25/6/25

Alicia Loza comparte a Freites/Ruiz Córdoba/Bustos

 


Calma de opio en la ciudad.

El ruido, el hambre y la pobreza,

sólo amortiguados por una apatía

de mirar ausente.

A veces voy quebrada, sin ocultar lo roto

por no volverme invisible.

El ocio del sol escupe su oro

sobre las hojas muertas,

con ellas dibujo sobre mis heridas,

hago kintsugi...

 

© Beatriz Ceballos Freites


 

Ella viene de muertes

y ausencias

A resguardo de los sueños

va su dolor,  o tal vez al desierto  del amor

Un silencio blanco

y mas preguntas,

a orillas de los cerros

 

Ellos,  en cambio

se apilan como libros

se aferran al abrazo

y cada uno asiste

a su propio duelo

Una espera antigua

brota en vertientes

de agua verdad

Ella, con manos

arcilla y peperina

desteje historias

de bosque enramado

Antes, de ser

eternidad.

 

© Susana Ruiz Córdoba


 

Río de olvido

                                                                                 Os cristais rotos ven o que non ven os ollos

                                                                                                                     María Do Cebreiro

 

Aquello que leímos una vez

en el agua del río desaparece

esas voces no enderezan el verso oculto

musgo sigiloso que transcurre por la orilla

 

pero los pies que bailan descalzos bajo el agua

dejan hoyos húmedos de luz clara

 

las piedras recuerdan animales fantásticos

imantadas en el tiempo cruzan un umbral

y la fuente oscura se recoge en las palabras

de ese espejo quebrado de otro río de olvido

 

pero los cristales rotos del agua que corre llegan

donde nuestros ojos no pueden alcanzar

 

de aquellas manos entre hojas despertadas

que arañaron las cornisas del espanto

otra vez aquí en la boca del mar reposadas

crece el infinito hacia el fondo turbio de las cosas

 

allí abajo imborrables aprendemos a mirar

o a inventar una escritura de barro que transforma

 

porque una y otra vez los peces coloridos se persiguen

trazando pasadizos húmedos de luz clara

 

aquello que dejamos de oír profundo

bajo el agua del río desaparece

solo una lágrima si al final acaso alcanza el fondo

y el temblor de oquedades que nos componen por dentro

 

© Javier Bustos  

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