Irene Scalabrelli recuerda a Glauce Baldovin
No eligió el silencio.
Quizás desde niña alguien la fue empujando.
Alguien que dijo no te tires al suelo no
saltes a la soga
No toques ese gato.
Alguien que hablaba mucho. Que no escuchaba
¿Quién sabe?
Sólo ella lo sabe. O no lo sabe.
Y deambula por los puentes
Se para en las estaciones a ver pasar los
trenes
Traza espirales en el aire.
Nadie conoce el fondo de sus ojos. Ni su
espejo.
María ha pasado las manos por él y lo ha
dejado ciego.
© Glauce Baldovin
Dicen los registros notariales
que mi abuela nació
en la mitad exacta del río
sobre una isla de piedras y arena
en la que su madre se detuvo a parirla
una siesta de junio
al sol.
Los pueblos que bordeaban el río
se apuraron a dejar constancia
de su nacimiento
y ella creció orgullosa
de su doble pertenencia ciudadana.
Yo vengo renaciendo
en tantos sitios
que se me hace difícil
reconocer las marcas
el sentido de raíz en los abrazos
esa luz en otros ojos que me espejan
la misma lluvia mojándome la cara.
Busco las palabras que lo expliquen
aunque no pueda decirlo,
todo parece lo mismo
pero adentro de la sangre
hay un río y dos pueblos,
y mi abuela, y yo
que voy.
© Irene Scalabrelli
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