Poema de Cecilia Romana
Me decía: espéreme, por favor, espéreme. Lo decía
entreabriendo apenas la boca y yo,
sentada en su regazo,
alcanzaba a ver desde esa posición el paladar rosa
contra unas muelas cortas y fuertes: muelas
de un hombre de sesenta y cuatro años.
Él tenía una boca antigua y así me hablaba:
con leyes viejas
porque decía las cosas de una forma lenta
y en su forma de hablar se concentraba la raíz de las cosas
y después, inevitablemente,
en él también se concentraba toda la sombra que tenían las
cosas.
© Cecilia Romana
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