30/7/13

Poema de Jorge Boccanera




Hay que aprender a leer las hojas, las
nervaduras de las hojas, su canción de crujido,
su extendida memoria de ceniza.
Hay que aprender a leer las hojas, su cuaderno
de vuelos, sus colores disueltos, su libertad, sus
huesos diminutos en la danza, su vocación de ala,
de lengua, de canoa, de sexo de hembra. 

Hay que aprender a leer las hojas, sus enjambres
ocultos, su textura, sus oleajes de seda, sus provisiones
de agua, su temblor y su reino de terrones deshechos

© Jorge Boccanera

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Poema de Nilda Barba

 


¿madera o fuego?
para el exilio del cuerpopadre
un réquiem en dos por cuatro
fuera de todo territorio
espigas que arrullan en vilo
no dicen si la tierra es fría
o si entibia lo efímero
¿tierra o ceniza?
 

© Nilda Barba

Poema de Walter Iannelli



Los consorcios de Zumatra 

Un hombre alquila un local en un edificio.
Pone un negocio. Trabaja trabaja trabaja.
Guarda el dinero ganado bajo cerrojo
en una pequeña caja empotrada en la pared que da al patio.
Desde el balcón del cuarto piso
un vecino ocioso en camiseta
meta mate
aprende sus movimientos
lo ve resuelto
a cada rato
a confirmar la fortuna que se acumula en la gaveta. 

No hay inquina. No hay codicia. 

El de arriba se rasca los sobacos y vuelve al aprendizaje
el de abajo repite su acto varias veces al día.
El de arriba tiene un malvón rojo en una maceta
el malvón se muere, resucita, de acuerdo al sobrante de
agua en la pava. 

Un día la maceta se eleva en las manos que acaban de dejar el mate
y se detiene en la cornisa descascarada del balcón.
El de abajo parece que trabaja.
Sigue saliendo a cada rato.
Mete la guita. Cierra con llave.
No hay inquina.
El malvón cada vez más cerca del vacío.
No hay codicia.
Otro día el de abajo sale y el de arriba le da el último
toquecito al destino.
El malvón vuela y vuela la maceta.
En el vértigo de la caída
la belleza de la flor se aminora
aumenta el peso específico de su continente.

El de abajo se despatarra llave en mano. Finado.
El de arriba siente que no ha podido evitarlo. 

El detalle del dinero será un ardid
para que el de abajo salga al patio
suavizar el mensaje fatalista.
Pero el del mate: ¿Por qué mata?
Quizá porque estaba a mano hacerlo. 

No hay inquina. No hay pasión.
Apenas lo indefectible.
Cosas que a simple vista parecen querer
cerrarse tarde o temprano.
El consorcio prohibirá flores en los balcones.
 

© Walter Iannelli

Poema de Graciela Licciardi



 arrugas en su frente 

perpetúa el ojo en la cara del que puede
la vieja de la cuadra
que el viento no llevó 

tardecita soleada
de silla en la vereda
glicina perfumada con olor a ya fue 

la vieja se deshace en atención al vecino
escucha a gardel en la oreja derecha
y canta la amargura
entre dientes que clavan los olvidos 

masculla su nombre
por hombres del pasado 

la juventud vencida
y arrugas en su frente

la vieja de la cuadra
que en un pañuelo
guarda una lágrima
que nunca abandonó
 

© Graciela Licciardi

Poema de Francisco Alberto Chiroleu


SAUDADES CON MARLOWE & SORIANO 

La sombra de un gato muerto
me ha robado el sueño.
Entre las palabras y yo
se abre un juego canibalístico.
Una apertura infinita
en medio de la noche.
Se deslizan suaves y bellas
por el papel.
Viajeras anónimas
ocupando su puesto
en la nostalgia.     
 

© Francisco Alberto Chiroleu

Poema de Estela Barrenechea


Cifras 


IV

 

Un infierno de concreto.

 

© Estela Barrenechea

29/7/13

Poema de Claudia Isabel Lonfat

Clave de amor 
 
Yo quiero arder en él
Como un sol rojo teñirle su blanco
abrasarlo
en un dulce fuego
que nos funda
Yo quiero arder en él
ser llama
para su mirada glacial
Más quiero,
apenas, al menos hoy
arder en él,
recorrer su gélido vientre
donde el viento ruge
y el canto de las horas entristece
Entregarme como una nota
en su confuso pentagrama;
ser la clave de su amor
 
© Claudia Isabel Lonfat
Imagen enviada por la autora

Poema de Cecilia Glanzmann


confesión De poeta 

El poema me viene de las entrañas del ser
y entro a tu República, Platón,
y me quedo en ella con otros y contigo  

Se crea con la mente y con el pulso ardiendo.
No miento ni en las imágenes del sueño
ni en las de la duermevela transparente.  

Soy poeta  
en este vivir finito y colectivo 
en este escuchar el aleteo del espíritu.  

La poesía es voz de los sin voz
y atraviesa el alma de los seres.
 

© Cecilia Glanzmann

28/7/13

Poema de Irene Gruss


 


EL AMOR ABSURDO

Nos faltaban hechos.
Ni hacíamos el amor ni nos acomodábamos
a tomar café.
No organizamos ningún campamento a
las Islas Canarias, y
en Puerto Madryn
ni nos reconocimos; los únicos testigos de esto
fueron los cormoranes. Bichos feos de por sí,
los cormoranes saltaban
gritaban
nuestra falta de hechos.
Amantes insólitos,
nunca nos reunimos, ni por casualidad,
a oler la lluvia, ni a agitar banderas
ni a cerrar las ventanas
ni a inventar, ni siquiera
inventar
algo cierto.


© Irene Gruss

Poema de María Del Mar Estrella



VOAYEUR 

Me gusta contemplar tu propio gozo.
Mirarte en el placer cuando él afluye
a tu pulso febril y te destruye
tu propia tempestad sin falso embozo.
Como atento testigo yo retozo
en esa libertad que se construye
a instancias de mi aliento, y algo intuye
mi instinto en el espejo de ese pozo.
Algo vital  sin duda, un eco ardiente
de aquel fuego inmortal, omnipresente,
que celebró la piel como morada.
Mírate en el reverso de mi mente
constelado impudor, lúdica fuente.
Mis ojos de voayeur  no dirán nada.

 
© María Del Mar Estrella

Poema de Norberto Barleand



Ciudad

Amo esta ciudad desde su origen,
Oculta, vagabunda,
la neblina oscura de sus tardes.  

Amo los sótanos,
la prepotencia  del sol en las veredas,
un verano de vino en madrugada . 

Amo la lluvia en las paredes,
el balcón del amante ,
los naufragios de pasiones inconclusas. 

Amo el otoño trepando las puertas
con timbres de rojas porcelanas,
canarios de un patio en primavera
                las cornisas arrugadas del invierno.

Amo los barrios petulantes,
donde transcurren el dolor y  la alegría,
los gallos del suburbio
una luz atrapada de caricias
en el barro de los ojos
con sus ánforas de lágrimas perdidas. 

Amo el corazón de las calumnias,
la soledad de calles sin retorno,
el acero en los pedales de la noche. 

Amo los destellos de la luna,
la esperanza del canto en los silencios 
y un coro de amor en las entrañas
                       que juega con los párpados
                        a mirar el cielo y su distancia

© Norberto Barleand


                                            

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Poema de Emilce Strucchi



Darwin 

III
 
                  A Mariana Rimoldi 

Me naces
y ando en azules de plata
me renaces
fecunda 

¡vísteme con tu animal fabuloso! 

laberintos mis aguas y es de oro la capa y me cubre
nívea  

Madre arena tierra azul
¡Padre!
Padre y cielomar les suplico 

de oro también el manto que ofrendaron
y de fuego mi ritual amatorio
que voy travestida de tambor trueno
hasta las gestaciones 

ah, mis niños nupciales
ay, mi niño nupcial serpiente
(protegido)
bendice el alumbramiento
y salvaje estertor

¡la manada nos recibe de cánticos!
vuelos de cóndores sagrados
altas cumbres
nuevas constelaciones
delfines
que bailarán por nosotros
cada celebración 

mi pichoncito
mi nacido
¡los ojos restallantes de primitiva luz! 

pasión
tu nacimiento.
 

© Emilce Strucchi


 

Poema de Miguel Oyarzábal

 
 

VASO DE NIEBLA

               a la memoria de Jorge Fernández Gil

El vaso herido duele en la memoria:
hace jirones la piel,
la esquina,
la calle conocida y los árboles.
Los huesos buscan el refugio de la mesa junto a la pared
y lo que queda de mí, la calma
.
El espejo del vaso tiembla frente a la cercanía de la mano.
Después las voces y los ecos de las voces
y la mesa y la niebla
despiertan sueños velados al borde del pozo.
Ahora no es una puntada seca en el costado izquierdo del saco:
son los dedos punzantes del sol,
el sonido de los pliegues de la noche,
la cuerda de los relojes limando el tiempo.

Y el vaso vuelve a llenarse.


 
© Miguel Oyarzábal

Poema de Rosa Lía Cuello



Retazos
 
Partes de mí
ante los ojos cansados
sueños
traducidos en recuerdos
y este amor
           confundido
                      y eterno
rozándome la piel 

 © Rosa Lía Cuello

Poema de Alberto de Jesús Goicouria


 

Palabras que son el fuego
donde la ceniza postrera
no es más que el sordo anacronismo de lo sido.
Me gusta escribir al futuro
sin la dolencia de las mañanas, 
                 sin el reproche
                            ni el arrepentimiento…  

un pequeño testamento que atestigua la redundante banalidad.
 
Se graba la existencia con el calor de los hechos,
              lo imborrable se manifiesta,
                         es imposible apagar la vida y sus secuelas.
¿Cómo contrarrestar de modo equívoco pero al menos rotundo el
silencio inconcluso del morir?
Más allá de la memoria,
            más allá del olvido,
                                 de la lejanía,
                                          de la distancias,
                                                          del tiempo,
                                                                   de la noche,
                                    del día,
                                   de hoy,
la vehemencia incomprensible y misteriosa de la presencia
heredada por el nacer…  

Palabra ardiente soy
              y veo el fuego en tus ojos espejo…

  Donde hay cenizas
  hay sed…
          donde el fuego quema,
deja inevitablemente su huella.
 

© Alberto de Jesús Goicouria

Poema de Andrea Pizzella



 
Cuando se despide la lluvia
aparece aquella luz
de distancia. 

En la llanura de horas
cosecho esa luz
que se adensa
en un nuevo lenguaje
para saber cómo es la soledad. 

Extraño adiós el de la lluvia.
 

© Andrea Pizzella

Poema de Daniel Montoly


CAPERUCITA, EL CÉLULAR Y EL LOBO POSTMODERNO

El lobo me texteó
para decirme/ que perdió sus dentaduras/
por tanto/
ya no vendrá a comerme/
¡Qué frustración!
Ahora/ ¿cómo le explico
lo de la virginidad
a mis amigas?/


 

© Daniel Montoly

Poema de Marizel Estonllo



Agua color cielo despejado
también llamada de Alibour 

Los cristales turquesa de las sales del cobre
y los blancos de las del cinc
esperaban los golpes que en el mortero
los reducirían a fino polvo
sería entonces mayor su superficie de contacto
al diluirse en el agua y vestirla de azul.
Después
se agregaría el alcanfor,
disuelto a último momento
en un apenas de alcohol,
como se perfuma una mujer
antes de salir.
Entonces
el agua del color de los ojos amados
propondría un modo de alejar las infecciones.
Todavía recuerdo el momento en que el blanco alcanfor
se dispersaba
sobre ese color azul
como cuando una buena idea nos sorprende
cambiando el destino de un día aciago.
Virtud del Mago que combina los elementos del universo
y en lo magistral de su acto
revela ese otro orden Real.

© Marizel Estonllo

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