30/7/16

Poema de Gabriel Chávez Casazola


De la velocidad de los fantasmas

En un prólogo leo que un poeta fue prematuramente muerto.
Pero, ¿acaso hay alguien que muere antes de tiempo?
Todos morimos en el momento exacto.
Lo que ocurre es que los muertos jóvenes dejan más cosas pendientes
y tardan mucho en desplazarse
–distraídos y perplejos– para cerrar sus círculos.

Sí, los muertos jóvenes viajan muy lentamente
para poder ajustar cuentas:
sé de una muchacha cuyo fantasma demoró largos veinte años
en recorrer a pie la ruta desde Buenos Aires hasta San Lorenzo,
en el norte,
atravesando pampas y cañaverales,
para poder decir adiós
con una vaharada de perfume a un hombre que fue suyo,
y sé también de un piloto, muerto en cierto accidente,
que demoró diez años en llegar a los sueños de su madre
para revelarle en cuál pico de los molestos Andes
se encontraba, congelado y envejecido,
cual la heroína de Horizontes Perdidos en el Tibet,
su exquisito cadáver treintañero. 


Los muertos viejos no.
Los fantasmas de los que han muerto viejos llevan los pies livianos
ya casi alígeros de tan inmateriales
                     (recuerda A Christmas Carol)
y pueden cerrar cuentas –si aún las tienen– en una misma noche,
en esa misma noche en que los velan.


Los muertos niños
los muertos niños no se van del todo
se quedan atrapados e indefensos entre sus juguetes
sin percatarse de que han muerto,
de que algo ha cambiado radicalmente entre ellos y nosotros.

Por eso, cuando de noche en tu departamento se encienda algún juguete sin motivo
aparente o si, como en cierto palacete de San Isidro en Lima,
un niño se le aparece a una invitada
de voz bella, con toda naturalidad,
jugando tras del escritorio,
es que allí algún pequeño no ha cerrado su círculo
entre sí mismo y la dura razón de la existencia.


Los muertos no nacidos fluyen siempre en el torrente de la sangre de sus madres.




© Gabriel Chávez Casazola

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Poema de Paulina Vinderman

  

Desentierro un tesoro pirata al amanecer,
desentierro tu recuerdo.
He aprendido a vivir sin él
y ahora lo contemplo sin saber qué hacer
a la luz cenicienta.
Durante años me moví en silencio,
me hice invisible para que nadie reparara en mí
y pudiera lograr que llegaras, dentro de un cesto,
izado de una cuerda hasta el balcón.
Desde el ventanuco del baño, subida al bidet,
pequeñita y creyente, te llamaba.
Si hubieras vivido,
hubiéramos disputado en los salones del rey,
hubiéramos disputado el futuro
y la humedad de los ojos de mamá
en los jardines con setos que nunca tuvo.
Hubiera trenzado mi vida a la tuya
en lugar de buscarte en cada hombre,
en cada diente en mitad de la noche.
Suspiro y te beso cuando beso a mi amante
y en esta historia de mapas y de palas
el incesto es la culpa que acuno: la felicidad
clavada en el vientre
sosteniendo la casa de mi dios.



© Paulina Vinderman

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Poema de David Rosales


Ser

Qué fácil dejarte ser,
atar tu mirada,
cerrar tus manos.

Ven a sembrar
tus manos
en mi madrugada

Calla tan,
 solo calla.


© David Rosales

Poema de Ana Guillot


ella piensa que el río trae
tierra desde alguna lenta lejanía
hojas como estrellas nervadas
en su clorofila elemental
piensa que el río es el olfato
entre el coral y el tiempo
brazada por brazada
un hombre y su paisaje
la boca entreabierta

ella piensa que los huesos del mundo
anidan en el río
sutura que acuesta al horizonte
(espejito del dios)
flotando a la deriva
donde expele la ostra su blancura
(la fibra de su luz
su iridiscencia)



© Ana Guillot

Poema de Carlos Enrique Cartolano



de leche      
       
los sueños amamantan
María Chapp

mi cuerpo esta brizna de historia amanece
al vientre terso/ a su lado
la mujer que aún duerme es palabra

los poetas
somos usina de pájaros blancos
y puestos de pie abrimos cerrojos
de lengua las jaulas y nombres
del sueño aflojan sus vendas

mi cuerpo después sacude a la hembra
palabra/ abre sus alas 
monta con ella el curso de leche/ la historia
despunta al oriente lo sobrevive.


© Carlos Enrique Cartolano

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Poema de Carlos Morteo


Árboles peinados por el viento (en la ruta 11) 

brillan las estrellas
         quietos los árboles
esperan a su amante
    necesitan su furia
  sus ráfagas limpias

enloquecido el viento
  por un amor negado
llevará las hojas muertas
               tal vez carga con él
       todos los dolores
el árbol sabe     nunca lo sigue
        ni en su libertad
     jamás en su carrera

los libres cuando aman
siembran desconfianza
el amor se va con otros
y él     habita sus rachas
busca desesperado         


    en mas hojas
                  en las castas
algo que lo aprisione
                               y sea

un día las ramas
           sus remolinos
soñarán que lo atraparon 
pero los árboles peinados
dirán su paso para siempre                   
          


© Carlos Morteo

Poema de Cecilia Glanzmann



    A  FÉLIX  COLUCCIO
                     a  propósito de su obra
                       “ Los potros de la libertad”; al “amigo-luz” 

Tus potros de libertad,
grande hombre niño de dulzura infinita,
cabalgan mis rías cotidianas
hacia la arena cósmica de la cruz.

Son potros de luz,
viajero indagador de historias de pueblo,
que avanzan puros sobre mis sures mesetarios
para perderse vigentes en las colinas del tiempo.

Y el tiempo de la tierra y el agua
viaja en el viento de remolinos viejos,
amaneciendo con todas las auroras
raíces de siglos como un canto nuevo.


© Cecilia Glanzmann

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Poema de Nicolás Ghigonetto



pájaros
                primeros cantos

los pájaros suelen gritar
más fuerte que los hombres
más que los poetas

los pájaros suelen volar
y detenerse a orillas de la ruta
a esperar a que un vidrio de automóvil
los atraiga
y los reviente   
desplomándolos.


© Nicolás Ghigonetto

29/7/16

Poema de Mariano Parente


“ El amor es ese que hace de uno un milagro, una vida después de otra abandonada “

Procuraré quererte

Te pienso igual
porque de ésta manera distingo la vida
el hecho de pasar sin medidas
de sembrar la tierra cuando calla el día
por si acaso llegas con el sol

allí estaré
naciendo de las flores
para acercarte el perfume del cielo
que promete un beso como ninguno
y procuraré quererte




© Mariano Parente

Poema narrativo de Mónica Cazón



30 de Julio

hablaban en el umbral de algo que no entendía. Era un amanecer salpicado de primavera; pero era Julio y algo ocurría. Por un minuto estuve ahí, indemne, hasta que se marcharon los curiosos. Después, el viento hizo tambalear todas las cosas. Se llevó los gorros de cumpleaños, los globos; y mamá corría por alcanzarlos. Y yo, corría por alcanzarla a ella; sin darme cuenta que las dos, estábamos condenadas.


© Mónica Cazón

Poema de Marina Centeno



Residuos

Yo visto con las ropas de tristeza
y monto el escenario por costumbre
en esta situación de la pobreza
que llega a sembrar la incertidumbre

Los nuestros son los mismos que mañana
veremos abatidos por el hambre
cansados de esta vida que inhumana
coloca a la miseria en el alambre

Estar entre los pobres me hace rico
que estar entre los ricos y ser pobre
con mala voluntad y falsedades

Razón por la que exijo y que suplico
quedar entre lo mío y que recobre
orgullo y dignidad como verdades


© Marina Centeno

Poema de Lidia Cristina Carrizo


No hay que explicarlo 

Fue de pronto, más aquí o más allá, sucedería,
cuando quedan miradas abiertas, como pétalos
descarnados, en la intemperie de mi suerte,más
ahora que se escucha hasta el silencio en el aire,

Pensé, lo que tendremos que decirnos, tan solo,
sería como reconstruirnos en el pecho desnudo,
espacios del deseo, pulsando, como distraídos,
y hacernos el amor hasta devorarnos la ternura.

Fue de pronto, más aquí o más allá, sucedería.
¿Dónde estabas? la vida se nos pasa, con esa
perseverancia, cuando el amor es una plegaria,

No importa amor, lo que otros piensen...
hay que tomar las cosas por su nombre,
sucede, que al amor... no hay que explicarlo. 



© Lidia Cristina Carrizo

Poema de Cecilia González Gerardi


Textura

Expandiendo el aire,
contaminado y abyecto plan
de sinuosidades de fieltro.

No sé explicar
la textura del río sobre el pez que devoraste,
cual desintegrar de ponzoña
sobre la química de tu abrazo.



© Cecilia González Gerardi

27/7/16

Poema de Ricardo Gutiérrez





CASA

Toda la verdad
ignorada
es la primera piedra
del cimiento

Toda la certeza
que nos tiembla
es la columna
que se agrieta

Toda la fe
y su amparo
es el techo
de la conciencia

Todo el lenguaje
que sabemos
es el vaivén
de las puertas

Todo el amor
que sentimos
es el plano
de otra casa


© Ricardo Gutiérrez

Poema de María Teresa Andruetto



No es la pieza oscura donde pinta,
ni la pobreza que trajo la desnuda forma.
ni la luz que cae sobre la gorra,
ni el pelo desprolijo, ni la barba,
tampoco el cuerpo vencido,
ni el olor rancio del encierro.
Son los ojos que no encuentran
a Saskia, a Hendrickje, al bienamado Tito;
los ojos que se han vuelto
hacia un lugar de nada,
hacia el vacío.


© María Teresa Andruetto

Poema de Leticia Hernando



Niña cándida 

Niña cándida
pequeña erótica iletrada llena de palabras
llamas, siempre nostalgia,
a los brazos de mi casa.

Porque son las quimeras de la madrugada,
pequeña perversa cándida,
calla. Calla.

Que me engarza a la vida un tímpano en la garganta
Que el vértigo soy yo
Soy carcajada
Soy el azar bailando en una pata.


© Leticia Hernando

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Poema de Margarita Drago



Síntesis 

Llueve,
como siempre, llueve,
pero esta lluvia no es la de entonces,
es otra que
en su silencio puntiagudo
hiere y borra estampas de otro tiempo.
Ya no soy  la niña  a la que
montaba su padre en bicicleta,
ni la adolescente que soñaba
con el sabor del beso,
ni la joven que
incendiaba las calles con el grito
y dormía abrazada al vientre de su madre
aterida de miedo.
No, ya no soy la misma,
aquella que servía el pan y el vino
en la mesa que habitaba
el silencio,
la que alargaba noches vacías
temerosa de la soledad y el abandono,
la que echaba siete cerrojos a su sueño
y vivía pendiente de la mirilla de las puertas.
No, ya no soy  la misma.
Huracanes, sismos, tornados
han asolado la tierra,
puntuales y tardías primaveras
estallaron en luz y diluyeron
mis sombras,
he muerto mil veces
y otras tantas he resucitado,
he mudado la piel en cada invierno
y con mirada nueva
puedo  ver mis días
como Haroldo:
'un puñadito de tristezas' en
'un miserable borrador' y
'un minuto de luz deslumbrante'
suficiente para iluminar todas
mis noches.


© Margarita Drago

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Poema de Gladys Cepeda

  
Estación San José

Mil ojos de subterráneo
va hacia el suicidio
mientras el estertor de fuego
recorre arterias inveteradas

sin oxigeno
se apodera de su mendicidad mecánica
como una telaraña
perfectamente obradas por relojes
y rostros ajados

paralelas de nuevo siglo
como reacción en cadena aplastan hombros de los que imprimen su huella digital de 7 a 21



© Gladys Cepeda

Poema de Diego L. García



hay partes de sombra donde el concepto
A no desplaza al concepto B
sin embargo la lectura de B
lo desplaza todo / en primer lugar a B
y nos llega como una pedrada
en la frente / lo que llaman “una línea”
donde un instructivo te
injerta las normas
las formas de saludar al
superior / esa lengua
con años de entrenamiento para contar cómo
el registro de un ciclo solar puede dar un fruto común
para llenar las manos de todos las necesidades de
pasar por un hilo las cuentas colgarlo a modo
de talismán en el cuello de los que pasan se acercan
con rasgos clientelares a punto
de ser violentados por
lo que no queda de sombra
lo que ha sido pavimentado


© Diego L. García

Poema de Alicia Borgogno

             

    ES UNA TARDE INMENSA 

        Es una tarde inmensa
          y yo te veo despacio.
    Transitamos una senda infinita
         donde nuestros pasos se acurrucan
               y emergen en un mismo vuelo.
    Es un día enorme…
         un lugar sin esquinas,
                       sin asfalto gastado,
                       sin murmullos,
                       sin ecos.
   Es una tarde inmensa
         y yo te voy amando
                en  
                    nuestro
                               v u  e  l  o.


© Alicia Borgogno

Poema de María Del Carmen Barrionuevo



aquí
la palabra-ceniza
reseca
mi garganta adomingada
allá
tu corazón-roca
se enfría
con el tributo de las aguas
en el medio...
el paisaje-susurro
espera
la magia del sentimiento


© María Del Carmen Barrionuevo

Poema de Ofelia Pereyra



           
  “De viaje por tu cama”

Qué sutil tu manera lisonjera
de invitarme a pasear una siesta,
dispondremos la más hermosa fiesta
la consigna una sola pasajera.

Esta nueva aventura es viajera
ligero el equipaje por la gesta,
escondido en una figura enhiesta
el mejor bocadillo quién dijera.

Inmaculadas sábanas de raso
enmarcan tu silueta cautivante
en breve recorrido intempestivo.

Cuando al día le llegue ya el ocaso
culminaré mi viaje delirante
entre los brazos de un amor esquivo.


                                      
©  Ofelia Pereyra Nadal

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26/7/16

Poema de Marcos Silber

  
DINOSAURIOS 

Contra todo lo esperado llegó un dinosaurio;
bajó a la calle de aquí donde los chicos
juegan a jugar; van y vienen los papás,
y las mamás atienden y cuidan.
Nadie alertó.
Nadie dio la voz de alarma.
El dinosaurio llegó, bajó a la calle de aquí
y una tras otra devora cabezas.
Es extraño, cielo y tierra se anochecen
y un negro silencio se aplasta contra la vida.
Es extraño.
Llegó un dinosaurio.
Nadie dio la voz de alarma.
Nadie alertó.


© Marcos Silber

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Poema de Mariel Monente


Comodoro

Para ir a Comodoro
¿con qué traje me visto,
de qué desnudez previa sucumbo erizada?

para ir
a Comodoro
me ato de vientos la cintura
me labro de canales
me descuido
destruyo mentiras al amanecer y
me descalzo
convierto mis pezones en la pesada carga
de lo amamantado

para ir
a Comodoro
busco la cruz del sur
con mi ceguera de emperatriz caída en desgracia
porque para ir
no es necesario algodón en los oídos
ni tiaras en el pelo
sólo masticar arena flotando en el abdomen de ella
y dejarse llevar
hasta las escolleras

y si voy y
si algún día voy
al final
en el extremo
sin vuelta atrás interrogaré a las olas
(alguien debe decirme por qué quieren llevarme
hasta el instinto
en las medusas fluorescentes que no ví)

y si voy y
si algún día voy con la carga inquieta que me explaya
ascenderé al Chenque escamoteando mi sombra al mediodía
y allí tal vez grite mi nombre,
el que tuve,
hasta que mi voz se pierda
en su bruma.

                              a Carmen



© Mariel Monente
Foto enviada por la autora del poema

Poema de Siomara España Muñoz



LA CASA VACÍA

No
invites a
nadie a nuestra casa
  pues   repararan   en
  puertas, paredes, escaleras
y ventanas, mirarán la polilla en los
rincones, los  cerrojos oxidados, las lámparas
 ciegas, arruinadas. No traigas a nadie
 a nuestra casa pues no  tendrán  más 
 que angustia              de  tu   mesa,
  de  tu  cama,              del     mantel,
   del mobiliario,             se  reirán  de
   pena  por las              tazas, fingirán
    nostalgia
   de mi nombre
y reirán también de nuestra hamaca.

No traigas más  gente a nuestra casa
pues te escribirán canciones,
te entusiasmaran el alma,
te susurrarán traviesos,
sembraran una flor en tu ventana.

Por eso no debes, te lo ruego,
traer más gente a nuestra casa
pues se pondrán rosados,
verdosos, rojizos o azulados,
al descubrir paredes rotas
las plantas marchitadas.

Querrán barrer en los rincones
querrán abrir nuestras persianas
y encontraran seguro entre mis  libros
las excusas perversas que buscaban.

No traigas mas  nadie a nuestra casa,
así descubrirán  nuestros absurdos
te llevaran lejos a otras playas
te contaran historias de naufragios
te sacaran  a rastras de esta casa.


© Siomara España Muñoz

Poema de Marcos Wertheimer


EL ENCUENTRO

Detrás de cada encuentro, la soledad.
Detrás de la soledad, el encuentro.

Y ella dice adiós
y es como la muerte
o la calma de olvidarse del espejo
o simplemente se va
y estamos yo conmigo
y la inmensidad del jardín.

© Marcos Wertheimer

Texto de Graciela Perosio



     
      Altas palmeras azules como baobabs. A sus delgados troncos crece terco el filodendro y los helechos. Cosquilleantes helechos milenarios que se arquean, serpentean, espiralan, envolviendo las raíces hormigueantes de la orquídea. Allá, la flor como milagro oculto.

     ¿Cómo escarbar aquí hasta recomponerlas extraviadas palabras del olvido?

    Un breve ríp surge ante mí, se aquieta y mira. Un remolino del fluir que me interroga. Me acerco y veo en su lecho, un camino que duerme, se despereza.

    ¿Cómo contar esta maraña de senderos incrustados en la tierra y ese fulgor de agua desatada del hambre?


© Graciela Perosio

Poema de Griselda Rulfo



Grité.
El espejo devuelve
mi cuerpo estampa
cuerpo frío
cuerpo anclaje
cuerpo miseria
cuerpo despojo
cuerpo amalgama
cuerpo desafío
cuerpo mandala
cuerpo pirámide
cuerpo sacrificio
cuerpo estigma
cuerpo descrédito
cuerpo desoído
cuerpo engranaje.
Mis gritos
agrietan el cristal.


© Griselda Rulfo