LA LLAVE
Son dos. Viven a la vuelta.
En una casa abandonada,
en una triste casa abandonada.
En una casa tapiada a la vida,
gris, de tan sola.
Caminan, a veces una, a veces otra,
por el barrio.
Se sientan en los zaguanes a discutir con el aire,
a revolver bolsas eternas,
llenas de otras bolsas y de papeles.
Son parte del paisaje cotidiano
con sus camperas gastadas y su gesto
impaciente.
Pero un día, una de ellas, de ceño fruncido
y enojo volcánico, me exigió a los gritos
que devolviera la llave.
Traté de calmarla, mañana, dije, enseguida,
dije, bueno, dije. Aterrada, le dije. Lo que me salía,
le dije.
Ella me miró y aseguró que si no la devolvía
se iba a cometer un asesinato.
Y entonces la vi. Por primera vez la vi.
Ya no era parte del paisaje. Era una hermosa
mujer de ojos claros, perdida y rota.
¿Qué llave querría? ¿La de alguna casa remota?
¿La de la cordura? ¿La del paraíso?
¿La de la risa, para su gesto amargo?
¿Quién la lastimó tanto? ¿Quién le arrancó la llave?
© Alicia Márquez
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