Sandra "Tana" Pasquini recuerda a Roque Dalton

  

Como la siempreviva

Mi poesía 

es como la siempreviva 

paga su precio 

a la existencia 

en término de asperidad. 

Entre las piedras y el fuego, 

frente a la tempestad 

o en medio de la sequía, 

por sobre las banderas 

del odio necesario 

y el hermosísimo empuje 

de la cólera, 

la flor de mi poesía busca siempre 

el aire, 

el humus, 

la savia, 

el sol, 

de la ternura.

© Roque Dalton (1933-1975) 

Mi padre me regalaba

los dientes que se le iban cayendo 

en ese acto él era su infancia 

venía hacia a mí henchido de alegría 

con su cofre de absurdos abalorios 

orinaba tras las puertas de las habitaciones 

bebía el agua del pico de la pava 

desordenaba los roperos 

y esparcía el desorden por la casa 

de tanto en tanto me preguntaba ¿comiste? 

¿cómo está tu hijita? 

yo aprendí rápidamente todas las respuestas 

era muy joven todavía y ya tenía un hijo 

clavado entre el esternón y las costillas 

un nacimiento inesperado mi hijo antiguo 

un viejo prematuro extraviado en su interminable desvarío 

a veces repetía desesperado que quería ir a su hogar 

yo pensaba entonces que la locura es una casa desvencijada 

perdida en alguna parte 

esperando que volvamos 

para calmarlo lo acercaba a la ventana 

y le mostraba la parra florecida los racimos rutilantes 

enardecidos bajo el sol del mediodía 

detrás la montaña alzando su blanco pico desafiante 

y más allá el mar y el trajín de sus pescadores incansables 

le enseñaba todo lo que cabía alucinado en sus visiones 

y él entraba dócilmente en el paisaje 

se perdía entre los campos sembrados 

bebía el néctar de las flores 

se sentaba a descansar bajo la sombra del durazno 

y se refugiaba después 

en los brazos seguros de su madre 

es decir mis brazos. 

© Tana Pasquini-