  soltar
los nudos que fueron necesarios
abrir la trama del abrigo
y llamar a los vientos
a ventilar la lana
que está secándose tendida

deshacer cada punto
(cada amoroso punto)
porque ya ha servido
pero ahora
es útil y necesario separar
lo entramado (lo entrampado)
liberar las hebras
como quien descorre persianas
para que entre el sol

en soledad contemplar

las voces
que cantan desde el atrio
reproducen peces y panes
en los cestos de ofrenda
para todas las hambres

© Graciela Perosio

Poema de Guillermo Bianchi




LAS HORAS 

tempranito salimos para los hospitales 
la sobriedad del viento nos alivia el desvelo 
en la curtida noche 
todo envejece prematuramente 

de a poco van llegando los doctores 
descendidos recién de sus olimpos 
a deslumbrar la sala 
cautos y taciturnos 
saben que hablamos de ellos 
que se irán convirtiendo 
lentamente en rehenes 
que habitarán la brevedad del sueño 
y la ferocidad de la vigilia 

nunca nos fue tan ardua la pobreza 
tan descarnado el miedo 
podríamos correr por los pasillos 
cruzar las avenidas dando gritos de alerta 
pero permanecemos en el cuarto 
a esperar el futuro 
con los ojos cerrados. 


© Guillermo Bianchi

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Poema de Susana Szwarc



Veo cómo te miro

Veo cómo te miro.
Me oigo  escucharte
en estado de excepción (lejos
y otro el dibujito del mapa)

¿Te acordás?,  Molloy  golpeaba la cabeza
de su madre: un lugar común  si el hecho
se produce en los límites del espacio
conocido: lacasa, lalengua, lapatria.

Desde antes de los tiempos, siempre,
hijos- hijas,  rompen jarrones,
piedras, nudillos
sobre las cabezas de las madres
con justa razón.

Atraídos
a la crueldad del mundo,
alejados de las tetas generosas,
heridos los cuerpos por cifras,
bisturíes, pavos reales, guerras,
noches, días, no hay
otra forma de soportar. 
Sólo suma ese golpe a través
de las bruscas generaciones.
(De una función la grieta,
rotunda.  Toc – toc.)

© Susana Szwarc

Poema de Susana Lobo Mayorga





Escribir para lavar un pueblo
una raza
(sepulta sombra de sombras).

Buscar el sonido
la alucinación del canto
el brote de la arteria americana.

Descubrir
la casa azul de las alianzas
hasta encender los círculos de fuego
el canto de tinaja
un  latido de río
el viejo murmullo de la herencia


© Susana Lobo Mayorga

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Poema de Aníbal Costilla



LA LLOVIZNA SE DETIENE 

La llovizna se detiene en el aire: 
no necesita caer para recibirla. 
Está ahí, como un racimo blanco. 
Extendemos las manos para tocarla, 
con cuidado, como si pudiera quemar 
como chispas que saltan del carbón encendido. 
Los lapachos ya no sentirán el espasmo, 
sus flores también caen en violeta lluvia 
sobre el suelo y por debajo de la luz. 
Pronto el rocío encenderá las lámparas 
cuando el sol vencido se desplome
detrás de las lomas inalcanzables.
               


© Aníbal Costilla

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Poema de María Lanese


  

Silencio

Un higo cae
sin duda
de un modo distinto a una gota

la gota cae
haciéndose.

Ambos comparten
-              sin opción -
la forma
el vértigo
el instante de ser
el haber sido.

El higo cae de maduro.

Elijo gota.


© María Lanese

Texto de Viviana Ayilef



Del amor sí se vuelve. Del desamor, nunca. El amor nos distrae en las ficciones del mundo. Amamos y volvemos a hacerlo como la vez primera, con idéntica trama. El desamor, también siempre, es en cada herida único y su duelo es eterno.

El vacío es un siempre. No hay exorcismo.

© Viviana Ayilef

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Poema de Ana Guillot





(inquieta la oquedad
de la razón
que permanece activa
revisando
dónde comienza el festejo
del verde)

© Ana Guillot

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Poema de Yamil Dora





esa mujer se está prostituyendo
en plaza once
toma licor de dulce de leche
para pasar el frío
yo voy al café
tengo ganas de llorar
puedo pasar la mañana
sin que nadie sepa de mí
plaza once estás llena
esa mujer mira a todos los hombres que pasan
está rodeada de palomas
es linda en cualquier parte del mundo


© Yamil Dora

Poema de Celina Feuerstein




Super 8

Cierro los ojos y aparece, la oscuridad
trae a los fantasmas. Abro los ojos y no está. Cierro
los ojos y voy, atravieso en un caballo volador
el espacio que me separa de sus manos. Abro
los ojos y mis dedos largos tocan el vidrio
de la ventana. Cierro los ojos y un campo
con flores violetas y amarillas se extiende como
un colchón en el que me dejo caer. Abro los ojos y es
la mañana de un lunes nublado. Cierro los ojos
y cada costado del viento es mi cuerpo. (El viento
no tiene costados. El cuerpo sí). Abro los ojos
y cada costado de mi cuerpo es el viento. Cierro
los ojos y los veo, nos veo, jóvenes y sonrientes. Abro
los ojos y sonrío. Cierro los ojos y el auto viejo
un Valiant 3 o un Valiant 4, entorna sus puertas para que
bajen. Abro los ojos y no puedo correr
a su encuentro. Cierro los ojos y es la dulzura
de la infancia. Abro los ojos y es la dulzura ahora
mirando por la ventana el lunes nublado ¿o son mis ojos
los que se nublan? Cierro los ojos y la niñita que fui
da vuelta la cabeza y mira por la luneta del auto
buscando algo. Quiero preguntarle qué mira, qué busca
pero no me escucha. El auto se aleja por la carretera.

© Celina Feuerstein

Poema de Valeria Verona



hasta que no

sola en el cielo turgente de la noche
sola nadando en el torrente sanguíneo del silencio
sola macheteando las marañas
haciendo añicos las retinas de los sueños
sola cuchareando el helado / raspando el fondo
sola entre los árboles quietos / las hojas muertas
sola con el hipo de esto que no es y reverbera
sola mis cejas, mis uñas, mis nudillos
una manto de palabras resonantes
me arropa y  me manda a la cama sola
yo respiro / soporto
este mambo de notas sin sentido
que baila mudo en mi esternón
soporto /respiro
hasta que no

© Valeria Verona

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Poema de Vanesa Almada Noguerón



baldes de ojos 

para hablarnos de naufragios nos hace falta por lo menos un charco,
mejillas pintadas de piel de anfibio,
cutis de caucho y dos paraguas huérfanos

de vez en cuando vienen los soles a calcinar mártires
aguanta el cuerpo la ofensa
                                               arde

aunque es de esperar que insista

nos gusta el golpe mustio y volátil de Sodoma y de Gomorra
nos gusta el tóxico
                                   el exceso

vaciarnos los baldes de ojos en el reverso de los bolsillos
humectar los techos y regar los patios

nos gusta el hielo en las plantas cuando amanece
el vicio
el vidrio apedazado en la puerta de la casa

y la calma nos cubre siempre la segunda mitad del cuerpo
nos arqueamos
volvemos siempre al muelle desde donde huimos por primera vez
                             rodamos
dejamos que el margen abierto de la lata nos insulte
que nos vierta el rostro
que anochezca 

dejamos que llueva
que nos ahogue el  filo
                                     de esa gota

© Vanesa Almada Noguerón

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24/6/19

Poema de Gabriel Chávez Casazola



De la procedencia de la luz

La luz viene siempre desde fuera
léase sol astros fuego lámpara:
nosotros somos oscuridad.

¿Pero la luz viene siempre desde fuera?
¿En el principio era la oscuridad y la luz sobrevino?
¿Desde qué afuera?
¿O en el principio la luz era un adentro?

¿Y la idea de la luz dónde sucede?
¿Podía alguien ver la luz si nadie había?
¿Podía alguien llamarla luz e iluminarse?

Entre el afuera y el adentro, la luz.
Nosotros somos un canal de luz, un río,
un mirar, un nombrar, un alumbrarse.

¿La luz que vino siempre desde fuera
se hizo en la carne y habitó en nosotros?
¿Ahora otra vez la luz será un adentro?
¿Habrá sol astros fuego lámpara en tu pecho,
en tu retina, en una circunvolución de tu cerebro?

Nosotros somos luz.
Ahora la oscuridad es un afuera
que reinará cuando nos apaguemos.

¿Y, cuando nos apaguemos,
volveremos hacia la luz primera?
¿Nos envolverá la oscuridad temprana?
¿Seremos luz, seremos nada?

Cierro los ojos.
La luz de la memoria
—el hombre teme más al olvido que a la muerte—
me devuelve a un hombre que se llamó Machado:

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.

¿De dónde viene la luz de este poema?
¿Del afuera que es Machado o del adentro que lo recuerda?

Insisto: ¿la luz viene siempre desde fuera?


© Gabriel Chávez Casazola

Poema de Ernestina Elorriaga





De los cementerios
el silencio reptando por el cuerpo

la sensación de una cuerda tensándose
en los tobillos
                    volviendo vano  el intento de volar
              
mi madre
reclinada por horas
                               reza

yo la veo
abismándose
en el espejo de la nada.


© Ernestina Elorriaga

Poema de Marcela Rosales





LE TEMPS QUI PASSE          
                   
      “Llena la mano de horas, así viniste a mí                                 
       - yo dije: su pelo no es moreno.”                                      
                                       Paul Celan


El fuego en el hogar, 
el hogar perdido,
la inocencia del niño 
que no sabe qué vendrá.
Otro invierno - dice el hombre
que sabe lo que ha sido y 
cree saber qué será.

Él únicamente espera a la muerte,
se encoge de hombros, 
regresa al hogar.
Él está de espaldas al salón ajeno, 
la escucha venir
y comienza a rezar.

Pero ella no es la muerte.
No, ella no es la muerte 
porque duele más.
Lleva el cabello sujeto 
con serpientes, en él guarda 
el viento de la noche y la rosa.

Él no sabe nada sobre el tiempo 
que pasa. Un hombre, un niño, 
es la misma cosa.     


© Marcela Rosales

Poema de Reynaldo Farías





PACHAMAMA 

Acollarada de tiempo 
le crece un sol a la Pacha. 
Mansa de entrañas 
pródiga en la entrega generosa 
del semen vegetal 
fertilidad que le incumbe 
sobre el continente. 
Piel de barro con la lluvia 
memoria profunda de siglos 
salitre dulce con la siembra. 
Ondea Paz la wipala 
tanto en el trigo 
como en el aire 
aliento limpio 
de la cosecha. 
Hoy te venero Madre Tierra 
amorosa cuna de mis ancestros 
guardiana de la vida y de la muerte. 
Infinita placenta de ríos y montaña 
corpachada agreste 
en la cosmografía universal 
de los pueblos.


© Reynaldo Farías

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Poema de María Cristina Di Lernia

  

LA OTRA 
                                                                
           "... No la dejes pasar  ...                                                                
           Nómbrala con el nombre de lo deshabitado...                                                                
           Nómbrala y mátala" Olga Orozco


Una mujer sin rostro vaga y divaga
por las inmediaciones de la luna.
Ya no es Casandra en la sangre
que alguna vez profetizó desmanes
no es la diosa de Odiseo
ni la bella Helena deshilvanando
llamas incendiarias.
Sólo  es una silueta arrojada al espacio
donde claman los que no dejan huellas.
La misma que sintió en el entrecejo
la herida de la muerte.

Pero ya no existe,
ella misma creció hasta deportarse.
Hoy, el cuerpo que habitaba
es de otra mujer
la de mirada limpia
la brotada de Luz.-


© MARÍA CRISTINA DI LERNIA

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Poema de Jorgelina Soulet





Te vas a quedar sola
con tus plantas
tus gatos
y tus libros
me dijo
el último día que la vi

pero hace dos meses
acá
los días transcurren mansos
y un gato duerme al sol
mientras yo
con las manos en la tierra
pienso el poema
que voy a escribir
para contarle
que en esta casa
estamos muy bien
muy felices
los gatos
las plantas
los libros
y yo.

© Jorgelina Soulet

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Poema de Santiago Morinigo



RESURRECTO         
                              
III

Se puelveriza estrellas
esa estrategia ancestral de convertir
la nada en  materia
la materia en vida
la vida en amor
el amor en muerte
la muerte en resurrección
de esa esencia que jamás morirá.

                                                        
© Santiago Morinigo.

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Poema de Graciela Corrao





los tacos me clavaron un desvío

amor es el tiempo pasado
del verbo partir
un muro
sin cuerdas para trepar

la roca que me golpeó
es el fémur desprendido de la alegría


© Graciela Corrao

Poema de María Fernanda Regueiro





Te encontré  a media luz
andabas latiendo por mi sangre
con la música de los desencontrados

tenías que decir una palabra
una sola
para desenterrar ese barco 
por el que vagabas dentro de mi cuerpo
escondido  entre  latidos

siempre  supimos
que al final del laberinto
estarías de pie
con un fauno  entre las manos.

© María Fernanda Regueiro

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