26/7/24

Poema de María Teresa Andruetto

 


Esto es lo que queda

de un hombre que se muere:

un pincel y la mano agrietada

que sostiene el pardo, el rojo,

el amarillo... la mano que va,

que se desvela, desde el charco

de luz hacia la tela.

 

© María Teresa Andruetto

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Poema de Ricardo Ruiz

 


Cerca de un manantial una no tiene sed,

cerca de una hermana no desespera.

Nü Shu / Lenguaje de Mujeres

Dinastía Tang (618 – 907) – 2005. 

 

susurra

y borda

escritura

de pequeños pies

un decir

se repite

entre mujeres

lame

de una isla a otra

de un labio a otro

dolor plegaria

saliva

del destierro

del odio del amor

 

¿una suave tormenta

detrás? ¿del amo

inversa caligrafía?

¿tambalea? ¿canta

la mañana que no llega?

 

así

de una a otra

isla plegaria

entre mujeres

de pequeños pies

tambalea

un decir

detrás

del destierro

se repite

lame

de un labio a otro

saliva del dolor

tormenta escritura

del dolor del odio

borda la mañana

que no llega

y susurra

 

© Ricardo Ruiz

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Poema de Yrene Santos

 

Ilusión

 

Encima de esa piedra,

un pájaro espera pacientemente decidido

el momento exacto para desplegar sus alas

y en círculos

anunciar los abrazos

los besos

y ese nuevo amanecer que ondeará el espacio,

cuando esta

y todas las fronteras sean derribadas

y el mundo sea,

un sólo corazón.

 

© Yrene Santos

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Poema de Ariana Cabezas

 


El pasado está delante de nosotros    

 

Yo me quedo así recordada como una piedra. Quién lo diría voy a estar aquí cada vez que vuelvan

 Liliana Ancala

 

Volvé al momento donde el viento

dejó zigzagueando en el aire algunas gotas de rocío. 

Volvé a la orilla

a la paciencia de la cosecha 

la noción del tiempo en la que crece la araucaria

 

¿Volverías si te dijera que las flores suspendidas en el agua

faltas de luz echan raíces?  

El pasado está delante de nosotros. 

 

© Ariana Cabezas

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Poema de Sara Mamani

 


COCHEMOTOR


A la una y media de la tarde

pasaba el cochemotor

que iba a Cerrillos.

Nunca supe adónde más llegaba

Era esa la única estación

que  existía para mí

Esperaban las moras blancas

y las negras mis preferidas

la boca manchada

igual con las acequias

de aguas chocolate

¿Cómo ensuciarme ahora

imaginar el mundo

y encontrar el cochemotor

de solo un destino conocido?

 

© Sara Mamani

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Poema de Silvio Bilbao

  


Confesión de un detective de bares

 

La tiza ya dibujó los contornos

de un hombre caucásico

que yace rígido

en decúbito dorsal.

En principio, el cadáver

presenta signos de defensa:

las uñas tienen restos de melancolías,

el atuendo es propio de lupanares,

y su rostro de vino, evidencia

encubrimiento agravado.

 

El caso es inteligentemente urdido:

la soledad es un asesino en serie

que no ejerce la violencia,

deja que sus víctimas lo hagan por ella.

 

Más allá de estas piezas forenses,

lo que más me preocupa es

no saber en qué parte del laberinto

nos encontramos ahora.

 

Este caso quedará abierto:

la silueta de este cadáver,

una vez más,

tiene la forma de mi cuerpo.

 

© Silvio Bilbao

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Poema de Darío Würtz Paiva

 


  -Pequeña historia que no debería ser contada.

 

Se abrió para mí, (esta vez fue para mí).

Apenas la llovizna un lazo con el mundo.

Ella está parada en el umbral.

Ella es la herida primal que no sangra,

se refleja en los rostros que se atreven a mirar.

Y es un dolor de tan lejos, que uno se deja estar.

Las calles se deslizan hacia lugares inciertos.

En las calles,

seres grises mendigando un poco de calor.

Me descubro entonces las manos vacías proyectando trazos sobre el río.

Promesas para no cumplir.

Permanecer donde no se quiere estar.

No puedo.

La niña que posee palabras de mujer.

No puedo.

La luna incendia todos los fantasmas;

da de comer trozos de sueños.

…Y acá estamos,

frente a frente,

mintiendo lo que no se dice.

Las ansias y el deseo.

La mordedura certera sobre el labio.

                                   Violencia…

                                         La violencia del sexo.

 

               Derramarse en el silencio de lo oculto.

¿Qué miran esos ojos?

                           La fuga… techo y pan.

¿Qué miran esos ojos? Techo y pan.

¿Qué podrían mirar esos ojos?...

Una perspectiva oblicua de rodillas en el suelo,

tragando las fanfarronerías del amor.

¡¿En qué mierda nos han convertido?!

¿Qué no ven? ¿Qué palabras les fueron prohibidas?

 

(La fuga, el juego y la crueldad).

 

Se abrió para mí.

En un camino plagado de rostros,

habiendo tantos.

¡¿Por qué a mí?!

No quería probar de esa piel.

Yo contemplaba el agua,

los barcos cargueros,

me llenaba de días y río.

Pero no alcanzo a odiar la noche.

Enciendo todos los candiles de las imágenes en la mente.

Respiro hondo.

Contengo el aire y me sumerjo.

Olvidar al fin la boca que me bebió.

Un mal sueño.

Ya pasa…

¿Cuándo empezó la noche?

¿Termina alguna vez?

Fuga… techo y pan.

Fuga constante…

Apenas la llovizna…

Fantasmas incendiados…

Me llenaba de días…

me llenaba de días…

¿Por qué para mí?!…

¡Pan y techo!

 

© Darío Würtz Paiva

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Poema de Elena Demitrópulos

 


Aunque no me veas

bajo la rastra de higos

                                   dentro del suspiro

                                                            estoy.

 

En las cenizas del alto

y sus arroyos a la viña.

En la Cuesta del Lipan

con mi raza de llama

En los sikuris del abra

en esa luna blanca.

                         a última hora.                                                                         

ensanchando las ganas

peinando las plumas

sacudiendo la carga.

Por si decides que me amas.

 

© Elena Demitrópulos

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Poema de Devenori Ronda

 

 

Recuerdo la jalea dorada

para el equinoccio & el invierno.

Hecha del óvulo carmesí

de la rosa mosqueta

cosechada en el cerro.

 

Entre fogones y heladas,

acampábamos algunas noches

observados por las estrellas,

&protegidos por los sauces.

 

Recuerdo la danza & los brebajes

que calentaban nuestros cuerpos

 

Recuerdo el agua cantando

nuestros nombres.

La brisa espantaba la lluvia.

El sol despertándonos

con el amanecer.

 

© Devenori Ronda

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25/7/24

Poema de Miry Sarkis

 


 Fuego


La garganta

repliega cantos nuevos

sólo hay cantos negros por blancas muertes

en la turbada noche de la turba malvinera.

El viento puja

quiere parir de nuevo a los soldados.

 

Fuego

fuego en los montes

fuego sobre la ropa de combate

fuego multiplicado en el ardor de la sangre.

Ninguna mano abierta al soplo malvinero.

 

Cascos dispersos

cascos atravesados

cascos testigos

 

El ardor de la sangre se levanta

antes del último disparo.

 

© Miry Sarkis

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Poema de Luis Benítez

 


a un árbol incendiado en ezeiza

 

en el suelo ya flores

y hojas son los días

como el amor descuidado

por un alma salvaje

 

las llamas son pájaros que susurran en sus ramas

y mariposas hambrientas volando cada chispa

 

el mundo con ser tan grande

entero cabe en el incendio

se disuelve en el aire

se convierte en lo acre del perfume

mientras que un rostro se enciende

 

en lo encendido

abre sus ojos y nos mira

 

no entrará en la noche

sin llevarse algo de nosotros

y como en un sacrificio antiguo

el que enciende el fuego por la tarde

es lo que humea al alba todavía

 

qué veloz es su bala que nos atraviesa

hasta llegar a la primera juventud y sigue

para matar al niño que se nos parecía

 

© Luis Benítez

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Poema de Silvia Susana Durruty

 


Luciérnagas

                              Entonces vimos una cantidad inmensa de luciérnagas que formaban

                              un bosquecito de fuego

                                                                                                       Pier Paolo Pasolini

Resplandecer en la oscuridad

como pequeños fuegos en la noche

luces mínimas entre los árboles opacos

cuando el mundo duerme en un sueño lejano

destellos apenas en la bruma de las ciudades

                  y cada vez que la luz enceguece   

                  volvernos invisibles.

Para resistir

no hará falta adorar al sol

ni intentar ver el lado oscuro de la luna

bastará con ser pequeños fuegos hacia el fin de la jornada

nada de fuegos grandilocuentes    pequeñas luces apenas

ser un poco como las luciérnagas

              y danzar vivamente en el bosque.

 

© Silvia Susana Durruty

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Poema de Marisa Martínez Pérsico

  


INCLINACIÓN A LAS INTERRUPCIONES 

 

Las pérgolas que hospedan a familias de pájaros.

La blanda senectud de los otoños.

Las palabras que se rompen sin eco,

susurradas a solas.

Las lámparas con luces que vacilan.

Las botellas a medio consumir.

 

Me reclaman los grillos de una infancia lejana,

las sombras que se estiran

detrás de las gaviotas.

 

Porque todo lo mínimo me ofrece

la ocasión de rozarte

amo tanto

las cosas que se pierden

sin haber alcanzado a florecer.

 

© Marisa Martínez Pérsico

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Poema de Matías Nicolás Guzmán

 


SIEMPRE QUISE SER EL CONEJITO

 

de chico

siempre tuve

ese no sé qué

de querer ser alguien más

no porque me desagradara ser yo

sino porque quería

poder hacer

esas cosas

que uno veía en la tele

colmada de dibujitos

superhéroes y

animes fantasiosos

 

pero había un personaje

que superaba todo eso

que deseaba ser

e imitaba

cuando estaba frente

a ese arco imaginario

que emulaba mi cama marinera

o las mochilas en el parque

yo siempre

quise ser

el conejito Saviola

 

desde la primera vez

que lo vi en el Monumental

un nene que dejaba

a los grandes

tirados en el piso

vestido con esa camiseta

que le quedaba holgada

como la que me regaló

mi abuela

unos talles más grandes

y me ponía

para imitar sus goles

en la sub 20

 

de grande

ya no me pasaba

eso de querer ser otro

como que me alcanzaba

con lo que podía hacer

o creía que podría lograr

eso hasta hoy

por eso te cuento

todo esto

 

hoy también

quiero ser el conejito

para tener la habilidad

de superar

en carrera veloz

a la timidez

con un enganche

dejar tirado

a los temores

y ya frente al arco

vencer la tibieza

y confesarte

todo este amor

 

© Matías Nicolás Guzmán

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Poema de Alicia Waisman

 


El arriero 

                                                       

Las penas son de nosotros/las vaquitas son ajenas       Atahualpa Yupanqui

 

Desde un colchón de nubes se asoma

un arriero.

¿De quién son los animales que traslada

a lugar más seguro?

Cuando alguno se le escapa, pacientes él y su caballo,

retroceden y lo vuelven a la senda.

Galopa, va al paso, grita arre, silba un silbido fino

y la tropa le obedece,

como él obedece

la ley no escrita de su historia.

Sus penas son suyas.

Lo sabe

sin preguntárselo.

 

© Alicia Waisman

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