25/6/25

Daniela Camozzi comparte a García Corradi/Benicio

 

HUERTA II

 

cada año cosecho

el rojo oscuro de las zarzamoras

sangran mis manos

se tiñen mi boca

        mi lengua

 

y mientras desando el camino

con las manos llenas

como una sorpresa

me invade

el tiempo del amor

que no se mide ni acompaña

sólo crece

se cultiva y sobrevive

como esta planta

invasiva

hiriente

          y deliciosa 

 

© Cecilia García Corradi


 

El ejercicio de habitar un cuerpo mujer y autista

 

Crecer es habituarse

 

a jugar a las escondidas

de a una.

 

La decisión de esconderse

pocas veces lo es,

diminuta parte visible

de un aprendizaje involuntario;

 

la convicción de salir a la búsqueda

camino al espejo es

un desaprendizaje voluntario

 

y el regreso al lugar de origen

mientras la otra aún cuenta,

el triunfo en una batalla

tan incoherente como necesaria:

la conquista de un cuerpo que es propio.

 

Crecer es habitarse,

casa y desierto el mismo tejido. Órgano extenso

de historias, nuestras y prestadas,

cicatrices que nos “dejan

aprendizajes” vueltos hábito

vueltos hábitat.

 

¿Cómo frenar

lo que se hace instintivo

si el operador de su maquinaria

es un sonámbulo herido?

 

Bello sería

 

tener una respuesta, o al menos

la palabra precisa, cuyo brillo

en la punta de la lengua

aclarara un camino.

 

Estamos, mujeres autistas

en el borde de aquella vereda,

donde, con los pies plantados

en adoquines plenos de luz

descansaríamos en la tranquilidad

de ser un hogar perdurable.

 

Por eso

aunque nuestros pies hoy

solo atisben esa línea, no desoigo

el tierno placer que se asoma

desde la humildad

de esta incertidumbre compartida.

 

Estamos acá, pensando juntas

se escribe el poema.

 

© Sophie Benicio

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