26/5/18

Poema de Ana Guillot


                        
                              
                     a mi madre
  
volver al nido madre
decir: -prefiero entibiarme la voz-
en el relente de la lluvia
pájara o alivio o acople
estar en la vertiente 
sanguínea y matriforme
(como un corazón abierto 
de semillas)

volver al nido madre
decir: -prefiero que me abraces
me beses las plumitas-
entre el cielo y la rama
en el aire intermedio
pájara o certidumbre de lo básico:
que perro o altura o número cordial
son equivalencias
sumatorias del dios

volver al nido madre
decir: -estoy serena-
hay hijos en la tarde
pájaras o laberintos o risas a verdecer
(entre el cielo y la rama yace el nido)
hay nietos en la luz
y en la vertiente
matriforme y sanguínea de las hijas
pájaras o amamantadoras
de la brizna, del eco, del pequeño aluvión

volver al nido
-madre- decir -madre-
en la cuerda más bella de la rama
pájara o domesticidad
o niña que vuelve a ser niña
(abrazada al árbol caudal)
pajarita que silba va silbando
el alumbre del verde
su genuino cordón

© Ana Guillot

Texto de Osvaldo Burgos



LAS SUMISAS

Cada vez que los presos de aquella provincia china necesitaban mandar un mensaje a sus compañeras en la aldea, lo escribían en forma de poema.
“Otra poesía”, decían los carceleros sin preocuparse por esconder sus risas. Vaya estupidez.
Aquel febrero los presos estuvieron particularmente inspirados y los carceleros rieron gruesamente.
Con los primeros deshielos de marzo, las mujeres comenzaron a amontonarse al otro lado del muro. No decían nada, solo estaban ahí. Por miles.
La noticia tardó en llegar a los oídos del emperador. Cuando Su Majestad por fin se enteró, ordenó que los guardias pagaran su indolencia con la vida.
No hizo falta. Sumisas como siempre, las campesinas se habían adelantado a cumplir la orden. Ya no había penal, ya no había guardias.
Y antes de que los hielos terminaban de irse de los montes más bajos, ya no habría tampoco emperador.


© Osvaldo Burgos

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Poema de Susana Giraudo



SEÑAS

Con dos dedos
doy pequeños golpes
sobre mi pecho.

Con los mismos dedos
señalo tu corazón
sin dejar de mirarte.

Hago después
con las manos
un envoltorio invisible
y te lo ofrezco.


Quiero decir
te amo
y no estoy segura
de que me escuches.


© Susana Giraudo

Poema de Silvia Castro





Timón 

I

no un mascarón de proa

un timón

poderoso
sumergido

inútil
sin su barco

como todo lo puesto de lado
según el rumbo

visible
sólo en dique seco


© Silvia Castro

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Poema de Gustavo Gottfried





Paracelso

Opio de Esmirna
azafrán cortado
canela de Ceilán
clavos de especia
y vino de Málaga.

Maceralo por espacio
de quince días
colalo, exprimilo
fuertemente, filtralo.

Después

aferrá contra el pecho la botella
de ese láudano que va
a liberar tu alma
de su pocilga y del recuerdo
fermentado.

Tu piel de la de ella
tus ojos de su boca
tus oídos del sonido
ominoso de las pulseras.


© Gustavo Gottfried

Poema de Norma Etcheverry




Señales

Una palabra invertebrada me delata
cuando el pulso de la casa
se arrastra hacia la luz

debo extraer su sangre su sentido
antes de que resbale hacia la nada

buscar indicios en el mapa
desenterrar los dones
que la salven del vértigo
del caos
hacer un camino real
asumir el riesgo de escarbar la tierra
mientras el ave de bello plumaje se pierde en la espesura.

© Norma Etcheverry

Poema de Alicia Corrado Mélin



Esquinas esquivas

Agua de sueño vapor
la plaza
Arrojado
el único trébol de cuatro hojas
en la ciudad hundida
y todo el calor de enero condesado allí
hirviendo
               hojas
                      hamacas
                                 charcos
durante suertes y confines
que el hombre de la esquina quiere imaginar.
Es humo traspasando siestas
y el trébol de cuatro hojas
se contrae
hasta la sed
del hombre de la esquina
que tampoco quiere extinguirse
desde humedades verdes
tan verdes las supersticiones
esperanza/ fe /amor /suerte
cuatro enigmas desheredados
también sus estaciones
su calle
mirando pasar a todos
que lo miran
solitario
de cuarta hoja
rareza
que los que pasan
uno de cada diez mil
se sobreviven. 

¿Dónde está el gen recesivo
en los hombres de las esquinas?
Si la ciudad ya no huele
¿Cómo mutarán los días?
Se sabe que las vainas han dejado
                                              agridulce
sobre los zapatos embarrados.
Entonces
habrá que no dormirse
durante las noches aterciopeladas
de padre, madre y crío
no sea cosa que venga el viento otra vez
a terminar de modorrar la ciudad
y saquee
los ápices
de la plaza
de la esquina
de las panzas
y se lleve
la célula
de la memoria.
No darle de comer
al viento
antes de que  vuelen                         
       tréboles
       veredas
       los hilos de las costuras malhechas
       las sobras de los platos  
       los dientes de leche
       las almohadas desplumadas
       los con dueños
       los sin remedio
                                      
tan antes
perpetuamente
antes
habrá  que acaramelar
los limbos
de las esquinas olvidadas
y a los hombres
que la habitan.                                                                                                                               
                                                                                                                             
 © Aly Corrado Mélin

Poema de Daniel Tomás Quintana


  

RETRATO

Soy una urdimbre
de células diversas
reunidas
por voluntad de Dios
o, quizá, del caos
que rige el universo.
Un manojo
de genes heredados,
una confluencia
de vertientes ignoradas,
una ecuación,
un teorema
inexplicable.
Soy una confusión
de huesos, carne,
sangre y sueños,
un mágico
latido repetido,
una alianza química
incierta y misteriosa.
Soy un hombre
que escribe,
un insólito animal
empalabrado.

© Daniel Tomás Quintana

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Poema de Gladys Cepeda




espacio
despacio
agujas
previamente abiertas
la herida
espera el temblor
de un temor saciado
medida incipiente
destreza
para escribir el surco
y no la piel
uno a uno
se hieren los fuegos
que no entibian cenizas

© Gladys Cepeda

Texto de Romina R. Silva



ESA PRIMAVERA EN QUE ESTABAS

                               A mi padre

La planta de la vereda florecida en rosa, pompones de aire jalaban el amor a otras latitudes. El reloj descontaba el tiempo como pétalos a la margarita, y yo fluía, estable, en algún momento, como un canto prolijamente realizado. Eran días de sol. Escuchaba el trinar de los pájaros al abrir la puerta, y cada paso hacia el patio era un reencuentro con la infancia. Pienso, cuántas miles de veces atravesé el camino a casa, y aparece lo incontable. La vida es el recorrido.

© Romina R Silva

Poema de Marta Cristina Salvador




Mar…

Hoy hallo tus aguas verdosas.
Por momentos azules.
¿Me escuchas mar?
Tantas veces mojaron mi cuerpo
 desnudándome…
Sabes mis secretos.
Todo lo sabes.
Tu vaivén me marea.
Cautiva mi figura.
Cuántas veces hablé contigo.
Contienes a Dios.

Secreto celeste que respiras.
A veces agitado.
Otras, calmo.
Convocas al diálogo
y me escuchas…
Espuma que recoge
la esperanza de sentirnos vivos.
Hasta que de un bostezo
la muerte, devora nuestra existencia.
Mar: seguirás testigo de nuestras vidas
conteniendo otras vidas…


© Marta C. Salvador

23/5/18

Poema de Carlos Carbone





Un tango

Las cuerdas de la noche resisten la emboscada
Alguien silba en medio del caos
Y sucede un tango.


© Carlos Carbone

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Poema de Flora Levi





Hace  frío 
las pisadas lentas de las últimas horas
 atraviesan la calle de la  llovizna
un  vapor rojo  sostiene las paredes
 al tiempo que la noche se cubre de sombras.  
 
Entro al cuarto, me deslizo en el sillón
 prendo la pipa
dejo que el humo tiña los muebles 
escucho  arder la música junto a los leños 
un llanto niño sostiene  mi garganta
mientras  viejas voces dejan ver 
pequeñas ternuras en el espejo.
Llueve
hace frío
mucho frío
sólo los ojos  aún despiertos me demoran.

© Flora Levi

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Poema de David Gonzalez



La noche se astilla
en allanamientos de música vidriosa
la luna regula ciclos de un mar que esta lejos
queda un insomnio en los bolsillos
que nada empañe
lo que el cuerpo reclama.

© David Gonzalez

Poema de Nerina Thomas



Primer cumpleaños de Bruna

Su abuela la recibe con nariz de payaso
una corbata de colores fluors
 un bonete con brillos
un globo inflado de color
naranja
y su  amor intacto.

Este amor que me habita
lo generó con su llegada
este que me permite el vuelo
que una mujer sexagenaria
hace realidad en esta vida.

No sabía, no creía que habría
un tiempo de felicidad plena
esa que no se irá nunca
ni me abandonará jamas
aunque no le lea cuentos.

Hago una fiesta en este día
con una torta a su medida
y le canto tantas veces
 feliz cumpleaños con you tube
y ella sopla su vela..

Parece un suspiro ese aire
el que tantas veces ensayamos
para hoy pudiera hacerlo.
Y sonríe, me mira y sus manitas
se unen aplaudiendo el festejo.

Copia mi risa a veces
e inunda mi alma de ternura
tanta, que antes de dormirme
visualizo esos instantes
logrando un descanso pleno.

Ella
es un milagro de la vida,
como dice Serrat
- la resurrección de la alegría –

© Nerina Thomas

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Poema de Marta Zabaleta



EL COLOR DEL TIEMPO

A mis hijos Tomás Alejo y Yanina Andrea Hinrichsen Zabaleta

Audacia suave la del árbol sin hojas
que da sombra a los pájaros de otrora

los pasos
los cuerpos
el suspenso

y ese cálido
olor de otros tiempos.


© Marta Zabaleta
(Foto enviada por la autora del poema)

Poema  con el que abre mi biografía oral Be longing, por Zibby Alfred, guardada a posteridad en el Museum of London, 2005

22/5/18

Texto de Ana Lafferraderie





Un gesto atávico, girar la cuchara en el líquido denso. La olla sobre el fuego, estar en el vapor. Los muslos pesando en la madera. Una humedad viva, eso soy, como lo fueron otros. Cuerpo que se
expande en la luz inestable del hogar.

© Ana Lafferranderie

Poema de Rafael Vásquez





LOS ABRAZOS

¿Cómo van los abrazos por el aire?
Caben en los correos electrónicos,
en las imágenes cinematográficas de skype
(que no puedo nombrar en castellano),
se meten por sorpresa en las tarjetas
que el cartero aun reparte.
Cuando los deletreamos
algo nos dice que siguen siendo ciertos.
Es otra forma de sentir a solas
lo que la ausencia deja en nuestras manos.

© Rafael  Vásquez

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Poema de Alicia Salinas



Noche de San Juan

“Todos aquí para mirar arder y consumirse este fuego”.
Juan L. Ortiz 

Por qué le dicen penita si es tan grande
este insecto. Alimenta y azuza
la remembranza inútil.

Una sombra se proyecta
hasta cubrirlo todo
y cuando abro los ojos no puedo
y cuando puedo es muy tarde.

Más camino rumbo a ese punto,
más la astilla se clava.

A quemar los colores del alba,
el muñeco en la hoguera.
Siempre es posible decir no
y, muchas veces, necesario.

Contemplación del fuego
desde lejos,
ejercicio de la libertad.


© Alicia Salinas

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Poema de Adriana Maggio




El silencio

Yahvé miró a Abel y su ofrenda; pero no
miró a Caín y su ofrenda – Génesis IV-4-5

es el cero de las palabras
contiene todos los engaños
y las sospechas
ave rapaz que va a nacer
y prepara
su mejor pluma
asechanza en veredas solas
filo de la lengua
inquietante
como un dolor que busca dueño
como una piedra en el aire
territorio en guerra
que no se declara
desamor
que no se dice
dios cometió el primer silencio
y abrió la boca del infierno
que no tiene garganta.

© Adriana Maggio

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Poema de Darío Falconi



Track 15

Si me hiciera el académico
podría decir que soy
un frecuentador de las manifestaciones musicales
y culturales populares de La Docta,
que deslizo mi integridad
entre los hilos finísimos y tensos
que delinean esta figuración sociológica,
que recurro a los espectáculos
con el fin de apreciar
la armonía de las composiciones,
involucrarme con otros estratos de la comunidad,
con individuos con los que comparto mi perfil social,
con los que degusto las combinaciones de bebidas
y establezco intercambios dialógicos azarosos...

pero no,
no soy así...
prefiero decir
que soy negro y cuartetero
que no me pierdo un baile el fin de semana
que me tomo hasta el agua de los “poios”
que charlo hasta con los plomos
y con esto, ahorro palabras vanas...
                             “al pan, pan
                               y al vino”, me lo tomo.
                                                                        
                                                      ¡Salud!

© Darío Falconi

Poema de Analía Pinto



Mi historia está en mis manos y en las manos
con que otros las tatuaron
Olga Orozco

aún no está en tus manos
en esas manos que deseo
con la furia de quien nunca tuvo
de quien nunca va a tener

tus manos aún no se acercaron
no dejaron su cálida huella
mucho menos su suave dibujo
palpitantes de tanto fruto perdido

tus manos son esos truhanes
que golpean rítmicamente
el batiente parche de mi corazón

y tanto deseo esas manos
ese blancor
que sólo espero

su rendición absoluta

© Analía Pinto

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Poema de Osvaldo Víctor Fernández



hay una hora
elegida para morir

no tiene que ver
con un corazón
que se detiene
o con una corona
sobre la pared
a veces
se muere
por un milagro

el ataúd
puede ser
una esquina cualquiera
sólo basta
que faltes a la cita
para siempre


© Osvaldo Víctor Fernández

Poema de Adela Margarita Salas





.-Suele ocurrirme.
Una profecía de luciérnagas fugaces
enciende mis esperanzas.
Mas, la realidad
                descascara la corteza de mi nogal.

© Adela Margarita Salas

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Poema de Silvina Anguinetti





A veces es necesario*
el cansancio para detener los párpados
sentarnos a orilla del murmullo
respirar en la profundidad del grito
entre cuerdas vocales
que salpican con sangre las palabras.
A veces es necesaria
la muerte que ronda
el espejo que nos hace cómplices
la baldosa que esquivamos
mientras guiñamos el ojo al ancho de basto
mientras los puntos del envido
se muestran en la mesa
y las cartas escriben con espadas
la última partida.
                        
                          *Sebastián Olaso


© Silvina Anguinetti

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Poema de Amelia Prieto


  


Labios

Labios que circundan una boca
boca que se abre a tu mundo
mundo que te llena de vida
vida que compartes conmigo.
Labios que guardan secretos
secretos se esconden bajo llave
llave que abre el candado
candado que cierra mi corazón.
Labios origen de un amor
amor que mantiene una llama
llama que está prendida en fuego
fuego que no apaga la pasión.

© Amelia Prieto

20/5/18

Poema de Sandra "Tana" Pasquini



Este ejercicio de nombrarte
cuando el olvido se acerca peligrosamente a los filos
me está cortando la lengua.

© Sandra “Tana” Pasquini

Poema de Hugo Francisco Rivella





EL ALIMENTO 

Me alimento con el mendrugo de pan del hechicero,
sus pócimas, (aletas de tiburón con raíz de gingseng, una pata de sapo con cenizas de mangle y una piedra volcánica del Mar de los Suspiros).
Me alimento con el barro que amasa el alfarero,
sus demonios deshechos buscando una salida y la forma del viento tronando entre los dedos.
Me alimento con las garras del tigre cuando sueña la selva,
las ramas de mi sangre por sus árboles solos y el canto de los pájaros inundando mis alas.

Mi alimento es la noche de borrachos y putas,
(salvavidas del náufrago si las toca el abismo).
La espada hundida en el cobarde hasta la empuñadura,
el rastro del caído porque le llora el alma y el corazón del monje porque le falta cielo.
Mi alimento es la rosa con sus pétalos ciegos de mirar en la lluvia una niebla de peces, el cisne del espejo con la voz del otoño y el temblor amarillo del jaguar y sus ríos.

Me alimentan los toros de miura y las glicinas de las casonas viejas de Madrid, el sol de Cartagena con sus cumbias y el ritmo de bongóes que tienen las mulatas,
la piel como un  incendio
y el contraciego giro de la luna en la playa.

Mi alimento es la muerte que arrastra las cadenas de un barco que se pierde más allá de la noche,
la oscura sed de piedra que tiñe los lamentos de la madre que busca la luz en los escombros de Hiroshima
o se arranca los ojos en Bombay
o imagina  el prostíbulo donde violan a Cristo
y los muros del búnker donde gime un poema.

Me alimentan los pasos del niño en el recuerdo y la lluvia en los cedros de la plaza de un pueblo, sus casas achatadas por el peso del cielo y el pájaro que vuela sus últimas campanas.

Mi alimento es el verso de Machado y Celaya, 
Aragón y Ezra Pound en el ojo de un tigre,
la carta deshuesada de Rilke a los poetas,
y la mínima copla de un cantor en los cerros.
Mi alimento es la Sombra,
la vidala perdida que Espinosa persigue más allá de los vinos por las calles de Salta, los jueves en París y en aguacero,
la campiña celeste del cielo en el Caribe y las ranas fantásticas del lago Tangañika.

Mi alimento es el cuerpo de la mujer que amo con los dientes  y el fuego de una planta carnívora,
su piel como un aceite de oliva y avellanas,
su lengua interminable y cálida, sus gemidos, la trampa de sus brazos y piernas.

Me alimenta la brújula de un barco en alta mar y las velas henchidas por los vientos del trópico, el lobo que en la nieve desploma sus destino y los copos que sueñan el vuelo del halcón.

Mi alimento es el hombre con sus huesos heridos,
su calavera, el torso, las huellas de su sangre,
el ojo empecinado de escudriñar la jaula que encierra el alarido de su voz en la sombra, la música del alma cuando suelta sus pájaros y le quema dolida su niñez deslumbrada.

Me alimenta saber que yo soy mi alimento.


© Hugo Francisco Rivella

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