Marcela Rosales recuerda a César Vallejo
Un hombre
pasa con un pan al hombro
Un hombre
pasa con un pan al hombro
¿Voy a
escribir, después, sobre mi doble?
Otro se
sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué
valor hablar del psicoanálisis?
Otro ha
entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar
luego de Sócrates al médico?
Un cojo
pasa dando el brazo a un niño
¿Voy,
después, a leer a André Bretón?
Otro
tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá
aludir jamás al Yo profundo?
Otro busca
en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo
escribir, después del infinito?
Un albañil
cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar,
luego, el tropo, la metáfora?
Un
comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar,
después, de cuarta dimensión?
Un banquero
falsea su balance
¿Con qué
cara llorar en el teatro?
Un paria
duerme con el pie a la espalda
¿Hablar,
después, a nadie de Picasso?
Alguien va
en un entierro sollozando
¿Cómo luego
ingresar a la Academia?
Alguien
limpia un fusil en su cocina
¿Con qué
valor hablar del más allá?
Alguien
pasa contando con sus dedos
¿Cómo
hablar del no-yó sin dar un grito?
© César Vallejo
Too many chiefs
filled
with canteens and tear gas
from the last voyage of us
Jakob Dylan
Él no tiene
otra cosa
que una
espalda destruida.
Peleó en
una guerra.
No recuerda
bien
si mató a
alguien.
-Estaba muy
oscuro, dice.
Las
guerras, sobredosis
de heroísmo
alucinado
galopando
por las venas.
Bajo un
cielo de múltiples
detonaciones
viajarás
hasta el
nirvana
(o la ceguera).
En el
desierto
en Al
Kafhji
en un
fumadero en Kabul
en la
cubierta de un Pasadena
en el
sótano arrendado
de un
edificio en demolición
en el coro
de la iglesia
en el
Pentágono
o en el
póster de la bandera
de tu
pieza.
El lugar no
es importante.
Guerra o
amor
siempre el
mismo juego
entre
vencidos.
-Apuesta a
tu chica
total ya
estás desnudo-
Ella bebió
un líquido azul
y se aferró
a la puerta
mientras
golpeaban su vientre con un bate.
No evitó
mirar los trozos de carne
resbalando
entre sus piernas,
no tenían
los ojos claros de su padre.
-Tal vez
hubiera sido mejor
que los tuvieran-
Él recarga
la jeringa
y se quita
el pañal
en un
rincón del cuarto.
Ella lo
llama tiritando
desde el
colchón.
-Oh, mi
dios, no siento las piernas.
¿Apagaste
las luces?
¿qué vamos
a hacer?
-No sé,
responde él
mientras se
tumba a su lado,
ya hay
demasiados jefes en el mundo.
Etiquetas: Marcela Rosales
7 comentarios:
Vallejo, siempre inquietante, voz tremenda, renovado homenaje! Y tu magnífico poema/relato Marcela, desplegando como siempre la imginación a pleno, destreza libérrima. Salud! Alfredo Lemon
El poema de vallejos: casi un psicoanálisis propio.muy bueno.
Marcela Rosales, qué profundo tu Vallejo delatando nuestras respuestas absurdas o mediocres, en un mundo absurdo o insólito al menos. Y tu propio poema, tan fuerte y desgarrador, con el soldado y sus respuestas-búsquedas, tal vez desesperadas y en distintos ámbitos, "el lugar no es importante". Más las terribles imágenes finales: la incertidumbre-desasosiego de los jóvenes y nuestras limitaciones siempre lacerantes. Elena S. Eyheremendy
Dos poemas crueles pero tan profundamente verdaderos...Alta poesía.
Vallejo siempre convocando nos hablándonos desde ese mundo que vemos como desde la caverna. Y tu poema Marcela tan profundo y conmovedor
Gracias por los comentarios queridxs lectores y poetas. Gracias Gustavo por el espacio generoso. Abrazos
Dolor en el poema, y tan humanos. Abrazos Marta Comelli
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