31/3/16

Poema de Patricia Díaz Bialet


COMO AGUA DE COLONIA

Cada día que se va
algún pesar que se queda;
así es la suerte del hombre:
agua de río de arena.
Aledo Luis Meloni


La vida se escurre como agua de colonia.
Y entonces recurrimos al pasado,
a su tejido minucioso de melancolía,
y el hígado se vuelve un tanto medieval a pesar nuestro.

Porque la vida se escabulle como ceniza de pasto
y lo que vuelve sólo apenas nos contiene.

Existe en nosotros un porvenir absurdo de cosa efímera,
una utilidad de muerte que no desciframos por completo.

Tracemos entonces una suerte de bosquejo a modo de tiempo transcurrido.
Veamos qué de pauta trágica podemos acribillar con nuestro beso.
Y revisemos el alfeizar que se derrama secreta y lentamente sobre el mundo.


© Patricia Díaz Bialet

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Poema de María Silvia Paschetta


Afuera está  la luz
                el árbol
                lo inmedible
                el viento y los caminos
                la sal y la distancia

(aprender a correr tal vez es rumbo)

(afuera está la luz para salvarte)

(aprender a correr es sal y viento)

(adentro es el silencio de tu claustro)

Afuera está  la luz/ la desmemoria

 (el silencio es canción)



© María Silvia Paschetta

Poema de Miguel Ángel Ferreira



Hay días que escribo cosas que he visto,
Hoy quiero escribir sobre las que no veo,
Pero siempre estas  tú, y tus manos,
Tus cabellos negros, tus labios,
Tus pechos, tus pasos de baile
Y toda tu desnudez al hablarme
Y no puedo hacerlo
Y escribo sobre ti.-


© Miguel Ángel Ferreira

30/3/16

Prosa de Paulina Juszko



      
Y este pinar se mira en aquel otro, allá en Gesell, donde luché con tu recuerdo.
      Si creyese en el alma y si el alma tuviese caderas, diría que en ese combate se me quedó    descaderada, como Jacob vencedor en su lucha con Dios.
      Vos pasaste, los pinares quedan.


© Paulina Juszko

Poema de Vilma Sastre

                                   
                            
CRUZAR EL RÍO 

subir el puente
peldaño por peldaño
no mirar atrás
los huesos húmedos
     en marcha certera
bajar al río
internarse  en la corriente
              el aire se hizo más fresco
               sobre el tronco pringoso
escribo en un cuaderno pequeño tapas ocre por indicación de Edi cuyo oído extraordinario determinó este equivalente como forma de garabatear mis voces  a diestra y a siniestra
calzar  los pies
hundir sus plantas
inclinarse  dócil
 hasta rozar las manos
     en  vorágine de lecho
buscar la hermandad del aplauso
        bajo el murmullo del agua
el tigre asoma su cuarto delantero, me desafía, gruñe supongo, intenta amedrentarme desde sus colmillos filosos, pero no lo escucho empecinada en
ahuecar las palmas
recoger el líquido
saciarme en cada gota (como en el principio bautismal)
destilar la savia que se escurre
      entre las cavernas de los ojos
envolver las pupilas
liberar la lágrima solemne
miro la contratapa, la figura animal se completa, detrás aparece el mismo torso más acotado,  distante lo suficiente para ubicarlo en otro plano,  lo que me obliga a volver  a la primera hoja, aún prolija en trazos, todavía vírgen en su caligrafía de versos
alzar la vista
fijar el sol en su ronda hierática
derramar su imagen de
                  labranza
danzar en círculos
a viva voz
     bajo las agujas del cielo
escurrir el rostro y mirarlo de nuevo
es nuevo
¿lo lograré? desisto de la próxima página y continúo en los esquinas del papel inicial, a contrapelo de palabras, intercalando frases a trancos discontínuos (lo terrible de la estructura es romper el molde adrede) sin tapujos, aunque en noble  gesto de remordimiento
rebosar la cintura
abrazar cada pliegue
estoicamente
socavar espalda y pecho
justo
hasta el vértice de la barbilla
la cabeza ardiente
aún
despojar el cuerpo de su formato
                                               original
                  una hilera de aves
                  sacude el aire y pierde su curso
desplazarse sin variantes
                plácidamente
exhalar el agua
en
mi
absoluta
desnudez
la otra orilla aproxima los bordes de un animal feroz que ya no temo


© Vilma Sastre

Poema de Víctor Hugo Valledor

  

Existen momentos en donde solo se puede cantar en mariposas.
otros andarán detrás de sus alas,
o de sus ojos húmedos y en estruendo.
Existen poetas que abren puertas
y otros poetas que van cerrándolas.
El arte profundo de las mariposas no excluye a los poetas,
si  a los cerrajeros.

© Víctor Hugo Valledor

Poema de Marizel Estonllo



 VINAGRE AROMÁTICO

No todo lo que queda atrás se ha perdido para siempre.
Recuerdo la esencia de naranja
la espesura negra del alquitrán
el olor de la resina del benjuí
cuando era acariciada por el agua de rosas.
También ese día que no parece terminar nunca,
suspendido en la antecámara de un recuerdo.
Un ala quebrada en el alambrado
es testigo de un vuelo interrumpido.
La lavanda danza con el romero
la salvia con el limón.
Pronto amanecerá.


© Marizel Estonllo

Prosa de Sonia Quevedo



COMO SIEMPRE

La misma historia siempre, las mismas palabras y emociones, el mismo tema repetido al igual que huella y contrahuella al salir o entrar contando los escalones de siempre.

El mismo golpe seco de la puerta tras el giro de la llave, eco y sonido  arrastran asolame y aluname para  plasmar con ellos,  vivencias y emociones para siempre.



© Sonia Quevedo




Poema de David González


derrumbe de acantilado
raídas voces geológicas

sembrando la playa
con gemidos abiertos

-no son lobos marinos
azulando la rompiente-

bocetea un hilo de sol
el mar al sureste
a ciegas

no hay tiempos
en la imponente forma
de las piedras.



© David González

Prosa de Paulina Aliaga


Atajos al cielo

Cada cual su enfermera. Cada cual su enfermero. Cada cual debe amarse como si estuviera por morir. Lo cual es cierto. Cuidado. La tragedia está en tu mente. Tus ojos saben más. Has estado dentro de un cuerpo. Ahora tenés manos ojos y una mandíbula que tiembla ante la idea de existir. La tragedia es un traje es un trago es una trampa. Calma hijo. Ten. Este es tu cuerpo. Oye. Esa es tu sangre. Imagino una misa donde así me hablaran. Allí me quedaría. Donde mi cuerpo tuviera cabida. Donde lo quisieran.
¿Hay que esperar a la enfermera, a sus manos?
Hay que florecer. Ser enfermera. Tocar los cuerpos. Tener la sangre en las manos. Adentro está lleno; afuera está lleno.
Soledad es cerrar los ojos por adentro y por afuera
y esperar que pare de sangrar.

No para
La sangre no es para parar.


© Paulina Aliaga

Poema de Sandra Pien



Y sobre él
juego de círculos
la mismidad del claroscuro
disperso soplo de sal
dibujado en la arena.


© Sandra Pien

29/3/16

Poema de Leticia Hernando


Coroico 

Una choza
para que uno se siente en su alero
a mascullar
y se deje invadir por la selva.

Todo pareciera querer precipitarse al fondo
pero no:
las plantaciones le imponen su orden a la montaña
y la plaza del pueblo
está toda cubierta de hojas de coca secándose al sol.


© Leticia Hernando

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Poema de Leonor Mauvecin



ACRÓSTICO

Trábame la lengua   
              si quieres que no hable

arráncala, y teje con ella telarañas.
Busca las palabras  escondidas
y cuídate , tienen ponzoña
pueden morderte
                     y dejarán su marca.

Recoge las letras y no te confundas
la A va primero
la M de muerte te desnuda, junto a
la O que grita en el rojo, de
la R
   que lastima.



© Leonor Mauvecin

Texto de Irma Elena Marc

        
DEJA VU

         Desde que estoy acá, siempre sueño que hago mis necesidades en una plaza. En el sueño siento pánico: cómo puedo hacer algo tan privado a la vista de todo el mundo. Sin embargo, mientras estoy acuclillada como una perra evacuando los deshechos de la angustia que me nace en el vientre, conociendo la vergüenza de mi desnudez, de mi desprotección, de mi impotencia ante la tiranía de las tripas, observo con asombro que nadie me mira, algunos chicos juegan trepados a los árboles o a las estatuas, hay otros, a lo lejos, hamacándose; se oye la música de una calesita que no veo y de los chorros cristalinos de una fuente, varias parejas pasan a mi lado mirándose a los ojos y susurrando, mi papá vive y es un viejo leyendo al sol, aletargado, indiferente, como de costumbre, a lo que yo haga. Siempre es igual, nada es nuevo, nada deja de repetirse.
        En la celda cuatro, del pabellón seis, del Penal II de Devoto en la que estoy presa de los milicos, no hay puertas entre los  baños y la sala común donde veinte minas, de distintas edades y lugares de procedencia, no vemos la hora de volver a ser libres. Sospechamos que la cana le  pone purgante, bastante seguido, a la comida. Hay compañeras que resisten casi hasta reventar esta forma de tormento. Las que más aguantan son, paradójicamente, las que enseguida se quiebran en la tortura y, vaya una a saber por qué mecanismo defensivo, se niegan a entregar esa poca privacidad, ese resto de autoestima que aún les quedan. Desde mi cama, fumando un pucho que intento compartir para ayudarla a relajarse, a la “aguantadora de turno”, pienso con pena que se añade por su cuenta un sufrimiento y que, al fin de cuentas,  es otra victoria para el enemigo. Yo no sufro. En realidad se trata simplemente de un déjà vu y es bella la plaza donde todo es igual, nada es nuevo, nada deja de repetirse.



© Irma Elena Marc

Poema de Gabriela Rivero



Cúpulas.

Un mar de estrellas ahoga las cúpulas
veletas para vientos de agua
corren sobre corrientes
bombardeo de imágenes
sobre el asfalto
se invoca ternura
para no morir
agobiados de ceguera


© Gabriela Rivero

Poema de Miguel Oyarzábal


La otra ciudad 

Afuera la noche se deshilacha
y acá la claridad
da con los límites del cuarto,
es un gris celeste
que lo puebla de objetos y de aire:
el placard parece un edificio en torre
deshabitado,
la cómoda es el municipio aún sin gente,
los adornos, carteles luminosos en silencio,
la silla un inquilinato en la calle principal
y el espejo
es el monumento a la verdad,
pero no cuenta.
Las sábanas son el mar en calma después de las tormentas
y nosotros,
dos barcos entredormidos
a la espera de una señal.
Desde la mesa de luz,
que debe ser el muelle,
el despertador da la orden de soltar amarras.
ya se,
Al amparo de tus pechos
sería un náufrago en lugar seguro:
podría esconderme debajo de las cobijas,
escuchar las olas en el hueco de los caracoles,
permanecer,
hacerme viejo cuidando sueños.
Tus mareas terminarían por anegarme,
y la varadura,
sería para siempre.



© Miguel Oyarzábal

Poema de Lelia Recalde Deponti




Se despedaza el aliento
en el mudo llanto de la carne
mácula implacable en vértigo
del cuerpo en batalla
y en sus ojos de vidrio el insomnio.


© Lelia Recalde Deponti

Poema de Silvia Loustau


Carta a los genocidas 

señores genocidas 
a ustedes que impusieron el reinado del miedo 
ustedes que danzaban frenéticos 
mientras el terror caía como nieve 
en verano y en invierno 
caían muertos los gorriones 
desaparecían los pájaros 
morían acuchilladas las palabras. 
ustedes señores genocidas 
arrancaban las alas de todas las gaviotas 
volar era prohibido 
arrastrase / cual serpiente / era la moda. 
ustedes señores genocidas 
jugando a ser herodes 
convertían cada día en 28 de diciembre. 
ustedes señores genocidas 
helaban los lagos y los ríos 
y amanecían ciegos los más bellos cisnes negros. 
ustedes señores genocidas 
violaron cada casa 
entraron en los cuerpos 
desgarraron vaginas 
inventaron el más feroz de los aullidos. 
ustedes señores genocidas 
calentaban sus garras junto a la hoguera de los libros 
e impusieron leyes imperiales 
el miedo y el silencio. 
pero ustedes señores genocidas 
hay algo que no saben 
con el cuerpo y la casa violada 
los libros quemados 
las cicatrices para siempre 
hemos aprendido una inolvidable lección 
los huecos fueron hechos 
para llenarlos con nueva tierra fértil 
sembrar semilla virgen 
crecer alas para restituir gorriones. 
y sepan 
ustedes señores genocidas 
aunque estén libres 
jamás 
sabrán volar con libertad .



© Silvia Loustau

Prosa de Estela Barrenechea


Muerte demorada 

  ¿Qué silencio podrá ser este silencio, que frío este frío que agujerea los labios?
  Aquí no hay voces. Sólo pasos solapados en la mitad del páramo.
  El sesgo de la luz acaricia los bordes de la sombra y el cazador se detiene cuando ve al alce perderse en la curva del horizonte. Piensa: “¿Estaré en lo cierto al pergeñar la distancia?”. Se baja del trineo.
  Las huellas de las botas al clavarse en el hielo lo astillan y producen figuras azules.
  El hombre tiene algo de miedo cuando caen desde el cielo blanco ráfagas de agua que se convertirán en nieve. Sube al trineo, acelera la marcha y de cara al paisaje sabe que él también pertenece a la intemperie.


© Estela Barrenechea

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27/3/16

Poema de Liliana Majic


una mariposa
se posa en el hombro de la camisa azul de la señora
la mujer elimina cualquier indicio de humanidad
la mira
convencida  de ser árbol     hierba    flor

amigas pasajeras sin nombre
                   cuando llega la hora
                       se desvanecen en silencio
sin dejar rastro



© Liliana Majic

Poema de Isabel Krisch

                      

          a Sorolla 

Niña y madre 

hay una orilla oceánica
donde confluyen los vínculos
una niña y su madre tamizan
la arena de una playa
y se arriesgan con el sol del verano
en los omóplatos los hombros
la espalda bajo el liencillo blanco
se unen en la inquietud de la marea
mezclan los colores
y se asombran con los peces
dorado el brillo del reflejo
y la certeza de estar juntas
un paisaje marino se entremezcla en la
acuarela
en la suavidad de los tonos
en los pasteles y en las circunstancias
donde se trenzan los lazos
definitivos
donde una niña y su madre
de rodillas
bendicen su cercanía
con el agua



© Isabel Krisch
Pintura: Marina Inés Fons
(Enviada por la autora)


Poema de Nicolás Ghigonetto


Ave

el cielo lame
las alas
del ave


© Nicolás Ghigonetto

Poema de María Montserrat Bertrán


Los aparecidos

       A Alice Domon, Leonie Duquet  
          y a las Madres de Plaza de Mayo


La baguala busca una caja donde sonar

las palabras no son palabras
sino ojos en tus ojos
manos en otras manos 

con pañuelos blancos
en el jardín del corazón
suena la baguala

y todo el cuerpo
canta rosas
rojas.



© María Montserrat Bertrán

Poema de María Cristina Briante


Tu y yo
memoria sin medida
hermanas
sabedoras en misterios
amigas
otredad de cada una
nadie graba en los árboles
nuestros nombres
yo
y
tu

© María Cristina Briante

Foto: Oskar Molek  (Enviada por la autora)

Poema de Oscar Perdigón


Por momentos
tengo esta conmoción extraña  de júbilo
nada me es ajeno
el mundo, las horas, los meses, los años
y la distancia
me pueden enajenar
al punto de estar distante
sin embargo/ cuando te acercás
me invade esta sensación de lo eterno
creí que eras un ángel.


© Oscar Perdigón

26/3/16

Poema de Edna Pozzi


Palabra por palabra, al borde de las hogueras
balanceo la vida
como una loca suelta
a quien no le enseñaron que el fuego está encendido.


© Edna Pozzi

Poema de Norma Starke


Después de los días 

con las alas mojadas
y temblores de hojas del viento sur
vienen los días después
quiebra la rama en agujas y espinas
cuenco vacío pide agua  fuego
pide cenizas pide carbón  pide leña
humo en la maraña / intención de despedida
si entonces ahora / ahora  desierto
el vacío del agua / el infinito intocable
el trozo del viento
una / solo dos estrellas en la noche amarga
levedad de crepúsculo
la leve intensidad del crepúsculo
el pino  de la puerta / el del fondo de la casa
se secan
el yo se distancia / el nosotros acerca
elevo mi rezo
el rosal de la entrada algún pimpollo
y las hormigas que mi madre pisa sentadita tomando  sol


© Norma Starke

Poema de Rolando Revagliatti



Especialista 

Soy un reconocido especialista
en eso de hacer sufrir
a las mujeres

por lo cual me requiere
sólo una pequeña infinidad
de mujeres ansiosas
por cierta manera
acaso
no tan especialísima

de sufrir.



©  Rolando Revagliatti

Poema de Olga Liliana Reinoso


MANERAS 

A su manera, sé, él me quería.
Lo puedo ver ahora en la distancia
y en la entraña latente de la foto.

¿Nos besamos?

Y la moto y el viento y el invierno.

Aunque fue en el verano y en las rocas
la demencia de amor nunca extinguida.

Su risa, su temblor, su pelo refulgente.

Hoy solo me pregunto: ¿estará vivo?

Tal vez mi forma de querer,
tan restringida.

¿Por qué amamos de formas diferentes?



© Olga Liliana Reinoso

Poema de David Rosales


El mar

Sentado sobre el mar
se inunda mi mirada de esperanzas
transparentes, como el azul transparente,

el ruido de las olas
queda en mis caracolas,

arena encierro en mis manos,
se escapa el silencio,
la soledad se cubre de sol
                mis dioses huyen
al acercarte.



© David Rosales

Poema de Cecilia González Gerardi


KEIN ENGEL  (1)

El umbral,
en la tinta gastada del cuerpo.

Tanto despojo,
el haber nacido para tal tarea.


(1)     Kein Engel: del alemán, "ningún ángel". Fonéticamente: /kain εŋgal/.


© Cecilia González Gerardi

25/3/16

Poema de María Teresa Andruetto



resplandece

          ella dice una palabra

amanece, resplandece



© María Teresa Andruetto

Poema de Susana Szwarc



DERROCHES

No hay tiempo
de descanso aquí
tan al sur
(alguien aún sueña
con zapatitos blancos para el verano).
Sin tregua ha crecido
un árbol y el hachero
recorta.
Las miradas fijas en lo que cae
en lo que habrá de caer
como si se dijera
árboles (su gavilla)
sobre el neón de las ciudades y los toldos.


© Susana Szwarc

Poema de Aníbal Silvero


En algún lugar, ella sonríe
mientras la otra llora en una esquina
La alegría de sus ojos
son la tristeza de otros párpados
El péndulo juega imparcial
su mecánica celeste
mientras una goza de suspiros,
la otra gime de suplicios
Cada una en el extremo
ignoran la antítesis, el dilema, el contraste
del equilibrio universal
de los polos opuestos
Ignoran, de aquel dios invisible
que al mismo tiempo gratifica y escarmienta.


© Aníbal Silvero

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Poema de Teresa Gerez


IRONÍA

“Sean eternos los laureles/que supimos conseguir”

Elegí la mortalidad
no los laureles
se los dejé a Dafné
que escapaba de los dioses...

Yo me dejé alcanzar
y con una vuelta de llave
fui valija, tren, aeropuerto
trébol de cuatro hojas

Otra vuelta de otra llave
me descendió al reino animal
Y fui lujuria
Puro dolor/sangre

Después me evaporé
y fui nube
Pronto devine tormenta
relámpago, truenos
Un rayo me devolvió al suelo
en cenizas
justo cuando me estiraba en árbol

Finalmente me volví tinta
tinta tinta tinta tinta
para escribirme mejor
y escapar del juego de los dioses
y convertirme – aunque más no sea-

en una hojita una ramita
de laurel


© Teresa Gerez