9/11/16

Texto de Osvaldo Burgos


CITAS

Ellos no habían escuchado nunca hablar de Chuang Tzu. Y jamás hubieran entendido su angustia por pensar si no era, en realidad, el sueño de la mariposa que creía soñar.
Ellos solo se amaban. Y a kilómetros y horas de distancia, apoyaban sus cabezas en la almohada para volver a entrar, cada noche, en la casa en la que vivían juntos desde siempre.
Después, cuando el sol vencía la resistencia de sus vidrios, salían separados al tedio de la nada que no cesa; al rigor de los hábitos destinados al olvido; a las horas que pesan incontables.
En lo real, los padres de Caín nunca supieron cuál era la culpa imaginaria que pagaban.
“Dormir no es morir, mi príncipe” escribía ella, que estaba empezando a leer a Shakespeare. “Y no es vigilia la de los ojos abiertos” agregaba él, adicto a Macedonio y a su escriba.
Cuando el tiempo pasó, con algunas variantes simples de nombres y de duelos, sería justamente el escriba de Macedonio quien contaría su historia.



 © Osvaldo Burgos

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2 comentarios:

Blogger María Sonia Quevedo Hoyos ha dicho...

"Todo tuvo que ser cortado y aserrado..."
Maravilloso.

12 de noviembre de 2016, 18:50  
Blogger Sandra Escobar Ginés ha dicho...

Muy bueno. Hay que animarse a citar a Chuang Tzu. Digo, el hombre del sueño, el filósofo. Cuando ser filósofo además era ser poeta.
Bello.

Gracias por compartir

SEG

13 de noviembre de 2016, 20:56  

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