30/4/21

Poema de Susana Cabuchi

 


Encierros

 

Ahora sé

porqué Merini

dictaba sus poemas por teléfono,

 

de aquella Tierra Santa

no podía salirse de otro modo.

 

Ella lo hacía.

 

En noches apagadas,

en veranos violentos

lo hacía. Esperaba

la hora más esquiva

para entregar su miedo,

traducir lo callado, cantar.

 

 

Ahora

esta poeta de provincia

que soy,

también como ella

encerrada e insomne,

dicta poemas a distancia,

por correo electrónico, por zoom,

al amigo, a los desconocidos,

a quien acepte.

 

Escribía en el exilio como yo escribo,

confinadas las dos, cercadas

por un mal invisible.

 

Qué es esto desconocido,

preguntamos,

que nos retiene

en nuestra Tierra Santa

tan cerca de la muerte?

 

Ella lo hacía.

 

No es difícil.

Solamente hacen falta

un teléfono, un cuerpo

que dé contra las piedras

sin romperse,

temer la enfermedad, acostumbrarse

a morder tinieblas y naufragios,

poseer una voz luminosa,

llamarse Alda.

 

© Susana Cabuchi

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Poema de Gladys Abilar

 

HARTAZGO

 

Estoy harta del gris de los andenes

de los atardeceres grises que fagocitan la ciudad

de las garúas que se suicidan sobre el asfalto

de los otoños grises por no atreverse al oro

y de los grises desvelos de la culpa.

Estoy harta de los pensamientos grises,

de las hostias grises que se duermen en mi paladar,

del gris de tu ausencia, porque no te atreves,

del gusto a gris que tapiza mi boca cuando bebo la vida.

Estoy harta del gris de los gorriones

de los balcones grises que abortan golondrinas

de los escombros que devoran los pasos vacilantes del miedo,

de las sombras grises que exterminan la inocencia

de la escarcha gris, puñal de madrugadas.

Estoy harta de los grises zaguanes paridores de silencio

del gris de las plegarias que se encadenan en mi lengua

y de las promesas grises que demoran la dicha de amar.

 

© Gladys Abilar

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Poema de Dardo Passadore

 


Alguien.


Era él

Aquella identidad


Una unidad deambulando

Por la costanera interminable


Era él


Aunque los piedrones eran sus pies


Aunque las columnas

Eran sus brazos


Era él


Y el mar

Ese mar,


Lágrimas descartadas

Pero con su nombre


No pudo notarlo


No hubo un alerta

Sólo pasó


Era él.

Y quiso avisarles

 

© Dardo Passadore

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Poema de Cinthia Hamlin

      


Lepidolita 


       I

Me siento árida

¿y si volvemos a Jujuy?

Ahí la aridez

es siempre bella


 

       II

Caminábamos por entre el cerro

de Purmamarca

Vos sacabas fotos

me decías que de cerca

no son tan imponentes los colores

se ven las trazas

de diversos minerales

la piedra maltratada por el viento

mejor alejarse

y apreciar el contraste

Yo juntaba piedras desnudas

de millones de años     

sentía en mi piel las capas de minerales acumuladas

los vientos áridos la erosión

 

el derrumbe constante

 

Yo, agachada

buscaba formas y brillos

vos, cámara en mano

apuntabas al cerro

No lo veías:

los siete colores

estaban todos ahí

desprendidos

a nuestros pies         

     

© Cinthia Hamlin                      

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Poema de Juany Rojas

 


 

FRANELA

A mi padre, Otilio Rojas

 

Entumecido ha llegado junio de dosmilveinte

castigado por el hermetismo de la lluvia

por eso las sábanas de franela en mi cama

Mis manos al tacto suave

sus movimientos al norte y al sur de la memoria

al este y al oeste de la vida

han traído a mi padre

hasta el jardín de su estampado

porque él fue un lirio

que usó camisas de franela

en los duros inviernos del sur

y en las frías camanchacas del norte

Mis sábanas llevan el verde turquesa

de sus ojos

su prístina mirada

Tienen exuberancia de flores

con el color de su apellido

y a veces hasta creo que cantan

porque son alegres como aquellas tonadas

que aún viven en las cuerdas y en  la madera

de su guitarra

 

© Juany Rojas

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28/4/21

Poema de Andrea Lípari

 


Autorretrato

                        a mi maestro Mario Perone

 

soy el polen de una lágrima

la semilla de un cometa

un huevito de tinta

 

naceme

naceme con tus manos de tierrapapel

y si no morime

 

morime sin cielo

 

pero morime con vos


 

© Andrea Lípari

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Poema de Carlos Dariel

 


Retrato

 

esa mano           

que se arruga sobre la mesa

es también

una historia de la alegría

que ya nadie lee

 

© Carlos Dariel

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Poema de Eduardo Alberto Planas

 


Cada paso es interminable.

Duele. Duele mucho.

Pero hay que darlo.

 

© Eduardo Alberto Planas

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Texto de Gladys Cepeda

 


Entonces llego el mármol y comenzó a  tallar  la mano sin carne ni huesos, para concluir al ultimo hombre, pero este se deshecho, buscando los circuitos ya que el metal no cree en espejismos...Todavía sentíamos sus gritos cuando se perdió bajo el pavimento, y nosotros guardábamos todos nuestros juicios en los sitios mas invisibles 

 

© Gladys Cepeda

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Texto de Leonardo Vinci

 


    La vi dormir. Cada centímetro suyo inescrupuloso, cada complejidad. La sentí dormir. Como una nube de encajes o una red, el pelo desordenado entrecortaba el pudor perfumado de su nuca, librándose a su propia fortuna las puntas finales, entre los dos trapecios desnudos de níquel  y mi respiración. Las palabras resultan oscuridades al intentar describir el acontecimiento verdadero. No hay voz ni idea que pueda mecanografiar tan rápido la mirada; las curvaturas anárquicas y  magnéticas; la belleza astronómica que vive en las coordenadas cambiantes; nunca hubo una palabra capaz, no la hay. Sentí su pecho expandirse despacio, tímido y por momentos azaroso; como una incógnita, impredecible, dedicándose cada tanto a liberar palomares; y empujando contra mis manos, aún dormidas y desde algún designio de la naturaleza, las sensuales corolas de sus senos como flores. Y corregía  inesperadamente, sin pautas y con el sigilo de algo que se ignora, la órbita de su hombro, como la de un satélite o un faro. La vi dormir. La vi no estar; preguntármelo; como si se perdiera debajo de su propia piel; hundirse, no sé, desaparecer con toda su quietud; irse quizás sin saber si era jueves o qué; abandonar el almanaque; como si se saliera de la vida un rato; como un humito que vacila  llevándose consigo la risa de su último estremecimiento. La vi no estar, casi como un sueño, mientras yo caía muerto de amor dentro de su silencio besando su espalda. La vi dormir, como existiendo a medias y bajo mi cuidado. Me pregunté, acaso, dónde estaría. Pero su mano, que no era otra mano sino la suya, no dejaba de agarrarse con  insistencia de la mía.

 

© Leonardo Vinci

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Poema de Silvina Vuckovic

 


Sube, sube la colina, hijo.

Verás la distancia y sentirás

el sabor de los libres.

Sube la colina, hijo,

que todo en la vida es ascendencia

y tanto más cuando bajas.

 

© Silvina Vuckovic

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Poema de Vivi Aguirre

 


Madre del tiempo 

 

La madre del tiempo

heredera de todos los días

amanece en el costado temprano

maíz por el este.

Alumbra el grito hijo

canta de arena

despierta el sol

arremanga   lágrimas

despunta el camino

funda el abrazo.

La madre del tiempo

tiene entre los dedos

una hebra de agua.

Teje mareas

              lunas

                   ponientes.

Hay una estrella en el rincón eterno del universo

que abriga con manta de espuma

la trama memoria

             color tierra

                      promesa de todos los pueblos.

 

© Vivi Aguirre

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Poema de Amalia Clausts

 


 

LA DECENCIA ACASO

 

Perdí la cuenta de cuántas veces me he enamorado

 

Deduzco con pena que fueron pocas

Pero yo perdí la cuenta de los amores

Tan fácilmente como extraviar

El ultimo recibo de la luz

 

Si alguien me invitara un cigarrillo esta noche

Le mentiría con que dejé el tabaco hace un mes

 

A veces es así

Gratamente difícil desprenderse de la decencia

Que no es norma ninguna

Sino un hondo temor esculpido en cal

 

La moral no tiene tanto sentido si el castigo de la culpa eterna

Y la imprudencia de pecar

 

La moral podría decirse

Es la luz perpetua de la nada

Y de la brevedad erguida

 

La moral acaso

Me condujo a ningún sitio

 

Me negó los labios de un hombre si ideario

 

Me negó las primicias del recuerdo postulado

Y la absurda espera sin honorarios

 

La decencia

Es cierto

No sirve de mucho

Si acaso sirve para algo

Debe ser para dignificar la vida de los indignos

 

Pero mi abuela pensaba lo contrario

Y mi madre huella por huella

Sigue sus limpios pasos

 

Yo

Con idearios y sermones

Tripulo a mis sentidos periféricos

 

Se que el amor es

Un pecado vestido de liviandad

Y que su peor virtud

Es la de jurar ante el altar

Una muerte de lealtad profunda

De cuerpo presente

De soledad

 

Los amores no son eternos

Pasajeros a veces

Instantáneos quizás

 

Alguien preguntó algún día

Que cosas intimas hacemos con la decencia y la verdad

 

Esta carne ayer en su cofradía

Al caer la tarde besó en silencio

Las agridulces sombras de lo impío

 

Porque una mujer decente

             Como yo –

Abre siempre sin culpa y a solas

Su última botella de vino

Y colecciona corchos en una maceta de cristal

 

No sé qué decirle, criatura

La gente decente como yo

Es devota de lo inmoral.

 

© Amalia Clausts

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Poema de Adalberto Polti

 


 

Poema

 

Tú que atraviesas como el viento infinitos cielos

y vistes las nubes con el azul temprano

como el árbol que duerme en la intemperie

sin olvidar la edad de sus raíces

 

Tú que engendras duendes y asombros

préstame tu rostro oculta la tristeza

despierta a los dioses de su antiguo letargo

y carga sobre nuestras espaldas ángeles y demonios

hasta que el universo todo sea palabra bendita

 

© Adalberto Polti

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Poema de Dana Fernández Guisande

 


SOBRE HOJAS PENTAGRAMADAS


Escudriñar puertas abiertas

hacia la nada.

Contusiones agraviadas,

desamparo.

Adivino el garabato de la rutina:

máquinas viscosas suben al tren

redimidas ante la sordera

de un auricular.

Ciegos, hartos, aguijoneados.

Escamoteo ideas vagas

entre el ruido y el humo y la indiferencia.

Soy un animal plebeyo

hormigueando entre la multitud

la impúdica horquilla de exhalar palabras.

Esfuerzo una emoción inútil,

una dádiva fechada antaño.

Deambulo un recuerdo

de espejos rotos.

Deseando la ciudad de Misantropía.

Trituro un instante herrumbroso

ante la urbanidad cardumen.

Pienso parábolas apaleadas,

argumentos disparatados, sueños.

Arrebato una sonrisa

a los signos arcanos.

Peregrino incesantemente

sobre andenes extraños.

Escribo versos verticales

sobre hojas pentagramadas.

 

© Dana Fernández Guisande

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27/4/21

Poema de Hugo Francisco Rivella

 


¿Dónde estás Padre mío?

 

Es más ciega la noche cuando me dueles, Padre.

El Hombre se arrodilla hasta que el hueso cale las espinas,

los dientes, el ademán huesudo de lo que toco y canto.

¿Dónde los otros nombres que el milagro redime. El látigo.

Su estallido en la frente y la boca de la mujer que lava al cielo en su cintura?

 

Me cabes en la hendija que tiene la mirada del ángel, su rosa retorcida,

los pasos en los que el miedo aturde hasta la muerte.

 

© Hugo Francisco Rivella

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Texto de Aníbal De Grecia

 


Mi cuerpo no llegó al invierno donde lo esperaba su muerte. Sin

embargo lo vi consumirse vi una palabra como cuchillo un poema

venabierta con sangre contaminada de un avatar confundido con su

player en un espacio de conciencia alternativa creando un nuevo

verbo; sin orden sin límite sin tiempo.

 

© Aníbal De Grecia

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Poema de Nora Coria

  


UNO

«¿Qué espíritu es tan vacío y ciego que no puede reparar en el hecho de que el pie humano es más noble que el zapato y que la piel humana es más hermosa que la prenda con la que se cubre?»

Michelangelo Buonarroti (1475-1564)

 

… y entonces abandoné

                  la percepción del tiempo

                  la idea de espacio

                  y la oscuridad

y me quedé

                 olvidando

                 el mundo

olvidada

                por el mundo

(por casi todo)

vueltos mis ojos indomables

hacia tu mirada lejana

tu perfil magnífico  

tus manos titanes

tu pelvis excelsa

tus venas cegadas

y entonces fuimos uno

                     en el bien y la belleza

en un tiempo de mármol de Carrara.

 

© Nora Coria

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Poema de Olga Ferrari

 




callada soledad 

 

desde el silencio 

la evocación de sueños 

se diluye 

poblada de imágenes 

 

el silencio lastima 

cada hueco en la memoria 

sin antes ni después 

 

trepa la lumbre oxidada 

merodea la intemperie 

como sol deshabitado de esplendor 

 

y el silencio lastima 

 

visceral habitante sin rostro 

atento al éxodo de los días 

gime y calla 

ausencias y fracaso

hambriento de señales 

husmea en el aire 

lo que se niega a morir 

 

roza las edades transcurridas 

hasta el temblor del alba 

se arropa en el corazón 

y la callada soledad 

 

lastima

 

© Olga Ferrari

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Poema de Ana María Oddo

 


Preñez

 

         “Casi inmediatamente soñó con un corazón que latía”.

                     Jorge Luis Borges, Las ruinas circulares 

 

Eso, soñar un corazón

fibra a fibra sus tejidos

sus venas rumorosas

sus fervientes arterias

cavidades

mecanismos

 

jamás tocarlo

no apoyar materia burda

sobre su existencia inmaculada

 

y conocer sin embargo

su peso su volumen su tibieza

sentir su místico latido

retumbando

en el temblor obsesivo de la casa

techo paredes puertas y ventanas

al compás

contrae y expande

contrae y expande

como un presagio

como un anuncio

 

casa corazón cuerpo

preñados

y el pujo que arranca alaridos

y otro

y otro más

larga noche de desgarros

hasta que

finalmente

se desangra

sílaba tras sílaba

sobre el papel.

 

© Ana María Oddo

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