22/10/19

Poema de María Teresa Andruetto


  
Van picando

¿De qué trabajás?
 Yo trabajo de escribir libros.
¿Es práctico eso?
 Sí, es práctico.
Mirá vos qué maravilla.
¿Te acordás de cuando dabas clases?
Sí, algunos me querían otros me odiaban,
 era una cosa fea pero después fue bajando
y quedó como que podía trabajar sola.
¿Por qué era una cosa fea?
Porque estás haciendo una cosa y mientras
vas haciendo eso van picando y vos te dabas
cuenta lo que era familia y saliste bien.
¿Mi familia o tu familia?
Tu familia.

© María Teresa Andruetto

Poema de Patricio Foglia



no sé bien cuándo, pero
hace bastante que estoy acá, en el locutorio
y ya tengo mis recuerdos pixelados, voy perdiendo
las piecitas de mi rompecabezas
aunque sigo sin poder
sacarme de encima la nítida
imagen de mi vieja echándome
a los gritos cual tormenta
hasta que, no sé bien cuándo
amanecí acá, en la puerta del locutorio

© Patricio Foglia

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Poema de Nora Alicia Perusin



En esa línea que deja la anticipación 
en el recuento 
en la marca del viento 
en la marea que junta arena y consternación 
en lo que escribo 
en el día necesario 
en la pasión por las sombras que dejan los árboles después de los almuerzos 
en el cazador y la luna y las fogatas 
en el vaivén 
en el eco de tantos desamparos 
me repito

© Nora Alicia Perusin

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Poema de Eduardo Espósito



Fatalidad

                        a Pappo

El hombre chocó de frente
con su documento
iba rápido dijeron los testigos
como negando algo
restándole a la vida un apellido
cruzó su identidad en rojo
posó para las cámaras
como un último animal
alerta de ambulancias
la noche con su tajo
murió en el hospital
por exceso de Nombre.

© Eduardo Espósito

Poema de María Cristina Briante



amanecidas 
manos que lavan la mañana 
en alerta permanente 
cuidan  se alargan por salvar 
curan  conducen  guían 
manos nocheras en reposo 
hacen cumplir el ciclo natural

© María Cristina Briante

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Poema de Nerina Thomas




 - Erotismo -

Esa noche
descubrió a la hembra
que la habita,
al montar al hombre
en su sillón.
Cruzó el desierto
hasta que su lengua
calmó su sed que desconocía.
Esa noche, esa mujer
suturó sus heridas.
Conoció el placer
que brinda el sexo,
el fuego de la piel
mientras acompañan
ellos
el ritmo, el vaivén
de cada jadeo.

© Nerina Thomas

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20/10/19

Poema de Susana Szwarc



A solas                 

Lejos está el recuerdo y cuando
se acerca
aprieto los ojos. Pero sigue ahí
la hermanita
dando vueltas
entre las paredes austeras, el libro abierto.
Caminan ella, el libro, las paredes,
se le caen las medias.

¿Si ciega una, siega la otra?, ¿y quién
riega las plantas?
¿Había plantas?

No escucha porque lee
en voz alta, lee lo que todavía
rueda hasta que se queda
y le alcanza una sola pared.

Tu cabeza tu  cabeza tu cabeza
se golpea
contra
una vez y dos y mil veces
salgo corriendo.

Hasta que la rueda se aquieta,
la pared se aleja y la lluvia
nos mantiene
todavía
despiertas.

© Susana Szwarc

Poema de Claudia Tejeda


Pasodoble 

Atravesar la membrana con un paso de baile
del comedor de diario al salón luminoso.

Giramos sincronizados
entre satélites de vajilla maltrecha.

Vuelvo a pisarte los pies
vas para el lado que no.

Nos reímos de los errores
como si fuera fácil.

La felicidad no es una destreza de los expertos
lo dice nuestro amor
que es puro ensayo.

© Claudia Tejeda

Poema de Alfredo Luna





la voz del encanto

busco, quiero y acecho
un parpadeo turbulento
algo          una inquietante frase
una evidencia perfumada
algo más que un signo mordido
que devele Belleza
y me desdiga

algo         una tos indignada
una náusea de alimaña
una ola de luz
un eco de pupila cósmica
en esta porfía de parir la muerte

el hambre me está comiendo
pero cuando lo dicen mis ojos
ya no es.

© Alfredo Luna

Poema de Silvina Vuckovic



Cuando más hacen falta, se van. 
Las palabras saben 
que no pueden con todo. 
¿Cómo decir implosión de vos en toda yo, 
o permanencia 
o algunas otras cosas, ya más complejas, 
por ejemplo, nosotros?


© Silvina Vuckovic

Poema de María Laura Coppié



Para cruzar el infinito
hace falta una infancia.
Leopoldo Castilla

Estar de pie ya es un conflicto.
Benjamín Prado 

La foto que más recuerda
de su yo chiquita es metida hasta la cabeza
en un pozo en la arena,
Pinamar, al costado de las carpas,
los hombros ardidos, el pelo largo
y sonrisa de verano.
No puede definir el año,
eran mil pozos por temporada,
edad tras edad,
desde la mallita de volados
hasta la pudorosa entera de después.

Compromiso inapelable:
cavaba ancho y profundo
sin pensar en claustrofobias ni lunas amenazantes.
Palas, baldes, las uñas rotas,
todo valía para llegar a la pertenencia del agua.
Hacia la tarde empezaba a aparecer la humedad,
la arena se volvía oscura y firme,
y por fin el manantial y el pozo adueñándose de ella.

Antes de volver a sumergirse
anduvo mucho caminando sola por la orilla.
Ahora tiene la salinidad de él todavía en la lengua,
sueña con el mar:
ella hundiéndose, ella nadando a la luz,
hundiéndose de nuevo.
Imágenes deshilvanadas de otro compromiso,
como si todo dependiera del simple deseo
y no de las mareas y los vientos
y los campos electromagnéticos,
de los nudos de la soga o del termómetro.
Como si no hubiera ahí, afuera del pozo,
tantos depredadores.
Como si no necesitáramos ser sobrevivientes
cada día de cada noche de cada verano
sabiendo que podemos
sostenernos de pie uno al otro.
Inconstantes mariposas marinas
pronosticando la lluvia de mañana.

Compromiso inapelable el del pozo,
éste de confiar en su yodo sobre ella
para simplemente decir sí
en la certeza de que la sal
nos dará siempre más sed.

© María Laura Coppié

Poema de Diego Rodríguez Reis



Tu Vestido sin Mangas

Flotando en el aire
verde
ingrato
tu vestido sin mangas

venus blanda
de brazos ausentes
barrilete absurdo
entre las sábanas

si este viento se lo llevara
lejos ahora mismo
seguro me dolería menos
esta mañana

© Diego Rodríguez Reis

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Poema de Estela Porta



y te miro y me mirás
la moneda no alcanza
para salvarnos
el secreto está en las manos
en el diálogo seco de los huesos

y qué hacemos con la certeza

la intemperie es un golpe bajo

© Estela Porta

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Poema de Alejandro Cesario



Ojos de niña 

En la calle donde vivo,
en el almacén de la esquina.

Orfandad sin dilección.
Diminuto aposento de asilo.

Cuenta sus pocos centavos,
la caridad de algunos vecinos
y la venta de algunos dulces.

Cautiva del tiempo
renqueando se ha quedado sola la abuelita.
Sus ojos afables y oscuros
siguen siendo los de una niña.

Sus manos gélidas amoratadas
dan dos caramelos a mis hijos.

© Alejandro Cesario

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16/10/19

Poema de Federico Luis Baggini




Recedrata, Recenama

Suponer que cierta noche
se desata una batalla por el mundo.

Los seres y lo conocido perece.
Cada paraje es una llanura sin movimiento.
Suponer también que en determinado recinto
sobreviva un elefante,
última descendencia de un linaje ancestral.

El elefante se alimenta de los brotes de una tierra devastada,
y duerme a la intemperie.
Durante varios años,
mareado por la atrocidad del desastre,
solo sabe gemir y resoplar por su familia.
Luego sus memorias se nublan,
se descomponen, 
se tornan parciales e inoportunas,
como una certeza. 

El horror se convierte en un ambiguo asombro.
De a momentos rememora,
con inefable melancolía,
las caminatas prolijas y recubiertas donde su abuelo le admiraba o regañaba,
o hundía la trompa hasta aparecer del otro lado del cielo.
Entonces,
perturbado de dolor,
se inclina frente al sol e insinúa una voz.

Mientras tanto,
los mares se pueblan,
el fuego envejece,
las flores se reconocen
y algún que otro árbol sale a pasear descalzo.

El elefante,
maduro en sus sienes,
se adentra más allá de los finales.
Una tarde ve una cebra.
Otra tarde ve un águila.
Cierta mañana, de pronto, tropieza con otro elefante de su misma edad que,
al igual que él,
ha resistido a la desolación de la batalla.
Se observan largamente, se abrazan:
la memoria se encuentra a salvo.

© Federico Luis Baggini

Poema de Silvina Anguinetti



Es necesario regresar del sol
rescatar la ropa tendida
enjuagarla nuevamente
que se vaya lo perdido
que pueda escapar
por las alcantarillas
el olor azufre de la furia
el color locura
la mancha secreto
Jabonar
               enjuagar 
               enjuagar
               enjuagar
hasta que la espuma
               se vuelva agua.

© Silvina Anguinetti

Poema de Mónica Angelino



es invierno 
el sol en está en otra 
y en otro lugar sale 
y ahí andan ellos 
-en el otro lugar- 
en mangas cortas 
y yo acá 
helajeada 
cucharon de palo 
con hambre 
viajando en el bondi que ya no.

© Mónica Angelino

Poema de Orlando Valdez



escribo con mi absoluta soledad 
fuera 
de las generalidades de las formas 
en el ahora que pasa 
muy adentro de la hoja 
y no en vano 
vanidosamente 
con la complejidad 
que no es 
sino la modesta 
sencillez 
que labra salvos 
a todo aquel que se niegue 
a la divinidad que lo tienta 
en su desierto circular 
cierto 
de los días 
y que en las noches 
revele el verso que 
devela el stupor

© Orlando Valdez

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Poema de Valeria Verona



espesura

desmalezar todo
extirpar
la hojarasca/las ramas caídas/los hongos
quemar los yuyos
desenredar las raíces muertas
arrancarlas/lanzarlas
a los precipicios conocidos
arrojar los miedos al viento
talar los desamores/los desencuentros
y así
preparar la tierra/el humus
labrar mis ojos con nuevas causas
rociar el cuerpo con húmeda piedad
sembrar amor propio
y ver la savia
subir por los pies/los tobillos
sentir la piel y las ganas reverdecer
esperar
porque al final
todo lo frondoso que hay en mí
echará raíces en tu pasto tibio
solo me falta brotar

© Valeria Verona

Poema de Verónica M. Capellino



La vieja estación
es ahora una gran casa de lechuzas
que chistan, convocantes,
a una verde luna de tragedia.
Como elefantes cansados
los trenes dieron con sus huesos
en las vías muertas
y verdean a la luz lunar
que riela y riela
hasta requisar la nada
en los andenes.
Aquí no  hay aire
por eso se escuchan
voces de otros tiempos. 
                                             
© Verónica M. Capellino

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Poema de Andrea Farchetto



Mal dos

Paradoja:
la oscuridad
de llamarte Blanca
y
lo errático
de tu Norte.

© Andrea Farchetto

Texto de Leonardo Vinci



Necesito una palabra. Una que rompa  la puerta y me derribe como una tromba; que en el piso me ate al estricto pronunciamiento de los círculos de tus ojos. Una palabra que la muerte aún no conozca, en la que ninguna otra quepa. Una que esté escrita con toda la tinta de tu boca, con todo el sexo sonoro de tu boca abierta, como una copa de vino hasta el borde temblando de miedo. Una palabra que me arrase como si yo fuera nada. Que me ahogue; o que me mate al fin si fuese incapaz de oírla.

© Leonardo Vinci

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Texto de Sonia Quevedo





Retenido el suspiro

Llueve en la oscura noche agigantada, inquietos los suburbios se diluyen  y dispersan.
Los zaguanes cargan somas
cubiertos por andrajos; y
el dolor, se esconde entre las pieles carcomidas por la roña.
Cuán poco o nada sienten bajo la lluvia inclemente, los ancianos cuerpos prematuros. Llueve.

© Sonia Quevedo

Poema de Juan Carlos Rodríguez



Llamarte a cada rato

En estos días
sacudidos por desesperaciones,
impregnados de tormentas,
de resignaciones varias,
siento que puedo acostarme a la vera
de tu frontera lateral
esa que linda con la cordillera
donde hay rocas y arenas,
la piel de tus playas
y el águila socavando a la ballena.
Los temblores no son del sismo
son del orgasmo que te interpela
en tanto yo, como siempre en otra cosa
después del clímax tomo ese tinto
que me recuerda a bayas, y también a canela,
me acurruco en tu regazo indolente
y me quedo dormido
para poder escucharte entre sueños
mientras preparas las tostadas
las untas con tu miel
y vuelves a la cama,
me retas por la copa derramada
y tu acento tiene sabor a revancha.
Siento que quererte es llamarte a cada rato
mientras comes semillas como los gorriones.
En ese mágico momento
me olvido de la revolución
y me rindo.

© Juan Carlos Rodríguez

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