5/8/16

Texto de Pablo Del Corro


AJEDREZ

No es azar si te toca siempre el peón negro. Es una fatalidad, como el amor. Por eso nunca moviste primero.
Son las reglas de un juego que da ventajas al más inteligente.
Cuando uno ataca, el otro se defiende. Cuando uno avanza, el otro, retrocede. En cada descuido una pérdida brutal.
Es la ingenuidad de tus peones lo que ha hecho que cayeran uno por uno. Después los alfiles.Y con ellos, tu confianza. La desesperación te lleva a poner en juego los caballos, sin medir las consecuencias.
Es la vorágine de la vida en un campo de batalla. Se decide sobre la marcha.
Tu parte animal, diezmada. La integridad, en endechas. Has jurado defender la dama hasta las últimas consecuencias; jamás abandonarla. Antes, muerto.
Pero qué esperabas: tus filas abatidas; tu reino en llamas; la terquedad de defender lo indefendble; el orgullo de elegir siempre morir de pie. La decisión equivocada, las sospechas.
Ella se fue mucho antes que cedieran tus murallas. Huyó, como las ratas, entre las ratas de las cloacas del palacio.
Escapó a tiempo...
Ahora estás cercado por los días. Un último enroque te permitió sobrevivir protegido entre dos torres, en el único cubículo posible.
Una de ellas deja entrar el sol en las mañanas.
Estás tramando algo con lo poco que salvaste: papel y lápiz; y algunas palabras importantes.
Afuera, el enemigo ha montado una atalaya. En lo más alto, tu reloj.
Adentro, dos opciones: seguir escribiendo, y que revienten. O salirte del tablero.


© Pablo Del Corro

2 comentarios:

Anonymous betty badaui ha dicho...

Me gustó seguir el poema despacio, el amor y el ajedrez, buenas comparaciones.
Un abrazo
Betty

9 de agosto de 2016, 21:27  
Blogger María Sonia Quevedo Hoyos ha dicho...

Gran poema, fuerte visión de lo vivido.

13 de agosto de 2016, 19:28  

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