26/6/15

Sonia Quevedo comparte NICOLÁS GUILLÉN




Sudor y látigo

Látigo,
Sudor y látigo.

El sol despertó temprano
Y encontró al negro descalzo,
Desnudo el cuerpo llagado,
Sobre el campo.

Látigo,
Sudor y látigo.

El viento pasó gritando:
-¡Qué flor negra en cada mano!
La sangre le dijo: ¡vamos!
Él dijo a la sangre: ¡vamos!
Partió en su sangre, descalzo.
El cañaveral, temblando,
Le abrió paso.

Después, el cielo callado,
Y bajo el cielo, el esclavo
Tinto en la sangre del amo.

Látigo,
Sudor y látigo,
Tinto en la sangre del amo;
Látigo,
Sudor y látigo;
Tinto en la sangre del amo,
Tinto en la sangre del amo



NICOLÁS GUILLÉN

25/6/15

Marcela Predieri comparte ROBERTO JUARROZ


Cómo amar lo imperfecto...

¿Cómo amar lo imperfecto,
si escuchamos a través de las cosas
cómo nos llama lo perfecto?

¿Cómo alcanzar a seguir
en la caída o el fracaso de las cosas
la huella de lo que no cae ni fracasa?

Quizá debamos aprender que lo imperfecto
es otra forma de la perfección:
la forma que la perfección asume
para poder ser amada.


ROBERTO JUARROZ

Silvia Long Ohni comparte LEOPOLDO MARECHAL


Descubrimiento de la Patria

—- I —-

Dije yo en la ciudad de la Yegua Tordilla:
“La Patria es un dolor que aún no tiene bautismo”.
Los apisonadores de adoquines
me clavaron sus ojos de ultramar;
y luego devoraron su pan y su cebolla
y en seguida volvieron al ritmo del pisón.

—- II —-

¿Con que derecho definía yo a la Patria,
bajo un cielo en pañales
y un sol que todavía no ha entrado en la leyenda?
Los apisonadores de adoquines
escupieron la palma de sus manos:
en sus ojos de allende se borraba una costa
y en sus pies forasteros ya moría una danza.
“Ellos vienen del mar y no escuchan”, me dije.
“Llegan como el otoño, repletos de semilla,
vestidos de hoja muerta.”
Yo venía del sur en caballos e idilios:
“La Patria es un dolor que aun no sabe su nombre”.

—- III —-

Una lanza española y un cordaje francés
riman este poema de mi sangre.
Yo ambién soy un hijo del otoño
Que llegó del oriente sobre la tez del agua.
¿Qué harían en el sur y en su empresa de toros
un cordaaje perdido y una lanza en destierro?
Con la virtud erecta de la lanza
yo aprendí a gobernar los rebaños furiosos;
con el desvelo puro del cordaje
yo descubrí la Patria y su inocencia.

—- IV —-

La Patria era una niña de voz y pies desnudos.
Yo la vi talonear los caballos frisones
en tiempo de labranza,
o dirigir los carros graciosos del estío,
con las piernas al sol y el idioma en el aire.
(Los hombres de mi estirpe no la vieron:
sus ojos de aaritmética buscaban
el tamaño y el peso de la fruta.)

—- V —-

La Patria era un retozo de niñez
en el Sur aventado, en la llanura
tamborileante de ganaderías.
Yo la vi junto al fuego de las hierras:
estampaba su risa en los novillos;
o junto al universo de los esquiladores,
cosechando el vellón en las ovejas
y la copla en las dulces guitarras de septiembre.
(No la vieron los hombres de mi clan:
sus ojos verticales se perdían
en las cotizaciones del Mercado de Lanas)

—- VI —-

Yo vi la Paria en el amanecer
que abrían los reseros con la llave
mugiente de las tropas.
La vi en el mediodía tostado como un pan,
entre los domadores que soltaban y ataban
el nudo de la furia en sus potrillos.
La vi junto a los pozos del agua o del amor,
¡niña y trazando el orbe de sus juegos!
Y la vi en el regazo de las noches australes,
dormida y con los pechos no brotados aún.

—- VII —-

Por eso desbordé yo mi copa de tierra
y un cachorro del viento pareció mi lenguaje.
Por eso no he logrado todavía
sacarme de los hombros este collar de frutas,
ni poner en olvido aquel piafante
cinturón de caballos
ni esta delicia en armas que recogí en Maipú.

—- VIII —-

Guardosos de semilla, vestidos de hoja muerta,
los hombres de mi clan ignoraron la Patria.
Con el temblor sin sueño del cordaje
la descubrí yo solo allá en Maipú.
Y, de pronto, en el mismo corazón de mi júbilo,
sentí yo la piedad que se alarmaba
y el miedo que nacía.
“La Patria es un temor que ha despertado”,
me dije yo en el Sur y en su empesa de toros.
“Niña, y pintando el orbe de su infancia,
en su mano derecha reposa la del ángel
y en su izquierda la mano tentadora del viento.”

—- XI —-

Tal fue la enunciación, el derecho y la pena
que traje a la Ciudad de la Yegua Tordilla.
Y así les hablé yo a los inventores
de la ciudad plantada junto al río
y a sus ensimismados arquitectos
o a sus frutales hombres de negocio.
“La Patria es un dolor en elumbral,
un pimpollo terrible y un miedo que nos busca:
no dormirán los ojos que la miresn,
no dormirán ya ell sueño de los bueyes”.
(Los apisonadores de adoquines
masticaban su pan y su cebolla.)

—- X —-

Y así les hablé yo a los albañiles:
“La Patria es un peligro que florece:
niña y tentada por su hermoso viento,
necesario es vestirla con metales de guerra
y calzarla de acero para el baile
del laurel y la muerte”.
(Los albañiles, desde sus andamios
hacían descender caautelosas plomadas.)

—- XI —-

Y dije todavía en la Ciudad,
bajo el caliente sol de los herreros:
“No sólo hay que forjar el riñón de la Patria,
sus costillas de barro, su frente de hormigón:
es urgente poblar su costado de Arriba,
soplarle en la nariz el ciclón de los dioses
la Patria debe ser una provincia
de la tierra y el cielo”.

—- XII —-

Me clavaron sus ojos en ausencia
los amontonadores de ladrillos.
Los abismados hombres de negocio
Medían en pulgadas la madera del norte.
Nadie oyó mis palabras, y era justo:
Yo venía del Sur en caballos y églogas.

—- XIII —-

Y descubrí en mi alma: “Todavía no es tiempo:
No es el año ni el siglo ni la edad.
La niñez de la Patria jugará todavía
mas allá de tu muerte y la de todos
los herreros que truenan junto al río.”

—- XIV —-

La Patria no ha de ser para nosotros
una madre de pechos reventones;
ni tampoco una hermana paralela en el tiempo
de la flor y la fruta;
ni siquiera una novia que nos pide la sangre
de un clavel o una herida.

—- XV —-

Yo la vi talonear los caballos australes,
niña y pintando el orbe de sus juegos.
La Patria no ha de ser para nosotros
nada más que una hija y un miedo inevitable,
y un dolor que se lleva en el costado
sin palabra ni grito.

—- XVI —-

Por eso, nunca más
hablaré de la Patria.



LEOPOLDO MARECHAL

Alicia Borgogno comparte OCTAVIO PAZ

  
Dos cuerpos

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.
Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.


OCTAVIO PAZ

Alejandra Leonor Parra comparte CÉSAR VALLEJO


PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA

      Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París - y no me corro -
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

      Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

      César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

      también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,

la soledad, la lluvia, los caminos...

CÉSAR VALLEJO

Xenia Mora comparte ROBERTO JUARROZ


Poemas de Unidad
  20

A veces comprendemos algo
entre la noche y la noche.
Nos vemos de pronto parados debajo de una torre
tan fina como el signo del adiós
y nos pesa sobre todo desconocer si lo que no sabemos
es adónde ir o adónde regresar.
Nos duele la forma más íntima del tiempo:
el secreto de no amar lo que amamos.

Una oscura prisa,
un contagio de ala
nos alumbra una ausencia desmedidamente nuestra.
Comprendemos entonces
que hay sitios sin luz, ni oscuridad, ni meditaciones,
espacios libres
donde podríamos no estar ausentes.


ROBERTO JUARROZ

16/6/15

Edna Pozzi comparte HORACIO ARMANI


La poesía que queda

Al final del camino la poesía que amamos
persiste en la memoria. Son versos de otro tiempo
que aparecen de pronto, fulgores que alumbran
un destino indeciso sobre praderas jóvenes
y flotantes deseos.
Es Neruda en el giro de su pasión sobrante 
y sueños de ceniza,   
Vallejo en el dolor que crece sobre el mundo a cada rato,
Son Garcilaso y Góngora, Leopardi en su infinito,
Dante ardiendo en el tiempo del disiato riso,
Cernuda eternamente adolescente en días idénticos a nubes,
Ungaretti escribiendo cartas de amor toda la noche
Junto a su compañero masacrado,
Quevedo en su ceniza enamorada…

Voces de Dios, Babel de voces que ocupan la memoria
melodiosas y súbitas,  relámpagos de dicha:
Darío en el propíleo del templo soberano
Envidiando a la piedra, porque esa ya no siente;
Jiménez contemplando el infinito campo de Castilla,
Machado conversando con el hombre que va siempre consigo
Porque espera poderle hablar a Dios un día,
El corazón de Hernández, una naranja helada,
Y Lorca: árbol de sangre que riega la mañana.

Eternamente joven se alza en la luz Rimbaud
que por delicadeza creyó perder la vida,
y retorna en la imagen del albatros marino
la voz de Baudelaire como un templo de vivientes pilares,
a Eliot redimiéndose, del fuego por el fuego,
y Wilcock en la noche de mármol de Venecia,
y Guillén en su luna de abril, su fábula de fuentes,
y el amor de Salinas, largo adiós que no acaba,
y Montale, que no sabe quién se va o quién se queda,
o Molinari cantando los grandes ríos argentinos
llenos de pájaros y flores,
y Borges alabando la maestría de Dios, cuya ironía
le dio  a la vez los libros y la noche.

Voces de Dios, Babel de voces infinitas y súbitas,
relámpagos de dicha:
al final de la vida la poesía que amamos
perdura en la memoria que se irá con nosotros.



HORACIO ARMANI

Anny Guerrini comparte ALEJANDRA PIZARNIK




Hemos dicho palabras ,
palabras para despertar muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnos
y sonreír.
Hemos creado el sermón
del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.
Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
frases como olas,
frases con alas.
hemos inventado nuevos nombres
para el vino y la risa,
para las miradas y sus terribles
 caminos.
Yo ahora estoy sola
-como la avara delirante
sobre su montaña de oro-
arrojando palabras hacia el cielo,
pero yo estoy sola
y no puedo decirle a mi amado
aquellas palabras por las que vivo.


ALEJANDRA PIZARNIK

Laura Yasan comparte OLGA OROZCO



ESA ES TU PENA


Esa es tu pena.

Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras
y el perfume del viento que acarició el plumaje de los atardeceres que no vuelven.
Colócala a la altura de tus ojos
y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,
o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes,
o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.
Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.
Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,
un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina del reverso del cielo.
Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama
y se retrae como ciertas flores si la roza cualquier sombra extranjera.
No la dejes caer ni la sometas al hambre ni al veneno:
sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez de olvido.
Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.
No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre columnas rotas,
aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.
No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre,
no la gastes con nadie.
Apriétala contra tu corazón igual que una reliquia salvada del naufragio:
sepúltala en tu pecho hasta el final;
hasta la empuñadura.


OLGA OROZCO

Amalia Zacoutegui comparte TEUCO CASTILLA




EL DESIERTO

                A Arturo y Clara Botella

En el desierto
uno es la sombra
la hendidura
por donde pasa la muerte
o el día siguiente

uno vive su tumba
a oscuras
dentro de su carne,
oyendo cómo el viento se lleva el día
y el polvoriento mar,
que golpea sin aire
contra el aire
su mariposa negra.

Aquí
las constelaciones cargan
al escorpión
y el hombre se envenena
si pronuncia, a solas, su propio nombre en la noche.

Sólo cuando el médano rojo
espanta a la luna,
después que el espacio se ha devorado,
recién entonces
lo que queda de uno
cicatriza.



TEUCO CASTILLA

Carlos Alberto Roldán comparte MACEDONIO FERNÁNDEZ


Amor se fue

Amor se fue; mientras duró
de todo hizo placer.
Cuando se fue
nada dejó que no doliera.



MACEDONIO FERNÁNDEZ

Claudia Isabel Lonfat comparte SUSANA THÉNON



Yo creo que algún día
he de encontrar lo que busco,
en árbol, en mujer,
en rama, mesa, pájaro,
en ojos, en palabras.
Yo creo que viviré hasta ese día.



SUSANA THÉNON

María Marta Donnet comparte BERTOLT BRECHT


DE LAS “POESÍAS DE NAVIDAD”

                    MARÍA 

La noche de su primer parto había sido 
fría. En los años que siguieron ella 
fue olvidando 
la escarcha de las rústicas vigas y la estufa humeante 
los ahogos con los restos del alumbramiento hacia la madrugada. 
Pero sobre todo olvidó la amarga vergüenza 
de no poder estar sola, 
que es patrimonio de los pobres. 
Y esa fue una de las razones por la que 
en años venideros el hecho sería celebrado con una fiesta 
en la que todos estuvieras presentes. 
Se acallaron los groseros comentarios de los pastores. 
(Más tarde en la historia se convertirían en reyes.) 
El aullido del viento helado 
se transformó en coro de ángeles. 
Sí, y del agujero del techo, por donde entraba la escarcha, 
sólo quedó la estrella que los observaba. 
Todo eso 
lo reflejaba la cara de su hijo, al que sentía liviano, 
que amaba la música, 
que se rodeaba de pobres, 
que tenía la costumbre de vivir entre reyes 
y ver una estrella sobre su cabeza por las noches. 



 BERTOLT BRECHT

María Cristina Fervier comparte JORGE LUIS BORGES


ELOGIO DE LA SOMBRA

La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.

Pronto sabré quién soy



JORGE LUIS BORGES

14/6/15

Gabriela Yocco comparte OLGA OROZCO


Esa es tu pena

Esa es tu pena.
Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras
y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres que no vuelven.
Colócala a la altura de tus ojos
y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,
o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes,
o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.
Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.
Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,
un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina del reverso del cielo.
Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama
y se retrae como ciertas flores si las roza cualquier sombra extranjera.
No la dejes caer ni la sometas al hambre ni al veneno;
sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez de olvido.
Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.
No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre columnas rotas,
aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.
No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre,
no la gastes con nadie.
Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio,
sepúltala en tu pecho hasta el final,
hasta la empuñadura.”



OLGA OROZCO

Miguel Ángel Ferreira comparte OCTAVIO PAZ




AGUA NOCTURNA

La noche de ojos de caballo que tiemblan en la noche,
La noche de ojos de agua en el campo dormido,
Esta en tus ojos de caballo que tiembla,
Esta en tus ojos de agua secreta.

Ojos de agua de sombra,
Ojos de agua de pozo,
Ojos de agua de sueño.

El silencio y la soledad,
Como dos pequeños animales a quienes guía la luna,
Beben en esos ojos
Beben en esas aguas.
Si abres los ojos,
Se abre la noche de puertas de musgo,
Se abre el reino secreto del agua
Que mana del centro de la noche,
Y si los cierras,
Un rio, una corriente dulce y silenciosa,
Te inunda por dentro, avanza, te hace obscura;
La noche moja riveras en tu alma.



OCTAVIO PAZ

Gustavo Borga comparte un poema de ANA EMILIA LAHITTE


CETRERÍA

Liebre, venado, faisán.

                                No me atrae la caza,
ni me gusta alinear la carne roja
en bandejas de plata.

Pero el halcón acaba de traerme tus ojos.

Amo la cetrería.
                          Mañana
                          ha de traerme tu mirada.



ANA EMILIA LAHITTE

Germana Martin comparte MARY OLIVER


Gansos Salvajes 

No tenés que ser bueno.
No tenés que caminar de rodillas
cien kilómetros por el desierto, arrepintiéndote.
Solamente tenés que dejar que el animal sumiso que es tu cuerpo
ame lo que ama.
Contame de tu desesperanza, que yo te cuento de la mía.
Mientras tanto el mundo sigue.
Mientras tanto el sol y las piedritas claras de la lluvia
se mueven por los paisajes,
sobre los prados y los árboles frondosos,
las montañas y los ríos.
Mientras tanto, arriba, en el aire limpio y azul, los gansos salvajes
vuelven a casa una vez más.
Seas quien seas, no importa qué tan solo estés,
el mundo se ofrece a tu imaginación,
te llama como los gansos salvajes, ensordecedor y fascinante
anunciándote una y otra vez tu lugar
en la familia de las cosas.


MARY OLIVER

Versión en castellano de Sandra Toro

Natalia Iñiguez comparte SUSANA THÉNON


NO ES UN POEMA

Los rostros son los mismos,
los cuerpos son los mismos,
las palabras huelen a viejo,
las ideas a cadáver antiguo.

Esto no es un poema:
es un grito de rabia,
rabia por los ojos huecos,
por las palabras torpes
que digo y que me dicen,
por inclinar la cabeza
ante ratones,
ante cerebros llenos de orín,
ante muertos persistentes
que obstruyen el jardín del aire.

Esto no es un poema:
es un puntapié universal,
un golpe en el estómago del cielo,
una enorme náusea
roja
como era la sangre antes de ser agua.



SUSANA THÉNON

13/6/15

Irene Marks comparte CARMEN BRUNA



JUAN CARLOS PAZ
(escuchando una obra suya)

Recuerdo un piano que tocaba
fragmentos de mescal logarítmico,
una mirada dulce ardida de gaviotas
frente a un café revuelto al infinito,
un brevísimo incendio,
una mano de pluma de quetzal
duramente sonriendo a mis espinas,
un arrancado corazón
rompiendo la cristalería
 turquesa de la cuasi noche,
severo, infantil,
como una caricia denegada.



CARMEN BRUNA  (1928-2014)

Valeria Pariso comparte MARGARET ATWOOD


III 

La historia real es una men-
tira dada entre las otras

un caos de colores, un revoltijo de ropa
arrojada a la basura,

como corazones de mármol, como sílabas, como
despojos de los carniceros.

La historia real es perversa
y múltiple, y es falsa

siempre. ¿Para qué
la necesitas? Nunca

preguntes por la historia real.




MARGARET ATWOOD

Emmanuel Cassanese comparte ROBERTO JUARROZ


poema 9

Pienso que en este momento
tal vez nadie en el universo piensa en mí,
que sólo yo me pienso,
y si ahora muriese,
nadie, ni yo, me pensaría. 

Y aquí empieza el abismo,
como cuando me duermo.
Soy mi propio sostén y me lo quito.
Contribuyo a tapizar de ausencia todo. 

Tal vez sea por esto
que pensar en un hombre
se parece a salvarlo.



ROBERTO JUARROZ

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