29/6/24

Poema de Alexandra Jamieson

 

FUGADA


Bienvenida

a nuestro

kilombo

orgullosas

unión

igual que en tu lengua.

Acá nos refugiamos

las huidas

malheridas

echadas

rotas

las amadas

encontradas

perdidas

luchadoras

renegadas.

Hablamos esta lengua que es robada

las nuestras son tantas

ya no las recordamos.

No hay mucama

ni ama

no hay diablo blanco

tomando

usando

rompiendo

rasgando

tu bemba

el pumpum

tus muslos.

Si llega

lo echamos

como hormiga

en estampida vuelve a sus cultivos.

Acá

bailamos congo

tocamos kalimbas

tambores

comemos ñame

y mondongo

nos trenzamos

amamantamos

ululamos

nos abrazamos.

No hay reinas

ni látigos.

Bienvenida

a nuestro

kilombo.

 

© Alexandra Jamieson

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Poema de Matías Nicolás Guzmán

 


PAREDES

 

siempre entendí

que el juego

era tirar paredes

 

dar y devolver

pase

e ir a buscar

 

pasar

tequieros

y textraños

 

yendo a buscar

aunque sea disfrazado

un yotambien

 

pero los tiempos cambian

y parece que ahora

se juega a otra cosa

 

y por eso

no nos

entendemos

 

será que

para vos

no es por abajo

 

tal vez preferís

encarar directo

al arco

 

sin tanto

pique y amague

como estos poemas

 

entonces

mejor dejo

las vueltas

 

y pateo

al arco

un teamo

 

© Matías Nicolás Guzmán

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Poema de Edda Sartori

 


ÚLTIMA SUSTANCIA

(Poema VII)

 

y lo que susurra lo que devela lo rumoroso la resonancia de lo líquido

la mesura de esa sustancia vaga

en esta postración del decir

y la vibración

lateral

acuosa

en lo que el aire

arrasa

 

© Edda Sartori

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Poema de Carlos Dariel

 


Borges

 

no conocemos “el sabor de lo perdido”

hasta haberlo recuperado

en lo perdido

 

tal vez por eso

aprendemos una lengua

para nombrar

 

para ganar nombrando

 

como si el nombre

fuera el único cuerpo posible

del recupero

 

© Carlos Dariel

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Poema de Patricia Alonso

 


De a dos por la ciudad 

 

La bicicleta

-pájaro en vuelo-

nadaba

vientos de invierno.

 

Ella:

cabellos despeinados,

hermosa, sonreía.

 

Él:

amoroso,

seguro, la guiaba.

 

Juntos, volaban

empeñados

en mostrar

al mundo

la magia de su amor.

 

Y nada desapacible

 

interfería

 

el encuentro:

 

la bicicleta, su mundo

 

la dicha, su libertad!

 

© Patricia Alonso

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28/6/24

Poema de Luz Ríos Iribarne

 


Búsqueda II

 

No es menos que lo habitual

No es más que fruto tardío

de la postergación arraigada.

 

La poesía tardía llega como el reloj del adormecido

Tarde pero en tiempo.

El verso que resurge

encuentra en sus sombras

su propia naturaleza.

 

La herida sangra el verso.

El reencuentro estira la cicatriz.

 

Por eso estremecen las palabras.

Por eso buscamos con sed al poema.

Porque contiene lo que quisimos expulsar.

Nos devuelve aquello que fuimos.

 

© Luz Ríos Iribarne

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Poema de Patricio Emilio Torne

 

 

ESA NO ES LA CUESTIÓN

 

No hay pócima suficiente, ni pastilla

capaz de calmar los pliegues

entorpecidos del corazón.

Llueve?

En los bosques nacen y mueren

pájaros de colores encendidos que nadie ha visto.

Tensa el músculo, los órganos contraídos

se mueven, saltan convulsivamente

como esos pescados puestos en la arena,

se cansan sin que la cura llegue.

Pobre del gusano queriendo escapar

de la rapacidad en tránsito.

Placebo imposible, y el sol saliendo día a día

derritiendo los polos. Todo importa,

la velocidad permitida en las autopistas,

la data meteorológica, la mortalidad infantil,

los nuevos gobiernos,

las dictaduras impuestas,

la vida de las ballenas, pero nada es tan importante

como ese corazón que ya no resiste

ni cuidados excesivos, ni vicios,

ni tan siquiera la atenta mirada

de los que siguen a su ídolo.

Alguien pide silencio, pero el océano

descarga sus olas con violencia,

nadie se da cuenta que esa no es la cuestión.

Cuando menos se lo espera,

un vaso de agua sirve para ahogarte definitivamente.

 

© Patricio Emilio Torne

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Poema de Marisa Martínez pérsico

  


EN UN VESTUARIO DE NAANTALI 

 

Después del sauna

voy allí

donde generaciones de mujeres

van sacándose

las botas o las bragas.

 

Hay un desfile

de piernas de gacela

de cuellos arrugados, celulitis

tatuajes de ideogramas

o delfines.

 

El clima es agradable

y tenemos la suerte

de no estar

en un campo de exterminio.

Mis zapatos me esperan bajo llave

en un armario propio

y no

en una pila anónima.

 

Reconozco

a la chica del pubis pelirrojo

a la anciana del rostro compungido

los glúteos de una joven

la inglesa con su tanga y cavado brasileño

enseñando hasta el clítoris

la rubia finlandesa que agita sus pezones

si se peina el flequillo.

 

Me miro al espejo de pared.

Se ven mis accidentes, decisiones,

los signos del amor.

Mi lunar al ombligo. La cesárea mal hecha.

El esternón dañado por el golpe

de un cinturón de cuero, cuando niña.

 

¿Es la errancia

de un dios inaccesible

que va sembrando huellas

en los cuerpos?

 

La piel cuenta la historia mejor que las palabras.

Pero no permanece.

 

© Marisa Martínez Pérsico

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Poema de Mariana Miranda

 


Tu risa azul

entre tantos pájaros

despierta la luz

del silencio

dormido entre las hojas.

 

© Mariana Miranda

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Poema de Carlos J. Aldazábal

 

 

          Sol (Ifwala)


Arrojados a la luz mis ojos descubrieron un color sin nombre.

Ese resplandor era mortal. El sol lo hacía más terrible,

y recordé la muerte de la corzuela enceguecida por el sol.

Alguien escupió mis ojos y la palabra vino a mí

pero el sol amarilleaba la escena haciendo todo más terrible:

el polvaderal, la muerte, los insectos.

Entonces recordé a la corzuela y sus saltos pequeños,

e imaginé sus ojos desafiantes heridos por la luz.

Entonces imploré, y una corzuela corrió por mi mirada

centelleando en la oscuridad, herida de vida,

volviendo a bostezar en el descanso, comida del jaguar.

Padre Sol, raptor de la hermosa timidez,

de la oculta en el monte,

de la que es sombra furtiva,

de la levedad sin ruido

de la cautiva en tu esplendor,

devuélvenos el misterio de sus pasos,

el misterio del escape imponderable,

el misterio de la huida cuando no hay dirección,

la velocidad silenciosa de la sobreviviente

                            en el arenal vuelto pantano…

Así imploraba en mi ruego,

y por mi ruego el sol fue oculto y la corzuela descendió,

sutil aparición de la palabra,

gentil expiación, huella en el aire,

capaz de la hermosura bajo la luz terrible.

 

© Carlos J. Aldazábal

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Poema de Blanca Lema

  


Luego de tres años y veinte mudanzas en tres países,

llegó la visa de refugiado de Naciones Unidas. 

 

Visa 

 

Una hoja cae en soledad.

Alguien, que también está solo, la ve caer.

 

Qué pena que no se hubieran dado cuenta

cómo sus miradas se hacían compañía.

 

Son los ojos del desencuentro

pegados sobre la cara de los refugiados.

 

Siempre con la misma confusión salina

entre el esperar y el desear. 

 

Un día, este día, otro día.

 

El día en que un pesado océano

se posa sobre el escritorio…

 

¡Y te visan, y te sellan, y te manchan los dedos!

 

Sin que sepas que algo de esa tinta te llevará

al terrorífico consulado de las buenas intensiones.

 

Hoy es un día que al decir gracias

tu voz tiene un confitado cursi.

 

Ojalá pudiese irme en silencio

como las hojas que caen.

 

© Blanca Lema

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Poema de Carina Paz

  


PALABRAS NECESARIAS

 

Decir te quiero

con las manos desnudas

y una voz de trigo recién cosechado

como cuando se regala un pan

a no sabemos quién

sólo por la intuición de que allí había hambre.

 

Decir te extraño

a aquel que salió demasiado temprano de la casa

para comenzar su rutina de polen sobre las calles

sin saber que un hada blanca

se había robado todas las flores

y lo estaba esperando.

 

Decir perdón

sin la costumbre de ese inventario

que tanto usamos como excusa

para justificar la vanidad adicta a nuestra garganta.

 

Decir aquí estoy

a pesar de mi cansancio,

repetir la palabra gracias

tantas veces como sea necesario.

 

¿No es esa la tarea de ser hombre?

 

No permitir que se nos mueran las palabras

de tanto no pronunciarlas.

 

© Carina Paz

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Poema de Carlos Aprea

 


Samurái en la oscuridad

 

Pelea por nada en particular,

discute con fantasmas,

malgasta su propia economía

en descargas inútiles.

Cada día, sin excepción,

se considera muerto.

En una duermevela febril

llega el amanecer y filtra

un rayo sobre el cuerpo,

sale de la sombra,

ve cómo se despeja

su propia condena.

Se levanta, abre la ventana

y deja que el viento frío le golpee la cara,

afuera lo espera el mismo sol.

 

© Carlos Aprea

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Poema de Araceli Otamendi

 


Imágenes Hopper

 

La imagen congelada de una pintura de Edward Hopper

en este tiempo gris

las palabras se garabatean solas en una pantalla

figura protagónica y espectadora simultánea en la cafetería de una estación de servicio

no se atreve a salir de ese lugar y de nuevo entrar en aquella casa

a buscar una vida que una vez dejó

miedo de hallarla huérfana, solitaria, sin palabras

 

© Araceli Otamendi

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Poema de Beatriz Puertas

 


POESÍA ARMADA


El arma más certera que tuve entre los labios

fue un silbido rasgado

un pedazo de viento que se escapa

mientras la vida canta

 

una rama cortada del árbol

de la melancolía

una serie de tonos y corcheas

la melodía

detrás de la guitarra

 

qué difícil es estar entre renglones

tratando de flotar hacia la nada

 

© Beatriz Puertas

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26/6/24

Poema de Inés Legarreta

 

 

Por mucho que nos arreglemos

collares colores zapatos con plataformas

o taco aguja

aun cuando en algunas

de atrás el cuerpo pueda

simular

de adelante la cara no miente

nadie de 60 parece de 30

menos aún con botox en los labios

ácido hialurónico en el entrecejo

hilos de oro en las mejillas estiramiento en la papada

 

la cabeza empieza a verse desnuda

el pelo finito se abre y el sol penetra donde antes

vivía una cabellera frondosa

 

y así la gordura de los muslos y las caderas

y así las manchas en las manos las várices o la desviación de la columna

 

entonces

mirás una foto de tu madre

 

¿a medias reflejo? ¿se superponen?

¿quién? ¿vos o ella?

 

© Inés Legarreta

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Poema de Diego E. Suárez

 


LOS CAMINOS PERDIDOS DE VISTA 

 

Huelgan las metáforas si pienso

que era una fiesta subir

y correr hasta el fondo

tocando el tambor del piso,

arrodillarse y mirar

desde el cristal de popa

el oleaje del camino surcado.

 

Hoy el paisaje ha desaparecido

detrás de avisos publicitarios,

adhesivos resecos,

que no permiten ver

ni dejan entrar luz.

 

Huelgan las metáforas,

digo, acerca de la sociedad

de consumo, del tiempo pasado,

de los caminos que fuimos

perdiendo de vista.

 

© Diego E. Suárez

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Poema de Devenori Ronda

 

 

Soy de fuego,

no de vela.

Soy de tierra,

no de madera.

Soy de aire,

no de suspiro.

Soy de agua,

no lloradera.

 

Entre fogones de primavera,

nos celebramos

trenzando flores de cerezo

& hojas de sauce

repitiendo:

 

Soy de fuego,

no de vela…

 

© Devenori Ronda

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Poema de Daniel Ruiz Rubini

 

 

MARÍA

 

3.

 

Aunque a  veces es feliz

ella siente que un filo le atraviesa el pecho

y arde su nombre entre palabras huecas

porque aún ignora los secretos de su sangre.

 

¿Qué será de sus ropajes y sus labios?

 

¿Qué será de su memoria

vacía como un espectro movido por la brisa?

 

¿Qué será de sus preguntas y de sus manos tendidas

si nadie le arroja sogas

y danza la tormenta

sobre el cadáver del desamparo?

 

© Daniel Ruiz Rubini

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Poema de Mary Coller

                                              


                     a Beatriz Vignoli (producto de un

                           taller que hicimos con sus

                               lecturas, había que inventarle

                                                           una biografía)

 

Beatriz nació de la oscuridad.

Casi al nacer, el líquido amniótico que

la bañaba, se manchó de negro.

Nadaba en una panza marítima

con los ojos abiertos

alrededor de un cordón gordo y prepotente.

De golpe un día su propio meconio

se le pegoteó en la cara y el cordón

de su existencia latió despacio

envuelto en lo oscuro y pegajoso de la mierda.

Afuera el mundo resignado

de su madre, le daba señales a

su cuerpo,

y la boca de Beatriz se llenaba

del agua viscosa de la pena.

A veces el destino es un segundo.

Tenían palabras escondidas

las vísceras dolidas de su origen,

que llegaron hasta ella por

la sangre,

y no había forma de esquivarlas.

Una poza intentó

tragarla hacia la noche.

Pero ella empujó el sacro como

un pez seco bajo el barro,

y salió por fin de ese cuerpo lastimado.

Ahí supo que esa mierda no era propia.

Tienen aire sus palabras

escupidas entre versos. Luz y sangre.

Pero todas llevan la mancha negra del meconio.

 

© Mary Coller

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Poema de Ernesto Rojas

 

 

SIN EL MISMO SOL

 

Voy preparando el cielo

capaz de los más grandes arrebatos

sin el mismo sol.

Ahora más vieja la sábana,

tajante y soberbia reclama

inmóvil reclama

loca reclama

una sed de retoño a la orilla del río.

 

No estás como entonces y me muero poco a poco.

Poco a poco el otoño, la fatiga y el límite.

Manos vacías en la siesta,

esperanza que dispara los rayos.

 

Ser sólo mi huésped hace la sombra.

Gira la bruma,

su fugacidad clausura la mañana

y ahoga la raíz contra las grietas moradas

de mi pecho.

 

© Ernesto Rojas

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