30/1/19

Poema de María Ángeles Pérez López



[Piedras]

Cuando comienza el día, la mujer
pinta una piedra blanca y otra negra
sobre sus dos pezones agrandados.
En su cuerpo que acaba de estrenarse
y es ágil y flexible intersección
entre el aire y la piel recién lavada,
se injerta las señales, cicatrices,
heridas resecadas por el tiempo
o abiertas flores frescas, extendidas
sobre el cuerpo sin fin de los demás.
El costurón de puntos en el vientre
de la cesárea que nunca tuvo,
las pecas que no tiene, los tejidos
que sueldan las lesiones subcutáneas
y pueblan territorios perturbados
por la erosión, la lengua del incendio,
el piercing azulado que no tiene,
la marca sonrosada en la rodilla
del hijo, que contempla con tristeza
por si algún día tuviera que buscar
el hueso muerto en el raíl del tren,
componen el grafiti de su cuerpo,
pespuntes de la piel que a otros importa
y ella escribe en la suya al levantarse.
Como un tatuaje rojo en arenisca
pinta un vítor con sangre de animal
sobre su piel elástica, versátil
y anota en su epidermis los antojos,
las manchas, los estigmas, los indicios
del paso del vivir sobre los cuerpos.
Cuando termine el día, quitará
con una goma grande de borrar
los signos, los oscuros hematomas
bajo los que la piel es hoja en blanco.
La misma sangre roja de la piedra,
pigmento negro y blanco de la piedra
que calentaba el rojo corazón
será arena invisible y diluida.
Pero por la mañana, cuando acuden
el día y sus promesas pesarosas,
la mujer se embadurna con palabras
que son miel resbalando densamente
como lengua de polen amarillo,
estría que es amor y que es destrozo.

© María Ángeles Pérez López

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2 comentarios:

Blogger Adela ha dicho...

Uy! Cuántas duras realidades! Bello y significativo poema.

30 de enero de 2019, 21:05  
Blogger Nerina Thomas ha dicho...

Historias de cada mujer que habita la tierra. Expresión de deseo a veces, vivencias.

31 de enero de 2019, 16:17  

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