14/7/25

Poema de Francisco Rapalo

 

          

A LA ALTURA DE LOS TALONES,

 la pollera de Ida me materna

como un ala de cigüeña.

 La carne desnuda es mi horizonte,

 el recuerdo que más brilla.

 

 No mires arriba.

 Con Ida aprendí el infortunio de las palabras:

 una sola

 y ponía al mundo de rodillas.

 

 Mamá agua, dije.

 

 Ida me miró como una cosa vacía

 y la palabra mamá se quemó

 en alguna urna.

 

 No mires.

Ahí viene Gladys,

 pero tiene prohibido llevarte.

 

 ¿Dónde

 puede esconderse

una hija con tantas palabras?

 

 Mamá agua.

 Mamá cigüeña.

 

 Los años con Ida

 bien podrían haber pasado

 con Mamá en el centro,

 un matrimonio de mujeres

 con piernas peludas

y corpiños flojos,

 escaldeadas por el verano

 mientras la misa flameaba en la radio.

 Bien podría.

 

 Sabrá Dios

qué vuelo se alcanza

con dos madres.

 Cuán dolorosa

 es la caída.

 

© Francisco Rapalo

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Texto de Federico Torres

 


        El frío siempre fue un buen amigo, pero ahora no deja de insistir en llamarte: esta llovizna, este exacto volumen de precipitación, me hace extrañarte cántaros.  ¿Tanta tristeza puede entrar por esta ventanita? A veces mirabas por acá y el vidrio duplicaba tus gestos. Y eras la hermosura acá, al alcance de mi mano. Mientras el tiempo lo va opacando, yo juego con tu recuerdo en el corazón helado del vidrio.

 

© Federico Torres

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Texto de Corina Iglesias

 


Padre yace en la montaña un derrumbe ruje felino mayor hambriento en la casa un derrumbe suena una quietud previa al diluvio. Padre yace desde el origen explosiones solares infinito. Padre yace un fantasma se encarna la muerte en la casa escuchó, 

            sacaba mis muebles. Padre yace cierra un circulo de magia encarna mi pacto mi parto la hija la culpa nos fuimos. Padre el agua empezó adentro de la casa y terminó en una lluvia torrencial y fresca

 

© Corina Iglesias

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Poema de Claudia Tejeda

 


Fragilidad

 

Hay un fantasma de leve pulso

un vértice de finitud

en la conjunción.

En todo siempre

hay un no siempre.

 

Nadie está a salvo

en el jardín de las delicias.

 

© Claudia Tejeda

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Poema de Darío Oliva

 

PITADAS 

 

¿Con qué decencia dejo caer la birome,

carcomida por el humo del insomnio,

hasta el acordonado precipicio de las zapatillas?

¿con qué humor dejo que el frío

cuele sus ojos por la ventana

y haga de mi piel papel de lija,

mientras intento el poema

que me excuse del día y me permita

defenderlo de su rutina

bosquejada en las cenizas?

 

El tiempo fuma esta persistencia,

y me aleja del desolado corazón

de las camisas. No hurga el despertador

en mis entrañas. Ya no perfuma la mañana

el aerosol de propaganda, ni el café se me va

de la boca hasta las venas.

Ni en la oficina preguntan

por expedientes que despaché

                          mientras dormía.

 

En absoluto cambió mi vida:

ocupo las horas en mentirme

con palabras prestadas,

tomo otra vez la lapicera

y la hundo con frenesí

en el empedrado sombrío de este poema

para no ser otro desempleado número

que busca ubicación en los clasificados

de un diario pesimista y aturdido como todos.

 

Dejo de creer en Dios

y apago el velador de la pieza.

En la mesita de luz

soy otro cigarrillo que se quema.

 

© Darío Oliva

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Poema de Karina Lerman

 


 

deambulaba bajo los techos

                                                sin anidar

unas gotas de lluvia

le acercaban la letra estancada

                y se le oía ¿dónde estás?

¿has comido, había…

 

               …humedad en el aire?

 

               tenía el pelo tan lábil    ella

               sabía que la palabra perro

               no era mordedura

y la noche la regresaba

entre los restos siempre más fríos

            ahí no hay nada

            ni cama ni moneda ni yo

pedazos de un fuego real

marcan las calles

 

alguien se había devorado todo

y la vieja

atada a su falta

 divagaba

 

y repetía

 

© Karina Lerman

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Juan Miguel Idiazabal

  


Pirotecnia


“En estas fiestas no tires pirotecnia, tira facha como yo.”

Campaña en línea contra la pirotecnia 2021. 

 

III

 

La cuadra se torna una escena de Hitchcock

en medio de la noche,

todes les vecinos nos guarecemos

mientras dura el estallido

de gorriones y tordos

que brindaron temprano

y ya estaban en la cama durmiendo.

 

Implosiones como chaski boomes

colores que caen del cielo

decoran las calles para Halloween

fuera de fecha,

F. W. Murnau jamás imaginó

semejante reacción en un público incauto.

 

© Juan Miguel Idiazabal

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Poema de Lorena Brito

 


Haikus sin nombre

 

Y se estremece 

mi alma al no hallarte en gotas

dulces de rocío. 

 

Y se estremece 

mi mente llena de temor.

Tu voz no vuela.

 

Y se estremece 

mi senda entre hojarasca

limpia de tus pies.

 

Y se estremece 

mi luna ante la niebla

que pinta mi ser.

 

¡Libérame ya

siniestro estertor glacial!

Llévame viento. 

 

© Lorena Brito

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Poema de Cristina Noguera

 

AMOR

 

Sobrevivir el  invierno

con ausencias de caricias

con nada de besos tiernos

ni siquiera con primaveras.

Sobrevivir el  invierno

sin violetas, ni azucenas

 volar unos pocos sueños.

Cuando llegue el amor

le diré adiós al frío invierno

sembraré los jardines del alma.

 Mañana cuando llegues

 vibraré en tus versos.

 

© Cristina Noguera

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Poema de Daniel Villaverde

 


La furia del agua

Cómo viento de piedad

Cayó sobre mi cuerpo

Alma

Para limpiarme

Y recordar

Solo lo bueno

Y dormir en paz.

 

© Daniel Villaverde

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13/7/25

Poema de Gerardo Lewin

 

Ocarina 

 

Es el momento de escribirlo:

aquí está la ocarina

que me regalaste

cuando éramos jóvenes

y vivíamos.

 

Una vez se rompió,

y aunque pude arreglarla

alguna esquirla regresó al polvo.

 

Sé que encierra melodías,

frases que hubiera querido decir.

 

Ahora cuelga frente a mi ventana,

en silencio: allí descansaré.

 

A Adriana Genta, in memoriam

 

© Gerardo Lewin

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Poema de Juanita Pochet Cala

 


Cabalgando

 

Soy

la que no envuelve la palabra.

Pertenezco a otra vida terrenal y hallo una atmósfera en tu aliento.

Pero en qué silencio

mi voz no palpita?

Siento el sabor de la guitarra al cabalgar

noche empedrada

cuando puedo brindar

con fuego fatuo

y alimentarme del mejor pan

Poetas: No callaré

ahora que todo nos está permitido y la verdadera vida no está ausente

 

© Juanita Pochet Cala

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Poema de Carlos J. Aldazábal

 


Monte (Tayhi)


En el horizonte divisé un resplandor.

Pudo ser el amanecer o la tarde, pero no era nada de eso.

Se trataba del límite del monte,

y en esa playa que daba al río

el límite era una chispa que salpicaba la oscuridad.

Porque en la noche el espíritu del monte dice

“Visionario sereno, te entrego estas imágenes”,

y su decir es una explicación de algún misterio,

y ese misterio es parte de su espíritu,

cerrazón donde los monos se aparean,

donde el puma caza, y la lampalagua hace la digestión.

En el monte las luciérnagas se sonrojan y se ocultan,

discretas ante la levedad de la corzuela.

Y en el monte las lechuzas desenrollan

la sabiduría de la oscuridad,

de lo que no se comprende pero se presiente.

“Visionario sereno, te entrego estas imágenes”.

Y un pavor llenó mi alma. Y los espíritus hablaron por mi boca.

Y temblé y tuve odio, y tuve hambre y pena,

y me arrastraba moribundo por mi propia premonición.

Yo era el monte, y entraba en mi agonía,

desahuciado, hundido, terriblemente solo,

abandonado en la soledad de lo que muere.

 

© Carlos J. Aldazábal

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Poema de Alicia Márquez

 

 

Colchones abandonados

 

Cuando veo colchones tirados en la calle

me pregunto dónde irán los sueños,

se enredarán quizás en los árboles,

sorprenderán a algún distraído

haciéndolo creer, una vez más, en giros

de estrellas, en horizontes de alegría…

o los asaltarán pesadillas siniestras

de colmillos lustrosos en medio de la avenida,

¿Adónde irán los momentos de amor?

atacarán silenciosamente a esa señora triste

que, de repente, se sentirá con ganas

de apoyar la cabeza en algún hombro,

o de ser besada apasionadamente por el verdulero,

que tan mal no está con esos bigotes tentadores…

adónde irán los dolores, las tristezas, las lágrimas…

se colarán en alguna cadera, en la cervical, o en el dedo gordo del pie derecho,

haciendo saltar al que pasa cerca,

o quizás, vistiendo de melancolía al más desprevenido

que sentirá la intensa necesidad de llorar por cualquier cosa,

por una ventana cerrada, por una hoja que cae despacito, por un recuerdo.

Colchones abandonados,

los que los tiran, no saben los terremotos que producen.

Y después decimos: la gente cada día está más loca.

 

© Alicia Márquez

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Poema de Alicia Loza

 


Huracán

 

El mar se ha vuelto

un juguete del viento.

Toda su pasión ha roto

mariposas de soles.

Bandadas de hormigas vuelan,

huyen de aquel cielo de furia.

Los peces ya no están.

 

Qué es la muerte

sino esta isla

que se va, se va y se va.

Escucho su llanto:

El de un bebé abandonado

que se mece en una cuna de olas

se hunde

y tiende

por última vez sus brazos

buscando a la Madre Tierra

después de la tormenta.

 

© Alicia Loza

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