20/3/23

Poema de Osvaldo Bossi

   


EL LORITO 

 

Dijo que me quería

como a un amigo.

Que él no era --y estaba seguro 

de eso-- homosexual. 

Yo tampoco, le dije. 

A veces

soy un pajarito

cantando día y noche

junto a tu ventana.

Un pajarito de verdad

con plumas y todo. 

 

El se reía, se reía. 

Sentados en la mesa de un bar

horas y horas hablando

sin decir nada

en concreto. Cada palabra

un puente que iba

desde sus labios hasta los míos.

Un puente extático, subfluvial

que transportaba oscuros tesoros. 

 

Ya en la cama, me dijo que él

nunca había hecho

 algo así.

Yo tampoco, le dije.

Nunca había estado con él

así, de esa forma, salvo en sueños,

y no es lo mismo. 

 

El se reía, se reía.

Dulce y melancólico

fue nuestro amor.

El entraba y yo salía, o al revés.

La penetración entre dos

que no son

homosexuales

suele ser algo

de lo más imprevisible

y misterioso.

Se pierde el sueño, se pierde

la razón.

De cualquier forma

siempre estábamos entrando

o saliendo,

alborotados o muy ordenaditos,

de uno por vez.

 

El se reía, se reía.

Fumaba un cigarrillo

y miraba, muy concentrado, las estrellas.

¿No son hermosas? –me preguntaba.

Hermosas, le dije.

Sobre todo esa que está ahí, ¿la ves?

Si fuera una persona, me casaría con ella

ahora mismo. 

 

--¿Y conmigo, te casarías?

Si fueras una estrella, sí,

pero no sos una estrella,

sos un muchacho de carne y hueso.

Un muchacho

extremadamente hermoso, es cierto, 

pero un muchacho al fin.

Y yo no soy, no he sido nunca

como te dije, homosexual. 

 

Tenés razón, yo tampoco.

Soy un lorito, eso sí, un lorito

que repite noche y día

lo mismo: Te quiero mucho

pero no soy, no soy, no soy… 

 

Que lindo lorito, dije,

a medida que acariciaba

su cabeza rubia, roja

tornasolada

de arriba hasta abajo.

con plumas y todo. 

 

Y él se reía, se reía.

Se reía todo el tiempo.

 

© Osvaldo Bossi

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Poema de Lisa Segovia

 


TORMENTA

 

IV

En el albergue nos ceden un par de colchones

y unas mantas

 

la sopa sigue fría

 

miramos a los recién casados

entibiar la cuchara.

 

 

V

El agua cedió

podemos volver a la casa

 

los vecinos se abrazan

juntan la ropa

 

nosotros no tenemos nada que llevar

 

todo se fue con la tormenta. 

 

 

VI

Algunos rezan antes de abrir las puertas

un oleaje nos moja los zapatos

 

Dios

nunca

escuchó

nuestras plegarias.

 

© Lisa Segovia

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Poema de Enzo Cárcano

 


ABRAZO

 

En su abrazo diminuto

el zarcillo que se enrosca alto

sostiene el tronco

               seco

que se aleja

del suelo

 

Así mi madre cuando la suya

se hundió en la infancia

de una cama de hospital

 

© Enzo Cárcano

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Poema de Gabriela Yocco

 


él venía con la camisa roja abierta / que se viera claro

el pelo enérgico en el pecho

 

venía como apropiándose

de mis diez años de los tres de mi hermano

de lo que había que comer / del tiempo adecuado de la comida

 

él traía discos tan poco eran camisa roja y pelo macho

traía platos y vasos y sábanas

traía y traía

mientras la 45 descansaba en el living

como un animal de idiota mansedumbre

 

la primera paliza fue geométrica / ordenada

bajo la mirada muda de mi madre

después

ya no hubo freno de caballo o cincha o mordisco en el metal

después / fue el metal

 

o una parodia del metal en las toallas mojadas / en los golpes con hielo

como un pan de jengibre adornado con nueces

eso fue / así fue creciendo el horror

 

el resto es un poco el olvido

otro poco la locura / que desbarataba por sólo decir

 

es una ignominia el tiempo con su tic tac devorador

y ya no sé bien si lo pienso o deseo muerto

o si habrá algún tipo de equidad lenta

que pueda devolver a los sótanos cada plato cada libro cada disco

 

él

sin embargo / con esas tretas fabulosas de la vida

también me hizo lo que soy

 

tal vez deba agradecerle antes de que el gatillo de los justos

apunte a su cabeza

 

© Gabriela Yocco

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Poema de Fernando Gabriel Caniza

 


 

Travesía mental

 

Quien anda sin rumbo

tarda mucho en comprender

cabeza-piernas desfasadas.

Primero izquierda, luego derecha,

una temporada de falocentrismo

y después a empezar de nuevo.

Van y vienen sin criterio aparente

plenos de coartadas, rebusques de ocasión.

Antes vagaban por Independencia

con el pecho inflado pero

decidieron girar a la izquierda

en avenida 9 de Julio

para terminar en Estados Unidos.

Allí se pierden sus pasos

en el magma de la indiferencia.

Verdadero misterio es saber lo que irradia

un mar de cabezas en sincronía

pues si acaso pudiera ocultarse en

El lado oscuro de la luna.

Quienes andan sin rumbo

dicen que pensar demasiado

sustrae la acción al cuerpo

pero no podría decir sin pensar

sería terrible no hacer preguntas.

Dicen en el diario que

si no hubiera cuestionamientos

las personas serían

noventa y dos por ciento más felices.

Y en las encuestas se demostraría que,

si se acataran las normas, al consenso

se podría llegar con facilidad.

Aun así, aunque luzcan

muy probadas, las estadísticas

nunca resultan confiables.

 

© Fernando Gabriel Caniza

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Poema de Viviana Ayilef

 


 

Había lluvia

un pájaro mojado enderezó su ala.

 

Había frío

el pájaro entumido

se acurrucaba.

 

Había noche

el mismo pájaro en silencio.

 

Había un nítido silencio:

el pájaro moría.

 

 

Hoy hay rocío

caen las gotas lentamente

 

y la piedra de entonces

tiene la forma de un pájaro dolido

 

pero aún canta.

 

© Viviana Ayilef

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Poema de Valeria Verona

 


 

sos un disco rayado

el CD trabado en el lector roto

una toalla nueva que no seca

el saquito de té sin piolín

el bondi que no para

el subte en hora pico

el gallo que canta a la hora de la siesta

la tortilla que se desarma

la miel que chorrea el mantel

 

te llevo clavado

en los ojos cansados

sos la flor que no florece

la hiedra que todo lo cubre

 

yo sé que algún día

vas a dejar de infectarme

y ese día seré supernova

 

© Valeria Verona

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Poema de Carlos Alberto Roldán

 


si preguntaran qué tan bueno he sido

diría de un tirón

que lo he pagado todo

 

lo que decían que debía

lo que alegaron que correspondía sobre eso

mi no haber estado gentil atento más permeable

por haber refunfuñado en vigilia o en sueño

 

por demorarme o llegar antes

aún por ser exacto como un reloj atómico

 

hasta he pagado con horas de fuego y soledad

por la breva dulce de estar con ella conversar amarla

 

por perdernos insensatamente en una ruta

y perdernos también en callejuelas o shoppings

 

diría sí que me parece mérito haberme perdido

aunque no convenza tanto eso de haber pagado

 

 

nada ha hecho que el cielo se acercara

 

antes bien inesperadamente desasosegadoramente

el cielo sigue su loca dispersión

 

no me encuentro conmigo

y yo de mí y yo de ella y yo del mundo

conjugada obsesivamente la lejanía de cada una de las partes

que componen el mundo

 

estamos cada vez más lejos con una intensa

sensación de estafa gigante

aplastándome el alma

 

oh los sueños

 

os malditos y exudados sueños

 

las migajas de maravillas que se prometen

tras un laxante demoledor una prometeica y barroca jornada

 

esos sueños que pegan al camino

y nos hacen acelerar con el cuore despierto

 

un largo pasillo sucio penumbroso

de retratos robados

 

© Carlos Alberto Roldán

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Poema de Edith Galarza

  


mi hora exacta 

 

esperándote

 

es tanto el tiempo que llevo

 

 

que no cabe contarlo en años

en días/en horas

 

son ausencias

ecos/soledades

 

y es

que me debés tantos caudales

y entregas

 

que aquí te espero

 

en mis pechos en punto

poco antes del ombligo

 

a media hora

de mi hora exacta. 

 

© Edith Galarza

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Poema de Eleonora Requena

 


 

las vergüenzas

 

el sudor   sus injerencias    los talones    crines   

moldes para hacer  y deshacer genuflexiones    flancos   entrepiernas   

brotes     chifladuras  y  pelajes     lunarejos  importunos  

grietas  y  candores

leche de astrolabios    articulaciones    babas  

estertores   agrio olor de manos  

surco anquilosado    don de esponja  

Todos adefesios de este cuerpo

impune   atribulado

 

© Eleonora Requena

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19/3/23

Poema de Mónica Sifrim

  


Iba a decir y le faltó sonido.

Trastes del sentido.

Barre los pedazos

de su idea

 

Quién

supiera

 

Animar un gólem

de esos restos

 

Darle en el muñón

guantes de lana

para acariciarme

la mejilla

 

Barro, agua

trastes del sentido

en la escobilla.

 

Viene el viento dios

sopla en su cuero

 

Pone una simiente.

 

Viento, odre

 

Dios es diferente

 

Toma un balbuceo

y lo refina.

 

© Mónica Sifrim

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Poema de María Lanese

 


 

                                  No importa en qué lugar

                                  una palabra hará siempre de látigo.             

                                                          Mario Trejo

Serpentea

         zigzaguea

                Sibila trémula.        

Como una pantera

se desliza versátil

por los tajos de la sombra.

Apacenta mi vigilia.

            Estirada

su garra desmenuza una palabra

que gotea inmensidad.

Lo que fluye

se precipita

intensamente

                  sangra.

 

© María Lanese

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Poema de Daniel Viola

 


 

Un relincho en el silencio de esta aurora

me torna vuelo hacia el acorde que

engendra mis huesos.

 

Bailo los sonidos ahogados en esta

duermevela. Susurro aquel canto que

alguna vez me fue dado en un silencio

similar que remeda cuando emergió el sonido.

Se organiza mi cuerpo en resonancia.

Cada órgano es la nota de alguna escala.

Descubrirse entre las infinitas cuerdas que

pulsan aquellas exhalaciones.

 

Me encuentro en el canto que no puede ser

escuchado mientras bautizan el día los pájaros

con sus trinos, ronronean los gatos su alimento

diario, e infinidad de insectos colaboran

para que la Tierra dance en la fiesta del Universo

que se ofrece en búsqueda de consorte.

 

© Daniel Viola

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Poema de Graciela Ballesteros

 


Miro La Cañada

desde el bar de una esquina.

 

El vapor del café nubla mis ojos

se me cruzan

los versos de Juan Gelman

«Un pájaro vivía en mí.

Una flor viajaba en mi sangre.

Mi corazón era un violín…»

 

Tonterías de Juan

que me trae la memoria.

 

Mientras

     un gorrión

se posa en la mesa

y me trina.

 

© Graciela Ballesteros

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Poema de Diego Rodríguez Reis

 


Hay estrellas que han muerto

y aún vemos

porque su luz

póstuma diferida

sigue viajando en el tiempo

 

así siento

tu voz y tu calor

a veces todavía

en noches de honda soledad cósmica

 

© Diego Rodríguez Reis

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Poema de Marta Comelli

  


"Bajo el fondo del mar donde nacen las islas",

una ballena panza abierta muestra colores derrotados,

perlas en sus cuencos,

el derrumbe humano oxidándose

restos de un ser que tal vez nunca pudo

 con las profundidades propias.

 

Y allí estaba.

 

Qué andaría buscando sin encontrar sobre la tierra?

tal vez roto, tal vez solo,

quizás arrepentido

o muerto de amor

o desahuciado

para terminar así y allí,

rodeado de perlas y otros tantos muertos. 

 

"......." José Saramago.

 

© Marta Comelli

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Poema de Alba Estrella Gutiérrez

 


ellos volvían

país de abrazo y rayuela

eran todos mis ojos

temblor de pájaros en vuelo

era pequeña entonces

como beso de siesta

los barcos dejaron amarras

de gritos en mi lengua

y fundé mi alegría

con aullidos de esteparia inocencia

 

ellos volvían

 

© alba estrella gutiérrez

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18/3/23

Poema de Osvaldo Guevara

 


Madrigalesca

 

Tus ojos hacen juego

con las lloviznas del otoño.

 

Tus pies

con los hoyuelos de la primavera.

 

Tu voz

con las aguas alegres del verano.

 

Si hicieran juego

tu mirar

tu andar

tu hablar

con mis inviernos…

 

© Osvaldo Guevara

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Poema de Sonia Rabinovich

 


No desde el muro

sino detrás

desde la libertad que lo antecede

que ni siquiera lo predice

del aire que lo hace temblar

de la nada prebíblica

de los aromas sin catálogo

De allí el estallido

la locura de pétalos

el caos del color sobre el blanco

abriéndole un sentido

Sabías de la rosa que pulveriza la piedra?

 

© Sonia Rabinovich

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Poema de Sabrina Barrego

 


Ahora

 

Ahora que ya lo pusimos en palabras

mientras hablábamos de trenes y

de tus dedos de pianista.

Ahora que las metáforas no sirven, no dicen nada,

recordé esa tarde en que leí frente a vos y

tan de cerca el poema número 31 y

nada me dijiste, y yo

no fui capaz de percibir en tu silencios y

éramos nosotros las mismas hierbas palideciendo y

es mi legua ahora la que se rompe y

no puede decir ni una palabra.

 

Ahora, que miro al amor distinto,

no puedo ofrecer más que

que los contados surcos de mis manos torpes y

decidí no ser la piedra

donde rompan y se deshagan quienes me amen.

 

Así como el otoño borra con su bruma

la línea de las montañas,

realmente no falta tanto para que estemos muertos.

 

Cuánto pesa, cuánto mide,

qué hacemos con el amor.

 

© Sabrina Barrego

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