30/9/17

Poema de Rafael Vásquez






LA  EXPERIENCIA

Dicen que cuando uno
logra sumar los años que permiten
otra vista del mundo:
este mundo común y pequeñito
del recorrido diario,
uno se sabe guiar mejor que antes.
Uno evita deslices,
errores cometidos y torpezas
porque tiene el caudal de la experiencia.
Luego vienen los hijos
y se espera enseñarles las claves de la vida,
ahorrarles los tropiezos, los golpes, la ceguera.
Sólo que son distintos
afortunadamente
y cada uno maneja su propio rumbo incierto.
Los consejos no valen
las historias no sirven
nunca es bueno el ejemplo.
La experiencia
no nos sirve de nada.


© Rafael Vásquez

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Poema de Liliana Majic

  
desarma

Pensando en el alma que piensa
y por pensar no es alma
                      Charly García

cuando ví el hacha
era tarde
cayó en el lado izquierdo
entre el cielo y mi hombro
un golpe seco terminó
con la sincronía de los tiempos
comenzó mi muerte
tus ojos muy negros
no entendieron
qué inundaba nuestro parque
                        las paredes
                               y los hijos
tendida en rojo
inmóvil
confusa
escuché tus pasos
por la puerta grande
adiviné a oscuras
tu partida eterna
entre el tilo
              y el fresno
que plantamos juntos
el amor y el deseo
me miraban
se reían
la parca expectante
                       quería saber



© Liliana Majic

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Poema de Dardo Festino



Brisa de piel

El fresno reparte
en blanco
algunos cobayos de tu aroma
Te recreo
en el follaje de los bronquios
Luna de púas
hacia tu aro de silencio
caen mis latidos


© Dardo Festino

Poema de Osvaldo Víctor Fernández


la ansiedad no podía dormir
entonces despertó al poema

le pidió que se acercara a la ventana
como cuando eran niños
y la luna les plateaba la cara

entonces
recordaron a la niña
jugando a las madrugadas con el grillo



© Osvaldo Víctor Fernández

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Poema de Leny Pereiro



COPLA AMARGA

Duele el ángel dormido,
sobre la tierra maltrecha.
Sumisa, llena de hastío.
Aletargada, siniestra.

Duele el pobre niño santo.
Intentando con pureza,
alimentar el retoño
de milagros sin promesas.

Duele el espanto aterido,
De su mirada grotesca.
De su llanto sometido,
de su vergüenza desecha.

Y como duele el espanto,
el hastío,
la vergüenza,
duelen sus alas quebradas,
su candidez disuelta.
Así como duele el hombre,
su finitud,
su pobreza,
y la crueldad sin retorno,
de su arrasada conciencia.


© Leny Pereiro

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Texto de Osvaldo Burgos


NO HAY UN YO QUE NO SEA PLURAL.

Protesilao amó a Laodamia eternamente, por una sola noche. Con la primera claridad, partió hacia Troya, casi sin despedirse. Y nunca volvió.
Conmovidos por la nostalgia que brillaba inoportuna en sus ojos de sombra, los dioses le concedieron la gracia de una noche más. Una sola.
En mérito a esa insólita bendición de los Olímpicos, Protesilao pudo cruzar otra vez el Aqueronte hacia el país de los vivientes, como un Orfeo sin ansias y sin lira.
Llegó hasta donde Laodamia seguía llorando por él. La amó aún más eternamente que la vez primera. Cuando los carros del sol asomaron en sus ojos, volvió a irse.
Conmovida todavía por el brillo inoportuno de ese abrazo bendito, Laodamia se mató para seguirlo.

Esta es la historia que embelesó a los poetas durante siglos. Con maestría inigualable, Ovidio la cuenta, apasionado, en las Heroidas.
La unión de los cuerpos es, por definición, episódica. La comunión de las almas es, por omisión de tristeza, inevitable.    
Durante algunos años, Laodamia se imaginó en la anticipación de aquel primer abrazo con su amado. Después, por muchos años más, erró entre el placer del recuerdo y el anhelo irrenunciable de la reiteración.
Sea cual fuere su evidencia, ninguna muerte puede privarnos de esa espera.
Sin embargo, cuando Protesilao volvió a irse, ya todo había pasado. Y nada le quedaba a Laodamia, salvo la añoranza y su rigor.

Quien muere se inscribe en la memoria de los otros. Y quien ha sido desterrado hacia los límites imperturbables del recuerdo, no es más que un otro de sí mismo.
Solo se vive una breve y única noche. Hablar es prometer, pero para estar vivo hay que creer en la promesa.
De noesis a nostos, pensar es, desde siempre, una forma de extrañar. Y antes que nada, más allá de todo, extrañar es, también, uno de los nombres propios de extrañarse.
Estás, estoy, somos. Ahora; acá.


© Osvaldo Burgos

29/9/17

Poema de Raúl Pignolino


DE VUELTA

Tendremos preparada la 
esperanza 
para cuando regreses del abismo 

volverás con la llama inalterable 
y la justicia atada a los zapatos llegarás esquivando oscuridades sorteando la mentira del poder 
 con tu canción de pan y rebeldía volverás volverás 
con tu voz de estandarte alucinado 
con tu conciencia a cuestas 
y el grito que no fue 
como lo dijo Armando 
 la tierra estaba de antes y crecía 
bajo los pies morenos 
por esa misma tierra habrás de regresar 
cuando la lluvia limpie los fusiles y los miedos 


                         A SANTIAGO MALDONADO



© Raúl Pignolino

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Poema de Alicia Márquez


H.A. Mónica, te amo.
En el lugar más aterrador,
en el último eslabón de la miseria humana,
en donde se quebraban voluntades,
y se robaban almas,
en el centro de la tortura y el agobio,
en medio de los de alaridos y del pavor,
H.A. Mónica, te amo.
En la pared. Escrito con desesperación.
H.A. Mónica, te amo.
Sabiendo que no.
Que nunca más.
H.A. Mónica, te amo.
Y el vuelo de la muerte,
Y el agua oscura como un presagio y te amo, Mónica.
Noticia chiquita, que no importa, en medio
de mares inconmensurables de basura periodística.
Noticia chiquita.
Después de cuarenta años, H.A. Mónica, te amo, en la pared del horror.
Él se llamaba Hernán Abriata y en el año 1976 se lo tragó el
río.
Ella, Mónica, vive. Y fue amada.
Bendita sea.


© Alicia Márquez

Poema de Norberto Barleand

                                                               

RUGIDO DE AUSENCIA

Amanece
y aún es fuego la espesura de la noche.

Amanece
un sol con magia de arlequines.

Invade el ventanal
tu cabellera de sombra transparente.

Está intacto el jarrón sobre la mesa,
posado de calas esparcidas
en el rojo perfume de los cuerpos.

Amanece
un rugido de canarios.
entre la música y el sonido del viento.

La silla se hamaca sin tu ropa,
permanecen el espejo,
la mirada,
              el celeste pañuelo de la niebla.


El reloj marca la hora
                        en que amanece,
la cómoda
el vidrio
la alcoba,
y mucho espacio para tu
                             ausencia.


                                                                                      

© Norberto Barleand

Poema de Eugenia Cabral

  

YA NO EXISTEN LOS ESCLAVOS
en las colonias del Río de la Plata.

Este mulato es peón de limpieza.
Friega las baldosas por donde la niña
camina descalza a la siesta
con un libro en la mano
y el cabello atado con tiritas
para formarle los rizos.

Sobre los pisos lustrados,
las huellas de sus pies se marcan
por la transpiración
y fugazmente se evaporan,
pero el sirviente alcanza a ver el reflejo
del sexo púber en las baldosas.


©  Eugenia Cabral

Poema de Máximo Ballester


Árboles sin hojas.
Como ciegos sin bastones.


© Máximo Ballester

Poema de Graciela Barbero


Desnuda envuelta de  oscuridad
 pregunto mi nombre

Perdida la sombra sobre el agua
me balanceo enajenada entre los corales

Cierta luz entreabre los ojos de la niebla
Fugaz el sol se deja entrever
Amarillo imposible gama  de luz

La palabra mana del pasado
 mar en la boca
Atemporal nada queda en el olvido.



© Graciela Barbero

Poema de Molly Bic

                              

EL ÁTICO 

                                     “Hay una llave sin puerta en el desván”
                                                                       Jorge Luís Borges


Hay una llave sin puerta. Una abertura libre a los sentidos. 
Hay presencia de silencios bosquejados por mi padre. 
Un atril con huellas de recuerdo. 
Una mancha de humedad, sepia y gastada en su curvatura. 
Puedo ver el tiempo raído en un espejo, óvalo de piedras en voces escondidas. 
Una alfombra amarrada a las pantuflas de quien sabe que sobreviviente. 
El farol que alumbrara la distancia, envuelto en un siglo que no existe. 
Una zarzuela en el piano sin teclado, un caballo de madera que estremece y extensas telarañas mutilando pasado. 
 Mis pasos hacia atrás, retoman el presente. 

                                                                                                    

©  Molly Bic
Instalación: Tomás Saraceno

27/9/17

Poema de María Teresa Andruetto




También yo persigo una palabra
oscura en los retratos de Saskia,
en la ternura de Hendrickje, en la viva
luz de Tito, y el aire de bondad,
la carnadura de un hombre
que se deshizo.


© María Teresa Andruetto

Poema de Analía Pinto




Tal vez sería dulce reconquistar ahora una música antigua
                                                                   Olga Orozco

una música que siempre
me convoca desde su opacidad
su luminosa tiniebla azulada

una música
que como un beso se desliza
subrepticia incógnita

una música que siempre adoraré
y golpeará en lo más profundo de mis entrañas

reconquistar esa música
subvertirla
hacerla rodar por mi cuerpo
y así quizá sofocar
la que aún no se ha parido

pero ya se presiente
como los brotes de la primavera



© Analía Pinto

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Poema de Miguel Ángel Ferreira

  

Entre los restos de la noche en ruinas
En la semi tarde en la semi nube
Entre el azul de un cielo
Las amapolas se develan amarillas
Te busco.

NO

No hablo
Me callo
Me aíslo
Me evado
Me levo
Me niego
Me mojo
Me quemo
Me duermo
Me despierto
Me busco…
No sé...



© Miguel Ángel Ferreira

Poema de María Del Carmen Barrionuevo


En la quinta luna
se durmió la tarde
con su llanto hueco.
El valle que no fue pecado, niña
cobijó tu cuerpo
desamparada tu voz
ausente tu risa.


© María del Carmen Barrionuevo

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Poema de Mariano Shifman


MIS POEMAS

Un poema se engendra por ventura,
ignoro la raíz en donde empieza.
Se unen líneas de gozo y de tristeza.
Al terminar, su pálpito perdura.

No me ampara una torre de clausura:
hablo del bien que parte y no regresa,
también de cuanto permanece y pesa
como una densa nube de agua oscura.

A un poema lo asienta una estructura
no menos que a una casa: ¿acaso es ésa
razón para negar temperatura

a un hogar, y a mi cántico franqueza?
Mis poemas no son literatura
(no sólo). Cada verso lo confiesa.


© Mariano Shifman

Poema de Cristina Gauta




Nos enfrentamos a la hora que mueren los narcisos
y los búhos / afilan la visión
Nos observamos
vos visceral, omnipotente / enumeraste mis derrotas
te sostuve la mirada / aun sabiendo que era real
el ojo imperceptible que nos retrataba
tan igual y diferentes.
No tuve alternativa
era tu liberación o la mía.
Sin dudarlo
arremetí sin piedad/contra el espejo.


© Cristina Gauta

Poema de Sandra Pien


Es la verdad del agua
el día que siempre ríe
de mis labradas manos cortas
y un eco distante en la piel
espeja sólo desiertas burbujas
en despellejados oídos. 


© Sandra Pien

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26/9/17

Poema de Carina Paz


ESA MUJER

En muerte tácita me nazco, en lúcida ceguera 
en silencio de sangre que derrama su noche sobre mi otro corazón, 
el que combato y me engaña 
y me fecunda con su sombra de jaspe. 
Es otra latitud la que me acecha 
y hace de mi simiente una extranjera entre los que amo. 

Esa mujer de pie sobre mi ocaso, 
resuelta en frío y en abismo 
alza su bandera estremecida 
y esboza nuestro gesto de ser una 
como un ala de eterno interrogante. 

Tan sólo compartimos un estambre de toda la tristeza necesaria, 
el vino lento y opaco del invierno 
y el tabaco 
Soy en mudo aprendizaje su lenguaje, 
su labriego de palabras 
cuando en ella urge el contorno de la muerte 
y todo se vuelve un juego despiadado. 

Esa mujer de pie sobre mi canto, 
la que se alza frente a mis leyes inmutables 
es al mismo tiempo abrigo y látigo. 

Y en el silencio de la noche aprendo a amarla. 
Deshojo sus espinas de misterio 
y oscilo entre la máscara que elijo 
y su templo de abandono 
que inevitablemente 
es mi casa.
  


© Carina Paz

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Poema de Patricio Foglia


BERTHE

Mi infancia fue en el internado
pero no la recuerdo con sufrimiento.
Las sábanas eran ásperas, y el cuarto austero,
pero nada más era el manto
bajo el cual nos movíamos
como liebres, felices en nuestra propia estepa.
Mi vida desde entonces
fue común y silvestre:
trabajé, tuve hijos, me mintieron.
Cuando me preguntan, digo la verdad,
mis padres fueron quienes fueron
y fallecieron juntos, a su manera.
No esperen reproches,
¿qué sentido tiene discutir con los muertos?


© Patricio Foglia

Poema de Nilda Barba


sospechaba
el instante de agua
sospechaba
el ojo
la luz del perfume
sospechaban los labios
un sorbo de viento

(¿una vigilia dormida acaso?)

un pecho


© Nilda Barba

Poema de Osiris Mosquea




Nueva York cinco de noviembre 

En otra ciudad pudo ser peor que en esta que soy venturosamente ignorada. Donde soy una más, en su baúl de hojalata. Pasajera de tercera con mucha razones para quejarme. Pero sigo aquí, regreso y callo. Quizás es mejor aquí que en la que pudo ser peor. 

Nueva York cinco de noviembre dos mil once 

Retardezco 

Tercamente vivo… 

Inexorablemente espero 
cayendo en el fondo de la memoria 
atrapada en el silencio de una página en blanco 
una trampa ocho y medio por once, sin horarios 

Nadie me dijo que este fuera mi destino 
que el día se acaba al mirar el reloj: 
son las doce y hay tantas cosas urgentes… 

El tiempo ha pasado sin hacer ruido 
sin sentirse en su omnipotencia 
debajo de mi piel 
en los párpados de la ciudad que despierta sueña 

Todo, todo quedó atrás como un paisaje 
desdibujado sin retraso. 



© Osiris Mosquea

Poema de Marina Centeno


TEDIO

Esta soy yo en medio del silencio
atestiguando días sin sentido
contemplando el reloj que se desplaza
de una forma grotesca para el mundo
que tiene por objeto seducirme
y dejar que este tedio se devore
hasta la última gota de mis ansias


© Marina Centeno

Poema de Darío Oliva


Escritor Fantasma

       Deja la ira en la ceniza muerta.
          María Magdalena Álvarez

Nace la sombra del sol en la ventana.
Apenas lo nota el ojo
difícilmente parpadea,
y pesado cae sobre la hoja…

El cuerpo de palabra
desnuda un grito en la boca,
inicia el encabalgamiento de voces
entre la soledad y el goce inmaterial de tinta.

Escribe y fuma. Duelen sus manos.
Ha dejado agonizar el canto de las cerraduras
en el gris de lluvia de la página.

Sepultada su ira en ceniceros
habla consigo mismo… Es un fantasma,
                                       nadie lo reconoce.

En su boca la alegría es irreal como su vida
                                             como su muerte.-


© Darío Oliva

Poema de Amalia Mercedes Abaria



Ráfagas

Rafagas de un corazón herido
cielo extendido de gris
raíces,
franjas como venas
refugio de una alondra
que despide la tarde.



© Amalia M.Abaria

24/9/17

Poema de Luis Luna


La palabra abandono
como un pájaro oscuro
posado sobre nieve y bajo la tormenta.
La palabra abandono.
Su intemperie


© Luis Luna

Poema de Susana Rozas


Estos versos
                      débiles
se van hundiendo
y es imposible
leerlos
sosteniendo  una voz
        que produjeron...

   




© Susana Rozas

Poema de Susana M. Baquero


En un club de Manhattan
se escucha música de jazz.
En una mesa, una chica sostiene su copa de vino.
El escenario no es glamoroso
más bien guarda cierta penumbra envolvente
que contrasta con la luz de las estrellas
que se filtra por la ventana, apenas.
Alguien cruza una mirada
en dirección a sus ojos,
y eso la obliga a medir
el límite de su libertad,
atravesar, tal vez,
esa presión que oprime,
y gestar el asombro
en ese sótano
donde la vida suena
por el aire profano,
esperando la resurrección.


© Susana M. Baquero

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Poema de Mónica Angelino



puedo de amor morir en la sequía
siguiendo tus huellas
en el desierto
solo por beber de tus labios
la última lágrima
que derramé en tu boca.


© Mónica Angelino

Poema de Jorge Moreno de los Santos


Deja un ramo de flores en la tumba,
como quien riega un árbol sin raíces.
                          L. Chavez

Quizás tus ojos
que se aborrecen de abrirse
a sí mismos,
que difaman ofrendas vespertinas:
cuando el alba
regresa de puntillas de los bares del centro,
y la luz
estrena sus trajes
de zaguanes y desórdenes.
Y vuelven los hombres
a la laboriosidad de sus afanes.
Y bostezan los Lunes
desde un fondo crispado
de alcobas y aleros.

…. tú buscas
la órbita destruida de los sueños.
La prolija mano
que emerge de los invernaderos del tedio.
La acera invisible del milagro
y residuos de la aurora
entre tus uñas. 

Y sientes
que hacia el centro de tu estómago
caen tornillos,
piezas de engranajes,
calendarios de cobre:
de un tiempo ya consumido
y desgatado por el uso.
Que en ocasiones
las deserciones huyen
abandonando muérdago y albures.
O que los desagües
de la memoria estallan:
dejando sobre la superficie
macilentos nenúfares
y desfiguradas máscaras.

Tú conoces
el musgo y el vocablo
de todos los prefacios.
Bajas por pasadizos de sombra
hacia los mendigos de la noche,
y extiendes tu densa desnudez
en el violentado país
de una lujuria acorralada.

Mejor esperarte
en la indiferente lejanía
de los camposantos,
donde no transcurre el tiempo,
ni los días, ni la memoria,
                                        ni nadie.



© Jorge Moreno de los Santos