ROMA
“Ser ciudadano
de Ginebra, de Montevideo, de Austin y
(como todos los hombres) de Roma.” Jorge Luis Borges
Caminar una y otra vez estas calles,
atravesar los mismos lugares
como si hubiera estado aquí desde siempre
Y de pronto a la vuelta de una esquina,
en Rione Monti, me encuentro
con mi infancia en Bell Ville, con mi padre
que regresa del trabajo y me dice:
“mañana sábado iremos a Ordoñez
a visitar a tus tíos y primos
a los que hace tiempo no vemos”
y también las mañanas de los inviernos
en la llanura y la escuela Ponciano Vivanco
ahí cerca, vicina della Vía Nazionale
y el guardapolvo blanco almidonado,
el moño azul, la escarcha
en las cunetas de una memoria de tierra.
Más allá, a metros de la Piazza dell´Esquilino
el “Comercial” de la calle Entre Ríos,
los asientos de la contabilidad, la historia,
aquel poema de Rubén Darío que aún hoy
me acompaña como una música alada,
la confitería
bailable con el Credence…
y los Beatles y Almendra o Los Gatos
o si no el cine de los sábados con los carros
desbocados en Ben Hur, aquel amor
y ese beso en medio del fragor de la batalla
y luego mi radicación en Salta
en las proximidades de la Piazza Navona,
los primeros intentos del poema,
las clases de la universidad, los autores,
Liliana que lee a Leopardi, mi hija María Verónica,
los años agolpándose detrás de las puertas,
los libros, la literatura, las conversaciones,
la larga lista de hechos que surcan una vida.
Pero no es la imaginación ni un sueño;
todo eso ya estaba aquí desde siempre
porque Roma es el Aleph, el punto universal,
el haz de luz donde por un momento
confluyen simultáneamente
todos los hombres y todas las cosas.
© Antonio Ramón Gutiérrez
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